Un encuentro con la Gloria de Dios

Éxodo 33:1-23

Moisés viene de una gran desilusión con el pueblo, que aprovechando su ausencia momentánea, ha construido un becerro de oro.

Triste, desalentado, fatigado por la dura tarea que Dios le ha encomendado, Moisés quiere abandonar al pueblo, pero Dios lo vuelve a comisionar para seguir conduciéndolos.

Moisés, entonces, completamente persuadido de su necesidad de Dios, de su debilidad, de su incompetencia, le ruega al Señor que su presencia los acompañe, porque sin ella, eran incapaces de continuar.

El Señor le promete su presencia, y Moisés se atreve a solicitarle algo más: que sean apartados como pueblo, y así preservados de todos los peligros del camino.

Dios contesta afirmativamente, y entonces Moisés, muy sabiamente, le pide al Señor lo mejor: “Te ruego que me muestres tu gloria” (v 18).

En un bellísimo relato metafórico, Dios le dice amorosamente que lo esconderá en una hendidura, y lo cubrirá con su mano para que no muera, ante tan magnífica manifestación sobrenatural.

Isaías 6:1-9

Israel y Judá han colmado la medida de la paciencia de Dios con su pecado, y el juicio divino está pronto a consumarse.

Si bien Isaías era natural de Judá, sin embargo le tocó profetizar y ser espectador de la caída del reino del norte, y profetizar también la caída del reino del sur. Su tarea no era fácil. Y para su llamamiento al ministerio, Isaías tiene también un encuentro con la gloria de Dios.

Su llamamiento se produce al morir el rey Uzías, y podríamos leer este acontecimiento en “clave simbólica”, es decir, proponemos pensar simbólicamente qué podría significar la muerte de Uzías.

Entonces: ¿Quién era Uzías? Era un rey de Judá que reinó desde los 16 años, y se destacó por haber realizado grandes obras para la nación:

† Reforzó la potencia y la independencia de Judá

† Reorganizó el ejército

† Restauró las fortificaciones de Jerusalén

† Venció a los filisteos y árabes

† Destruyó los muros de Gat, de Jabnia y Asdod

† Sometió a amonitas y otras naciones

† Desarrolló la agricultura, edificó torres en el desierto, excavó pozos.

† Dio adoración a Jehová, pero permitió los lugares altos (es decir que, junto con la verdadera adoración permitió otras) y… seguramente por esto:

† Su éxito lo ensoberbeció

† Pretendió usurpar funciones sacerdotales

† Enfermó de lepra

† Murió

Recordemos este personaje, pero pensemos que Isaías tuvo un encuentro con la gloria de Dios, justamente cuando murió este “contrapunto” de Isaías, Uzías, quien parece haber creído poder hacerlo todo por él mismo.

Por un lado, tenemos al profeta, consciente de sus limitaciones, aterrado ante la difícil tarea que Dios le encomendaba, sin poder confiar en su capacidad para hacerla, pero teniendo un encuentro con la gloria de Dios… Y por otro lado, a Uzías, tan poderoso, tan autosuficiente, tan confiado en sus fuerzas, tan arrogante…… Tan enfermo, tan solo, tan muerto…

Ezequiel 1:1, 4, 24-28 y 2:1-3

1 “Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.”

4 “Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente.”

24 “Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas. 25 Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas.

26 “Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. 27 Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. 28 Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor..”

2:1 “Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. 2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. 3 Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí.”

Ezequiel profetiza antes y durante la destrucción de Jerusalén en manos de Nabucodonosor. Para su llamamiento, Ezequiel también tiene un encuentro con la gloria de Dios.

La descripción es en sí misma maravillosa: son ruedas, seres angelicales, estruendos, luces y alas batiendo… Evidentemente Ezequiel estaba viendo algo completamente diferente a todo lo conocido, algo que no podía compararse con nada, absolutamente nuevo para él, y para describir lo inefable, echa mano de las imágenes y metáforas que para él se adaptaban mejor a la realidad que estaba observando espiritualmente y que lo sobrecogía.

Ahora bien: Este encuentro con la gloria de Dios, ¿Es necesario solamente al comienzo de un ministerio, para cualquiera que este fuera? Evidentemente no: vemos en el caso de Elías que esta es una experiencia que debe renovar día a día el ministerio. En 1º Reyes 19 vemos a Elías huyendo de una mujer, luego de haber realizado una “proeza” contra los profetas de Baal, y ahí mismo tiene un encuentro con la gloria de Dios, que lo pone una vez más de pie y en carrera, para la tarea nada fácil de ungir un rey y el profeta que iba a sucederlo a él mismo.

¿Esta era una manera de manifestarse el Señor solamente en tiempos del AT? Evidentemente no. En Mateo 17 tenemos a Pedro, Jacobo y Juan teniendo un encuentro con la gloria de Dios, pudiendo ver al mismo Señor transfigurado ante sus ojos. O en Apocalipsis 1:18, cuando Juan tiene esa visión magnífica del Señor todopoderoso en su trono, justamente antes de recibir el último mensaje para el pueblo de Dios de todos los tiempos, es decir, el libro de Apocalipsis.

Frente a las terribles persecuciones que asolaban a los cristianos, especialmente la más feroz que se había desatado en tiempos de Juan, el apóstol tiene una visión de la gloria de Dios, y de Jesucristo en su trono, soberano, reinando: cuando todo parecía sucumbir ante el poderío terrenal de los romanos, cuando la esperanza de un Reino estaba debilitándose en los corazones apaleados de los mártires, Dios se rebela en toda su gloria… Es como si hubiera querido recordarle a Juan, y a todos nosotros cada vez que estamos en circunstancias semejantes, que Él reina, que Él está detrás de todos los hilos de la historia, que todo está en su mano, aun lo que parece descontrolado… Que podemos estar en paz frente a un Dios tan absoluto.

¿Qué es, exactamente, un encuentro con la gloria de Dios?

Es la percepción, magnífica, sobrenatural, y espiritual, de la grandeza y magnificencia de Dios, que excede todo pensamiento, toda aproximación, todo intento humano por describirlo, por encasillarlo, por abarcarlo, por obligarlo…

Es la percepción, magnífica, sobrenatural y espiritual, de la absoluta “otredad” de Dios: Dios es el absolutamente otro, el inabarcable, el trascendente, el soberano, el que hace como quiere y donde quiere y si quiere.

Es la percepción, magnífica, sobrenatural y espiritual, de nuestra insignificancia, frente a su grandeza. De nuestra nada, frente a su todo. De nuestra incapacidad frente a su capacidad.

Porque este encuentro con su gloria nos coloca en la correcta perspectiva frente a nosotros mismos, frente a los demás y frente a Dios: porque Él lo es todo, y yo soy nada. Él merece todo, y yo no merezco nada.

Porque los cielos de los cielos no lo pueden contener, y Él está en el cielo y nosotros sobre la tierra, como dice Eclesiastés.

Sin embargo, es necesario decirlo, no obstante ser Él, realmente un Dios de Gloria, ha condescendido y sigue condescendiendo hasta nuestra insignificante condición, para revelarse, para amarnos, para considerarnos, y para recibir la nada que podemos darle.

Para cualquier ministerio, desde levantar un papel del piso, hasta el de la música, desde dar un plato de comida al necesitado, hasta el ministerio pastoral, desde la predicación hasta la ayuda, es necesario tener un encuentro con la gloria de Dios: no puede, ni debe, empezarse, continuarse o terminarse de otra manera. Este encuentro especial, que va más allá de los sentimientos, le dará:

† Contenido a mi ministerio
† Objetivos sanos
† Motivaciones correctas
† Perspectiva humilde respecto de lo que hago.

Cuando David era llamado a la presencia de Saúl para tocar el arpa, cuando el rey tenía esos ataques de malos espíritus: ¿Por qué lo llamaba a él? ¿Cuántos músicos más experimentados que David había en una corte como la de Saúl? Llamaban a David porque él sabía traer la presencia de Dios… ¿Cómo lo habría logrado?

Consecuencias de un encuentro con la gloria de Dios:

Dios se muestra como es, y yo me pongo en correcta perspectiva con Él y con todo lo demás, incluyendo mi ministerio. De esta consecuencia se derivan todas las demás.

Soy transformado (“Mirando a cara descubierta la gloria del Señor, soy transformado”, dice Corintios).

Soy limpiado y santificado, recordemos el caso de Isaías.

Mi testimonio es otro, porque yo mismo soy otro, y los demás pueden verlo (como veían el rostro de Moisés refulgente).

Soy impelido necesariamente a servirle, pero ahora desde otra perspectiva y desde otro ángulo. (“Envíame a mi”)

Soy movido a humillación y a adoración, en espíritu y verdad, porque ¿qué otro lugar me corresponde, sino es a sus pies, adorando tanta grandeza?

Leamos, para finalizar, la “Declaración de Cambridge” de la Alliance of confessing evangelicals:
“SOLI DEO GLORIA: LA EROSIÓN DE LA ADORACIÓN CENTRADA SOLAMENTE EN DIOS

Cuando en la iglesia la autoridad bíblica se ha perdido, Cristo se ha desplazado, el evangelio se ha distorsionado, o la fe se ha pervertido, siempre ha sido por una razón: nuestros intereses han desplazado los intereses de Dios y entonces hacemos su trabajo según nuestros intereses y como nos plazca. La pérdida de la centralidad de Dios en la vida de la iglesia de hoy es un hecho común y lamentable. Esta pérdida es la que nos permite transformar adoración en entretenimiento, la predicación del evangelio en mercadeo, fe y creencia en técnicas, ser bueno en sentirse bueno y sentir bueno, y fidelidad en éxito o sentimientos de haber obtenido santidad. Como resultado de esto, Dios, Cristo, el Espíritu Santo y la Biblia comienzan a tener poco significado para nosotros y no tienen tanta influencia sobre nuestras vidas.

Dios no existe para satisfacer ambiciones humanas, deseos y apetitos de consumidores o nuestros intereses espirituales privados. Debemos enfocarnos en Dios en nuestra adoración, en lugar de buscar en la adoración la satisfacción de nuestras necesidades personales. Dios es soberano en adoración; nosotros no lo somos. Nuestra preocupación absoluta debe ser por el reino y la gloria de Dios, no por nuestros imperios, popularidad o éxito.”

Se produce, así, cuando la Iglesia y yo personalmente, me ocupo de lo que debo ocuparme, de su gloria como cosa prioritaria, una retroalimentación de este proceso: yo me encuentro con su gloria, y Dios derrama más y más de su gloria, 2º Crónicas 5:13 y 14 dice:

13 “Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. 14 Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.”

Y Habacuc 2:14, promete:

“Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar.”

No es cualquier conocimiento. No es el conocimiento de sus portentos, de su poder, de sus milagros. Es el conocimiento de su gloria, que es mucho más que sólo esto. Es el evangelio del reino que la iglesia debe proclamar y cada uno de nosotros debe vivir hasta las últimas consecuencias: que Él es Rey soberano, y nosotros nos debemos a Él en amor y devoción.

Que así sea.

Esta es una rebelión contra Dios, siempre digo que es un tiempo de locura temporal, usted no está bien de la cabeza yo no estoy bien de la cabeza, cuando decido rebelarme contra Dios. ¿Como rebelarme contra Dios? ¿Recuerdan al hijo prodigo? Teniendo todo dice; me voy no quiero nada. Lo que más me encanta es cuando dice y volviendo en sí. Note que lo mismo ocurrió con el rey Nabucodonosor, primero él se creía que tenía todo el dominio el poder, él se creía el Dios de su vida como muchos agnósticos hoy creen, como muchos cristianos a veces creen que ellos son lo que gobiernan sus vidas, y tuvo que pasar por este tiempo terrible. Dice luego Daniel 4:34 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.

Mire como esta conectada una alabanza con la sanidad espiritual, con la sanidad emocional. Dice: mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Hasta un himno le salió a Nabucodonosor dice luego 4:35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? Recuerden el primer mandamiento: no tendrás dioses ajenos delante de mí, el versículo 36 dice: En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.

Estoy segura que hay momentos en que nosotros queremos tomar el lugar que le pertenece a Dios, pero a veces inconsciente o conscientemente, decimos Señor yo sé que tú me mandas a que haga esto pero yo no lo voy hacer. Que no maltrate a mi familia, que no maltrate a mi hermano que no sea irresponsable en mi trabajo, pero aquí mando yo. Este es mi reino esta es mi voluntad. Cuidado con jugar con Dios, los caminos de Dios son Justos en la conclusión en el versículo 37 dice: 4:37 Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.

Mire lo que el rey dice. Yo no quiero más mis caminos, me llevaron a convertirme en una vaca en un buey, los caminos de Dios son justos. Escuchen mis hermanos, amigos, los caminos de Dios son justos son buenos el hacer las obras como él manda es justo es bueno. Negarnos a aceptar su autoridad significa rebelión.

Permítame hablar de las demandas divinas necesarias para aceptar y reconocer su autoridad.

Jeremías nos muestra un extraordinario mandamiento que nos ordena enfocar en Dios, y que nos dejemos de enfocarnos en nosotros mismos. Uno de los grandes impedimentos que nos prohíbe poner a Dios en el lugar que le corresponde es el orgullo. El sentirnos autosuficientes nos hace imposible depender de Dios. Jeremías 9.23-24

· Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.

· Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová.

Hermano, cuando en la palabra de Dios encuentras aquellas declaraciones: yo soy DIOS no tendrás dioses ajenos delante de mi , es una declaración de autoridad de soberanía, una declaración de alianza no dividida, de fidelidad, que demanda rendición del individuo; Jeremías: Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, La verdad yo no sé cuál es su Dios, talvez sea el materialismo, el emocionalismo, el perfeccionismo, la autocompasión, la religión o su orgullo. Usted tiene que definirlo, yo sé con cuales tengo que batallar yo, usted sabe con cuales tiene que batallar. Pero escuche si usted es un individuo a quien le interesa hacer las cosas a su manera cuando quiere no cuando Dios quiere, usted está queriendo dominar su vida con orgullo. Sin tomar en cuenta a Dios con humildad. Eso lo va a llevar a una situación complicada tal como ocurrió con Nabucodonosor. Si yo hago las cosas a mi manera, yo soy el orgulloso y yo digo para mí.

La vida es sencilla cuando nos sometemos al Dios que a determinado que Él va hacer nuestra única autoridad. Dios nos dice yo soy tu Dios no tendrás dioses ajenos delante de mí, ni tú ni nadie. No permita que el orgullo de su corazón le lleve a creer como Nabucodonosor, que usted es el que ha conseguido todo y comienza a decir, yo soy el que mando en mi vida yo sé que Dios me manda a que no maltrate a mi familia, pero yo lo voy hacer, que sea la cabeza del hogar pero no lo voy hacer.

Cuando usted dice: Dios me ha dado algunas cosas, pero esto lo conseguí yo mismo con mi trabajo. Yo conseguí este trabajo, yo compre este auto, yo hice esto y lo otro. Eso se llama orgullo, y Dios dice no tendrás dioses ajenos delante de mí. Yo soy tu Dios y tengo que ser también el soberano de tu vida.

¡Dios me los bendiga!

Fuente: www.centraldesermones.com