TESTIMONIOS SOBRE JESUS EN ESCRITORES JUDIOS Y PAGANOS DE LOS SIGLOS I Y II

DJN
 
Aunque pueda parecer sorprendente las referencias a Jesús en escritores antiguos no cristianos -paganos o judí­os-son escasas y superficiales, de modo que las fuentes más importantes, y prácticamente únicas, para la historia de Jesús son los cuatro evangelios canónicos. Recientemente al lado de los evangelios canónicos han comenzado a utilizarse para reconstruir la historia de Jesús también los evangelios apócrifos, algunos de los cuales pueden proporcionar datos reveladores, aunque para ello hayan de ser previamente sometidos a crí­tica rigurosa.

Entre los escritores judí­os antiguos únicamente el testimonio de Flavio Josefo es digno de tenerse en cuenta. Josefo ben Matatí­as (37 – ca. 100 p. C.) judí­o de familia sacerdotal, general del ejército judí­o de Galilea en la revuelta contra Vespasiano, que le hizo prisionero y le perdonó la vida, se convirtió luego en apologeta de sus protectores los emperadores Flavios hasta el punto de adoptar de éstos el nombre de Flavio, que se añadió al suyo propio y por el que se le conoce. Se conservan cuatro obras suyas: Antigüedades Judí­as, La Guerra Judí­a, Autobiografí­a y Contra Apión.

Prescindo de la interpolación que se encuentra en la versión rusa -conocida como “eslava”- de la Guerra Judí­a (2,9,2) que consiste en un torpe resumen de algunos acontecimientos relatados en los evangelios canónicos y apócrifos. Existe consenso sobre la inautenticidad de esta interpolación. Sin embargo en sendos pasajes de su obra sobre las Antigüedades Judí­as se pueden encontrar dos noticias sobre Jesús, cuya autenticidad completa o parcial se discute. A este respecto conviene recordar que las obras de Josefo se transmitieron en ámbitos cristianos.

El pasaje más importante, por su extensión y contenido, y al tiempo aquel cuya autenticidad es más discutida, lo encontramos en Antigüedades 18,3,3, habitualmente conocido como Testimonio Flaviano. Las tomas de postura crí­ticas sobre su autenticidad van desde el reconocimiento de la misma hasta quienes lo tienen por espureo. Probablemente la verdad se encuentre en la postura intermedia de quienes reconocen autenticidad a la mención por parte de Josefo sobre Jesús al tiempo que consideran que el tenor original salido de la mano de Josefo en algún momento temprano de la trasmisión fue glosado por un escriba cristiano. Cito el testimonio completo y pongo entre paréntesis las palabras que probablemente son glosas cristianas. Puede notarse que una lectura omitiendo esas glosas nos proporciona un texto más coherente internamente que aquella que las conserva. Por otro lado es muy difí­cil de creer que un judí­o como Flavio Josefo haya escrito la parte del texto que va entre paréntesis: “Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, (si es que basta con llamarle hombre). Realizó obras extraordinarias, fue maestro de quienes recibí­an con agrado la verdad y atrajo a muchos judí­os y también a muchos griegos. (Era el Cristo). Cuando, denunciado por nuestros notables, Pilato lo condenó a la cruz, los que al principio le habí­an amado no dejaron de hacerlo (pues se les apareció al tercer dí­a de nuevo vivo tal como habí­an vaticinado los profetas enviados por Dios, que habí­an anunciado otras mil maravillas sobre él). Todaví­a hoy no se ha secado el linaje de los que por su causa se denominan cristianos”.

En Antigüedades 20,9,1 se halla la segunda mención que hace Josefo de Jesús, en el contexto de las medidas tomadas por el Sanedrí­n contra Santiago. La autenticidad de este pasaje parece cierta: “Puesbien, Anán, dado su carácter, como creyó disponer de una ocasión pintiparada por haber muerto Festo y encontrarse Albino todaví­a en camino, instituyó un consejo de jueces, y tras presentar ante él al hermano de Jesús el llamado Cristo, de nombre Santiago, y a algunos otros, presentó contra ellos la falsa acusación de que habí­an transgredido la Ley y, así­ los entregó a la plebe para que fueran lapidados”.

Por lo que toca a Misnah y los otros escritos rabí­nicos tempranos los escasí­simos pasajes que pueden referirse a Jesús no está claro que lo hagan. Ahora bien, en el caso de que aludan realmente a Jesús es patente que no aportan ninguna noticia original sobre él, ni que pueda remontarse siquiera al s. 1. Son sólo noticias tardí­as (siglos IV-V), no independientes de los escritos canónicos o apócrifos cristianos y con frecuencia fruto de un interés polémico por parte del judaí­smo contra los cristianos. Así­ lo piensan estudiosos como J. Maier, (Jesus von Nazaret in der talmudischen Überlieferung, Darmstadt 1978) o J. Z. Lauterbach quien sostiene que “ni una sola noticia de las que han llegado hasta nosotros en la literatura talmúdico-midrásica se puede considerar auténtica en el sentido de que tenga su origen en el tiempo de Jesús o siquiera en la primera mitad del s. 1 de la era cristiana” (cf. “Jesus in the Talmud” en Rabbinic Essays, Cincinnati, 1951, 473-570, p. 477).

El erudito judí­o J. Klausner aunque admite en algunos pocos pasajes rabí­nicos referencias genuinas a Jesús de Nazaret, sin embargo las considera de muy escaso valor histórico “dado que tienen más carácter de vituperio y polémica contra el fundador de una facción odiada que de información objetiva y de valor histórico” (Jesús of Nazareth. His Life, Times and Teaching, Nueva York 1925, p. 18-19). Klausner considera genuina la referencia de Sanedrí­n 43ª donde se menciona a “Yeshú, que fue colgado en la ví­spera de la Pascua”, información correcta y coincidente con el evangelio de Juan, que se mezcla con una confusa noticia acerca de un heraldo buscando testigos para la defensa durante cuarenta dí­as antes de la muerte de Jesús por lapidación sin que se lograra encontrar ninguno, lo que parece un rasgo legendario que busca legitimar la condena. En este mismo pasaje se interpretan los milagros de Jesús como actos de brujerí­a. Según Klausner también tienen conexión con Jesús los textos sobre Ben Pantera. El nombre aparece en relación con la historia de una doncella judí­a que habrí­a tenido relaciones ilí­citas con un soldado romano llamado Pantera. Basándose en la refutación de Orí­genes Contra Celso (1,32) quien relata haber oí­do contar esta historia a un judí­o, Klausner piensa que es posible que la anécdota circulase entre los judí­os en el siglo II. Sin embargo, la mención tiene todos los visos de ser un relato polémico e irónico, al tiempo que amañado, sobre los relatos de la concepción virginal, algo que sugieren entre otros elementos el mismo nombre del soldado romano Panthera que bien pudiera ser una corrupción del término griego Párthenos (= virgen).

En resumen, podemos decir que resulta problemático que los textos judí­os antiguos, aparte de Josefo, se refieran realmente a Jesús y, además, en caso de referirse a él, ni pueden remontarse al s. 1 ni nos suministrarí­an ninguna noticia no conocida por los evangelios. Constituyen sólo una tenue confirmación de su existencia, además de participar de un interés polémico contra la fe cristiana. Podemos concluir con las palabras con que J. P. Meier finaliza su investigación a este respecto (Un judí­o marginal, 1, p.118): “las primitivas fuentes rabí­nicas no contienen ninguna referencia clara -ni siquiera probable- a Jesús de Nazaret. Más aún, soy de la opinión de que, cuando finalmente encontramos tales referencias en la literatura rabí­nica posterior, lo más plausible es que se trate de reacciones contra afirmaciones cristianas, orales o escritas. Por eso, aparte de Josefo, la literatura judí­a de la época del cristianismo primitivo no ofrece ninguna fuente independiente para la búsqueda del Jesús histórico”.

La más antigua alusión no cristiana a Jesús se debe a Mara Bar Sarapion, un estoico sabio sirio, oriundo de Samosata, quien en una carta dirigida a su hijo, en la que le recomienda la sabidurí­a como el mejor tesoro parece aludir, sin nombrarlo, a Jesús. La carta, cuya datación se discute, parece escrita poco después del año 73 p. C. Presenta tres modelos de sabidurí­a, Sócrates, Pitágoras y probablemente Jesús, a quien no nombra: “¿de qué sirvió a los atenienses haber matado a Sócrates, crimen que pagaron con el hambre y la peste? ¿o de qué les sirvió a los samios quemar vivo a Pitágoras, cuando todo su paí­s quedó cubierto de arena en un instante? ¿o a los judí­os dar muerte a su sabio rey, si desde entonces se han visto despojados de su reino?”.

De los escritores paganos de los siglos 1 y Il, es, sin duda, Tácito (ca. 56-120 p.C.) quien nos trasmite la noticia más importante sobre Jesús en fuentes paganas. En sus Anales (15,44) al narrar la historia de Nerón se refiere a los cristianos y explica su origen con las siguientes palabras: “Por tanto, para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos que el vulgo llamaba cristianos, odiados por sus abominables crí­menes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo”.

Plinio el Joven en la carta que, como gobernador de Bitinia, dirigió al emperador Trajano sobre el año 111 pidiéndole consejo sobre cómo debí­a actuar en los procesos de cristianos (Cartas, X,96) afirma que éstos “cantan un himno a Cristo como Dios”, dándonos así­ un testimonio explí­cito de la fe en la divinidad de Jesucristo.

Suetonio (ca. 120) al narrar la expulsión de los judí­os de Roma por el emperador Claudio, episodio mencionado también en el libro de los Hechos 18,2, dice que “a los judí­os que, instigados por Cristo, causaban constantes desórdenes, los expulsó de Roma” (Vidas, Claudio, 25,4).

Julio Africano (ca. 170-240) recoge la mención que un tal Talo, que parece ser un historiador romano o samaritano del s. 1 p.C., hace de las tinieblas que sobrevinieron a la muerte de Jesús explicándolas como un fenómeno natural: “En su tercer libro de historias, Talo llama a estas tinieblas un eclipse de sol. Contra la sana razón, a mi juicio”.

Luciano de Samosata (ca. 115-ca. 200) escribió un escrito irónico contra los cristianos titulado La muerte de Peregrino, un individuo que se hace cristiano y se convierte en un apóstol itinerante de la nueva religión aunque luego apostata. Luciano, que lo considera un embaucador, dice que los cristianos están de tal modo seducidos por él que lo veneran como a un dios “después, naturalmente, de ese otro al que adoran todaví­a: el hombre que fue crucificado (lit. “empalado’) en Palestina por introducir este nuevo culto en el mundo” (n.11). Luciano continúa diciendo que los cristianos “adoran a ese mismo sofista crucificado y viven bajo sus leyes” (n. 13).

Así­, pues, las noticias sobre Cristo e incluso sobre los cristianos que podemos encontrar en escritores paganos de los siglos 1 y II son escasas. Lo que dicen sobre Jesús se reduce a mencionarlo como origen de un nuevo grupo religioso, al que en general ven de modo harto negativo, a recordar su ejecución por Poncio Pilato y a testimoniar la fe de los cristianos en su divinidad.

En resumen, ni entre los escritores judí­os ni entre los paganos hallamos noticias que no nos sean conocidas por los evangelios canónicos. Ahora bien, sea desde una visión positiva como Josefo, negativa como Tácito, polémica como lasreferencias de la Misnáh, o irónica como la de Luciano de Samosata, las noticias no cristianas sobre Jesús confirman su existencia y su muerte violenta a manos de los judí­os y/o de los romanos, así­ como la tradición cristiana sobre la actividad curativa de Jesús y su calidad de maestro o sabio.

BIBL. — G. THEISSEN – A. MERZ, El jesús histórico, Salamanca 1999, esp. págs. 83-110 y J. P. MEIER, Un judí­o marginal, 1, Estella. Navarra 1998, esp. págs. 79-129.

José Ramón Busto Sáiz

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret