SOBERBIA

v. Altivez, Arrogancia
Lev 26:19 quebrantaré la s de vuestro orgullo
Num 15:30 mas la persona que hiciere algo con s
1Sa 17:28 yo conozco tu s y la malicia de tu
Job 15:25 se portó con s contra el Todopoderoso
Job 33:17 para quitar .. y apartar del varón la s
Psa 19:13 preserva también a tu siervo de las s
Psa 31:23 Jehová .. paga .. al que procede con s
Psa 59:12 sean ellos presos en su s, y por la
Psa 73:6 por tanto, la s los corona; se cubren de
Pro 8:13 la s y la arrogancia, el mal camino, y la
Pro 11:2 cuando viene la s, viene también la
Pro 13:10 la s concebirá contienda; mas con los
Pro 14:3 en la boca del necio está la vara de la s
Pro 16:18 antes del quebrantamiento es la s; y
Pro 29:23 s del hombre le abate; pero al humilde
Isa 10:12 castigará el fruto de la s del corazón del
Isa 14:11 descendió al Seol tu s, y el sonido de
Isa 16:6; Jer 48:29 hemos oído la s de Moab; muy
Isa 25:11 abatirá su s y la destreza de sus manos
Jer 13:9 podrir la s de Judá, y la .. s de Jerusalén
Jer 13:17 llorará mi alma a causa de vuestra s
Eze 7:10 ha florecido la vara, ha reverdecido la s
Eze 7:24 haré cesar la s de los poderosos, y sus
Eze 32:12 destruirán la s de Egipto, y toda su
Eze 33:28 en soledad, y cesará la s de su poderío
Dan 4:37 puede humillar a los que andan con s
Hos 5:5 la s de Israel le desmentirá en su cara
Hos 7:10 la s de Israel testificará contra él en
Oba 1:3. la s de tu corazón te ha engañado, tu
Zep 2:10 les vendrá por su s, porque afrentaron
Jam 4:16 pero ahora os jactáis en vuestras s


Una de las peores formas del pecado, considerada por muchos como la base de todo pecado. Las distintas palabras hebreo reflejan la naturaleza de profundo arraigo y amplio alcance de la soberbia y la arrogancia, pues están relacionadas con términos como presunción, vanidad, vana jactancia y altanerí­a. La soberbia hace imposible que se tenga una perspectiva correcta con respecto tanto de Dios como del hombre. Engaña al corazón (Jer 49:16) y lo endurece (Dan 5:20). Provoca contiendas (Pro 13:10 [BJ: la insolencia]; Pro 28:25) y destrucción (Pro 16:18). Fue una falta fundamental de los israelitas en su andar por el desierto, la cual causó una severa advertencia por parte del Señor (Lev 26:19) y estuvo relacionada con el castigo, entre otros, del rey Uzí­as (2Ch 26:16 ss.), de Moab (Isa 25:11), Judá y Jerusalén (Jer 13:9), Jacob (Amo 6:8) y Edom (Oba 1:3). Las palabras gr. también transmiten la idea de exhibición hueca, autoensalzamiento y arrogancia. Santiago cita Pro 3:34 para señalar que Dios se opone a los soberbios (Jam 4:6). Pablo indicó claramente que nadie tiene motivos para jactarse delante de Dios, pero también habla de ser orgulloso o de gloriarse legí­timamente (p. ej., 2Co 5:12; 2Co 7:4).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

El primer pecado capital, que endurece el corazón: (Luc 1:51, Jua 9:39-41, Luc 20:9-19, Luc 22:66-71.

– Dios resiste a los soberbios, Mat 23:12 Luc 18:9-14.,: Incluye varios pecados.

– La “soberbia”, es querer “ser como Dios”, el pecado deI diablo, Isa 14:14.

– El “orgullo”, de querer “saber tanto como Dios”, que fue el pecado de Adán y Eva, Gen 3:5, 1Jn 3:16.

– El “egoí­smo”, la “ambición”, son ramas de la soberbia, que siempre se manifiestan por la .”desobediencia”, y el pecado de Judas, de querer que Dios haga lo que nosotros queremos, en vez de nosotros hacer lo que Dios quiere.

– La “vanidad” es la soberbia femenina, en pequeno.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

†¢Orgullo.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

ver, HUMILDAD

vet, (Iat. “superbia”). Un deseo y pretensión de superioridad sobre los demás, junto con un rechazo de sometimiento a Dios; pretensión de autosuficiencia y autoexaltación. Es un estado opuesto al de la humildad (véase HUMILDAD). El soberbio no reconoce su dependencia como criatura de su Creador, ni la mutua dependencia con sus semejantes. Fue el pecado de Satanás (Ez. 28; cfr. Is. 14:1-23). Fue el móvil que llevó al pecado de desobediencia en Edén (Gn. 3:1-6). Es el móvil en el hombre caí­do, llevándolo a una constante lucha de emulación para alcanzar la superioridad y dominio sobre sus semejantes. El cristiano no deja de ser susceptible a este pecado (1 Ti. 3:6) y es exhortado contra tan perverso estado de mente (2 Co. 12:20; Tit. 1:7; Stg. 4:6, 16; 1 P. 5:5). La soberbia es el ideal del hombre pagano, que marcha en busca del superhombre, idealizando la fuerza, la agresividad y la mutua competencia, desdeñando la compasión y la ayuda a los débiles como contraproducente para lo que considera como el avance hacia su “hombre nuevo”. La soberbia es un estado peculiarmente aborrecido por Dios (Lv. 26:19; Nm. 15:30; Sal. 31:23; Pr. 16:18; Is. 2:11, 17; Ez. 7:24; Dn. 4:37; etc.) y conduce al más desastroso de los fines (Pr. 15:25; Mal. 4:1).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[329]
Vicio que se considera en la tradición cristiana como pecado capital. Consiste en encumbrarse con desprecio a los demás y en considerarse muy por encima de las propias riquezas materiales, morales, intelectuales y sociales.

Es paralelo a conceptos como orgullo, vanidad, altanerí­a, presunción, jactancia, arrogancia. El concepto de soberbia no se debe confundir con el de autoestima que es el justo aprecio o el sereno reconocimiento de los propios méritos.

En su naturaleza la soberbia implica la sobreestimación propia acompañada de la actitud despectiva para otros, bajo la firme presunción de la propia valí­a, poder o superioridad.

Es una actitud frecuente en el hombre arrogante. Es fuente de otros muchos desórdenes éticos. Se suele considerar como el peor de los pecados y se atribuye al demonio la rebelión contra Dios por soberbia, aplicándole el texto profético puesto en su boca: “Escalaré el trono del Altí­simo y me haré semejante a él” (Is. 14.14).

Cristianamente es rechazable, y se encuentra con frecuencia repudiada en toda la Historia bí­blica (Prov. 11.2 Is. 9.18; Job 11.12; Eccli. 13.1) y en el mensaje del Evangelio (Mc. 7.22; Lc. 1. 51; Rom. 1.30; 2 Pedr. 2.18; 2 Tim. 3.2)

Es lo más opuesto a la actitud del mismo Cristo, que “se humilló a sí­ mismo hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filip. 2. 8). Es lo que Jesús condenaba en los fariseos con las palabras duras de Mateo (Mt. 23. 3-20) y en todas sus enseñanzas: “El que se ensalza, será humillado” (Lc. 11. 5). Y también Marí­a, en el Cántico del Magnificat, afirmaba que Dios “humilla a los soberbios y a los humildes los colma de bienes” (Lc. 1.51)

El mensaje cristiano contra la soberbia ha sido tema preferente en toda la ascética cristiana, no sólo por el sentido natural que mueve al hombre a rechazar al arrogante, sino por especial referencia revelacional que recoge el eco permanente de la Palabra de Dios.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. vicios capitales)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

La soberbia está en la raí­z del primer pecado, cuando el hombre quiere ser como Dios (Gén 3,5). Es el pecado más grave, la actitud más intolerante del hombre, castigada duramente por Dios (Gén 3,5.6-17; 11,5-17; Ex 5,2; 1 Sam 17,1-8; 14,11; Jer 48,29; 49,16; Ez 16,49; 28,2; 31,10; Tob 4,15; Dan 4,19.27; Prov 6,17; 11,2); el pecado más fustigado por Jesús (Mt 23; Lc 1,51-52; 10,15: 14,7.11; 18,24; 22,24). La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18,914) pone bien de relieve la actitud del soberbio y del humilde.

E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

1. La soberbia y sus efectos. La soberbia, “odiosa al Señor y a los hombres” (Eclo 10,7), es también ridí­cula en el hombre “que es polvo y ceniza” (Eclo 10,9). Tiene formas más o menos graves. Existe el vanidoso que ambiciona honores (Lc 14, 7; Mt 23,6s), que aspira a las grandezas, a veces de orden espiritual (Rom 12,16.3), que envidia a los otros (Gál 5,26); el insolente de mirada altiva (Prov 6,17; 21,24); el rico arrogante que hace ostentación de su lujo (Am 6,8) y al que su riqueza lo hace presuntuoso (Sant 4, 16; Un 2,16); el orgulloso *hipócrita, que hace todo para ser visto y cuyo corazón está corrompido (Mt 23,5.25-28); el *fariseo que confí­a en su pretendida justicia y desprecia a los demás (Lc 18,9-14).

Finalmente, en la cúspide se halla el soberbio, que rechazando toda de-pendencia, pretende ser igual a Dios (Gén 3,5; cf. Flp 2,6; Jn 5,18); no gusta de las reprensiones (Prov 15,12)y le horroriza la *humildad (Eclo 13,20); peca descaradamente (Núm 15,30s) y se *rí­e de los servidores y de las promesas de Dios (Sal 119,51; 2Pe 3,3s).

Dios maldice al soberbio y le tiene horror (Sal 119,21; Lc 16,15); el que está contaminado de soberbia (Me 7, 22) está cerrado a la *gracia (lPe 5, 5) y a la *fe (Jn 5,44); ciego por su culpa (Mt 23,24; Jn 9,39ss), no puede hallar la sabidurí­a (‘Prov 14,6) que lo llama a la *conversión (Prov 1, 22-28).

Tratándolo se hace uno semejante a él (Eclo 13,1); por eso, el que lo evita es bienaventurado (Sal 1,1).

2. La soberbia de los paganos, opresores de Israel. Donde reinan los soberbios, que ignoran al verdadero Dios, los débiles son reducidos a servidumbre. Israel lo experimentó en Egipto, donde el faraón intentó oponerse a su liberación por Dios (Ex 5,2). Israel se verá constantemente bajo la amenaza de ser esclavizado por los paganos, cuyo soberbio *poder “lanza un reto al Dios vivo” (lSa 17,26). Desde el gigante Goliat hasta el perseguidor Antí­oco (1 Sa 17,4; 2Mac 9,4-10), pasando por Senaquerib (2Re 18,33ss), es la misma la soberbia expresada por el intolerable dicho de Holofernes: “¿Quién es Dios, sino Nabucodonosor? (Jdt 6,2).

El tipo de esta soberbia dominadora de los Estados que hoy se llaman totalitarios, es *Babilonia, a la que se designaba como “la soberana de los reinos” (cf. Is 13,19) y que pretendí­a serlo “para siempre” diciendo en su corazón: “Yo, y nada más que yo” (Is 47,5-10). Soberbia colectiva, cuyo sí­mbolo es la torre de Babel, que se yergue sin acabar en los umbrales de la historia bí­blica: sus constructores pretendí­an crearse un *nombre llegando hasta el cielo (Gén 11,4).

3. La soberbia de los impí­os, opresores de los pobres. En Israel mismo puede producir la soberbia frutos de opresión y de impiedad. La ley prescribí­a la bondad con los débiles (Ex 22,21-27) e invitaba al rey a no ensoberbecerse, ya acumulando demasiada plata y oro, ya elevándose por encima de sus hermanos (Dt 17, 17.20). El soberbio, para enriquecer-se, no vacila en aplastar al *pobre, cuya sangre paga el lujo del rico (Am 8,4-8; Jer 22,13ss). Pero este desprecio del pobre es desprecio de Dios y de su justicia. Los soberbios son *impí­os, como los paganos. Los perseguidos (Sal 10,2ss) y henchidos por ellos de desprecio (Sal 123,4) hacen llamamiento a Dios en los salmos, subrayando la arrogancia de sus perseguidores (Sal 73,6-9), cuyo corazón es insensible (Sal 119,70). A los fariseos que tienen en el corazón la soberbia y el amor del dinero, les recuerda Jesús que no se puede servir a dos señores: quien se apega a la. riqueza no puede menos de des-preciar a Dios (Lc 16,13ss).

4. El castigo de los soberbios. Dios se burla de los soberbios (Prov 3,34), de los potentados que pretenden sacudir su yugo (Sal 2,2ss). Escuchen la terrible sátira del tirano que se pudre sin sepultura en el campo de batalla donde ha hecho matanza de su Pueblo, él que pretendí­a señorear sobre las estrellas, semejante al Altí­simo (Is 14,3-20; Ez 28,17ss; 31). Los imperios, como sus tiranos, serán derribados. A veces son los instrumentos de que se sirve Dios para *castigar a su pueblo; pero Dios los castiga luego por la soberbia con que han cumplido su *misión; tal es el caso ,de Asur (Is 10,12) y el de babilonia, abatida repentinamente por un golpe inevitable, imprevisible (Is 47,9.11).

El pueblo de Dios y la ciudad san-ta de Jerusalén, donde se ha dilatadola soberbia (Jer 13,9; Ez 7,10), serán castigados también el *dí­a de Yahveh. “En aquel dí­a será abajado el orgullo del hombre, su arrogancia humillada; Yahveh, él solo, será exaltado” (ls 2,6-22). Dios dará con creces a los soberbios lo que les es debido (Sal 31,24). Ellos, que se burlaban de los justos (Sab 5,4; cf. Lc 16,14), pasarán como humo (Sab 5,8-14). Su elevación no es sino el preludio de su ruina (Prov 16,18; Tob 4,13): “El que se ensalza será humillado” (Mt 23,12).

5. El vencedor dé la soberbia: el salvador de los humildes. ¿Cómo “dispensa el Señor a los hombres de corazón soberbio” (Lc 1.51)? ¿Cómo triunfa de *Satán, antigua serpiente que incitó al hombre a la soberbia (Gén 3,5), el diablo que quiere seducir al mundo entero para ser adorado por él como su dios (Ap 12,9; 13,5; 2Cor 4,4)? Por medio de una Virgen humilde (Lc 1,48) y de su recién nacido, Cristo Señor, que tiene por cuna un pesebre (Lc 2,11s; cf. Sal 8,3).

Este, al que habrí­a querido matar la soberbia de Herodes (Mt 2,i3), inaugura su misión desechando la gloria del *mundo que le ofrece Satán, y todo mesianismo que pudiera estar falseado por la soberbia (Mt 4, 3-10). Se le echa en cara hacerse igual a Dios (Jn 5,18); ahora bien, lejos de prevalerse de esta igualdad, no busca su gloria (Jn 8,50), sino únicamente la exaltación de la *cruz (Jn 12,31 ss ; Flp 2,6ss). Si pide al Padre que le glorifique, es para que el Padre sea glorificado en él (J., 12,28; 17,1).

Sus discí­pulos, y especialmente los pastores de su Iglesia, deberán *seguirle por este camino (Lc 22,26s; IPe 5,3; Tit 1,7). En su *nombre triunfarán del demonio en la tierra (Lc I0,18ss); pero los poderes de la soberbia no serán derrocados sino el *dí­a del Señor, por la manifestaciónde su *gloria (2Tes 1,7s). Entonces el *impí­o que se hací­a igual a Dios será destruido por el soplo del Señor (2Tes 2,4.8); entonces la gran Babilonia, sí­mbolo del Estado deificado, será abatida de un golpe (Ap 18,10. 21). Entonces también los *humildes, y sólo ellos, aparecerán, semejantes a Dios, cuyos hijos son (Mt 18,3s; 1 Jn 3,2).

-> Babel – Orgullo – Fuerza – Humildad – Poder.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La soberbia es el amor excesivo de la propia excelencia. Se cuenta ordinariamente entre los siete pecados capitales. Santo Tomás, sin embargo, confirmando la opinión de San Gregorio, lo considera el rey de todos los vicios, y pone en su lugar la vanagloria como uno de los pecados capitales. Al darle esta preeminencia lo toma en su significado más formal y completo. Entiende que es esa estructura mental en la que un hombre, a través del amor a la propia valía, aspira a alejarse de la sujección a Dios Todopoderoso, y no hace caso de la órdenes de los superiores. Es una especie de desprecio de Dios y de los que tienen su encargo. Considerado así, es por supuesto un pecado mortal de la especie más atroz. De hecho Santo Tomás lo clasifica en este sentido como uno de los pecados más negros. Por él la criatura rechaza permanecer en su órbita esencial; vuelve su espalda a Dios, no por debilidad e ignorancia, sino solamente porque en su autoexaltación no se molesta en someterse. Su actitud tiene probablemente en sí algo de satánica, y probablemente no se verifica a menudo en los seres humanos. Una clase menos atroz de soberbia es la que implica que uno piense muy bien de sí mismo indebidamente y sin la suficiente justificación, sin tomar ninguna disposición para repudiar sin embargo el dominio del Creador. Esto puede suceder, según San Gregorio, o bien porque el hombre se considera a sí mismo como el origen de cuantas ventajas puede discernir en sí, o porque, aunque admita que Dios se las ha concedido, reputa que esto ha sido en respuesta a sus propios méritos, o porque se atribuye dones que no tiene, o, finalmente, porque incluso cuando estos son reales, busca irrazonablemente ponerlos por delante de los demás. Suponiendo que la convicción indicada en los dos primeros casos se abrigara seriamente, el pecado sería grave y tendría la culpa adicional de herejía. Ordinariamente, sin embargo, esta persuasión errónea no existe; es la conducta lo que es reprensible. Los dos últimos casos, hablando en términos generales, no se considera que constituyan ofensas graves. Esto no es verdad, sin embargo, cuando la arrogancia de un hombre es la ocasión de un gran daño para otro, como por ejemplo, su asunción de las tareas de médico sin el conocimiento preciso. El mismo juicio debe hacerse cuando la soberbia ha dado origen a tal disposición del alma que en persecución de su objetivo uno está dispuesto a todo, incluso al pecado mortal. La vanagloria, la ambición y la presunción son habitualmente enumeradas como los vicios hijos del soberbia, porque están bien adaptados para servir a sus desordenados fines. Todos ellos son pecados veniales salvo que alguna consideración extrínseca los coloque en el rango de las transgresiones graves. Debe señalarse que la presunción no significa aquí el pecado contra la esperanza. Significa el deseo de intentar lo que excede la propia capacidad.

JOSEPH F. DELANY
Transcrito por Jim Holden
Traducido por Francisco Vázquez

Fuente: Enciclopedia Católica