TEORIA

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Planteamiento especulativo de la mente, en el que se formulan postulados o principios generales sin especial referencia a su aplicación. Usualmente teorí­a se identifica con reflexión, especulación, hipótesis, suposición, conjetura.

La teorí­a se formula, pero implica sólo dimensiones en el plano general. No desciende a aspectos concretos o particulares. Una teorí­a sólo se convierte en cientí­fica o real si puede luego demostrarse con hechos. Es un desafió para que pueda convertirse en plataforma de trabajo, de contrastes y de esfuerzos para ser luego demostrada con hechos. Gracias a ello la ciencia progresa en todos los terrenos, pues unas teorí­as avanzan y otras son refutadas. Si no hay demostración, la teorí­a se reduce a una ocurrencia. Si se demuestra, entonces se convierte en ciencia.

Las teorí­as se dan en todos los terrenos. Pero es dudoso que puedan formularse en Teologí­a. Las religiones no son conjuntos de postulados que deben ser demostrados, sino mapas de misterios y de normas divinas que tienen que ser aceptados sin demostración. Por eso es tan peligroso formular teorí­as en los terrenos relacionados con la fe.

Se pueden expresar en los datos humanos en los que se sustentas los dogmas y las leyes religiosas: cultura bí­blica, hechos históricos eclesiales, preferencias litúrgicas, interpretaciones canónicas. Pero en sí­ misma la Ley de Dios y el mensaje cristiano no puede ser objeto de teorí­as que precisen demostración. El misterio de la Santí­sima Trinidad o el deber de perdonar a los enemigos no son demostrables. Son simplemente contrastables como partes del mensaje cristiano.

En lo que tiene de referencia humana, también se multiplican en educación y en catequesis las teorí­as, que son diversas hipótesis o planteamientos.

Y por eso se habla de reflexión sobre métodos y lenguajes, sobre reacciones y rasgos evolutivos, sobre sujetos catequizandos y catequistas, sobre condiciones sociales o ambientales del entorno. Se supone que los niños están preparados a los 9-10 años para la primera comunión, por ejemplo. Y que no lo están a los 5-6. Esa teorí­a, o hipótesis, tiene que ser analizada, comprobada y contrastada con hechos. Puede ser una teorí­a absoluta: «todos los niños son así­»; o puede ser una teorí­a aproximada: «la mayor parte de los niños parecen ser así­».

En todos los terrenos, también en el de la educación religiosa, las teorí­as son estí­mulos para la reflexión y para la investigación. Si no se formulan, no se discuten sus contenidos. Si se formulan y se discuten, la ciencia y la pedagogí­a progresa, los métodos se mejoran, los objetivos se precisan. Los que cultivan las teorí­as son siempre personas que aportan ideas y apoyos y lo hacen por su deseo de mejorar la acción educadora.

Si las teorí­as son fantasiosas e indemostrables, se convierten en utopí­as; si se presentan de forma ingenua y sólo repiten cosas conocidas, más que teorí­as son tautologí­as.

Con todo, es bueno recordar que en el terreno de la formación cristiana hay aspectos que se escapan de toda posibilidad de teorización. Se puede hacer una tesis doctoral sobre los efectos externos de la acción de Dios en el hombre. Pero no se puede analizar directamente esa acción. Cualquier teorí­a que lo pretenda no deja de ser una ingenuidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa