EL RECLUTAMIENTO DEL UNGIDO

“Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (1 S. 22:1–2).

Introducción

El ungido huyó a la cueva de Adulam. Aquis lo separó de él y de Saúl andaba alejado. Llegará el momento cuando los carnales no querrán al ungido y los mundanos no les verán nada interesante.

El rechazo y la persecución son la mejor escuela de entrenamiento para los ungidos. Cuando nadie los quiera tendrán que huir buscando el refugio en Dios.

  1. El contexto

“Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam…” (22:1).

El ungido huyó a las cercanías de la ciudad de Adulam, y allí en una cueva busco refugio. El nombre Adulam significa “lugar cerrado”. Fue una ciudad cananea (Jos. 12:15); que luego entró a formar parte de la tribu de Judá (Jos. 15:35). Es posible que corresponda en la actualidad al Tell esh-Sheikh Mdhkur (Horvat Adullam, localizado entre Aquis y Jerusalén) o puede ser la Aid-el-ma. En los anales bíblicos la cueva tomó más importancia que la ciudad. Otro lugar identificado es el Wadi Khureibun, en el área oriental de Judá, donde se presenta una cueva de gran tamaño y corresponde bastante bien al relato bíblico. En esta cueva de Adulam el ungido fue inspirado por el Altísimo en la composición de los Salmos 57 y 142.

El Salmo 57 es una oración cantada donde el salmista expresa al Altísimo su confianza y se ampara en su misericordia (57:1). En el versículo 4 expresa: “Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; sus dientes son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda”. Aquí se hace una alusión a la persecución emprendida contra él por Saúl. En el versículo 6 dice: “Red han armado a mis pasos; se ha abatido mi alma; hoyo han cavado delante de mí; en medio de el han caído ellos mismos”. El ungido declara que el mal que quieren contra él se volverá contra sus enemigos.

En medio de su aflicción, el ungido es un adorador. Aunque su alma estaba abatida, dolorida y en angustia; su espíritu está dispuesto en la alabanza y la adoración.

En su canto dice: “exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea tu gloria” (57:5). “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y trovaré salmos. Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana. Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; cantaré de ti entre las naciones” (57:7–9).

El Salmo 142 es la oración del ungido cuando se encontraba dentro de la cueva de Adulam. En su angustia él se quejaba a Dios (142:2). En el versículo 4 dice: “Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida”.

Primero, “no hay quien me quiera”. Muchas veces los ungidos se encuentran tan deprimidos, que se sienten como “el búho de las soledades” o como “el pelicano del desierto” (Sal. 101:6).

En su aflicción se ven rechazados por otros. Están solos en su dolor y angustia. Nadie parece quererlos. Muchos le dan la espalda y parece no importarles en nada lo que les está ocurriendo.

Segundo, “no tengo refugio”. En su carencia de refugio humano, Dios le enseñaría que Él es el refugio. En el Salmo 61:3 dice el ungido: “Porque tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo”. En el Salmo 46:1 leemos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Los ungidos tienen que aprender a refugiarse en la presencia de Dios.

Tercero, “ni hay quien me cuide”. El ungido se sentía como alguien que había sido descuidado. Los ungidos también se sienten en ocasiones que nadie los cuida. El ungido debe ser cuidado. Su ministerio debe ser protegido. Su visión debe ser guardada. Su unción tiene que ser cuidada.

Notemos en el Salmo 142:7 cuando el ungido dice: “Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearan los justos, porque tú me serás propicio”. El ungido cuando está perseguido, afligido y solo se siente estar en una cárcel. La soledad es la peor de todas las cárceles. Pero en esa cárcel emocional, el ungido tiene la esperanza de que será acompañado Por eso confiesa: “me rodearan los justos”. En realidad, Dios le enviaría personas para estar con él en el desierto. Al ungido no se le puede dejar solo en el desierto.

  1. La familia

“y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él” (22:1).

La familia del ungido no puede dejarlo solo. Cuando va al desierto, deben ir con él al desierto. Si la familia no es la primera en apoyar al ungido, difícilmente otros le apoyaran.

El fracaso de muchos ungidos ha sido por causa de cónyuges, hijos, hermanos y padres que no les han brindado su apoyo. Deben ser parte de este ministerio, beneficiarse de esta unción.

En 1 Samuel 22:3 leemos: “Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí”.

Este es el único pasaje donde Isaí el padre de David aparece asociado con su madre. El ungido es uno que cumple con el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”.

Después del ungido salir de la cueva de Adulam, busco la seguridad de sus progenitores con el rey de Moab. Ya el ungido estaba dando señales de ser un buen diplomático.

El ungido tampoco expondría a la necesidad y el peligro a su padre y a su madre. La protección y la provisión de ellos era prioridad para David. Dios honrará a los ungidos que honran a sus padres y que honran a su familia.

La familia del ungido debe ser ejemplo de unidad. Esa es la primera congregación del ungido. Un ungido que no puede convivir en familia y dar ejemplo con esta, podrá llave de paso a la unción de Dios sobre su persona.

Muy probablemente la familia del ungido corría peligro con Saúl el no ungido. Los que no tienen unción desean atacar nuestra familia. Los critican, hablan mal de ellos, los fustigan, los desprecian, hacen chistes sobre ellos y hasta les ponen sobrenombres.

Llama la atención la expresión: “vinieron allí a él”. Sus padres y sus hermanos voluntariamente se fueron donde sabían que estaba el ungido. Ellos sabían que sobre ese miembro de la familia, aunque fuera el menor, y hubiera sido el pastor de las ovejas, estaba descansando la unción del Todopoderoso. Dios puede ungir a un niño o a un joven y una familia espiritual irá donde él o ella está.

Eso de que “vinieron allí a él”, me hace pensar en un sometimiento a la autoridad del ungido. La familia debe ser la primera en respetar y obedecer las instrucciones y direcciones expresadas por los hombres y mujeres ungidos por Dios. Cuando una familia se rebela contra el ungido, está promoviendo la rebelión y la división contra él y a la vez levantándose en oposición contra Dios mismo.

María y Aarón, hermanos de Moisés, lo criticaron por casarse con una mujer cusita (Nm. 12:1). La misma Biblia sale en defensa de Moisés cuando dice: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra” (Nm. 12:3).

Ellos se creían que Dios no solo hablaría por medio de Moisés, sino también por medio de ellos (12:2). Dios le pidió a Moisés que con María y Aarón se reunieran a la puerta del tabernáculo (12:4). Allí Dios los llamó y les dijo: “Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablare con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?” (12:6–8).

Al Dios de Moisés “que es fiel en toda mi casa”, es una alusión al tabernáculo y a los que ministraban en él. De todos los que se acercaban en adoración, Moisés sobresalía en fidelidad.

Cuando Dios se apartó del tabernáculo, María estaba leprosa. Inmediatamente Aarón se arrepintió y dijo: “Ah! Señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado. No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne” (12:11).

Dios no contestó la oración de Aarón, sino la petición de Moisés: “Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora” (12:13).

Moisés era el ungido de Dios. Sobre Moisés estaba la autoridad espiritual. Dios siempre escucha al que le ha encargado su autoridad. Moisés habló con autoridad: “que la sanes ahora”. Dios la sanó inmediatamente, pero tuvo que estar siete días fuera del campamento (12:15).

Notemos el lenguaje fuerte de Dios: “Sea echada fuera del campamento por siente días, y después volverá a la congregación” (12:14).

Dios honró la posición de Aarón como sumo sacerdote, pero disciplinó la actitud de María, que sin lugar a dudas fue la instigadora. Por eso experimentó la vergüenza de estar inmunda siete días y por causa de ella “el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos” (12:15).

Aunque Aarón era sumo sacerdote y María una profetiza, la unción de autoridad sobre Moisés, estaba por encima de la posición del don. La familia del ungido no puede usurpar su autoridad espiritual y se tiene que someterse a la misma.

III. Los reclutas

“Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (22:2).

La congregación del ungido continua aumentando. Comenzó posiblemente con cinco (21:3); luego se le unió la familia y ahora leemos: “y tuvo consigo como cuatrocientos hombres”. Ese número lo vemos creciendo cuando leemos 1 Samuel 23:13 donde se dice: “David entonces se levantó con sus hombres, que eran como seiscientos…”

El ejército de David se va formando de reclutas no cualificados. Personas sin ningún potencial. Gente que nadie quería. Individuos que humanamente no valían la pena. En ellos no se veía ningún futuro bueno para el ungido. Pero a esos el ungido tendría que discipular y transferir su espíritu de adorador y de guerrero.

En la Biblia Plenitud en la acción que aplica dice: “Líderes, no menospreciéis a nadie que el Señor ponga delante de vosotros. Dios es capaz de levantar hasta el más pequeño por medio de su dirección” (Editorial Caribe, 1994, p. 378).

Primero, “y se juntaron con él todos los afligidos”. La Nueva Biblia Española dice: “gente en apuros”. El ejército comienza con reclutas voluntarios que estaban afligidos y apurados. Eran personas que estaban metidos en muchos problemas. Mentalmente se encontraban confundidos y sin dirección en sus vidas. Pero en el ungido encuentran a alguien que se identifica con ellos, que tiene oídos para ellos.

Muchas personas que están afligidas y en apuros, buscan un ungido que les reciba y atienda. El ungido no es exclusivista, sino inclusivista. En su ejército hay lugar para los que andan apurados, viven apurados, se muestran apurados y se comportan apurados.

Segundo, “y todo el que estaba endeudado”. La Biblia de las Américas expresa: “todo el que estaba endeudado”. La nota al margen lee: “Literalmente, tenía un acreedor”. En la Nueva Biblia Española leemos: “o llena de deudas”.

Las deudas es una de la principales causas de los divorcios en muchos países. Por causa de las deudas muchos han llegado al extremo del suicidio. Las deudas tienen a hombres y a mujeres viviendo ahogados y apretados.

Los préstamos, las tarjetas de crédito, las hipotecas de treinta años, los muebles a crédito… nos tienen viviendo de cheque en cheque.

Al ungido se le unieron reclutas que debían mucho dinero. Vivían bajo presiones económicas. Se estaban ahogando en las finanzas. Una persona endeudada está bajo presiones y una persona presionada se le afecta su comportamiento, su relaciones con otros y se puede enfermar emocionalmente.

Esta gente oprimida financieramente llegan donde el ungido. Él les ministraría y daría su consejo Los ayudaría a superarse y un día Dios los bendeciría de tal manera que estos pagarían todas sus deudas.

Dios no desea que nosotros estemos en deuda con nadie. El creyente debe ser buena paga. Al particular dicen las Escrituras: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honrara. No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros…” (Ro. 13:7–8).

Una deuda que siempre tendremos con Dios es la del diezmo. (Mal. 3:6–12). El diezmo no es algo que le damos a Dios voluntariamente, sino que le pertenece a Él. En Levítico 27:30 leemos: “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová”. Dios es dueño de los diezmos. No traerlos al “alfolí” es robarle a Dios.

Muchos creyentes viven bajo maldición financiera porque no han hechos pacto financiero con Dios. Sobre ellos Dios no puede abrir las ventanas de los cielos y derramar bendición (Mal. 3:10). Tampoco les puede reprender al devorador de sus finanzas, y por eso las deudas los tienen siempre estériles (Mal. 3:11). El creyente que no diezma cree parte de la Biblia, pero no cree toda la Biblia. En su canon personal no está incluido el libro de Malaquías y otros pasajes bíblicos.

El diezmo lo determina Dios, la ofrenda la determinamos nosotros. Paguemos los diezmos y con Dios siempre tenderemos buen crédito. Él no hace negocios con individuos que le roban.

Tercero, “y todos los que se hallaban en amargura de espíritu”. En otras versiones dice: “y todo el que estaba descontento” (Biblia de las América), o: “desesperados de la vida” (Nueva Biblia Española).

Al ungido llegaron personas que estaban cansados de vivir. En sus vidas no había alegría, sino inconformidad, tristeza, melancolía, desesperación, amargura y vacíos. El ungido con sus palabras los motivaría y alentaría a sentirse mejor.

Personas tristes necesitan acercarse a ungidos que los animen, que los fortalezcan, que los muevan a salir de su cuarto oscuro, que les inyecten entusiasmo y que les despierten el valor en sus corazones.

Toda iglesia que este ungida abierta para recibir estos reclutas de David, crecerá, se multiplicará y hará la diferencia en cualquier lugar. David era un ungido con un ministerio de restauración. En su ministerio y bajo su unción muchos fueron levantados. Su unción no era para que la gente cayera bajo la anestesia divina, era para levantar a gente ya caída por la anestesia del diablo.

La iglesia debe ser una clínica de primeros auxilios y un hospital de ingreso, para que los pacientes que lleguen a ella, reciban recuperación y terapia espiritual. Las celebraciones, programas, ministerios, enseñanzas y predicaciones deben ser encaminadas hacia el propósito de traer sanidad a los enfermos espirituales. Muchas congregaciones le dan más interés al enfermero o enfermera, al doctor y al especialista, que al enfermo o enferma. Hay que hacer más espacio para los enfermos. Hay que recibirlos sin citas previas.

Conclusión

(1) La cueva de Adulam en vez de ser la cueva del escondite, puede ser el refugio con Dios. (2) La familia del ungido debe saber dónde está y llegar allí. (3) El ungido debe recibir a todo el que llegue a él.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (117). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.