Cuando un hermano cae
Gálatas 6:1
Todos los cristianos estamos expuestos a tropezar, y la Palabra de Dios ofrece tres razones bien definidas de por qué somos propensos a esto.
I. El pecado dentro de nosotros
En primer lugar, las Escrituras nos muestran que el principio del pecado aún se encuentra dentro de nosotros. Sin importar lo consagrados a Cristo que seamos, o lo bien que podamos entender la actividad del Espíritu Santo, hay un principio activo de pecado que se agazapa en nuestros corazones. Pablo describe así la confusión que éste puede crear:
“Porque no hago el bien que quiero; mas el mal que no quiero este hago. Y si hago lo que no quiero, ya no obro yo, sino el mal que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:19-21)
Pablo no está dando a entender que el pecado sea más fuerte que el poder del Espíritu Santo que habita en nosotros, sino que está haciendo la observación de que éste, el mal, todavía existe y ejerce una fuerte atracción hacia abajo. Los creyentes podemos resistirnos, y vencer el poder del pecado gracias a la vida victoriosa de Cristo, pero hay una batalla que librar; y por múltiples razones, no siempre participamos en el triunfo, que es nuestro mediante el sacrificio de Cristo Jesús en la Cruz del Calvario. 1ª Corintios 15:57 “Mas á Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”.
II. Un enemigo impresionante
En segundo lugar, tropezamos porque tenemos un enemigo que procura devorarnos, disuadirnos y desviarnos. 1ª Pedro 5:8 “Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore”.Se le conoce por varios nombres: el príncipe de este mundo, el príncipe de la potestad del aire, el adversario, el acusador de los hermanos, es decir, Satanás.
Él siempre está ahí para hostigarnos, tentarnos, presionarnos, y hacer que fracasemos. Se trata del acusador de los hermanos, no de los incrédulos. Debido a que no pudo cegarnos en cuanto a la verdad para salvación, tratará de hacer lo siguiente, que es lo que más le conviene: inutilizarnos, y dejarnos frustrados, desanimados y derrotados en cuanto a la vida y el servicio productivos se refiere. El meternos en pecado repetidas veces y hacer incursiones continuas a nuestras áreas más vulnerables de la personalidad o el carácter, son tácticas prioritarias que casi siempre dan resultado con gran eficacia. Por eso se nos advierte que debemos ser “Templados y Velad”. Templados, que significa: Moderados, Calmados, Sobrios; y la sobriedad implica que nosotros los cristianos no nos dejamos arrastrar por emociones o pasiones humanas, sino que mantenemos una perspectiva eterna sobre todos los asuntos de la vida. La sobriedad incluye conceptos como: constancia, dominio propio, claridad de la real existencia de un enemigo común. Velad: Una confianza firme en el cuidado soberano de Dios no significa que podemos vivir sin cautela. Las fuerzas malignas que arremeten contra nosotros los hijos de Dios, hacen necesario que nos mantengamos siempre alertas y a la defensiva. 1ª Timoteo 5:6 dice: “Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios”.
III. Un sistema mundial diabólico
En tercer lugar, vivimos en un sistema mundial diabólico, completamente impregnado del espíritu detestable del maligno. Los libros, las artes, los gobiernos, la educación, los negocios y la recreación, todos son parte integral de lo que Pablo denominaba "el presente siglo malo" (Gálatas 1:4). Este sistema mundano caído, es dirigido hábilmente por el mismo Satanás, y ataca a los creyentes, es decir, a los hijos de Dios por doquier en nuestra vida diaria. No podemos escaparnos de esto. Muchas veces seremos aborrecidos, despreciados, sufriremos burlas e incluso persecuciones; y aunque no somos del mundo, no hay duda de que estamos en él. Juan 17: 14 al 18 “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo”.
Este trío de oposición es lo suficientemente imponente como para asestarnos ciertos golpes que nos pueden hacer caer. Cualquiera que diga: "Nunca haré esto o aquello", está en realidad preparando el terreno para una caída poco halagadora. Este modelo de justicia propia ha reducido la resistencia en ese campo particular, porque el individuo se apoya ahora en la autosuficiencia como línea de defensa contra un enemigo que es muy superior. Es como defender una fortaleza con una pistola de agua.
IV. ¿Por qué tropezamos?
El apóstol Pablo nos da la prescripción bíblica para perdonar a un hermano que ha caído.
“Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote á ti mismo, porque tú no seas también tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que estima de sí que es algo, no siendo nada, á sí mismo se engaña. Así que cada uno examine su obra, y entonces tendrá gloria sólo respecto de sí mismo, y no en otro. Porque cada cual llevará su carga” (Gálatas 6:1-5)
Fíjese en la frase que Pablo usa:”tomado en alguna falta”, en otras palabras, “sorprendido en alguna falta". La idea que se da en el idioma original es de una sorpresa, una falla. En otras palabras, cuando los cristianos pecamos, no es que andamos buscando cometer una trasgresión deliberadamente. En un momento de debilidad o indiferencia, cedemos, o somos engañados por el mal. Somos heridos por el león rugiente que está a nuestro lado, por no andar en un lugar seguro. Si conocemos la Biblia y el camino de Dios, así como sus advertencias contra el pecado, ¿por qué todavía le damos mordiscos al fruto prohibido?, Y luego tenemos la desfachatez de decir “El Señor me tentó y caí”; Santiago 1: 13 al 16 dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de Dios: porque Dios no puede ser tentado de los malos, ni él tienta á alguno: Si no que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado. Y la concupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el pecado, siendo cumplido, engendra muerte. Amados hermanos míos, no erréis”. Con esta advertencia la pregunta sin duda es ¿Por qué tropezamos?
1º Una vida descuidada
El primer factor que viene a la mente es que nos volvemos descuidados en nuestra vida cristiana. No tomamos en cuenta la amonestación Bíblica de que "Enseñándonos que, renunciando á la impiedad (irreverencia, apostasía, indiferencia, infidelidad), y á los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada (moderada), justa y piamente (de forma piadosa)" (Tito 2:12) con la seriedad que debiéramos. Nos volvemos negligentes en hacer realidad las verdades que conocemos, y olvidamos tomar la clase de precauciones que normalmente deberíamos tomar, para no caer en las trampas de Satanás. Hacemos de nuestro diario vivir una vida descuidada, sin lectura de la Palabra de Dios, sin oración diaria y privada.
Pablo nos exhorta de esta manera: "Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios; Redimiendo el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:15-16) Esto quiere decir vivir con sabiduría. Las personas descuidadas en su trabajo están propensas a tener accidentes que pudieron haberse evitado. Los cristianos que no desarrollan la oración y tienen hábitos de estudio flojos, y que no cultivan rasgos de carácter disciplinados bajo la tutela del Espíritu Santo, son el blanco primordial de los dardos de fuego del enemigo. Juan 5:39 nos dice: “Escudriñad las Escrituras, porque á vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
2º La ignorancia
Una segunda razón es la ignorancia. Algunas veces no nos percatamos del pecado ni de cómo actúa Satanás. Otras veces ignoramos cómo somos y cómo reaccionamos ante ciertas circunstancias. Los escritores de la Biblia declaran muchas veces: "No seáis ignorantes". Una de las claves de la vida victoriosa de Pablo en medio de la adversidad estaba en que él no era ignorante de las estratagemas de Satanás “Porque no seamos engañados de Satanás: pues no ignoramos sus maquinaciones” (2ª Corintios 2:11). Nosotros tampoco deberíamos ignorarlas, y 1ª Pedro 1: 14 y 15 agrega “Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos…..”
Esa es la razón por la que la Palabra de Dios nos desafía a "proseguir a la meta" (Filipenses 3:13 y 14). “Hermanos, yo mismo no hago cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome á lo que está delante, Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”. Hermanos y hermanas, no podemos contentarnos con lo que ya sabemos; necesitamos aprender muchísimo de la Palabra de Dios, la Palabra de Verdad para mantenernos libres del yugo de pecado que procura siempre esclavizarnos; por lo tanto: “La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos á los otros con salmos é himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16)
3º El engaño
Una tercera razón del tropiezo de los creyentes es el engaño. Como ángel de luz, Satanás nos atrae. Él es astuto, sagaz y sigiloso, y puede esconder ingeniosamente, con una seducción encantadora, sus trampas asesinas. Si fue capaz de engañar a Adán y Eva, quienes disfrutaban de una comunión perfecta y maravillosa con Dios el Creador, ¿qué nos hace creer que nosotros podemos sobrepasar su astucia? 2ª Corintios 11: 3 dice: “Mas temo que como la serpiente engañó á Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, de la simplicidad que es en Cristo”.
4º El orgullo
Un cuarto denominador común que nos hace caer es el orgullo. Cuando dependemos de nuestra autosuficiencia o de nuestro esfuerzo propio para combatir el pecado, tenga la seguridad de que se acerca nuestra derrota. El "gran yo" no puede competir con el príncipe de las tinieblas. Es como si se tratara de un globo que sólo espera ser reventado.
El rey Usías en el Antiguo Testamento fue un rey e inventor famoso. Fue, además, un feroz guerrero, el cual disfrutó de un gran éxito "en estos días que él buscó a Jehová" (2 Crónicas 26:5). Y pudo haber disfrutado de una victoria de toda una vida si no hubiera situado en el trono al de su corazón el "gran yo".
“… y su fama se extendió lejos, porque se ayudó maravillosamente, hasta hacerse fuerte. Mas cuando fué fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar sahumerios en el altar del perfume” (2 Crónicas 26:15-16); Proverbios 21: 24 dice: “Soberbio y presuntuoso escarnecedor es el nombre Del que obra con orgullosa saña”. (Saña = odio, rencor)
5º El cansancio
Un quinto instrumento para hacer que los creyentes pequen es el cansancio. Quedamos física o emocionalmente agotados, y simplemente estamos demasiado débiles como para sostener el escudo de la fe. Nuestras manos se desploman a ambos lados de nuestro cuerpo, el escudo yace en el suelo, y nos convertimos en blancos fijos para los proyectiles que se aproximan. Elías quedó listo para el temor y el desánimo cuando Jezabel lo amenazó. Y esto se debió quizá a que acababa de terminar de correr una maratón hasta Jezreel, en la cual había derrotado al carruaje del rey Acab (1 Reyes 18:45-46)
Su fatiga debilitó su resistencia. Pero Isaías 40: 29 al 31 nos alienta a esperar siempre en el Señor, dice: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: Mas los que esperan á Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán”. Pero la clave es: “los que esperan en Jehová”, esto quiere decir que todos los hijos de Dios que son pacientes, hombres y mujeres de oración, son bendecidos por Dios con fortaleza en medio de sus tribulaciones; el apóstol Pablo tres veces le pidió, le rogó, le suplicó a Dios que le quitara el aguijón que tenía de su enfermedad, que le hacía a veces estar débil; 2ª Corintios 12: 8 al 10 dice: “Por lo cual tres veces he rogado al Señor, que se quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo. Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso”.
6º El ataque satánico
Como sexto factor, tenemos el ataque satánico. Un ataque satánico es un momento o período de acoso intenso por parte de Satanás, por medio del cual una persona experimenta un conflicto sumamente arduo con los poderes del mal. Y estos ataques no vienen sólo cuando nos acercamos al pecado. Puede ser que estemos orando, trabajando, o haciendo casi cualquier cosa, cuando Satanás puede lanzar una ofensiva importante en contra nuestra.
Job se topó con una guerra relámpago de parte de Satanás en la que perdió su familia y sus posesiones en sólo cuestión de horas. Aunque Dios la permitió, de todos modos su azote fue como el de una horda de langostas. La misma intensidad de opresión -aunque controlada y limitada por Dios Todopoderoso- puede abalanzarse sobre los creyentes, especialmente si estamos ocupados, sirviendo productivamente en la obra de Dios.
La lucha no es contra carne y sangre, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado todo. Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos de la cota de justicia. Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz; Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de salud, y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios; Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos”. (Efesios 6: 12 al 18)
7º La presión
Una séptima razón es la presión. Nos derrumbamos bajo el estrés del trabajo, la familia y la sociedad, y buscamos una válvula de escape emocional, la cual pensamos que nos va a ayudar a satisfacer una necesidad particular en ese momento. Las tensiones y cargas se hacen insoportables, y batallamos para abrir una escotilla de escape, sin que nos importe realmente hacia dónde nos pueda conducir, con tal que nos saque de debajo de la carga.
Creo que todos los que somos honestos unos con otros tendremos que admitir esto: "Sí, he fracasado". Y no hemos violado nada más uno de los mandamientos, sino que la verdad es que probablemente los hemos violado todos, de alguna forma y hasta cierto grado.
Al echar una mirada al Antiguo Testamento, es interesante notar que los primeros tres reyes del Señor fueron todos grandes hombres. Saúl empezó su gobierno como un líder ungido. David fue un gobernante admirable, así como un músico y poeta consumado. Y la sabiduría de Salomón no ha sido igualada. Pero a pesar de sus éxitos, todos ellos tropezaron. Saúl fue despojado de su reino debido a su orgullo; David cedió ante la codicia, y la sagacidad de Salomón fue estropeada trágicamente por su idolatría.
Los cristianos de hoy, no importa lo fuertes, sabios o respetados que sean, están expuestos a alguna manifestación pública o privada del principio del pecado. Los creyentes que siembran para la carne, segarán la misma cosecha corrupta que siegan los no creyentes. El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu contra la carne. Romanos 8: 1 al 14 dice: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme á la carne, mas conforme al espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme á la carne, más conforme al espíritu. Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; más la intención del espíritu, vida y paz: Así que, los que están en la carne no pueden agradar á Dios. Más vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él. Empero si Cristo está en vosotros, el cuerpo á la verdad está muerto á causa del pecado; mas el espíritu vive á causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos á Jesús mora en vosotros, el que levantó á Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”.
Conclusión:
Como conclusión podemos mencionar Romanos 12: 21 que dice: “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal”
En el sur de Inglaterra se encuentra una ensenada llamada Bahía de St. Margareth. Allí hay una fuente de agua dulce que la marea alta recubre con agua de mar. Lo notable es que esa fuente, a pesar de ser regularmente bañada con agua salada y sucia, siempre permanece sin contaminarse y pura. Este fenómeno también se observa en otros lugares de la tierra y se debe a que el agua dulce, que fluye constantemente, forma una capa aislante que impide la penetración del agua salada en la desembocadura de la fuente.
Así debería ocurrir con nosotros los hijos de Dios, con nosotros que hemos experimentado el poder purificador de la sangre del Señor Jesús. Hemos sido hechos hijos de Dios, fuimos sellados con el Espíritu Santo y por medio de él nos encontramos en comunión con Dios.
Aunque vivimos en un mundo pecador e impuro, y diariamente tenemos contacto con el mal, siempre recibimos fuerzas renovadas de lo alto. Con ese poder divino somos hechos capaces de vencer el mal con el bien. Romanos 12: 21 “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien el mal”. En nosotros mismos no tenemos esa fuerza; Pero la obtenemos bebiendo de la perenne fuente: Jesucristo. “El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre” (Juan 7:38); y con esa fuerza, con esa agua viva que fluye de nuestro interior, siempre podremos levantar al hermano caído. “Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote á ti mismo, porque tú no seas también tentado”
Fuente: www.centraldesermones.com