VIOLENCIA

v. Fuerza
Gen 6:11 corrompió .. estaba la tierra llena de v
Ezr 4:23 y les hicieron cesar con poder y v
Job 35:9 a causa de la multitud de las v claman
Psa 55:9 porque he visto v y rencilla en la ciudad
Psa 58:2 hacéis pesar la v de vuestras manos en la
Psa 62:10 no confiéis en la v, ni en la rapiña; no
Psa 72:14 de engaño y de v redimirá sus almas
Psa 73:6 la sobrebia .. se cubren de vestido de v
Psa 74:20 tierra están llenos de habitaciones de v
Psa 119:134 líbrame de la v de los hombres
Pro 10:6 pero v cubrirá la boca de los impíos
Ecc 4:1 todas las v que se hacen debajo del sol
Isa 3:5 y el pueblo se hará v unos a otros, cada
Isa 30:12 confiasteis en v y en iniquidad, y en
Isa 60:18 nunca más so oirá en tu tierra v .. ni
Jer 6:6 ciudad que ha de ser castigada .. llena de v
Jer 51:46 habrá v en la tierra, dominador contra
Eze 7:11 la v se ha levantado en vara de maldad
Hab 1:3 destrucción y v están delante de mí
Mat 11:12 el reino de los cielos sufre v, y los
Act 5:26 y los trajo sin v, porque temían ser
Act 21:35 era llevado en peso .. a causa de la v
Act 27:41 y la popa se abría con la v del mar


En término hebreo hamas, que se traduce como v., habla de una fuerza ejercida de forma maligna contra alguna persona. Las palabras de Dios a Eva después de la caí­da: †œ… tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti† (Gen 3:16), podrí­an sugerir que uno de los primeros resultados del pecado serí­a la inclinación del hombre de ejercer dominio sobre los demás, comenzando por la mujer. Luego, †¢Caí­n mató a †¢Abel, en un acto terrible de v.: el asesinato (Gen 4:8). Así­ comenzó la tradición de v. de los hombres, que continuó con †¢Lamec (†œ… que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe† [Gen 4:23-24]) y llegó a llenar toda la tierra, (†œY se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de v.† [Gen 6:11]). Fue por esta causa que Dios envió el †¢diluvio.

Desafortunadamente, todaví­a la humanidad sigue con su inclinación a la v. (†œA causa de la multitud de las v. claman, y se lamentan por el poderí­o de los grandes† [Job 35:9]). Sólo la intervención directa de Dios podrá eliminar esa inclinación. Para ello, será necesario un juicio divino, †œa fin de que no vuelva más a hacer v. el hombre de la tierra† (Sal 10:18). Entonces desaparecerán †œlas v. que se hacen debajo del sol† (Ecl 4:1). Mientras tanto, los cristianos no deben caracterizarse por ser violentos, sino por su amor a la paz (†œ… a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra† [Mat 5:39]; †œVestí­os … de benignidad, de humildad, de mansedumbre† [Col 3:12]).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

vet, Por la entrada del pecado en el mundo entró asimismo no solamente la muerte, sino también la violencia, expresión de la energí­a lanzada a un afán de dominio ilegí­timo por parte del hombre pecador, o en una oposición enérgica contra la actividad del pecado por parte de instrumentos para ello elegidos por Dios. El primer acto de violencia registrado en la Biblia es el asesinato de Abel por parte de Caí­n (Gn. 4). Por la violencia inicua de los hombres Dios envió el Diluvio para destruirlos con la tierra (Gn. 6:11-13). Los malos aman la violencia (Sal. 11:5) y confí­an en ella para enriquecerse (Sal. 62:10). Dios aborrece la violencia inicua de los hombres, y en ocasiones responde a su violencia con una violencia justa en juicio (cfr. 1 R. 18:20-40; 21:18-29). La instauración del Reino de Cristo sobre la tierra será violenta y en juicio (cfr. Dn. 2:44, 45). Se debe insistir, sin embargo, en la distinción entre la violencia de los hombres pecadores, que buscan mediante ella satisfacer su soberbia o sus odios, y la violencia de Dios, ejecutada sólo como último recurso, en toda justicia y mesura, cuando la iniquidad ha llegado al colmo (cfr. Gn. 15:16), y por un Dios que es lento para la ira y grande en misericordia (Sal. 86:15; 103:8; 145:8). El Reino de los Cielos sufre oposición violenta del enemigo desde su proclamación por su heraldo (Mt. 11:12; Lc. 16:16), y ello hasta su gloriosa instauración en poder y gloria (cfr. Dn. 2:44, 45). Aquellos dispuestos a afrontar valientemente la oposición son los que fuerzan la entrada al Reino usando de la energí­a de la fe. Los proclamadores del Reino han sufrido, y sólo los violentos, los que no se dejan detener por obstáculos y oposiciones de todo tipo, consiguen un puesto en este Reino. Este estado de cosas es temporal; con el Rey ausente, el cristiano sabe que no se halla aún en territorio “pacificado”; para ejercer esta “violencia” ha recibido la armadura descrita en Ef. 6:13-18. Llegará el dí­a en que desaparecerá definitivamente la violencia, con el establecimiento del estado eterno, en el que la justicia morará (2 P. 3:13; cfr. Ap. 21:3-5), una vez que Cristo haya destruido toda oposición (1 Co. 15:24- 26). “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mt. 5:5). Esta es la respuesta divina frente a la soberbia y violencia de los hombres, que buscan el dominio sobre los demás fiados en sus fuerzas. Todos los imperios humanos, fundados sobre la violencia y la opresión, se desmoronarán a la venida del íngel cuyo nombre es Prí­ncipe de Paz (Is. 9:6).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[359]
Uso de la fuerza sobre persona indefensa. La violencia es una lesión a la paz, y por lo tanto una ofensa a la persona que la sufre por lo que implica injusticia por privar a alguien de un derecho que se tiene y falta de caridad por hacer sufrir a una persona.

La violencia abunda en la sociedad y ha sido constante en la historia: guerras, terrorismo, atropellos, abusos, hurtos, amenazas, etc. Contra ella deben emplearse normas, promoción de hábitos pací­ficos y sentimientos nobles de piedad, compasión, respeto y tolerancia.

Especial llamada de atención educativa hay que hacer contra la violencia simulada, que es la puerta por la que entra en las mentes el error y las perturbaciones en la convivencia. La violencia abunda en los films bélicos y de contiendas, en los programas de Televisión, que reflejan rivalidades y luchas, en determinados juegos de competición salvaje y en múltiples artilugios lúdicos, cuya dinámica juega con la muerte simulada, con el abuso alabado o con la fuerza animal como elemento de diversión irreflexiva.

El educador y los padres, de manera especial el catequista, debe condenar toda forma violenta, por abundante y frecuente que sea, pues se opone radicalmente al Evangelio, en el que se proclama la paz como ideal del cristiano y como bendición de Dios. El mismo Jesús lo dejó claro: “Bienaventurados son los pací­ficos, porque ellos conseguirán el Reino de los cielos”. (Mt. 5.9)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. liberación, paz)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En la raí­z de la violencia está el empleo de la fuerza contra la vida de los demás. Jesucristo dice que el reino de los cielos sufre violencia, es decir, que los violentos, los enemigos, atacan a los hombres para no dejarles entrar en él y para arrebatarle ellos (Mt 11,12). Estas mismas palabras están interpretadas por San Lucas (Lc 16,16) en el sentido de que todos los hombres se esfuerzan, luchan por entrar en el reino. Todo, en suma, quiere decir que el reino de Dios desencadena la violencia. -> paz; polí­tica; guerra.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> guerra, Apocalipsis). La Biblia empieza presentando a Dios como principio de armoní­a (Gn 1); al mismo tiempo, pone de relieve el riesgo de violencia que nace allí­ donde se rompe la gratuidad, es decir, donde los hombres y mujeres “comen del fruto del bien y del mal”, estableciendo su vida en forma de combate. Desde esa base, la Biblia puede entenderse como libro de “enfrentamientos y combates”, que aparecen narrados de un modo certero y despiadado, como expresión de una trama* en que los hombres se han introducido desde antiguo. Pues bien, sobre esa violencia viene a revelarse ya en el Antiguo Testamento la posibilidad de una paz final, que se expresa en forma de renuncia a la violencia y de amor gratuito (mensaje de Jesús, experiencia pascual). En esa lí­nea, entendido a partir de sus sí­mbolos y discursos directos, el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, constituye un apoteosis de la violencia del cornos (que va destruyéndose) y sobre todo de la violencia de aquellos hombres que se vuelven Bestias, destruyéndose a sí­ mismos, haciendo así­ que se derrumbe la misma creación de Dios. Pero, leí­dos a mayor profundidad, los signos de violencia del Apocalipsis van mostrando que el triunfo de Dios se realiza de manera no violenta: a través del Cordero* degollado y de la mujer perseguida (Iglesia), que son antí­tesis de las Bestias* y Prostituta. Ciertamente, hay en el libro una fuerte violencia verbal, imágenes duras de durí­simo castigo; pero en el fondo va expresándose la gracia superior del Cordero degollado, que muere por los hombres (como ví­ctima de la violencia histórica), permitiendo que ellos puedan convertirse en Novia, es decir, en la imagen y expresión suprema de la no violencia creadora, dialogante, esperanzada.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

El primero de los grandes males de nuestro tiempo, la gran peste que nos aflige, es la violencia en todas sus formas. Empieza por la violencia polí­tica, que ha producido las crueles aberraciones del terrorismo —tengo todaví­a en mi retina la imagen de la sangre de los inocentes asesinados en sus lugares de trabajo, en las aulas universitarias o a poca distancia de sus casas—, y llega hasta la violencia criminal que, bien por rapiña, por venganza entre bandas rivales, también llena de sangre nuestras calles y nuestros hogares. Y se extiende hasta la violencia infligida a la vida naciente, que constituye una de las dolorosas y amargas pestes de nuestro tiempo y que se cobra un montón de ví­ctimas indefensas y sin voz. Luego viene la violencia social, que se manifiesta en todas las formas de injusticia, sobre todo en perjuicio de aquellos que no pueden defender su trabajo o sus ahorros, e igualmente esa forma de violencia implí­cita dentro de las estructuras económicas que tolera la muerte por hambre de millones de personas. Finalmente, sí­ntesis de todas las violencias y aberraciones sociales, la guerra, que cubre de sangre tantos paí­ses del mundo, y que también está presente entre nosotros, en esos peligros de muerte que constituyen los arsenales de armas, que tienen la capacidad de destruir a la humanidad. Una plaga sin precedentes en la historia, capaz de dejar pálidos los más atroces relatos de la peste de san Carlos o la que describió Manzoni.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

A. Nombre jamas (sm;j; , 2555), “violencia; iniquidad; malicia”. Este vocablo se encuentra unas 60 veces y en todos los perí­odos del Antiguo Testamento. Básicamente, jamas connota la ruptura del orden divino establecido. Tiene una amplia gama de matices dentro de este campo jurí­dico. Expresa falso (jamas) testimonio en casos de violencia fí­sica en que se requerí­a un mí­nimo de tres testigos (cf. Deu 19:16). En este medio no se aceptaba el testimonio de un testigo sin una investigación (Deu 19:18). Si se demostraba que el testimonio era falso, el castigo que le correspondí­a al acusado recaí­a sobre el testigo falaz (cf. Deu 19:19). En Exo 23:1 Dios amonesta a Israel: “No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impí­o para ser testigo falso”; en otras palabras, la iniquidad del falso testigo consiste en acusar a alguien de un delito violento por el cual el acusado podrí­a ser castigado severamente. Una definición de jamas podrí­a ser: “violencia” o “afrenta” de un pueblo que, al no ser corregida, interrumpe la relación con Dios e impide su bendición. Este significado aparece en la declaración “la tierra estaba corrompida delante de Dios; estaba llena de violencia” (Gen 6:11 rva: el primer ejemplo del término). Dentro de este sentido cabe el recurso de Sarai ante Dios contra Abram por no haber mantenido sumisa a Agar: “Mi afrenta [jamas] sea sobre ti. Yo te di a mi sierva por mujer, y viéndose encinta, me mira con desprecio; juzgue Jehová entre tú y yo” (Gen 16:5). Abram, actuando como juez en lugar de Dios, acepta que lo que dice Sarai es correcto y entrega a Agar a Sarai para que disponga de ella. B. Verbo Jamas significa “violentar”. El verbo, que aparece 7 veces en hebreo bí­blico, tiene cognados en arameo, acádico y arábigo. El término aparece en Jer 22:3, donde se insta a no ser violentos: “Practicad en este lugar la justicia y la rectitud, librad del explotador al oprimido, no humilléis ni maltratéis a los extranjeros, los huérfanos y las viudas. No matéis a gente inocente” (lvp).

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

(Latín, vis), un impulso desde afuera para obligar a uno, sin ningún consentimiento de su parte, a actuar en contra de su elección. El estímulo o causa motora debe venir de fuera; nadie puede hacerse violencia a sí mismo. La persona obligada a actuar o a abstenerse de actuar no sólo no ayuda a esta fuerza externa, sino que resiste y, en la medida de lo posible, lucha contra ella; si la persona es sólo indiferente, no hay violencia.

La violencia no puede afectar directamente a la voluntad, es decir, los actos producidos de la voluntad, ya que es contrario a la noción esencial de que un acto de la voluntad debe ser libre. Sin embargo, los hechos que son sólo ordenados por la voluntad y ejercidos a través de alguna otra facultad, interna o externa, pueden ser forzados, ya que la violencia puede impedir que estas facultades sean puestas en ejecución por los mandatos de la voluntad. Se le llama voluntarios no sólo a los actos provocados de la voluntad, sino también a los actos ordenados por la voluntad. Dado que, entonces, los actos mandados por la voluntad pueden sufrir violencia, la violencia en esa medida causa involuntariedad y la libertad de imputabilidad. Es evidente que en la medida en que la coacción es irresistible, el agente no es responsable por el acto externo resultante. La volición, y en consecuencia la imputabilidad, procede de un principio interno, la violencia desde el exterior.

La violencia que no es absoluta puede ser debilitada o superada por la resistencia: mientras más vehemente sea, más limitada es nuestra libertad. Entonces, el que pueda resistir y repeler la violencia y no lo hace, al menos indirectamente, desea sufrir violencia. Si la voluntad da un consentimiento renuente pero real, somos culpables, aunque en un grado menor que si no hubiese habido renuencia. A menudo el miedo y la fuerza van de la mano, ya que no es raro que la fuerza engendre miedo, pero no deben confundirse. La voluntad está en reposo en lo que se hace a través de la violencia, pero en lo que se hace a través del miedo la voluntad está activa. Un acto realizado por miedo es voluntario en lo concreto, pero involuntario en lo abstracto, es decir, se quiere hacer bajo las circunstancias, pero en sí no es deseado. (Vea miedo, impedimentos canónicos (vis et metus), VII, 698a.)

Fuente: Meehan, Andrew. “Violence.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/15446a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica