VELA DE PROA

Vela de proa (gr. artémí‡n, “vela”, “vela de proa”). En los tiempos del NT, los barcos pequeños levantaban sobre la proa una vela 1190 pequeña, no la principal (cf Act 27:40, 41), sobre un mástil pequeño generalmente inclinado hacia adelante por encima de la proa. Velo. En sentido genérico, algo que cubre, que envuelve; otras veces, una cortina. En la Biblia es traducción del: 1. Heb. mitpajath, “capa”, tal vez un chal largo que se usaba sobre la túnica (ls. 3:22, “chales”, DHH, BJ, NBE, RVR 1977; Rth 3:15, “manto”, RVR). Este término figura en la lista de las prendas elegantes que usaban algunas mujeres de Palestina. Los Rollos del Mar Muerto omiten la palabra. 2. Heb. plural reâlôth, quizá velos largos y sueltos, más delicados y costosos que los de uso diario (Isa 3:19). 3. Heb. tsâîf (Gen 24:64, 65). 4. Heb. massêkâh o mesukkâh (ls. 25:7; 28:20; Eze 28:13). 5. Heb. plural mispâhôth, “velos” mágicos, aparentemente para quienes vení­an a consultar a las falsas profetizas, las que practicaban inventos engañosos sobre las almas inocentes en el antiguo Israel (Eze 13:18, 21). 6. Heb. tsammâh, adorno transparente (Son 4:1-3; 6:7). 7. Heb. râdîd (Son 5:7; Isa 3:27). Hasta aquí­ los velos se refieren mayormente a las que usaban las mujeres de la antigüedad. Sin embargo, de acuerdo con las representaciones pictóricas, las mujeres de aquel tiempo no se cubrí­an el rostro con un velo como las musulmanas de la actualidad. Famoso es el texto de Pablo que aconseja a las mujeres a usar el cabello como “velo” (gr. peribólaion; 1Co 11:1-16, LPD), una forma de demostrar respeto por su persona y por Dios. De acuerdo con la costumbre de la época, las damas romanas o griegas cuando estaban en público se cubrí­an la cabeza con un velo o un chal, o con un extremo de sus vestiduras. Pero las esclavas y las mujeres de clase inferior salí­an con la cabeza descubierta. 8. Heb. masweh y gr. kálumma, el velo de la letra material (Exo 34:33-35; 2Co 3:12-18). Para separar el lugar santo del santí­simo (Exo 26:31-35) habí­a un “velo” (heb. pârôketh o pârôketh ha-mâsâh; gr. katapétasma; la que separaba el atrio del lugar santo se denominaba simplemente mâsâk). Era de color azul, púrpura y escarlata (v 31), y con figuras de querubines que representaban a los ángeles que rodean el trono de Dios. Esta cortina del antiguo tabernáculo, y más tarde la del templo, ocultaban la presencia de Dios del sacerdote que ofrecí­a cada dí­a del año la sangre de los sacrificios y el incienso sobre el altar de oro (Lev 4:6). Esto era lo más cerca que alguien se podí­a aproximar a la divina Presencia, salvo en el Dí­a de la Expiación (16:2, 12, 15, 16; cf 21:21-23). Debido a su proximidad con el arca del testimonio, a veces se le daba el nombre de “velo del testimonio” (24:3), o “el velo que está delante del testimonio” (Exo 27:21). Cuando se la llevaba de un lugar a otro, se envolví­a el arca con él (Num 4:5). En el momento que Cristo murió, el velo que correspondí­a a éste en el templo de Herodes se rasgó de arriba abajo (Mat 27:51; etc.). Como en la LXX el velo que separaba los 2 compartimentos del antiguo santuario (katapétasma) también se aplicaba a la cortina que hací­a de puerta del tabernáculo, entonces surgió la expresión “segundo velo” (Heb 9:3) para referirse al del interior. En Heb 10:20 se habla de la ascensión de nuestro Señor al cielo en semejanza humana como la consagración de un “camino nuevo y vivo… a través del velo, esto es, su carne”, por medio del cual podemos acercamos a la Presencia divina “con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (vs 20, 22). La esperanza del cristiano, declara en otro lugar el apóstol, “penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor” (6:19, 20). Véanse Expiación, Dí­a de la; Sacrificios y Ofrendas.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico