Desde los tiempos apostólicos y aún antes de otras formas de vida consagrada, había en las Iglesias particulares grupos de «vírgenes» que se había consagrado a Dios, por medio del seguimiento radical de Cristo Esposo y al servicio de la Iglesia en los diversos campos apostólicos y de caridad. Ello es una muestra de que la vida consagrada, más allá de las diversas formas surgidas en la historia, tiene sus raíces evangélicas como imitación de la «vida apostólica».
Con el surgir de las nuevas formas de vida consagrada (monacal o claustral-contemplativa, congregacional para la acción apostólica y caritativa, de Institutos seculares, etc.), es allí donde en siglos posteriores hasta hoy se fue concretando principalmente la «realidad» teológica de vírgenes consagradas. Los rasgos esenciales se han conservado por medio una vida dedicada a la oración, celebración y adoración eucarística, fraternidad, servicios apostólicos y de caridad.
A partir del concilio Vaticano II, la Iglesia ha querido restaurar la forma antigua de «vírgenes consagradas» o de «orden de las vírgenes», sin perder ninguno de sus rasgos esenciales de consagración y sin menoscabo de las otras formas de vida consagrada. «Es motivo de alegría y esperanza ver cómo hoy vuelve a florecer el antiguo Orden de las vírgenes, testimoniado en las comunidades cristianas desde los tiempos apostólicos. Consagradas por el Obispo diocesano, asumen un vínculo especial con la Iglesia, a cuyo servicio se dedican, aun permaneciendo en el mundo. Solas o asociadas, constituyen una especial imagen escatológica de la Esposa celeste y de la vida futura, cuando finalmente la Iglesia viva en plenitud el amor de Cristo esposo» (VC 7).
Una de las características de esta consagración consiste en la disponibilidad para el servicio en la Iglesia particular, ya que su consagración (con la praxis permanente de los consejos evangélicos) la expresan ante el propio obispo. «Las vírgenes consagradas en el mundo realizan su consagración en una especial relación de comunión con la Iglesia particular y universal» (VC 42).
Así se recupera un aspecto esencial de la espiritualidad cristiana la relación esponsal con la Iglesia particular, a modo de signo permanente y estimulante de la fidelidad de la Iglesia esposa a Cristo Esposo, «signo trascendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de este esposa del cielo y de la vida futura» (Orden de consagración de las vírgenes). Este desposorio con Cristo incluye la dedicación al servicio eclesial «Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, (las vírgenes) son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia» (CIC can. 604).
Referencias Consagración, consejos evangélicos, Iglesia particular, vida apostólica, vida consagrada, virginidad.
Lectura de documentos VC 7, 42; CEC 922-924; CIC 604; «Ritual de consagración de las vírgenes».
Bibliografía J. ALVAREZ, Vírgenes cristianas, en Diccionario teológico de la vida consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 1814-1824; I.M. CALABUIG, R. BARBIERI, Virginidad consagrada en la Iglesia, en Nuevo Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas, 1987) 2061-2081; Idem, Consagración de vírgenes, ibídem, 452-475; A. NOCENT, La consagración de vírgenes, en La Iglesia en oración (Barcelona, Herder, 1967) 669-676; F. B. VIZMANOS, Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva ( BAC, Madrid, 1949).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización