VARON Y MUJER LOS CREO
(Gn 1,18-24) (-> mujer, Eva, hombre, varón y mujer, patriarcalismo, divorcio, homosexualidad). En un primer nivel, el conjunto de la Biblia refleja una sociedad patriarcalista. Pero los relatos de la creación, retomados por Jesús para superar el derecho de divorcio del marido* (Mc 10,6), suponen que varón y mujer son iguales y complementarios.
(1) El primer relato de la creación (Gn 1,26-27) afirma que Dios había creado al ser humano (Adam) como «varón y mujer», sin precisar el sentido que tiene su dualidad: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». El texto no precisa el sentido de la dualidad, pero supone que los hombres son imagen de Dios en cuanto dualidad, ni el hombre solo, ni la mujer por aislado, de manera que se supera así, por principio todo patriarcalismo y todo matriarcalismo, entendidos como superioridad de un sexo sobre el otro. Dios no se expresa en un ser humano por aislado, sino en su dualidad de comunicación y de engendramiento, expresada por la bendición que sigue: «creced, multiplicaos…» (Gn 1,28). Sólo como dualidad, varón y mujer, los hombres son signo de Dios y tienen poder sobre el mundo.
(2) El segundo relato de la creación precisa el tema, diciendo que varón y mujer son compañía personal uno para el otro, no sólo en el plano del deseo/co mida (árboles) y de la imposición de nombre/dominio (animales), como venía diciendo el texto (cf. Gn 2,15-20), sino de manera más profunda: «Y dijo Yahvé Elohim: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante para él… Entonces Yahvé Elohim hizo caer un sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Yahvé Elohim tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (Gn 2,18.21-25). Varón y mujer son compañía personal, de manera que cada uno es como el otro y ante el otro, en alteridad real. En la parte anterior del relato (Gn 2,20), el término Adatn se entendía en sentido abarcador y presexual: era el ser humano, un símbolo de la totalidad que incluía a varones y mujeres. Pero en el momento en que Dios toma la costilla (intimidad profunda del Adam presexuado) para modelar con ella a otro humano podemos hablar de Adán (ya no Adam), como hombre masculino, y de Eva, como hombre (= humanidad) femenina. No había primero varón y luego mujer, pues del Adam presexuado surgen los dos sexos a la vez: varón y varona, hombre y hembra. Los animales empiezan siendo compañeros del ser humano, que les puede llamar, iniciando con ellos un principio de relación siempre insuficiente, pues ellos no pueden responder como responde el hombre. Si no hay diálogo de persona a persona, como el de un varón con una mujer, el de un ser humano con otro ser humano, no existe humanidad verdadera, ni varón ni mujer. Sólo otro ser humano (varón o mujer) será verdadero compañero del hombre. Del ser humano abstracto pasamos así a un varón y una mujer como personas concretas. El texto supone que la dualidad sexual nace del hueco (la costilla abierta) del Adam presexuado o bisexual. Pero podemos ampliar esa imagen: cada ser humano (varón o mujer) es como un hueco donde habita y se realiza otro ser humano, de manera que ambos se completan, pues cada uno es hueso de los huesos y carne de la carne del otro, siendo diferentes.
(3) La unión de varón y mujer es de tipo humano, de forma que uno es «ayuda en semejanza» (en alteridad) para el otro, cosa que no habían podido ser los animales*. En ese sentido el «hueco» del ser humano es de tipo personal más que puramente físico: varón y mujer se necesitan y completan mutuamente, sabiendo cada uno que el otro es «hueso de sus huesos, carne de su carne», en una especie de corporalidad y personalidad dual donde cada uno existe en el otro y por el otro. Sólo con la división nacen los hombres y mujeres, que no existen en abstracto, sino en relación mutua. En ese contexto, en contra de la costumbre posterior de los varones de Israel y de toda sociedad patriarcalista*, el texto supone que es el varón el que debe realizar la mayor ruptura para alcanzar su identidad: tiene que superar su origen (padremadre) para buscar una esposa que está fuera, siendo parte de sí mismo (cf. Gn 2,24).
(4) Unión transparente, unión engendradora. Estaban los dos †˜arumim, desnudos, abiertos uno al otro, en actitud de gozo intenso que se expresa en la palabra del primer canto del hombre, canto de amor del varón que descubre a la mujer en el centro de su vida: «Â¡Esta es hueso de mis huesos, carne de mi carne! Su nombre es varona, pues ha sido tomada del varón. Por eso el Hombre abandona padre y madre y se junta a su mujer y se hacen una sola carne» (Gn 2,23-24). Esta es la primera palabra del Adán ya varón: es palabra de encuentro personal que resume y da sentido a nuestra historia. Ciertamente, está al fondo Dios, está el campo con los árboles y ríos, están los animales… Pero en el centro de la vida y de la historia están ellos, la pareja primordial y transparente, seres desnudos, que pueden mirarse y que al hacerlo pueden engendrar. Esta será en perspectiva israelita posterior (genealógica) la pareja primordial, la que se encuentra integrada por los padres y los hijos. Hasta aquí, la letra del texto del Génesis no había dicho nada de los padres (aunque los había evocado en Gn 1,28 al decir «creced, multiplicaos…»), pero ahora los evoca, suponiendo que hombres y mujeres (especialmente los varones) no pueden quedar fijados en sus padres. Sólo ahora, cuando el viejo Adam está dispuesto a dejar todo e iniciar (reiniciar y definir) su vida desde la unión con la mujer, surge el verdadero ser humano sobre el mundo. No es ella la que debe cambiar más. Es él, el varón, quien ha de hallarse dispuesto a perder su propia identidad para encontrarla en la mujer.
Cf. J. S. CROATTO, El hombre en el mundo. Creación y designio. Estudio de Génesis 1:12:3, La Aurora, Buenos Aires 1974; Crear y amar en libertad. Estudio de Génesis 2:43:24, La Aurora, Buenos Aires 1986; E. DREWERMANN, Strukturen des Bósen I, Paderborn 1989; M. NAVARRO, Barro y aliento. Exégesisy antropología teológica de Génesis 2-3, Paulinas, Madrid 1993; X. PIKAZA, Antropología bíblica, Sígueme, Salamanca 2006.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra