VIDA COMUNITARIA
Reflejo de la comunión trinitaria
Toda comunidad eclesial debe ser reflejo de la comunión trinitaria, expresión del amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por esto, la comunión es obra del Espíritu. «La participación en la comunión trinitaria puede transformar las relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad» (VC 41).
La comunidad se edifica como comunión y familia a partir de la Palabra, que la convoca continuamente, y de la Eucaristía, que la transforma en «un solo cuerpo» de Cristo (1Cor 12,12). La apertura a Cristo (por la fe viva) y al Espíritu Santo (por la fidelidad a su acción), construye la Iglesia como comunión. La escucha de la Palabra, la vivencia del misterio eucarístico y la sintonía con la acción salvífica del Espíritu, unifica a las personas en un solo amor, que es reflejo de la comunión trinitaria y «exponente de la presencia de Dios en el mundo» (RMi 48).
El signo profético de la comunidad primitiva
La referencia a la comunidad eclesial primitiva (Hech 1,14; 2,42ss; 4,32ss) es un indicación de las pistas esenciales de toda vida comunitaria, donde, «con la Madre de Jesús», se escucha la Palabra, se ora, se celebra la Eucaristía, se comparte la vida y los bienes, y se dispone a evangelizar bajo la acción del Espíritu Santo.
La Palabra, inspirada por el Espíritu, realiza esta nueva creación en cada componente de la comunidad y en la comunidad entera. Por la Eucaristía, «el mismo Espíritu» realiza la unidad, haciendo que la comunidad sea «un solo cuerpo» (1Cor 12,4.12), compartiendo en caridad todos los bienes. El servicio apostólico de la Palabra y de la Eucaristía (Hech 2,42-44) es un servicio necesario para construir la comunión de «un solo cuerpo y una sola alma» (Hech 4,32). Entonces, en cada comunidad eclesial, si es auténtica, se encuentra una concretización de la Iglesia universal, como «espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado (cfr. Mt 18,20)» (VC 42).
La «experiencia comunitaria» (RMi 51) es un eco de la Iglesia universal. La escucha de la Palabra, la Eucaristía y el mandato del amor abren el corazón de cada uno y la comunidad entera a la comunión de toda la Iglesia.
Camino y escuela de contemplación, perfección, misión
Si la comunidad vive verdaderamente la comunión, se convierte en escuela permanente de contemplación de la Palabra (para vivirla y anunciarla), de celebración del misterio pascual de Cristo (que transforma la vida en donación sacrificial), de perfección y seguimiento evangélico de Cristo (que hace de cada fiel su transparencia), de convivencia solidaria y familiar para compartir el mismo caminar de hermanos (con sus bienes y dones, sus dificultades y esfuerzos). La calidad de comunión se hace capacidad de misión (cfr. Lc 10,1), y es ya «un hecho evangelizador» (Puebla 663). «La comunión genera comunión y se configura esencialmente como comunión misionera» (VC 46). La comunidad es signo eficaz de evangelización (cfr. Jn 17,21-23).
La comunión es un camino y una escuela permanente de apertura a los hermanos para encontrarse periódicamente, compartir confiadamente, servir humildemente, colaborar responsablemente. Entones la comunidad se abre a otras comunidades y a toda la familia humana (como hijos de un mismo Padre) para intercambiar sin superioridad ni egoísmo. Se comparten los criterios evangélicos, la fidelidad y generosidad vocacional, las experiencias de oración, las dificultades y posibilidades en el camino de santidad, los compromisos apostólicos, los medios de formación permanente.
Vivir en comunidad se traduce en una presencia activa, auténtica y humilde, para dar y recibir gratuitamente y sin hacer pesar sobre los otros los propios problemas y opiniones, a fin de que cada uno se realice según los planes de Dios Amor, se sienta amado y capacitado para amar. La comunión es solidaria cuando es coherente con la propia experiencia de misericordia y de gratuidad de Dios. Es siempre comunión con la propia historia personal y colectiva de gracia. La ruptura o desconocimiento de esa comunión histórica y «carismática» se convertiría en fuente de inestabilidad, desequilibrio y angustia. Sólo el amor de Cristo hace posible la vida de comunidad en verdadera fraternidad misionera, signo del mandato del amor (Jn 13,35-37).
Referencias Comunidad eclesial, formación permanente, Iglesia comunión.
Lectura de documentos PO 8; PDV 17, 74; VC 21, 46, 67.
Bibliografía AA.VV., La comunidad (Madrid, Pub. Claretianas, 1974); (Congregación Inst. Vida Consagrada) La vida fraterna en comunidad, «congregavit nos in unum Christi amor» (2 febrero 1994); S. BLANCO etc, Comunidad, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 263-317; J. DELICADO BAEZA, La fraternidad apostólica (Madrid, PPC, 1986); J. ESQUERDA BIFET, Comunidades vivas (Barcelona, Balmes, 1981); Idem, Compartir con los hermanos (Barcelona, Balmes, 1992); C. GONZALEZ VALLEZ, Viviendo juntos (Santander, Sal Terrae, 1985); A. MANRIQUE, Evangelio y comunidad (Madrid, Biblia y Fe, 1978); A. MERCATALI, Comunidad de vida, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 260-278; V.P. PINTO, La communion dans la communauté religieuse Euntes Docete 44 (1991) 353-380; J. VANIER, Comunidad lugar de perdón y fiesta (Madrid, Narcea, 1980).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización