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VOLUNTARISMO

VOLUNTARISMO

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Se suele entender por tal cualquier sistema filosófico o moral que de más importancia a la voluntad que a las demás facultades. Aunque el nombre no se usó en la Edad Media, «voluntaristas» fueron figuras escolásticas como S. Bernardo, San Buenaventura y sobre todo Juan Duns Scoto.

En los tiempos modernos fue Fichte el que situó la voluntad en la raí­z del yo. Schopenhauer la valoró de tal forma que la hizo la esencia de la vida superior del ser humano, ocupando el puesto que tradicionalmente habí­a ocupado la inteligencia.

Por derivación de los sistemas voluntaristas se suele aplicar el adjetivo en sentido más práctico para definir el empeño, la entrega a una labor, la fuerza para empezar una tarea, la voluntad de hacer algo.

En la cultura moderna democrática, liberal y de preferencia horizontal las votaciones y sus consecuencia se abundantes en todos los terrenos. Resulta una ventaja si los que votan tienen información y criterios para discernir. Resulta un atropello cuando se vota sobre cualquier cosa y sólo en función de impulsos, de intereses o de campañas tendenciosas y menos objetivas, como suelen ser las de algunos partidos polí­ticos

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. voluntad)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El voluntarismo es el término que se aplica a algunas corrientes filosóficas que de alguna manera dan la preferencia a la voluntad más que al entendimiento. Es el término opuesto al intelectualismo. En el pensamiento griego la voluntad está más bien subordinada al entendimiento; la praxis depende totalmente de la teorí­a; basta con conocer la virtud para ser virtuosos (Sócrates); hemos de conocer para que podamos resolver los problemas morales (Platón); la felicidad del hombre consiste en el conocimiento y contemplación de la verdad (Aristóteles). En el pensamiento cristiano se advierte una tendencia predominantemente voluntarista. La primací­a de la voluntad representa una doctrina importante en la enseñanza ética de san Agustí­n (354430): es necesario amar para conocer. esta primací­a es la ley intrí­nseca del ser y encuentra su primera actuación en Dios, que ha creado todas las cosas motivado por su amor. El voluntarismo agustiniano encontró sus mejores defensores y exponentes en la Edad Media con san Anselmo (1033- 1 1 09) (†œvoluntas est motor in toto regno animae† : De peccato originali, c. 4) y los pensadores de la escuela franciscana, particularmente la de Oxford en el siglo XlII. G. Peckham (1225-1292) defiende la primací­a de la voluntad en la personalidad humana y la del amor en la vida moral contra cireto del intelectualismo aristotélico-tomista de la libertad del hombre. El fundamento de la doctrina de Duns Escoto (12631308) sobre la primací­a de la voluntad se encuentra en la constatación de que, mientras que esta facultad se puede determinar a sí­ misma a obrar el entendimiento es incapaz de ello; la perversidad de la voluntad es más grave que la del entendimiento: odiar a Dios es más abominable que no conocerlo o no pensar en él. Guillermo de Occam (1285-1346) enseña que la voluntad de Dios es la norma objetiva y última de la moralidad: como condición esencial, el acto moral tiene que estar motivado por el amor de Dios y ser emitido en obediencia a la divina voluntad. La voluntad libre del hombre constituye la norma subjetiva y próxima de la moralidad. En el pensamiento moderno, R. Descartes (1596-1650) afirma que la voluntad debe dar el asentimiento práctico a las ideas; la voluntad es la causa del error tanto práctico como cognoscitivo. I. Kant (1724-1804) afirma que la voluntad determina la forma del obrar sobre la base del imperativo categórico, es decir, de la autonomí­a de la «razón práctica», que se impone a sí­ misma como deber. En la filosofí­a contemporánea esta primací­a de la voluntad se interpreta a la luz del concepto de praxis (marxismo, pragmatismo) o más bien en sentido pesimista e irracionalista, como la voluntad de vivir (Schopenhauer, 1788- 1860), la voluntad inconsciente (Hartmann, 18421906), la voluntad de poder (Nietzsche, 1844-1900).

I Tonna

Bibl.: Voluntarismo, en DT 11, 922-923; E. Gilson, El espí­ritu de la filosofí­a medieval Rialp, Madrid 1981; M. Andrés, Pensamiento teológico y cultura, Atenas, Madrid 1989, esp, 63-94.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

V. es la doctrina que atribuye a la voluntal una preeminencia respecto de la razón. Las formas del v. varí­an según las diversas concepciones de la voluntad (como apetito, libre albedrí­o, amor, acción, tendencia) y según el punto de partida teológico, ontológico o antropológico.

El v. teológico, ligado por lo general con un v. epistemológico, desvincula la voluntad de Dios de toda (supuesta) dependencia respecto de un orden (del ser, de la naturaleza o del conocimiento) fijado previamente al acto de la voluntad divina, a fin de salvaguardar así­ la libre personalidad y soberana trascendencia de Dios. Este v. brota de impulsos cristianos (creación libre, redención por amor; y ciertos pasajes del Antiguo Testamento sobre la poligamia, el despojo de los egipcios, etc., sólo parecí­an explicables por el v.). Sin embargo, en su principio fundamental o bien permanece en una ontologí­a que contradice al v., o bien, si quiere desprenderse de ella, cae en el agnosticismo o en un v. metafí­sico. Fundado por Escoto, el v. teológico continuó en el -> nominalismo de Occam (que influyó en Lutero y, a través de éste, en la teologí­a protestante, sobre todo en la teologí­a -> dialéctica), que determinaba lo moralmente bueno por la positiva voluntad arbitraria de Dios. Según Descartes, también la verdad es puesta libremente por la causalidad omnipotente de Dios.

En realidad, la voluntad de Dios no es determinada por nada realmente distinto de él mismo; pero en sí­ no carece de ley, no es arbitrariedad formal, sino que es la luminosa y amorosa plenitud óntica de Dios, que en el conocimiento de sí­ mismo, idéntico con su propia afirmación, conoce también la estructura y la verdad de lo posible finito (posibles). Puesto que la creación y la consumación de lo finito constituyen el único plan de Dios, ya la naturaleza del -> hombre es expresión concreta del personal llamamiento de Dios al bien moral. De donde se sigue que, en una fijación puramente positiva del bien moral, Dios contradecirí­a a la propia decisión de su voluntad, representada en la creación.

El v. metafí­sico (Böhme, Schelling; Schopenhauer, Nietzsche) ve el principio fundamental de la realidad en una voluntad no espiritual, oscura e instintiva, que, o se contrapone en forma dualista al espí­ritu (a la idea, al bien), o es en absoluto la estructura única de la realidad. En este v. se da el intento violento de liberarse de una inteligencia del ser orientada unilateralmente hacia el conocimiento (-> intelectualismo). Pero este empeño no puede llevarse a cabo introduciendo un factor voluntarista no espiritualen una noción del ser ya unilateral, o rechazando radicalmente la estructura espiritual de la realidad, sino por un retorno a la primigenia inteligencia del ser en que éste aparezca, en su luminosidad, como actual y libre posesión de sí­ mismo, y las tendencias impulsivas se presenten como una forma suya finita y deficiente.

El v. psicológico acentúa el predominio de la voluntad (del apetito, de las tendencias, de la acción) en la vida y la conciencia humanas. Según su forma estricta (Wundt), todos los procesos psí­quicos han de entenderse en analogí­a con los actos de voluntad y con los apetitos. Sin embargo, la voluntad sólo en unidad con el conocimiento perceptivo, que nos determina activamente, constituye el núcleo de la persona, el cual, como corpóreo y referido al mundo, sólo llega a sí­ mismo por una pluralidad de funciones psí­quico-fí­sicas distintas de la voluntad. Igualmente la felicidad, como consumación de la persona, no consiste sólo en la voluntad, sino en la compenetración de visión receptiva y amor que se entrega.

El v. epistemológico atribuye a la -> voluntad (al amor, al sentimiento) una función decisiva ora en el asentimiento al conocimiento ya realizado (Descartes, Malebranche), ora en el hallazgo mismo de la verdad (así­, en formas diferentes, Kant, Jacobi, Scheler, -> pragmatismo y convencionalismo, algunas tendencias del -> existencialismo). El asentimiento a la verdad conocida es un acto plenamente personal del espí­ritu en su unidad, en el que la voluntad, como potencia particular, sólo se destaca de manera decisiva cuando la verdad no es de suyo evidente (certeza libre, -> fe). Si en el hallazgo de la verdad la voluntad se arroga la función misma del conocimiento, tratando de poner autónomamente la -> verdad, ésta pasa a ser un postulado o una convención, sin contacto con la realidad (-> irracionalismo). Sin embargo, en orden al conocimiento no sólo corresponde a la voluntad la elección del objeto, sino que además, según los órdenes de objetos, únicamente un interés activo, un afán incondicional de verdad, un amor penetrante y una pureza moral abren el acceso a la verdad. Precisamente los conocimientos decisivos (relativos a valores y personas, a la verdad ética y religiosa, a la vocación individual) afectan en su contenido tan profundamente a la esencia de la -> persona, que, aun en el acto cognoscitivo de ese contenido, sólo pueden realizarse como verdaderos partiendo del núcleo personal. Ahora bien, en lo más í­ntimo de la persona se compenetran el -> conocimiento y la voluntad, sin estar casi separados de forma que el conocer, el amar y el libre albedrí­o sólo pueden realizarse como unidad. Únicamente por la creciente exteriorización se diferencian los actos de conocimiento y los de voluntad; pero a la vez disminuye la fuerza de la voluntad para la apertura de la verdad, así­ como la necesidad de encontrarse con el objeto en forma plenamente humana.

BIBLIOGRAFíA: W. Kahl, Die Lehre vom Primat des Willens bei Augustinus, Duns Scotus und Descartes (Str 1886); R. Knauer, Der Voluntarismus (B 1907); 1. Marcus, Intellektualismus und Voluntarismus in der modernen Philosophie (D 1918); Eisler III 429-435; E. Przywara, Thomas von Aquin, Ignatius von Loyola, Friedrich Nietzsche: GuL 11 (1936) 257-295; 1. Auer, Die menschliche Willensfreiheit bei Thomas von Aquin und Johannes Duns Skotus (Mn 1938); A. Bellieri, Dal naturalismo al neovolontarismo (Mi 1940); D. Linder, Intellektualismus und Voluntarismus bei Albertus Magnus (Mr 1941); A. Forest, Le réalisme de la volonté: RThom 46 (1946) 457-476; E. Raitz v. Frentz: GuL 21 (1948) 50-63; DThC XV 3309-3322; R. Crippa, L’Intellettualismo agostiniano e le correnti esigenzionalisticovolontaristiche della filosofia contemporanea: S. Agostino e le grandi correnti della filosofia contemporanea (Tolentino 1956) 77-95; 1. Auer: LThK’ X 870 ss (bibl.).

Klaus Riesenhuber

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica