SINAI

v. Horeb
Exo 19:1 mismo día llegaron al desierto de S
Lev 7:38 mandó Jehová a Moisés en el monte de S
Num 1:1 habló Jehová a Moisés en el desierto de S
Deu 33:2 dijo: Jehová vino de S, y de Seir les
Jdg 5:5; Psa 68:8 aquel S, delante de Jehová Dios


Sinaí­ (heb. Sînay, quizás “espinoso”; el nombre se podrí­a relacionar con Sin, la diosa Luna de los babilonios; gr. Siná). 1. Desierto, que se extiende delante del monte Sinaí­, en el cual acamparon los israelitas cuando recibieron la ley y construyeron el tabernáculo (Exo 19:1, 2; Nm 1:1, 19:3: 4, 14; etc.). Lo más probable es que sea la llanura denominada er-Râhah, de unos 3 km de largo y c 1,6 km de ancho, al norte de Ras ets-Tsaf-tsafeh. 2. Monte desde el cual Dios dio el Decálogo; también llamado Horeb,* cuyo significado es incierto (Deu 1:2, 6, 19; 4:10; 5:2; 9:8; cf Exo 19:11, 18, 20, 23; 24:16; 31:18; 34:2, 4, 29, 32; Lev 7:38; etc.). Los hijos de Israel llegaron al monte Sinaí­ después de recorrer Mara, Elim y Refidim en el 3er mes después de su salida de Egipto (Exo 15:23, 27; 16:1; 17:1; 19:1, 2). Estaba a una distancia de 11 dí­as de viaje de Cades-barnea (Deu 1:2). Por lo general la tradición cristiana ha ubicado esta montaña en el interior de la Pení­nsula del Sinaí­, donde han sido identificados 2 montes como el Sinaí­. Una tradición que se remonta a Eusebio (s IV d.C.) establece que el Jebel Serbal serí­a la cima desde la cual se dio la ley. Es una prominencia impresionante, de 2.070 m de altura, al sur del Wâdî Feirân (identificado generalmente con Refidim). Pero no hay en sus alrededores ninguna planicie capaz de contener a una multitud más o menos considerable. La 2ª tradición, que viene de los dí­as de Justiniano (s VI d.C.), identifica al Sinaí­ con el Jebel Mfs~, el pico sudoriental de una montaña de granito con 2 promontorios. El pico noroccidental, el Ras ets-Tsaftsafeh, tiene una altura de 1.993 m, y el sudoriental, el Jebel Mfs~, 2.244 m. Mapa V, D-5. 471. Ras ets-Tsaftsafeh, el probable monte donde se dio la ley. Frente al Ras ets-Tsaftsafeh se extiende una amplia llanura que se llama er-Râhah, desde la cual se puede ver claramente el monte y en la cual se puede instalar cómodamente un gran campamento. No así­ en las otras vertientes, 1104 por no existir espacio para el asentamiento de semejante multitud como era la israelita. También hay que tomar en cuenta que la cima del Jebel Mûs~ es visible sólo desde una zona más bien reducida. Los visitantes modernos que ascienden hasta la cumbre de ambos picos, y comparan sus detalles geográficos con la descripción que se da en el Pentateuco, por lo general se sienten inclinados a identificar Ras ets-Tsaftsafeh con el monte Sinaí­, y casi no pueden entender por qué el Jebel Mfs~ ha tenido por tantos siglos este honor. En el valle (Wâd§ ed-Deir) que se extiende frente al Jebel Mfs~, se encuentra el famoso Monasterio de Santa Catalina, fundado por el emperador Justiniano en el 527 d.C. en honor de una mártir cristiana del mismo nombre, quien murió torturada en la rueda y fue decapitada en Alejandrí­a en el 307 d.C. Se seleccionó este lugar para el monasterio, cerca del monte Sinaí­, porque la tradición pretendí­a que los ángeles habrí­an llevado su cuerpo hasta la cima del Jebel Katherin, una imponente montaña de 2.614 m de alto, a unos 3,5 km del Jebel Mfs~. El monasterio (fig 472), habitado por monjes griegos, posee una de las mejores bibliotecas del Oriente. Allí­ descubrió Tischendorf en 1844 el Códice Sinaí­tico, uno de los más antiguos manuscritos de la Biblia, del s IV d.C. (fig 85). 472. El Monastereio de Santa Catalina tal como se lo ve desde las laderas del monte Sinaí­. Algunos eruditos, que creen que la data de la ley tal como se la describe en el Pentateuco (Exo 19:18) estuvo acompañada de actividad volcánica, no aceptan la identificación del monte Sinaí­ con ninguna de las montañas que se encuentran en el perí­metro de la Pení­nsula del Sinaí­, porque allí­ no hay volcanes. Señalan más bien una región de Madián, al oriente del Golfo de Aqaba, donde se pueden encontrar volcanes que han estado en actividad en tiempos históricos. Pero no hay necesidad alguna de relacionar una erupción volcánica con las manifestaciones divinas ocurridas en la comunicación del Decálogo. Dios, que maneja todos los recursos de la naturaleza, no necesitaba de un volcán para manifestarse mediante humo y fuego desde la cima del monte. Otros eruditos, cuyos argumentos en favor de sus opiniones tampoco son convincentes, tratan de ubicar el monte Sinaí­ cerca de Cades, o en el monte de Seir al sur del Mar Muerto. Este Diccionario sostiene que Ras ets-TsaÆ’tsaÆ’eh tiene las mayores posibilidades de ser el verdadero monte Sinaí­, más que cualquier otro del Asia sudoccidental.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

montaña en la que, según Ex 19, Moisés recibió las tablas de la Ley y de la Alianza de Yahvéh y el pueblo de Israel. En otros lugares de la Escritura se le llama monte Horeb, es decir, monte de Dios, Ex 3, 1. No está claro cuál es exactamente el monte S. En el macizo del S., que abarca casi la totalidad de la pení­nsula del mismo nombre, al noroeste de Egipto, existen tres montañas. La que se conoce como Jabal Katrinah tiene dos picos muy pronunciados, el del norte, hoy conocido con el nombre de Horeb, y el del sur, que los árabes denominan Jabal Musa, esto es, Monte de Moisés, considerado por la tradición como el lugar de la promulgación de la Ley. En este monte existe un monasterio cristiano ortodoxo fundado en el siglo VI por el emperador Justiniano I; en dicho monasterio fue encontrado, en el año 1844, un manuscrito del siglo VI, el llamado Código Sinaí­tico.

En las Escrituras también se llama desierto del S. a la llanura en la que acampó el pueblo de Israel tras la salida de Egipto, alrededor del monte del mismo nombre, Ex 19, 1; allí­ se llevó a cabo el primer censo de los israelitas, Nm 1, 1..

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

1. Una pení­nsula que quedaba al sur del desierto de Parán entre el golfo de Acaba, al este, y el de Suez, al oeste.
2. Un desierto (Exo 19:1) a donde Israel llegó al tercer mes después que ellos salieron de Egipto.
3. Una montaña (Exo 19:20), Horeb. Fue allí­ donde Dios se reunió y habló con Moisés y le dio la ley (Exo 19:3). La única visita posterior a la montaña registrada en las Escrituras es la de Elí­as cuando él huyó de Jezabel (1Ki 19:8).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

No está todaví­a claro si el topónimo †œSinaí­† designó originariamente toda la montaña de la pení­nsula entre el golfo de Suez y el golfo de Aqabá o si sólo indicaba una cima de esa cordillera.
El actual nombre de †œSinaí­† y †œPení­nsula del Sinaí­† no puede aportar luz alguna al respecto, porque deriva de un uso lingüí­stico popular, con un apoyo muy genérico en los nombres bí­blicos.
La Biblia se refiere al monte del decálogo como a un †œmonte de Dios.† Si la elección de ese monte estuvo tal vez motivada por la designación tal vez más antigua de †˜el sadday, no podemos afirmarlo de una manera segura; el †œdios del monte† o †œel dios venerado en el monte† podrí­a, por lo demás, ser una designación divina que los hebreos emigrantes ya habí­an llevado a Egipto, por la que después — no ya por obra de Moisés, sino en el curso de su estancia en Egipto — podrí­an haberse referido al Sinaí­ como monte de Dios y monte de peregrinación.
El monte unas veces es llamado Sinaí­ y otras Horeb. Doble designación que ha inducido a muchos errores, pero que también ha provocado numerosas hipótesis. Aquí­ sólo podemos referirnos a algunos puntos fundamentales de la controversia.
†œMonte de Dios† indica que la imponente cordillera de la pení­nsula la veí­an los pobladores nómadas y seminómadas de la región como el lugar de estancia de un dios. Tal vez veneraban allí­ al dios lunar Sin, del que espontáneamente se habrí­a derivado el topónimo Sinaí­. Horeb, por el contrario, parece ser una designación caracterí­stica del monte; horeb en lengua cananea es †œel seco,† †œel duro,† †œel solitario†; tal vez también †œmonte de farallones.† Tales topónimos, de los que uno es nombre divino y el otro un indicador de caracterí­sticas, pueden muy bien haber coexistido en el uso lingüí­stico.
El año 1899 Lagrange expuso la hipótesis de que Horeb habrí­a sido el nombre común de la cordillera, mientras que Sinaí­ habrí­a designado un monte particular. Como en el nombre de Sinaí­ se contiene el nombre del dios lunar Sin, y la veneración de un dios tiene sentido ligada a un monte determinado y preciso y no a toda una cordillera, la hipótesis cuenta con muchas probabilidades de ser cierta.
Por otra parte, tampoco podemos pasar por alto la indicación de la escuela de Wellhausen, según la cual el Horeb es el monte de la legislación, sobre todo en el Elohí­sta y en el Deuteronomista (así­, por ejemplo, en las narraciones sobre Elí­as el monte se llama Horeb; cf. 1Re 19:9-18). De lo cual podrí­a concluirse que el nombre de Sinaí­ (monte de Sin) resultaba escandaloso, y por ello se le sustituyó por el topónimo caracterí­stico de Horeb. En cambio el Escrito sacerdotal, a mediados del I milenio, volvió a utilizar el nombre de Sinaí­, quizá para imponer la ficción literaria de que toda la Ley, hasta la última cláusula, procedí­a de los tiempos mosaicos. Sin que con ello sancionase naturalmente el culto de Sin. Para aclararlo, los redactores del Escrito sacerdotal podrí­an haber introducido como conjetura la designación de la zarza ardiente con sene (zarzamora).
Pero, ¿cuál fue el monte de la cordillera sinaí­tica en que se dio la Ley? ¿Dónde acampó el pueblo de la marcha por el desierto? El monte de la legislación podrí­a haber sido ras es-Safsafe (1994 m), ante el cual se extiende hacia el noroeste la llanura en forma de V de er-Raha y fluye hacia el nordeste el wadi ed-Deir, que llevaba agua (todos estos topónimos son árabes). También la tradición ha localizado ahí­ los acontecimientos, aun quedando pendiente si Moisés se retiró al que hoy se designa por su nombre dyebel Musa (2244 m). Tampoco otras cimas de la cordillera del Sinaí­ a lo ancho de la pení­nsula del mismo nombre contradicen al texto bí­blico.
Finalmente, no debemos silenciar que el Sinaí­ de la Biblia no es necesariamente el Sinaí­ de nuestra geografí­a actual. Puesto que las peregrinaciones de los israelitas, tal como se encuentran en la Biblia, son una construcción posterior; tales caminos en definitiva nada dicen sobre la posición del Sinaí­, que muy bien pudo haber estado en otra cordillera, y sólo en la compilación de los relatos tradicionales se señaló, al indicar la dirección de las peregrinaciones, que el Sinaí­ como monte del decálogo, el famoso monte de Dios, debí­a de situarse al sur de la pení­nsula entre el golfo de Suez y el golfo de Aqabá.
Para la historia de la salvación no tiene importancia alguna la ubicación del monte del decálogo. Lo verdaderamente importante es que con el Sinaí­ se señala el monte de la legislación fundamental que el pueblo de Israel recibió como Ley de Dios.

Fuente: Diccionario de Geografía de la Biblia

Monte sagrado sobre el que Moisés recibió las leyes y revelaciones de Dios. Se llama también Horeb: (Exo 19:20 hasta cap.40,Exo 17:6, Exo 33:6).

– La “zarza ardiente” en Exo 3:1.

– En la base de la montana se ratificó el pacto, y se organizó la nación de Israe: (Exo 19:1-25, Exo 19:20, Exo 24:1-18, Nu.10.

– Elí­as huyo ahí­, 1Re 19:8.

La Pení­nsula de Sinaí­: Está entre los dos brazos del Mar Rojo: El golfo de Suez y el de Akabah. Es un desierto, y al sur está el Monte Sinaí­, muchas montanas totalmente rocosas, impresionantes.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Pení­nsula en el Oriente Medio. Forma una especie de triángulo entre el Mediterráneo, al N, el Golfo de Suez, al O, y el Golfo de Acaba, al E. En la parte N. el Canal de Suez divide a S. de Egipto. Gran parte de la peregrinación de los israelitas se desarrolló en esta pení­nsula después del éxodo, especialmente en cuatro de sus regiones principales: el desierto de Sur, en la parte N.; el desierto de Sinaí­, en la parte central y S; el desierto de Parán, en el O; y el desierto de Sin, en el NO.

El tráfico comercial desde Egipto hacia el O se hací­a por medio de tres caminos principales. Uno de ellos iba por la llanura costera junto al Mediterráneo, llamado en la Biblia †œel camino de la tierra de los filisteos† (Exo 13:17). Una segunda ví­a atravesaba de O a E el desierto de Sur, subiendo luego hasta Canaán. Un tercer camino iba más al centro de la pení­nsula, hacia el puerto de †¢Ezión-geber, o Eilat. La ruta del †¢éxodo no tomó ninguna de estas ví­as, sino que después de cruzar el mar Rojo siguió paralela a la costa de lo que hoy es el golfo de Suez, pasando por el desierto de Sin y llegando hasta el monte Horeb, o Sinaí­, un punto bien al S. de la pení­nsula. En la época del éxodo, el S. estaba ocupado mayormente por tribus amalecitas, las cuales se opusieron al paso de los israelitas, especialmente en †¢Refidim (Exo 17:8-16). En el monte Sinaí­ Moisés recibió las tablas de la ley.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, MONT

sit, a4, 150, 353

vet, Monte que recibe también el nombre de Horeb. Los israelitas llegaron a este lugar en el tercer mes después de su salida de Egipto, cuando hubieron pasado por Mara, Elim, y seguido un trecho de la costa del mar Rojo (Ex. 19:1). Pasando por el monte Seir habí­a once dí­as de marcha desde Horeb a Cades-barnea (Dt. 1:2). Al pie del Sinaí­ se extendí­a una región desértica, donde el pueblo levantó sus tiendas (Ex. 19:2). El monte estaba tan cerca que se podí­a tocar (Ex. 19:12), y su cima se levantaba sobre el campamento (Ex. 19:16, 18, 20). El Decálogo fue promulgado sobre este monte, a cuyo pie fue ratificado el pacto que hací­a de Israel una nación de la que Jehová serí­a el Rey (Ex. 20:1-24:8). Se declara una y otra vez (Ex. 24:12; 31:18; 34:2; Lv. 1:1; 16:1; 25:1; 26:46; 27:34; Nm. 1:1; 9:1) que toda la legislación que figura entre Ex. 20:1 y Nm. 10 fue decretada sobre el Sinaí­, o al pie del monte. La única mención bí­blica posterior de alguien que subiera a esta cima se refiere a Elí­as, que huí­a de la ira de Jezabel (1 R. 19:8). Según un reducido número de autores, el monte Sinaí­ estarí­a en la región de Seir, pero la postura prevalente lo sitúa entre las eminencias de la pení­nsula del Sinaí­. Una tradición que se remonta a la época de Eusebio de Cesarea, asimila el Sinaí­ al Serbal, sobre el wadi Feirãn. La que lo sitúa en el Jebel Musa data sólo de la época de Justiniano. Sin embargo, ello no prueba que la tradición no existiera antes. Las dos opiniones siguen siendo objeto de debate. El Serbal es el más imponente de los dos. Visible de lejos, se eleva solitario, majestuoso, hasta una altura de 2.050 m., pero no tiene en la base una extensión de desierto que se corresponda con el que recibe el nombre de Sinaí­. El Jebel Musa forma parte de una cresta de granito que mide algo más de 3 Km. de noroeste a sureste. Esta cresta presenta dos cimas: Rãs es-Sûfsãfeh (pico de sauces), en el extremo norte, tiene una altitud de alrededor de 2.000 m. El Jebel Musa, el Sinaí­ tradicional, en el extremo sur, alcanza los 2.314 m. Ciertos eruditos, Tischendorf entre ellos, consideran que la meseta del extremo superior del wadi es-Sadad, casi al este del Jebel Musa, fue el emplazamiento del campamento de los israelitas. Pero éste es un espacio demasiado reducido para haber contenido a todo el pueblo. La parte inferior de Rãs es-Sûfsãfeh consiste, en su parte noroccidental, en un escarpado muro. Más abajo de esta pared se extiende la llanura de er-Rãha, con una superficie ligeramente inferior a 3 km2. Esta llanura, cercana a los wadis esh-Sheikh y ed-Deir, serí­a muy apropiada para un campamento.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]
Montaña, o macizo montañoso, que tuvo mucha importancia en la Historia de Israel, por cuanto fue escena de la teofaní­a mayor de toda su historia. La tradición coloca en el monte Sinaí­, en una de sus cumbres, tal vez la del “yebel serbal” y acaso la del “yebel musa”, el lugar exacto donde Dios entregó a Moisés las Tablas de Ley.

Toda la pení­nsula recibió el nombre de Sinaí­. Se halla en el Norte arábigo, en la parte superior del Mar Rojo (Gálatas 4:25). La escena siempre fue presentada como sí­mbolo de la majestad divina: “El Monte Sinaí­ humeaba, porque Jehová habí­a descendido sobre él en medio del fuego… El humo subí­a como de un horno; y todo el monte se estremeció violentamente ente las llamas” (Ex. 19. 18; Deut. 5.23).

En las cercaní­as se halla la roca de Horeb, donde también Dios, por mano de Moisés, arrancó agua de la roca para que el pueblo bebiera: “En Horeb golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.” (Ex. 17.6)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

1. Montaña de Arabia (Gál 4:25) a la que al parecer también se llamaba Horeb. (Compárese con Ex 3:2, 12; 19:1, 2, 10, 11; véase HOREB.) En las inmediaciones del monte Sinaí­ acamparon por casi un año los israelitas y una vasta muchedumbre mixta con numerosos rebaños y vacadas. (Ex 12:37, 38; 19:1; Nú 10:11, 12.) Aparte de acomodar a un campamento tan grande, que quizás ascendí­a a más de 3.000.000 de personas, los alrededores del monte Sinaí­ también suministraban suficiente agua y pastos para los animales domésticos. Al menos un torrente descendí­a de la montaña. (Dt 9:21.) En la base del monte Sinaí­ debió haber una zona lo suficientemente grande como para que los israelitas se reuniesen y observasen los fenómenos que ocurrí­an en la cima de la montaña. De hecho, pudieron retirarse y mantenerse de pie a cierta distancia. La cima del monte Sinaí­ era visible hasta desde el mismo campamento. (Ex 19:17, 18; 20:18; 24:17; compárese con Dt 5:30.)

Identificación. No se sabe con seguridad el lugar exacto del monte Sinaí­ u Horeb. La tradición lo enlaza con una cordillera de granito rojo situada en el centro de la parte S. de la pení­nsula del Sinaí­, entre los dos brazos septentrionales del mar Rojo. Esta cordillera mide aproximadamente 3 Km. desde el NO. hasta el SE. y tiene dos cumbres: Ras Safsafa y Jebel Musa. La zona en la que se encuentra esta cordillera está bien regada por varias corrientes. Frente a la cumbre septentrional (Ras Safsafa) se encuentra la llanura de er-Raha, con una longitud aproximada de unos 3 Km. y una anchura aproximada de 1 Km. (GRABADO, vol. 1, pág. 540.)
Basándose en sus observaciones del lugar, A. P. Stanley escribió en el siglo XIX: †œLa existencia de una llanura de este tipo enfrente de este monte es una coincidencia tan notable con la narración sagrada que suministra una fuerte prueba interna, no solo de su identificación con la escena, sino de que esta la relató un testigo presencial†. Al comentar sobre el descenso de Moisés y Josué del monte Sinaí­, añade: †œUna persona que bajara de una de las apartadas cuencas que se hallan tras el Ras Sa[f]safeh, a través de las escarpadas pendientes que lo flanquean tanto por el norte como por el sur, podrí­a oí­r en el silencio los sonidos procedentes de la llanura, pero no serí­a capaz de ver la llanura misma hasta haber pasado el uadi El-Deir o el uadi Leja; en ese momento se encontrarí­a bajo el escarpado risco de Sa[f]safeh†. Luego Stanley pasa a explicar que el que Moisés arrojase el polvo del becerro de oro †œen el torrente que descendí­a de la montaña† (Dt 9:21) también encaja con este lugar, pues dice: †œEsto serí­a perfectamente posible en el uadi Er-Raheh, en el que desemboca el uadi Leja, pues si bien es cierto que desciende del monte Santa Catalina, todaví­a se halla lo suficientemente próximo al Gebel Mousa [Jebel Musa] como para justificar la expresión †˜que descendí­a de la montaña†™†. (Sinai and Palestine, 1885, págs. 107-109.)
Tradicionalmente se ha identificado el monte Sinaí­ con el pico meridional más alto (Jebel Musa, que significa †œMontaña de Moisés†). No obstante, un buen número de eruditos coincide con Stanley y opinan que la cumbre septentrional, Ras Safsafa, es una ubicación más probable, ya que no existe ninguna llanura suficientemente grande frente al Jebel Musa.

Sucesos. Cerca del monte Sinaí­, u Horeb, el ángel de Jehová se le apareció a Moisés en la zarza ardiente y lo comisionó para que sacara de Egipto a los israelitas esclavizados. (Ex 3:1-10; Hch 7:30.) Aproximadamente un año después, la nación liberada llegó al monte Sinaí­. (Ex 19:2.) Entonces Moisés ascendió a la montaña, seguramente con el fin de recibir más instrucciones de Jehová, pues ya se le habí­a revelado en la zarza ardiente que el pueblo †˜servirí­a al Dios verdadero sobre esa montaña†™. (Ex 3:12; 19:3.)
Luego se le dijo a Moisés que comunicase a los israelitas que su obediencia estricta a la palabra de Jehová y al pacto que habí­an celebrado con El resultarí­a en que fuesen un reino de sacerdotes y una nación santa. (Ex 19:5, 6.) Los ancianos, en calidad de representantes de toda la nación, convinieron en hacerlo. Más tarde, Jehová ordenó a Moisés que santificase al pueblo para que pudieran presentarse a El al tercer dí­a. Se fijaron lí­mites alrededor de la montaña, pues todo el que la tocara, sin importar que fuese hombre o bestia, habí­a de ser ejecutado. (Ex 19:10-15.)
En la mañana del tercer dí­a, †œempezó a haber truenos y relámpagos, y una nube densa sobre la montaña y un sonido muy fuerte de cuerno†. La gente que estaba en el campamento comenzó a temblar. A continuación Moisés los hizo salir del campamento y los llevó al pie de la montaña al encuentro del Dios verdadero. Entretanto, el monte Sinaí­ se mecí­a y humeaba por todas partes. (Ex 19:16-19; Sl 68:8.) Moisés subió a la montaña por invitación divina, y de nuevo se le dijo que hiciese hincapié en que nadie del pueblo debí­a tratar de ascender. No podí­an traspasar los lí­mites fijados ni siquiera los †œsacerdotes† (no los levitas, sino, al parecer, varones israelitas que, al igual que los patriarcas, hací­an de sacerdotes para sus familias según su costumbre y derecho natural). (Ex 19:20-24.)
Una vez que Moisés descendió del monte Sinaí­, los israelitas oyeron las †œDiez Palabras† de en medio del fuego y la nube. (Ex 19:19–20:18; Dt 5:6-22.) En esta ocasión Jehová les habló por medio de un representante angélico, como se muestra en Hechos 7:38, Hebreos 2:2 y Gálatas 3:19. Atemorizados ante el imponente espectáculo que proporcionaban los relámpagos y el humo, y por el sonido del cuerno y los truenos, el pueblo solicitó mediante sus representantes que Dios no siguiera comunicándose con ellos de esta manera, sino que lo hiciese a través de Moisés. Ante esto, Jehová dijo a Moisés que les ordenara volver a sus tiendas. Aquella escena en el monte Sinaí­ tení­a por objeto infundir en los israelitas un temor saludable a Dios que los impulsara a seguir observando sus mandamientos. (Ex 20:19, 20; Dt 5:23-30.) Después de esto, Moisés, posiblemente acompañado de Aarón (compárese con Ex 19:24), se aproximó a la oscura masa de nubes que habí­a sobre el monte Sinaí­, para continuar oyendo los mandamientos y decisiones judiciales de Jehová. (Ex 20:21; 21:1.)
Cuando Moisés descendió del monte Sinaí­, refirió al pueblo las palabras de Jehová, y el pueblo reiteró su voluntad de obedecerle. Luego puso por escrito las palabras de Dios y a la mañana siguiente, temprano, edificó un altar y doce columnas al pie de la montaña. Se ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión, y con la sangre de las ví­ctimas entró en vigor el pacto de la Ley. (Ex 24:3-8; Heb 9:16-22.)
Como los israelitas habí­an entrado en una relación de pacto con Jehová, podí­an acercarse al monte Sinaí­ por medio de sus representantes. Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y 70 ancianos de Israel subieron a la montaña y contemplaron una impresionante visión de la gloria de Dios. (Ex 24:9-11.) Después de eso, Moisés, acompañado por Josué, ascendió a la montaña, en esta ocasión para recibir más órdenes, así­ como las tablas de piedra que contení­an las †œDiez Palabras†. Sin embargo, Moisés no recibió la invitación de entrar en la nube hasta el séptimo dí­a. Según parece, Josué continuó esperando a Moisés en la montaña, en un lugar donde no se podí­a ver ni oí­r nada de lo que sucedí­a en el campamento israelita. (Ex 24:12-18.) Sin embargo, no se indica si Josué estuvo sin comer ni beber durante ese perí­odo de cuarenta dí­as al igual que Moisés. Cuando, al finalizar este tiempo, Moisés y Josué descendieron del monte Sinaí­, oyeron los cantos procedentes de la fiesta que se celebraba en el campamento israelita. Desde el pie del monte Sinaí­, Moisés pudo ver la fiesta que se celebraba en torno al becerro de oro. Ante esto, estrelló de inmediato las dos tablas de piedra contra el suelo, haciéndolas añicos al pie de la montaña. (Ex 32:15-19; Heb 12:18-21.)
Posteriormente, Moisés recibió órdenes de hacer dos tablas de piedra semejantes a las que habí­a destrozado y subir de nuevo al monte Sinaí­ a fin de que Jehová grabase en ellas las †œDiez Palabras†. (Ex 34:1-3; Dt 10:1-4.) Moisés pasó otros cuarenta dí­as en la montaña sin comer ni beber. Es indudable que tuvo que contar con el apoyo divino para que esto fuese posible. (Ex 34:28; al parecer se trata del mismo perí­odo de cuarenta dí­as mencionado en Dt 9:18; compárese con Ex 34:4, 5, 8; Dt 10:10.)
Una vez que se erigió el tabernáculo, o tienda de reunión, y quedó cubierto por la nube, los mensajes divinos dejaron de venir directamente del monte Sinaí­. A partir de ese momento procederí­an de la tienda de reunión, situada en sus inmediaciones. (Ex 40:34, 35; Le 1:1; 25:1; Nú 1:1; 9:1.)
Siglos más tarde, el profeta Elí­as viajó a Horeb, o Sinaí­, †œla montaña del Dios verdadero†. (1Re 19:8.)

2. †œSinaí­† también designa el desierto adyacente a la montaña del mismo nombre. (Le 7:38.) No es posible determinar los lí­mites geográficos exactos del desierto de Sinaí­ a partir del registro bí­blico. Al parecer, estaba situado cerca de Refidim. (Ex 19:2; compárese con Ex 17:1-6.) Jetró, el suegro de Moisés, llevó al desierto de Sinaí­ a la esposa de Moisés, Ziporá, y sus dos hijos, Guersom y Eliezer, para que se reuniesen con Moisés. (Ex 18:1-7.) Algunos de los otros acontecimientos notables que ocurrieron en el desierto de Sinaí­ fueron: Israel sucumbió a la adoración del becerro durante la ausencia de Moisés (Ex 32:1-8); se ejecutó a 3.000 hombres que sin duda tuvieron un papel importante en la adoración del becerro (Ex 32:26-28); Israel expresó externamente su arrepentimiento despojándose de sus adornos (Ex 33:6); se construyó el tabernáculo y sus enseres, y se confeccionaron las vestiduras sacerdotales (Ex 36:8–39:43); se instaló el sacerdocio y comenzaron sus servicios en el tabernáculo (Le 8:4–9:24; Nú 28:6); Jehová ejecutó con fuego a Nadab y Abihú, hijos de Aarón, debido a haber ofrecido fuego ilegí­timo (Le 10:1-3); se hizo la primera inscripción de varones israelitas para el ejército (Nú 1:1-3), y se celebró la primera Pascua fuera de Egipto (Nú 9:1-5).

Fuente: Diccionario de la Biblia

Montaña en la cual Yahveh le entregó las Tablas de la Ley a Moisés.

San Jerónimo (“De situ et nom. Hebr.”, en P.L., XXIII, 889), W. Gesenius y, más recientemente, G. Ebers (p. 381) consideran sinónimas las palabras Horeb y Sinaí. Ewald, Ed. Robinson. E.H. Palmer y otros piensan que Horeb denotaba más el sentido de la región montañosa del Sinaí (Ex. 17,6). El origen del nombre Sinaí es algo muy discutido. Parece ser un adjetivo del hebreo para “desierto” (Ewald y Ebers) o “el dios luna” (E. Schrader y otros). El monte fue llamado Sinaí o “Monte de Dios” probablemente antes del tiempo de Moisés (Flavio Josefo “Antiq. Jud.” II, XII). El nombre se adjudica ahora a la península triangular que se encuentra entre el desierto del sur de Palestina, el Mar Rojo, y los golfos de Acaba y Suez; contiene un área de cerca de 10,000 millas cuadradas, la cual fue el escenario de la marcha de cuarenta años de los israelitas después del Éxodo de Egipto.

Sus características topográficas principales son dos: Al norte de Jabal et-Tih (3200 a 3950 pies) se extiende una árida meseta, el desierto de Tih, marcado por numerosos riachuelos, notablemente El-Arish, el “Río de Egipto”, que formaba la frontera sur de la Tierra Prometida (Gen. 15,18; Num. 34,5). Al sur del Jabal et-Tih, se levanta una masa montañosa de granito rayada con pórfidos, que se divide en tres grupos principales: el occidental, Jabal Serbal (6750 pies); el central, Jabal Musa (7380 pies), Jabal Catherine (8560 pies), y Jabal Um Schomer (8470 pies); la oriental, Jabal Thebt (7906 pies) y Jabal Tarfa, que termina en Ras Mohammed. Es en medio de estas montañas en donde la tradición judía y cristiana colocan el Sinaí de la Biblia, pero el lugar preciso es incierto. Fue en Jabal Musa, de conformidad con la tradición que se puede remontar al siglo IV, cuando Santa Silvia de Aquitania estuvo allí. E. H. y H. S. Palmer, Vigouroux, Lagrange y otros defienden a Jabal Musa. Sin embargo, la dificultad en aplicar Ex. 19,12 a Jabal Musa y las inscripciones encontradas cerca de Jabal Serbal han llevado a algunos a favorecer a Serbal. Esta fue la opinión de San Jerónimo (P.L., XXIII, 916, 933) y Cosmas (P.G., LXXXVIII, 217), y de más recientemente Birkhard y Lepsius, y últimamente ha sido defendido vigorosamente por G. Ebers, para no mencionar a Beke, Gressmann, y otros, quienes consideran la historia completa del Sinaí (Ex. 19) solamente una interpretación mítica acerca de una erupción volcánica.

Los críticos más liberales, aunque concuerdan generalmente con las tradiciones judías representadas por el “Código Sacerdotal” y los “documentos elohístas” colocan al Sinaí entre las montañas de la parte sur-central de la península, están en desacuerdo sobre su localización por la más antigua tradición “yahvista” (Ex. 2,15.16.21; 18,1.5). A. von Gall, cuya opinión Welhausen considera la mejor fundada, alega que Meribá (D.V. Tentación. – Ex., 17,7), que los israelitas nunca fueron tan lejos hacia el sur como Jabal Mûsa, y por tanto, que el Sinaí se debe buscar en Madián, en la costa este de Adabar. Otros (cf. Winckler, II, p. 29; Smend, p. 35, n. 2; y Weill, opp. Cit. Infra en bibliografía) colocan al Sinaí en las vecindad cercana a Cadés (Ayn Qâdis) en el sur de Palestina.

Sinaí fue el refugio de muchos anacoretas cristianos durante las persecuciones que sufrió la Iglesia en el siglo III. Hay restos de un monasterio del siglo IV en las cercanías del Monte Serbal. En el 527 el emperador Justiniano I construyó el famoso convento del Monte Sinaí en la ladera norte de Jabal Mûsa, el cual ha sido conocido desde el siglo IX como el de Santa Catalina. Su pequeña biblioteca contiene cerca de 500 volúmenes de valiosos manuscritos en griego, árabe, siríaco, etíope, etc. Fue aquí donde Tischendorf, durante sus investigaciones en 1844, 1853 y 1859, encontró un manuscrito griego muy antiguo (conocido desde entonces como el “Códice Sinaítico”, que contenía la mayor parte de la Septuaginta, todo el Nuevo Testamento, la “Epístola de Barnabé” y la primera parte del “Pastor” de Hermas. Cuarenta y tres páginas en manuscrito encontradas por él se conservan en la Universidad de Leipzig y son conocidas como el “Códice Federico-Augustano”. En 1892 la Sra. Smith Lewis encontró en el Sinaí un texto siríaco palimpsesto del siglo IV perteneciente al Evangelio según San Lucas. El Sinaí es rico en inscripciones de valor. M. de Vogüé provee 3200 inscripciones egipcias y semíticas que encontró en Wâdi Mukatteb, las ruinas del templo de Ischta, o Astaroth-Carmain, y en las minas de turquesa, hierro, granito y mármol en las cuales habían trabajado las décimo segunda y décimo octava dinastías egipcias.

La población del Sinaí a principios del siglo XX era de 4,000 a 6,000 árabes semi nómadas, mahometanos, gobernados por sheiks tribales e inmediatamente sujetos al gobierno de la guarnición Qal’ at un-Nakhl, bajo el Departamento de Inteligencia de la Oficina de Guerra de El Cairo.

Fuente: Reagan, Nicholas. “Sinai.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/14011a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina y Giovanni E. Reyes

Fuente: Enciclopedia Católica