TESALONICENSES

Tesalonicenses (gr. thessalonikéus). Habitantes de la antigua ciudad de Tesalónica, donde el apóstol Pablo fundó una importante iglesia cristiana, durante su 2° viaje misionero, y a la cual dedicó 2 de sus epí­stolas (1Th 1:1; 2Th 1:1). Tesalonicenses, Epí­stolas a los. Dos cartas dirigidas a los creyentes cristianos de Tesalónica, en Macedonia. En los manuscritos griegos más antiguos estas 2 epí­stolas llevan los tí­tulos de Prós Thessalonikéis A (“A los Tesalonicenses A”) y Prós Thessalonikéis B (“A los Tesalonicenses B”). I. Autor. No ha surgido alguna oposición seria con respecto a la autorí­a paulina. El Canon Muratoriano (c 170 d.C.) incluye 1 y 2 Ts. entre las cartas de Pablo (que quizá fueran de las primeras epí­stolas de Pablo en ser preservadas). Los primitivos autores cristianos que vieron el asunto -Ireneo, Clemente de Alejandrí­a y Tertuliano; todos ellos de fines del s II y comienzos del III d.C.-, las atribuyeron a Pablo. El estilo de ambas cartas concuerda plenamente con lo que se sabe acerca del apóstol a partir de sus otras epí­stolas y del relato de Hechos; y los eruditos modernos están de acuerdo, en general, en que él es su autor. Alrededor del 150 d.C., Policarpo y Justino Mártir se refirieron a pasajes que se encuentran en sus cartas. II. Ambientación. Pablo proclamó el evangelio por la vez en Tesalónica durante su 2° viaje misionero, tal vez en la última parte del 50 d.C. o en la primera del año siguiente. Durante 3 sábados sucesivos predicó en la sinagoga, basándose en las Escrituras del AT, para demostrar que Jesucristo era el Mesí­as esperado por el pueblo judí­o (Act 17:2, 3). Algunos judí­os y una buena cantidad de prosélitos de origen griego aceptaron el mensaje (v 4), y con estos creyentes el apóstol organizó una 1153 iglesia compuesta en su mayorí­a por gentiles (1Th 1:9; cf 4:5). Evidentemente furiosos a causa de su éxito, en especial por convertir a los gentiles (1Th 2:16), los judí­os incrédulos generaron un tumulto en contra de él acusándolo de sedición, obligándolo a salir de la ciudad (Act 17:5-10). Cuando se fue a Berea, los judí­os incrédulos de Tesalónica lo persiguieron hasta allí­ (vs 10, 13); se tuvo que ir también de esa ciudad, pero dejó a Silas y a Timoteo (v 14). Viajó a Atenas, pero tan pronto llegó pidió que Silas y Timoteo se unieran con él (v 15; según 1Th 3:1 y 2 parecerí­a que envió a Timoteo de Atenas a Tesalónica para dar instrucción adicional a los creyentes de ese lugar); cuando Silas y Timoteo llegaron (Silas y Timoteo viajaron al regresar éste de Tesalónica), Pablo ya se habí­a ido a Corinto (Act 18:1, 5; cf 1Th 3:1-6). Desde aquí­ escribió la 1a de las 2 epí­stolas (1Th 1:1; 2: 17; 3:6-10; deseaba ardientemente regresar a Tesalónica, pero Satanás se lo impidió, 2:17, 18). Cuando el portador de la 1a carta regresó de Tesalónica y Pablo se enteró de que ciertas declaraciones suyas relativas a la inminencia de la 2a venida de Cristo habí­an sido mal entendidas y aplicadas, les dirigió su 2a carta para aclarar éstos y otros puntos doctrinales. Posiblemente la 2a epí­stola se escribió pocos meses después de la 1a, mientras Pablo se encontraba todaví­a muy ocupado en la consolidación de la iglesia de Corinto. Véase Cronologí­a (IX, 7). III. Primera epí­stola. El fervor y el celo con que los creyentes de Tesalónica adoptaron la fe cristiana se echa de ver en las amables palabras de encomio que les dirige Pablo en 1Th 1:1-4 El atesoraba el recuerdo de la fortaleza de su fe y del fervor de su obra de amor, que daban testimonio de la paciente esperanza en Cristo que profesaban. Después de un breve saludo (1:1), Pablo repasa su ministerio y su relación con ellos en lo pasado (1:2-3:13). Aprecia muchí­simo su comunión en el evangelio (1:2-10), vuelve a recordar su ministerio entre ellos (2:1-16) y se lamenta de no poder volver a visitarlos (vs 17-20). Con amor profundo el apóstol trata a los nuevos conversos como lo hace la nodriza con los niños pequeños que están a su cuidado: “Fuimos tiernos entre vosotros” (2:7, 8). En verdad, les habí­a entregado su propia vida y habí­a trabajado por ellos “de noche y de dí­a” (vs 9). El afecto que lo une a los tesalonicenses es profundo y duradero; a menudo menciona las persecuciones que tuvieron que soportar, en especial a manos de los judí­os (1Th 1:6; 2:14-16; cf Act 17:5, 6). Además, les explica por qué envió a Timoteo en su lugar y el propósito y los resultados de esa visita (3:1-13). Sin embargo, ciertas tendencias entre los creyentes merecí­an reprensión y requerí­an una instrucción más amplia: ciertos puntos doctrinales y aspectos de la vida cristiana práctica. Es por esto que el resto de la epí­stola (4:1-5:28) consiste en instrucciones y exhortaciones acerca de la santificación y del amor fraternal (4:1-10; consciente, tal vez, del origen pagano de los creyentes, les aconseja que no bajen las normas morales que han adoptado ni se relajen en las transacciones comerciales), la diligencia y el autosostén (vs 10-12; a algunos que descuidaban su trabajo diario y dependí­an de los demás para su sostén -tal vez fanatizados por la espera de la 2a venida de Cristo-, les ordena que se ganen la vida trabajando con sus propias manos), la resurrección (vs 13-18; cf 1Co_15; algunos se lamentaban por los seres amados que habí­an fallecido después de la partida de Pablo, porque esperaban que estuvieran vivos en ocasión de la pronta venida de Jesús) y el momento de la 2a venida de Cristo (5:1-11). Es evidente que la repentina salida del apóstol habí­a interrumpido todas estas instrucciones. La carta termina con una serie de recomendaciones acerca de la fidelidad y la vida piadosa (vs 12-22), una oración por su bienestar espiritual y con diversos saludos (vs 23-28; véase CBA 7: 231-234). IV. Segunda epí­stola. Pablo felicita a los tesalonicenses por su crecimiento en la fe y el amor fraternal, y por soportar pacientemente las persecuciones (2Th 1:1-4). Luego continúa su instrucción acerca del dí­a del juicio (aparta sus pensamientos de las tribulaciones para dirigirlos al regreso del Señor y a la glorificación de Cristo en sus santos; vs 5-12). Parece que sobre la base de algo que les ha dicho mientras estaba en Tesalónica, o en su 1a carta, o de declaraciones provenientes de algunas de las falsas epí­stolas que circulaban, los creyentes habí­an llegado a la conclusión de que el dí­a de Cristo estaba muy cercano (2: 1, 2). Con el fin de disipar ese malentendido, Pablo explica, más o menos extensamente, lo referente a la gran apostasí­a que ha de preceder el regreso de Cristo: son instrucciones relativas al anticristo, el “hombre de pecado” (cuya manifestación y rebelión debe preceder a la 2a venida; vs 3-12) y advertencias contra el fanatismo con respecto al momento del regreso del Señor (en vista de lo cual los exhorta a permanecer firmes en la fe; vs 13-17). En el cp 3 solicita sus oraciones, expresa confianza en ellos y los insta a vivir vidas ejemplares 1154 (vs 1-15). Repite su consejo anterior a los que están viviendo en la ociosidad (vs 6-12); la testarudez de algunos miembros aparece reflejada en el v 14. Les dice que si persisten en su conducta equivocada, el resto de los creyentes no tendrá nada que ver con ellos. Sin embargo, recomienda que no se los trate como a enemigos, sino que se los amoneste como a hermanos (v 15). La epí­stola termina con una oración, sus saludos personales y una bendición (vs 16-18; véase CBA 7: 269-271).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

epí­stola a los, dos libros del N. T., que conforman cartas del apóstol Pablo que dirigió a recientes conversos en la Iglesia de Tesalónica, en Macedonia, desde la ciudad de Corinto. La primera epí­stola, escrita hacia el año 50 d. C., poco después de la fundación de la comunidad, es una homilí­a en cuya primera parte hace un resumen del viaje de su ayudante misionero, Timoteo, quien le trae noticias que la iglesia conformada allí­ serí­a fiel a pesar del ambiente hostil que se viví­a allí­, 1 Ts 1, 2-3, 13; y por tal razón Pablo se muestra alegre y agradecido. La epí­stola incluye los recuerdos de Pablo de su misión y obras apostólicas en Tesalónica, 1 Ts 2, 17-3, 10. Los capí­tulos 4 y 5 principalmente instruyen y dan directrices éticas y doctrinales.

Exhorta a los lectores a llevar una vida casta de acuerdo con el Evangelio tal y como lo habí­an enseñado los apóstoles, amándose los unos a los otros, dedicándose a sus propios asuntos y evitando el ocio, trabajando, para que estén preparados para cuando llegue el dí­a del segundo advenimiento del Señor, 1 Ts 4, 1-5, 22.

La segunda epí­stola fue escrita ante la aparición de falsas doctrinas que afirmaban haberse producido ya la venida de Jesucristo. Pablo pide a los hermanos que no se llamen a engaño, pues la llegada del Dí­a del Señor no es inminente, ni será antes del advenimiento del Hijo de perdición, suceso que, a su vez, estará precedido de una rebelión contra Dios. Por último, Pablo recomienda cómo aplicar disciplina a los miembros perezosos o desordenados.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Habitantes de †¢Tesalónica (1Te 1:1; 2Te 1:1).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

[914]
Los habitantes de Tesalónica recibieron de Pablo dos cartas, después de ser visitados y predicados por el Apóstol hacia el año 51-52, estando él misionando en Corinto.

Las dos cartas, probablemente las primeras que se conservan del Apóstol en cuanto a fecha y también los primeros escritos del Nuevo Testamento (unos 20 años después de la muerte de Jesús), reflejan las primeras ideas sistemáticas del Apóstol, centradas en torno a la parusí­a o inmediata venida de Jesús, y a la necesidad de una fidelidad a la presencia de Dios y a su mensaje salvador.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> parnsí­a). Cartas del Nuevo Testamento, centradas en el tema de la parnsí­a* o venida gloriosa de Jesús. Constituyen, con el Apocalipsis, el testimonio más significativo de la esperanza de la Iglesia primitiva.

(1) La primera fue escrita por Pablo hacia el año 51 d.C. y constituye quizá el primer escrito conservado por el Nuevo Testamento. Pablo habí­a afirmado a los cristianos de Tesalónica que Cristo vendrí­a pronto y que el mundo actual acabarí­a de inmediato. Pero algunos miembros de la comunidad murieron y Cristo no vení­a. Pablo les contesta: “No quiero que ignoréis, hermanos, lo referente a los que han muerto, para que no os entristezcáis, como los otros, los que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y ha resucitado, de esa forma, Dios tomará también consigo a los que han muerto en Jesús. Pues esto os decimos, como palabra del Señor: que nosotros, los vivientes, los que permanezcamos hasta la venida del Señor no llevaremos ventaja a los que han muerto. Porque cuando suene la orden, a la voz del arcángel y a la trompeta de Dios, el mismo Señor, descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los vivientes, los que permanezcamos, seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor en el aire, y de esa manera estaremos siempre con el Señor. Por lo tanto, consolaos unos a los otros con estas palabras” (1 Tes 4,13-18). Pablo sigue pensando que el fin es inminente, Cristo vendrá muy pronto. Pero los que han muerto ya no quedarán fuera de su Reino, sino que resucitarán primero, de manera que todos los creyentes, muertos o no, podrán unirse en la gloria de la salvación.

(2) La segunda fue escrita probablemente por un miembro de la “escuela” de Pablo, pasados bastantes años (quizá a finales del siglo I d.C.). El tema clave no es ya la tardanza de Cristo, sino la formulación de una teologí­a apocalí­ptica*, capaz de orientar a los creyentes dentro del contexto de la lucha final. En este contexto se introduce el tema de la parusí­a o venida del Inicuo, enemigo de Cristo: “Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con El… No sucederá sin que venga primero la apostasí­a y se manifieste el Hombre de iniquidad, el hijo de perdición, el que se opone y se alza contra todo lo que es Dios o es adorado, de manera que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios. Ahora sabéis quién lo detiene, a fin de que a su debido tiempo sea revelado. Porque ya está obrando el misterio de la iniquidad, pero debe ser quitado del medio Aquel que ahora lo detiene. Y entonces será manifestado el Inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el soplo (= espí­ritu) de su boca y destruirá con la epifaní­a (= resplandor) de su parusí­a. Y la parusí­a del Inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos…” (2 Tes 2,1.3-4.6-9). Ciertamente, importa la venida de Jesús, pero los nuevos tesalonicenses parecen más dominados por el miedo del Inicuo que por el gozo de Cristo. El autor de la carta les consuela e instruye, para que así­ puedan vivir en medio de un mundo apocalí­ptico de horrores, sin dejarse destruir por ello.

Cf. P. Gil Arbiol, Primera y Segunda carta a los Tesalonicenses, Verbo Divino, Estella 2005; P. E. Langevin, Je’sus Seigneur et l†™eschatologie, Desclée, Parí­s 1967; J. Ratzinger, Escatologí­a, Herder, Barcelona 1980.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra