SOCIEDAD

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La unión inteligente y libre de los seres humanos, agrupados por intereses y necesidades comunes, ya bien en grupos numerosos y generales (una nación, una ciudad, una vecindad), ya en grupos pequeños y concretos (una familia, un equipo deportivo, un grupo de amigos o de personas con objetivos).

La sociedad tiene siempre un cuerpo o elemento material y concreto, formado por personas inteligentes y libres. Si no son personas libres no puede haber sociedad, sino sólo agrupamiento, manada, enjambre, rebaño.

Pero el mismo hecho de la inteligencia de los individuos que la forman hace posible que la sociedad tenga un elemento formal o constitutivo que es la autoridad, el orden, la participación en los fines y el tiempo de relaciones libres que caracteriza el hecho social.

Las sociedades pueden ser de muchos tipos y alcances:

– naturales como la familia y artificiales como los sindicatos.

– duraderas como la nación y pasajeras como un empresa comercial.

– universales como la ONU y locales como una comunidad de vecinos.

– abiertas y mixtas como una ONG internacional o cerradas por cuestión de raza, religión, economí­a, etc.

– públicas y conocidas o secretas y reservadas a miembros predeterminados.

– mercantiles, culturales, deportivas, artí­sticas, religiosas, etc. (Ver Mundo 5)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La comunidad humana forma una unidad de origen y de destino. El itinerario histórico de esta comunidad se realiza solidariamente, formando una grande familia de pueblos, cada uno de ellos con una idiosincrasia caracterí­stica, debido a los acontecimientos, cultura, circunstancias sociológicas. La palabra “sociedad” indica “hermandad”, sintoní­a, colaboración responsable. Puede concretarse en la familia, pueblo, nación o estado, asociación, etc.

Aunque hay que distinguir entre “persona” y “comunidad”, ambas tiene una estrecha interrelación. La persona es siempre miembro de una sociedad. La sociedad está compuesta de personas libres y responsables, empeñadas en un conjunto de bienes comunes, materiales, culturales, espirituales. La unidad armónica de la sociedad es un bien común, superior al bien particular de cada uno como individuo. Pero el bien común está constituido por personas irrepetibles que trabajan conjuntamente para un mismo fin. Entre todos se custodia una herencia del pasado que camina hacia un futuro, que es siempre común a toda la humanidad, como es común su origen, aunque peculiar para cada pueblo e institución.

La “sociologí­a” estudia todos los elementos fundamentales que constituyen la sociedad o hacen referencia a ella cultura, educación, historia, democracia, economí­a, familia, justicia social, persona, polí­tica, trabajo, autoridad… El estudio debe hacer resaltar la igualdad de todas las clases sociales, la responsabilidad social de cada uno y de cada institución, la solidaridad, así­ como los principios morales que deben regir toda la vida social. La sociedad la componen todos, cada uno según su propio servicio y responsabilidad. Se llama sociologí­a de la religión a la relación de la religión con la sociedad.

La “autoridad” es un servicio para suscitar el bien común. Es una representación de la comunidad, a la que sirve, y que ha aceptado este servicio, eligiendo sus representantes y responsables; en este sentido, la autoridad viene de Dios. “Cada comunidad se define por su fin y obedece en consecuencia a reglas especí­ficas, pero “el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (GS 25)” (CEC 1881).

La participación responsable de las personas, miembros de la sociedad, indica una fidelidad a los principios sobre la persona y la comunidad, así­ como una colaboración libre y comprometida, personalmente o en grupo (asociación). La subsidiaridad indica (por parte de la autoridad o de una estructura superior) el respeto de la persona y de la vida interna de cada grupo, para que todos colaboren según su propia iniciativa, autonomí­a y posibilidades (CA 48).

Toda persona humana siente en su interior, salvo atrofias y malentendidos, la necesidad de asociarse a otros hermanos en su caminar histórico. La asociación puede ser más espontánea o más estructurada, más familiar o socio-cultural. La socialización es “la tendencia natural que impulsa a los seres humanos a asociarse, con el fin de alcanzar objetivos que exceden las capacidades individuales. Desarrolla las cualidades de la persona, en particular su sentido de iniciativa y de responsabilidad. Ayuda a garantizar sus derechos” (CEC 1882).

El “Estado” indica el conjunto de estructuras y servicios (incluyendo la autoridad competente), en vistas a la organización de un pueblo o de un conjunto de pueblos. Es el “Estado social”, no de valor absoluto y contrapuesto, sino al servicio de las relaciones entre las personas e instituciones. Siguiendo los principios de democracia, solidaridad, subsidiaridad y socialización, no cabe la dicotomí­a y oposición entre sociedad y Estado. Los derechos fundamentales de las personas los deben defender todos, siempre al servicio del bien común.

La palabra “nación” (donde uno ha “nacido o tiene sus raí­ces) puede significar el mismo Estado o, con más precisión, un pueblo concreto que tiene su propia cultura y autonomí­a, formando parte o no de un Estado o de una “Nación” en sentido más amplio. El Estado (o nación) está llamado a armonizar la relación entre las personas y la sociedad, a nivel local y universal. El amor a la propia nación y a la propia “patria”, que es una exigencia de todo miembro de la sociedad, no debe confundirse con el nacionalismo excluyente o exagerado, y menos con el racismo.

La laicidad de la sociedad o del Estado indica propiamente la distinción y autonomí­a peculiar de las cosas temporales. Esa laicidad es, en sí­ misma, buena y deseable, cuando existe el respeto mutuo. El laicismo es la oposición o actitud negativa respecto a lo religioso y eclesial; a veces se ha aplicado a la contraposición entre el Estado y la Iglesia, o también entre el pueblo y la institución jerárquica. El “secularismo” es oposición a todo lo sagrado. El equilibrio consiste en la norma de Jesús “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21).

El cristianismo no se condiciona a ninguna cultura e institución, pero las respeta todas, instando a los bautizados a colaborar responsablemente, animando todas las instituciones con el espí­ritu evangélico. Los cambios sociales no se llevarán a efecto sin una profunda conversión interior de las personas. “Lo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo” “(LG 38, citando la carta a Diogneto). Se necesitan “hombres nuevos, creadores de una nueva humanidad con el auxilio necesario de la divina gracia” (GS 30). De este modo, “Cristo, a través de los miembros de la Iglesia, iluminará más y más con su luz salvadora a toda la sociedad humana” (LG 36).

Referencias Asociaciones, cultura, democracia, derechos humanos, doctrina social de la Iglesia, economí­a, educación, escuela, familia, hombre, liberación, libertad, persona, polí­tica, religión, socialismo (socialización), solidaridad, trabajo.

Lectura de documentos GS 3, 23-32, 39-40. 42; LG 36, 41; DH 4, 6, 13; AG 21; IM 12; CA 12, 36, 48; CEC 1877-1927; 2234-2246.

Bibliografí­a T.W. ADORNO, M. HORKHEIMER, La sociedad (Buenos Aires, Proteo, 1969 J.M. AUBERT, Moral social para nuestro tiempo (Barcelona, Heder, 1973); P.L. BERGER, Introducción a la sociologí­a (México, Limusa, 1983); A. GALINDO, Moral socioeconómica ( BAC, Madrid, 1996), cap. V; J. ORTEGA Y GASSET, El hombre y la gente (Madrid, Rev. de Occidente, 1967); L. RIBOLZI, Sociedad, en Diccionario de sociologí­a (Madrid, Paulinas, 1986) 1579-1588.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

->Contexto; instituciones; polí­tica

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

A) Definición y fundamentación teórica.

B) Cuestión social.

C) Doctrina social cristiana.

D) Filosofí­a social.

E) Movimiento social cristiano.

F) Sociologí­a.

Cf. además -> ciencias sociales y -> trabajo social.

A) DEFINICIí“N Y FUNDAMENTACIí“N TEí“RICA

I. El problema de la definición
Por s. se entiende – a manera de una primera definición verbal – la totalidad de las interacciones entrelazadas de alguna manera que se dan entre los individuos aislados, en cuanto esta totalidad representa una acontecer propio y peculiar. O sea, s. es la mediación – ya sea natural, ya artificial – entre muchos hombres para constituir una unidad de relación. En cuanto unidad de relación de hombres, libres, que disponen de sí­ mismos y sobre las que sólo se puede disponer de manera que ellos a su vez dispongan – con responsabilidad – de esa disposición, la estructura funcional de la s. no se puede pensar de antemano de acuerdo con la imagen de una integración mecánica u orgánica de muchos en un conjunto funcional, sino que en principio sólo puede pensarse de manera que la mediación objetiva se dé siempre como sabida y así­ con un comportamiento consciente respecto de ella por parte de los individuos, o sea, de manera que los miembros de la s. se refieren primariamente a su interacción y, sólo a través de ella, se relacionan entre sí­. Así­ la s. en cuanto humana es la mediación originaria entre el individuo y su cuasi-natural estar mediado con el otro en orden a una unidad de relación, y constituye a ambos como sus momentos igualmente originarios.

Esta esencial duplicidad de la mediación implica la imposibilidad de una definición de s. cuyo contenido sea atemporal. Pues en tanto esa definición representa la tentativa de una definición refleja de la relación entre el individuo y su referencia interpersonal, o sea, en tanto representa una mediación teórica entre el mediado y su estar mediado, y con ello la conciencia de todo el proceso social mismo; es ya siempre un momento de lo que ella trata de definir. En cuanto tal repercute en lo definido modificándolo y, por ciento, en cuanto esto, el estar mediado, en la s. personal sólo acontece como momento mediado conscientemente del proceso general. En este sentido entra también en el sustrato objetivo del proceso social mismo y, por eso, requiere constantemente una apropiación nueva, si en su simple forma no ha de contradecir a la “esencia” de la s. como mediación de lo mediado. Si esta definición formal de la s. se toma en serio a sí­ misma como una magnitud tan esencialmente histórica que integra en su acontecer incluso todas las tentativas de definición enfrentadas con ella, y así­ las hace históricas, momentáneas; entonces ella misma debe concebirse como momento de un determinado proceso total de la s., el cual ha de entenderse como esencialmente constituido por la historia de su propia interpretación.

II. La fundamentación teórica de la sociedad moderna
En la antigüedad y en la edad media el hombre fue tomado más o menos como dson politikón y la reflexión de la filosofí­a social se centró esencialmente en el tema de la s. mejor: de la dirección óptima de la polis como ámbito vital del ciudadano que encuentra su libertad en esta situación pública; del firme orden jurí­dico como garantí­a de la pax romana extendida por todo el mundo; del recto orden en la articulación jerárquica de la cristiandad. En principio la sociedad como tal, es decir, entendida como concepto contrapuesto al “individuo” en conciencia inmediata de sí­ mismo como ser autónomo, sólo pudo hacerse problemática cuando la burguesí­a, en virtud de su origen en el -> renacimiento, se entendió a sí­ misma como unión de individuos autónomos para un fin, y así­, no hallando su patria en la cuasi-ley natural del orden medieval, encontró la inteligencia adecuada de sí­ misma en la pretensión de la filosofí­a moderna posterior a Descartes, la cual quiere derivar el mundo en conjunto de las “ideas” constitutivas del ego cogitans, seguro de sí­ mismo previamente a toda realidad mundana y, por tanto, responsable del inicio del pensar, no concediendo validez a otro mundo que al hecho comprensible de este modo. Por primera vez ese punto de partida planteó tanto teórica como prácticamente la tarea de no aceptar ya sin más el hecho de la s. como algo previamente dado, sino de explicarlo en su sentido original, reconstruyéndolo a partir del sujeto pensante, e introdujo así­ la exigencia de una consciente mediación de la s. en general consigo misma.

En la filosofí­a (p. ej., en Leibniz) esta problemática nueva se reflejó en el esfuerzo por pensar conjuntamente la universalidad de la conciencia de sí­ mismo, por primera vez intuida plenamente, la cual no puede reconocer ningún “fuera” de su propia certeza y del mundo que se abre en ella por un lado, y la pluralidad de “yos sin ventanas”, por otra. Inmediatamente eso se hizo tema explí­cito en las teorí­as del -> liberalismo primitivo sobre el “contrato social” (en Hobbes y Rousseau de manera muy diferente), las cuales explicaban la constitución de la s. por medio de interacciones personales según el modelo de un acuerdo contractual. En consonancia con ello, a las instituciones sociales, y sobre todo al Estado, se les exigí­a solamente (así­ en una exposición detallada Montesquieu) la mediación entre los individuos y su integración en un todo social en el sentido de un contrato. La institución estatal debí­a regular ese contrato como una unión para un fin racional fundada en la libertad.

Con este punto de partida fundamentalmente nuevo la s. tradicional quedaba superada no sólo en el plano teórico, sino también en el práctico, por cuanto la s. no es un material neutral, sino una correspondencia correlativa a su teorí­a, que es un momento de la práctica. La revolución del sentido de mediación social condujo consecuentemente en los movimientos liberales de Inglaterra y América, así­ como en la revolución francesa, a un trastorno profundo de las instituciones sociales, en el que la burguesí­a se creó intencionadamente su propio orden social. Pero con esto no sólo se habí­an transformado las relaciones de poder, sino también en gran parte el sentido y con ello – por cuanto la s. está mediada esencialmente por el sentido – la esencia de la s. misma. Desde entonces la s. en su propia realización no se refiere ya fundamentalmente a una idea cualquiera de orden dada de antemano como intocable para ella, sino que esencialmente existe de tal manera que somete metódicamente a reflexión su propio sentido como s., esclarece con ello su propio funcionamiento y así­, como esclarecido, lo realiza institucionalmente. La s. sólo se da en cuanto se somete a sí­ misma a reflexión y se transmite autónomamente su propio “carácter social”. Esto significa, por otra parte, que las reflexiones fundamentales sobre el sentido de la s. son ipso facto un momento en la mediación de la sociedad moderna consigo misma.

Tal mediación de la s. consigo misma significa ante todo en el terreno práctico una transformación fundamental en el funcionamiento de todos los portadores de cualquier autoridad. Allí­ donde llega a entenderse a sí­ misma, la s. burguesa, y en su seguimiento la s. moderna en general en principio no reconoce una autoridad que esté frente a ella, que se legitime por sí­ misma, sino que toma todo poder a servicio de su propio funcionamiento. En este sentido reduce sobre todo el poder del Estado a un epifenómeno suyo, por cuanto éste ya de antemano no puede tener otro sentido que el de una administración eficaz, y por cuanto los poderes de ese aparato se deben legitimar siempre a partir del dinamismo social mismo, por medio de la formación democrática de la opinión. Esta función de servicio ha conservado la organización pública y jurí­dica incluso allí­ donde trata de apoderarse de todas las esferas de la vida social; y puede decirse que precisamente aquí­, por el hecho de que todas las instituciones, entendidas sólo como expresión y con ello como garantí­a del equilibrio entre el individuo y su carácter previamente dado de momento social se encuentran al servicio de una mediación social total, que se apropia constantemente la acción mediadora de tales instituciones y con ello sólo puede tener esferas de inmediatez no social como aseguradas institucionalmente, es decir, como mediadas socialmente. Una vez que, entre tanto, el sentido de todas las esferas de la vida pública (orden jurí­dico, derecho penal asistencia social, educación, e incluso la ciencia, etc.) se han transformado – o se transforman – en esa dirección, en la s. todaví­a burguesa de occidente tan sólo el principio capitalista del beneficio privado como motor de la vida económica se resiste aún a su integración en un proceso moderno de la s. (institucionalizado por completo). Eso se debe a que aquí­, por una tradición procedente del deí­smo de la primitiva economí­a nacional, que creí­a poder confiar en una armoní­a preestablecida de intereses individuales, queda un elemento de inmediatez personal, a saber: la posesión privada de objetos de mediación social, cuyo contexto como función social deja de verse, con lo cual se ignora también su integración no sólo arbitraria, sino por principio y en forma institucionalmente refleja, en la mediación total de la s. consigo misma. Eso es una inconsecuencia “burguesa” que acarrea irracionalismos tan fatales corno la ingenuidad de la confianza comunista en un Estado que permanece sin mediación con el individuo.

El principio de la s. moderna implica – además de la mediación por sí­ misma de su propio funcionamiento mediante instituciones sobre base democrática – la consecuencia de que ella ha de hacerse transparente para sí­ misma en la reflexión cientí­fica. Así­ no es casual que con la s. burguesa naciera la sociologí­a (cf. luego en F), la cual es un momento integral de la s. moderna en general. La sociologí­a actual se entiende a sí­ misma, por una parte, como investigación empí­rica y, por otra, en cuanto todo empirismo presupone implí­cita o explí­citamente un objeto formal, como ciencia apriorista de categorí­as. Como tal la sociologí­a – nombre que insinúa un gran denominador común – define la s. como un sistema interdependiente de interacciones que se conserva a sí­ mismo, y partiendo de aquí­ determina como realizaciones fundamentales constitutivas de toda s. empí­rica: primeramente la conservación biológica de la especie por medio de la división de trabajo; en segundo lugar la “-> cultura”, la dimensión personal de la interacción, la cual presupone como condición de su posibilidad una conciencia común (por lo menos formal) de valores como medio de encuentro de intenciones conscientes. La sociologí­a investiga estas formas fundamentales de la acción social, como modos básicos formales de realización de la s., de cara al grado y manera de su diferenciación, a la interdependencia de los procesos particulares así­ diferenciados y a su expresión en instituciones, así­ como de cara a la integración “cultural” de la s. en una inteligencia común de sí­ misma. De este modo la s. aparece como un juego de roles, en el que las necesidades y expectativas sociales presentan un amplio sistema de funciones, cuyos ejecutores, los individuos, sólo socialmente adquieren sentido pleno y se hacen comprensibles.

Las -> ciencias sociales permanecen en un estado de cierta ingenuidad mientras se consideran a sí­ mismas como mera teorí­a – con cierta posibilidad de aplicación posterior – y no se entienden desde su punto de partida como un momento de la propia realización de la s. moderna. Si se conciben como tales, según lo hace la tradición marxista de la crí­tica de la s. entonces todas sus teorí­as sociales tienen decisivamente el cometido de descubrir crí­ticamente las inmediateces subjetivas o colectivas que se resisten a la total autoapropiación de la s., y que bloquean el proceso social como mediación de la mediación y así­ enajenan de sí­ mismo al dinamismo social. Especialmente ha de desenmascararse como recurso ideológico la apelación de tales inmediateces a autoridades extrasociales, preparándolas así­ para una mediación apropiadora. En este sentido la s., como personal (que con paso históricamente irreversible ha entrado en la reflexión absoluta sobre sí­ misma), hoy no puede menos de ser una s. que se examina constantemente a sí­ misma a la luz de la crí­tica de la ideologí­a. Tal s., además de la eliminación práctica de toda resistencia contra eI acontecer de la mediación y de su control cientí­fico, en interés de una mediación absoluta consigo misma exige una fundamentación en aquella ilustración sobre las condiciones primeras de la interacción entre “vos” y sobre la naturaleza de la condición social en general que para la monadologí­a se habí­a presentado sólo como un desideratum filosófico. Esta reflexión absoluta de la s. dio comienzo en la teorí­a de la interpersonalidad del “- idealismo alemán”, sobre todo de Fichte y de Hegel, con la intuición de la mediación interpersonal de la inmediatez misma del propio yo, es decir, con el conocimiento de que la conciencia de sí­ mismo se constituye. por una parte, esencialmente como -> libertad, es decir, como pregunta responsable por el sentido y la legitimidad de la propia realidad, y así­ en el horizonte de un criterio absoluto de legitimidad en general, y, por otra parte, bajo el postulado de que el criterio absoluto de -> sentido sólo puede mediarse a través de una exigencia concreta e histórica a la propia capacidad de disponer por parte de otra intención personal. Con lo cual en principio el yo se constituye, formal y materialmente, como momento de un acontecer, como contingentemente concreto e histórico. La tensión dialéctica en la interpersonalidad fáctica entre el carácter absoluto de la exigencia de sentido que ahí­ se abre formalmente, por un lado, y la contingencia y deficiencia material de la concreta experiencia sensible (juntamente con la apertura del yo y del mundo que aquí­ se funda), por otro, la tensión que es el significado auténtico de la dialéctica constitutiva de la s. entre el individuo y su carácter mediado, descubre ambos polos como momentos derivados con igual originalidad del acontecer primigenio de la mediación misma.

Así­ la s., como constituida por la originalidad absoluta de la mediación y como realizadora de ésta, se trasciende esencialmente a sí­ misma (y aquí­ podrí­a tener su puesto el problema de -> Iglesia y Estado) hacia la comunidad como mediación por sí­ mismo de la mediación interpersonal, en la que la exigencia de sentido adquiere forma material en la unidad de correspondencia de todas las libertades que se median consigo mismas y con las otras en su reciprocidad (-> amor). Esta unidad nada deja fuera del desarrollo del ser para otro. Esa societas perfecta como mediación total busca en principio como fin suyo la s. moderna en cuanto s. que por esencia es “crí­tica de la ideologí­a”.

BIBLIOGRAFíA: Cf. la bibliogr. de doctrina social cristiana, -> Iglesia y Estado, -> filosofí­a socia], -> sociologí­a. – Th. Hobbes, Leviathan (Lo 1651, 0 1946); Ch. Montesquieu, De l’esprit des lois (P 1748); J.J. Rousseau, Du contrat social (A. 1762); G. W. F. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts (B 1821); A. Comte, Cours de philosophie positive (P 1830-42); K. Marx, El capital, ed. de F. Engels (Nacional Méx); F. Tönnies, Gemeinschaft und Gesellschaft (L 1887, Darmstadt 1963); E. Durkheim, Les regles de la méthode sociologique (P. 1895); Th. Litt, Individuum und Gemeinschaft (L 21924); M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, 2 vols. (T 1925, Kö 1964); M. Scheler, Die Wissensformen und die Gesellschaft (1926, Berna 21960); T. Parsons, The Structure of Social Action (Glencoe 1949); 0. v. Nell-Breuning, Einzelmensch und Gesellschaft (Hei 1950); T. Parsons, The Social System (Glencoe 1951); W. Ziegenfuß, Gesellschaftphilosophie (St 1954); J.-P. Sartre, Crí­tica de la razón dialéctica, 2 vols. (Losada B Aires); J. Höffner, Christliche Gesellschaft (Kevelaer 1962); M. Horkhei,ner – Th. W. Adorno, Sociologica II (F 1962); M. Theunissen, Der Andere (B 1965); N. Monzel, Doctrina social (Herder Ba I 1969, II 1972); J. Wössner, Sozialnatur und Sozialstruktur (B 1965); A. v. Martin, Mensch und Gesellschaft heute (F 1965); H. Marcuse, Kultur und Gesellschaft 1-Ií (F 1965); Th. W. Adorno: Evangelisches Staatslexikon (St – B 1966) 636-643; E. Topitsch, Sozialphilosophie zwischen Ideologie und Wissenschaft (Neuwied – B 21966); J. Habermas, Zur Logik der Sozialwissenschaften: PhR 17 (1967) 5; J. Iturrioz, Persona y sociedad, en Pens 3 (1947) 445-458; J. Marí­as, La estructura social. Teorí­a y Método (Ma 1965).

Konrad Hecker

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica