Cómo mejorar la producción de programas de radio

por Esteban Sywulka

Como sucede con casi todo la vida, entre más esfuerzo y empeño uno pone, mejor es el resultado. Conocer bien al oyente, el mensaje y el medio es importante, pero sólo es un punto de partida para trabajar con creatividad y diligencia a fin producir programas de valor impacten las vidas de miles personas.


No cabe duda de que en América Latina la radio es el medio número uno de comunicación masiva. Casi la totalidad de la población sintoniza alguna emisora con cierta regularidad. Según encuestas hechas por la Radio Cultural TGN en Guatemala más del 90 % de los hogares tienen aparatos receptores de radio, aun en aldeas apartadas y pobres. La televisión todavía no llega a lugares donde no hay luz eléctrica, ni todos pueden darse el lujo de comprar un televisor. La página escrita se ve limitada por el analfabetismo, los problemas de distribución y la falta en nuestros países del hábito de leer. En cambio, la radio es prácticamente universal.


Aunque al principio hubo pastores evangélicos que predicaban que la radio era del diablo, por ser éste «el príncipe de la potestad del aire», desde sus inicios este medio fue usado por algunos líderes cristianos visionarios. En 1930 la conocida emisora Internacioanal HCJB realizó su primera transmisión desde Quito, Ecuador. En todo el país existían como máximo una docena de receptores de radio, pero hoy la Voz de los Andes cubre no sólo Ecuador sino el mundo entero con el mensaje del evangelio de Cristo.


En años recientes el número de emisoras cristianas ha crecido dramáticamente en muchos de los países de América latina. Hay también miles de programas evangélicos en emisoras seculares, producidos por iglesias y otras entidades cristianas: sólo en Guatemala sobrepasan los 300. La tendencia de los gobiernos en el continente de aumentar la cantidad de frecuencias de FM disponibles abre cada vez más el campo.


Sin embargo, cabe preguntarnos hasta qué punto todo el esfuerzo, el dinero y las horas de tiempo en el aire están produciendo los electos deseados. Aunque no hacen falta los testimonios muchas veces dramáticos de vidas alcanzadas por este poderoso medio, mucha gente comienza llena de ilusiones y entusiasmo a producir su programa sin preparación y sin entender cómo funciona la radio. Sospecho que un porcentaje significativo de las miles de horas tras el micrófono se malgasta o no es tan efectivo como podría ser.


¿Cómo mejorar la programación evangélica? Hay algunos principios básicos y sencillos.


1. Conocer al auditorio.


En inglés se usa la palabra «broadcasting», literalmente «siembra ancha». Tal vez este concepto encaje en el sentido geográfico, pero tenemos que quitarnos la idea de que cuando estamos tras el micrófono el mundo deja de girar y toda la población se detiene extasiada a escuchar nuestra dulce voz.


Las investigaciones han mostrado que el oyente de radio es muy selectivo Cuando algo no le llama la atención cambia rápido de emisora o apaga el aparato. Por eso no existe un auditorio sino una cantidad enorme de grupos que tienen intereses similares. La tendencia actual en el mundo comercial es a especializarse cada vez. Hay emisoras sólo de rock, otras de música romántica, otras que transmiten noticias 24 horas al día, otras que se dedican a hablar con expertos y con los oyentes de temas de actualidad, etcétera.


Lo primero que hay que hacer entonces, es definir a qué grupo quiere llegar. Pueden ser jóvenes que viven en áreas urbanas, amas de casa, profesionales de clase media, campesinas lo que sea. De allí que el estilo de música, el formato, el lenguaje, la hora y ha emisora se escogen según los gustos y las costumbres de esa gente.


Uno de los errores más comunes en la radio evangélica es tratar de alcanzar a todo el mundo con un mismo formato. El que todo abarca, poco aprieta. En mi experiencia hay gran cantidad de personas que dicen que el propósito de su programa es el evangelismo. Sin embargo, por el tipo de lenguaje, el estilo, la música y el contenido se dirigen a creyentes. Cabe preguntarse qué atracción pueden tener esos programas para los incrédulos.


Debe haber un propósito bien definido, el cual se relaciona íntimamente con el grupo escogido como blanco. Puede tratarse de instrucción bíblica para creyentes, impartir ánimo a través de música y breves comentarios, o bien evangelismo o hasta pre-evangelismo. Lo importante es que se tenga un concepto claro de lo que se quiere alcanzar y con qué tipo de público.


Después de definir el auditorio, hay que averiguar cómo son, qué les gusta, qué temas y qué música les atraen, cuáles son sus preocupaciones. Entre mejor conozcamos a esa gente, mejor vamos a llegar a ellos.


2. Conocer el medio.


La radio, al igual que los demás medios de comunicación, tiene sus particularidades, sus puntos fuertes y sus debilidades. Para usarla con efectividad máxima hay que entender cómo funciona. Pensemos primero en algunas cualidades especiales.


a. La radio es un medio persona!, íntimo. Aunque miles de personas puedan estar sintonizando un programa a la vez, tienden a hacerlo solos o en familia. Ayuda mucho al locutor o animador de un programa pensar en que está hablando con un solo oyente, visualizar a esa mujer, ese hombre o ese joven. En la mayoría de los casos debe usar un estilo conversacional. La predicación tradicional no es, por lo general, el mejor estilo. Como he dicho en cursos sobre radiofonía, a la gente le gritan en el trabajo, en la calle, y posiblemente en casa. ¿Por qué van a querer que se les grite también en la radio?


b. La radio es un medio de actualidad. Es la forma más usada y más efectiva de hacer llegar información de última hora, de lo que está sucediendo en el momento. ¿Quién no ha tenido el oído pegado al receptor durante un partido importante, esperando ese grito (en este caso los gritos de «Goooooooooool» En momentos de crisis nacional, durante terremotos y huracanes, en campañas políticas y días de elecciones, cuando hay accidentes, cuando se lleva a cabo una vuelta ciclística o la Copa Mundial, la radio trae la información al oyente literalmente a la velocidad de la luz.


Para mí, una de las pocas justificaciones para transmitir un culto es que puede llegar a los que por enfermedad u otras razones están imposibilitados para estar en el templo.


Por lo que he visto, este elemento de actualidad se usa muy poco en la producción de programas evangélicos, aparte de algunos intentos de transmitir campañas evangelísticas a nivel continental, así como eventos como la «Marcha para Jesús».


c. La radio es un medio que se presta muy bien a la imaginación. Como el oyente no puede ver lo que está pasando, tiene que imaginarlo. Por esta razón, el drama presentado en forma adecuada tiene un impacto enorme.


El ejemplo clásico lo constituye la transmisión hace 50 años de una obra de ciencia-ficción, «La Guerra de los Mundos« de H.G. Wells, que sembró el pánico entre miles de habitantes del noreste de los Estados Unidos, cuando creyeron que había una invasión real de marcianos. Aunque eso fue un acontecimiento único, la popularidad de programas como «Desencadenado» demuestra que lo dramatizado sigue siendo un formato efectivo.


Asimismo, podemos seguir el ejemplo del Maestro de los maestros, quien enseñó a base de historias y parábolas. No hay nada como una anécdota no sólo para captar la atención, sino también para tocar el corazón y la conciencia.


Por otro lado, la radio tiene sus puntos débiles, los que hay que entender y saber cómo compensar:


a. Hay una marcada tendencia entre los oyentes a usar la radio como fondo. Escuchan mientras están haciendo los quehaceres en la casa, trabajando en el taller, la oficina, o mientras van manejando el auto. Su atención esta dividida y pierden un porcentaje significativo de la transmisión.


b. A no ser que el oyente grabe el programa, no hay modo de volver a escuchar lo que uno no captó en el momento, Los receptores de radio tienen un botón para volver a escuchar como las máquinas de cassette.


¿Cómo se pueden compensar estas características del medio? Para empezar hay que poner mucho esfuerzo para que el programa sea lo más llamativo posible, que capte y mantenga el interés oyente. Otro aspecto importante es la . repetición, no al punto de ser aburrido pero si» lo suficiente para que cuando el oyente no logre entender algún punto o alguna dirección, tenga otra oportunidad de hacerlo. Una técnica que se recomienda es dividir el contenido del programa en una serie de «mini-componentes que se relacionen entre sí, pero puedan contribuir también por separado.



3. Conocer el mensaje


Debe darse por sentado que el contenido es lo importante y la transmisión sólo el medio. Sin embargo hay programas técnicamente más o menos bien hechos pero que son pura espuma.


Sospecho que muchas personas tienen la visión o la ilusión de estar en el aire, pero están demasiado ocupados son muy perezosos como para dedicar el tiempo necesario al estudio y la preparación del tema que van a exponer con toda la seriedad que merece. Si un tema de actualidad habrá que profundizar lo más posible, buscar datos concretos, consultar con expertos. Si es un tema bíblico, preciso aprovechar los recursos histórico exegéticos disponibles para ofrecer a sustancioso, «comida sólida».


Como sucede con casi todo la vida, entre más esfuerzo y empeño uno pone, mejor es el resultado. Conocer bien al oyente, el mensaje y el medio es importante, pero sólo es un punto de partida para trabajar con creatividad y diligencia a fin producir programas de valor impacten las vidas de miles personas.