TERAFIM

[010]

Objetos de culto usados para los oráculos (es un plural «im» singularizado) y para conocer la voluntad de Dios mediante la suerte. Se les cita con diversidad de sentidos en la Escritura: 1 Sam. 19. 13 y 16; Ez. 21. 26; Zac. 10. 2. Tal vez fueron piedras, fragmentos áureos o adornos manejables. O tal vez fueron figuras talladas en forma humana o zoomórfica que se prestaban ser venerados como í­dolos (Gen 31. 19-34).

Incluso, se prestaron a idolatrí­a y fueron rechazados en diversas ocasiones: 1 Sam 15.23; Os 3.4.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Dioses o í­dolos domésticos. (Gé 31:30, 34.) Aunque la palabra †œterafim† está en plural, también puede aplicar a un solo í­dolo. Al menos algunos de estos í­dolos pueden haber tenido el tamaño y la forma de un hombre (1Sa 19:13, 16), aunque otros debieron ser mucho más pequeños, pues cabí­an dentro de la cesta de una silla de montar. (Gé 31:34.) A veces se consultaban en busca de agüeros. (Eze 21:21; Zac 10:2.)
Los hallazgos arqueológicos realizados en Mesopotamia y zonas cercanas indican que la posesión de las imágenes de terafim era un factor importante para decidir quién recibirí­a la herencia de la familia. Según una tablilla hallada en Nuzi, en determinadas circunstancias, si un yerno poseí­a los dioses de la familia, tení­a derecho a reclamar legalmente la herencia de su suegro fallecido. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 196, 197, y nota.) Quizás fue esto lo que pensó Raquel al razonar que estaba justificada para llevarse los terafim debido a que su padre habí­a engañado a su marido, Jacob. (Compárese con Gé 31:14-16.) La importancia de los terafim en relación con los derechos de herencia explicarí­a el desmesurado interés de Labán por recuperarlos, hasta el punto de reunir a sus hermanos y perseguir a Jacob por una distancia de siete dí­as de viaje. (Gé 31:19-30.) Por supuesto, Jacob era totalmente ajeno a la acción de Raquel (Gé 31:32), y no existe indicio alguno de que intentase arrebatar la herencia a los hijos de Labán. Jacob no tení­a ningún interés en la idolatrí­a, y se deshizo de los terafim a más tardar cuando escondió todos los dioses extranjeros que le entregaron los miembros de su casa bajo el árbol grande que se hallaba cerca de Siquem. (Gé 35:1-4.)
Se usaron terafim con fines idolátricos tanto en los dí­as de los jueces como de los reyes. (Jue 17:5; 18:14, 17, 20; Os 3:4.) Sin embargo, no es probable que los israelitas los usaran en relación con las herencias, pues Dios habí­a dado un mandato explí­cito contra la fabricación de imágenes. (Ex 20:4.) Además, el profeta Samuel habló de los terafim en paralelo con el poder mágico, comparando el uso de ambos al acto de adelantarse presuntuosamente (1Sa 15:23), y habí­a terafim entre los vestigios de idolatrí­a que el fiel rey Josí­as quitó de Judá y Jerusalén. (2Re 23:24.) Por consiguiente, el hecho de que Mical, la esposa de David, tuviera una imagen de terafim entre sus posesiones indica que su corazón no era completo para con Jehová, y hay que entender que David, o bien no sabí­a que ella la tení­a o bien lo toleraba porque era la hija del rey Saúl. (1Sa 19:12, 13.)

Fuente: Diccionario de la Biblia