El adulterio: una forma de vida

por Desarrollo Cristiano

Sermón basado en Mateo 5:27-30



Introducción


Hablar del adulterio en nuestros días, es echarse una buena carga a la espalda, pues, se ha convertido en una forma de vida muy «normal». El adulterio se toma a la ligera. Para muchos autores no cristianos, la práctica del adulterio o de la infidelidad ayudan a que el matrimonio sea más sano y que crezca en confianza. Para otros autores, por el contrario, el adulterio destruye la familia.



El adulterio ha llegado a ser un cáncer en el cuerpo de Cristo. ¿Por qué? Porque se ha demostrado que la práctica del adulterio y la infidelidad no se diferencia en una gran proporción con los no cristianos, y lo más extraño de todo, donde se da el más alto porcentaje de infidelidad es entre los evangélicos conservadores, y de estos, en los más fundamentalistas; que se supone son los que dominan y están más apegados a la obediencia a la Palabra de Dios. Ante esta situación, ¿qué se puede hacer? ¡El adulterio destruye amistades, matrimonios, y familias, contribuyendo a la devastación de la vida de muchos niños!



Contexto


El adulterio o la infidelidad responden a crisis en el matrimonio; rasgo característico de los últimos tiempos. (2 Ti. 3.1-9; 4.3)



El adulterio es una grave ofensa ante los ojos de Dios; es un pecado que destruye familias. En el A. T. era una ofensa que tenía como consecuencia la muerte. (Lv. 20.10) En el N.T. Dios ha prometido que juzgará a los adúlteros. (Heb. 14.4; 1 Co. 6.9-10)



Por otro lado, el matrimonio se describe una y otra vez como el más auténtico símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo. (Véase Os. 1-3; Jr. 2.1s. 3, 1s.; Ez 16 y 23; Is. 50,1) Al mismo tiempo se ven en íntima relación la infidelidad matrimonial y la infidelidad de Israel al Señor. Así, los profetas reprochan constantemente a la «virgen» Israel el haberse entregado al primero que se cruzara en su camino y haberse convertido en una prostituta (Véase Jr. 2, 1-3, 13; Ez. 16, 1-63; 23, 1-49).



Por el contrario, se acentúa siempre la permanente fidelidad al Señor a su pueblo (véase Sal. 117, 2, Ro. 3.3). De este modo, la experiencia de la fidelidad del Señor al pacto constituye un constante estímulo a la fidelidad, la solidaridad y el compromiso en el ámbito de las relaciones con el prójimo.



Idea central: Jesús le demanda a sus discípulos pureza moral drástica en un mundo caído



En este pasaje, el Señor Jesús, está reprochando la actitud de los hipócritas frente al adulterio.



Pero problema básico es otro…



I. El problema de la codicia. (Mt. 5.27)


A. La enseñanza de los fariseos.


1. Los rabinos intentaban limitar el alcance del mandamiento no cometerás adulterio. Este mandamiento afirma y fortaleza la santidad del matrimonio. Con una sentencia negativa, el Señor desea que las relaciones sexuales en el matrimonio sean entre un hombre y una mujer casados. Cualquier otra clase de relación se da por sentado que está prohibida.



2. Los rabinos habían tergiversado mandamiento prohibitivo sobre el adulterio al considerarlo únicamente al hecho en sí. A pesar, de que el décimo mandamiento prohibe tajantemente la codicia de la mujer del prójimo. Ellos prefirieron ignorarlo. Desde su perspectiva, juntamente con sus alumnos guardaban el séptimo mandamiento, a condición de que evitaran el acto mismo de adulterio. De este modo, dieron una definición convenientemente estrecha de pecado sexual y una definición convenientemente amplia de pureza sexual.



B. La enseñanza de Jesús.


Jesús desafío a sus discípulos a exceder «la justicia de los escribas y fariseos» (Véase Mt. 5.20) Ilustró lo quería que se entendiera por medio de una serie de contrastes: lo que habían oído y lo que él declaraba. A la vez, les demuestra que el adulterio no se inicia con el acto de adulterar. El adulterio es consecuencia de otro pecado: la codicia.


1. Amplió las implicaciones de la prohibición divina.


2. Afirmó el significado del verdadero mandamiento de Dios, que va más allá de ser una mera prohibición de actos de inmoralidad sexual.


3. El mandamiento de Dios incluía la imaginación y las miradas codiciosas.



Jesús va más allá del hecho…



II. Adulterio en el corazón. (Mt. 5.28)


A. La cultura del deseo. (28)


Estamos viviendo en una cultura moldea por el deseo. Para muchas personas, lo más importante en su vida, es la satisfacción de sus deseos. Los cuales, en cantidad de casos, se obtienen en forma tan brutal que no importa a quien le pasan por encima. Contraponiéndose por completo a los planes de Dios. Ahora, estamos conscientes que desear algo, no es malo en sí mismo, problema está en lo qué deseamos y cómo lo deseamos obtener.


1. El deseo puede y debe poseer una fuerte vitalidad. Pero debe también ser humano, es decir, «ordenado». Es decir, porque el deseo se puede convertir en un ídolo, de modo que ocupe el lugar principal que le corresponde a Dios. Y entonces, el deseo se convierte en un ídolo esclavizante.


2. El problema inicia en el corazón. (véase Mr. 7:21-23) Si podemos prevenir la codicia en el corazón (o el «ojo codicioso»), el problema del adulterio es «cortado desde la raíz»


Cuando los textos bíblicos hablan de un «corazón limpio» (cfr., por ej. Mt. 5.8; Sal 24.3s.), no se refieren a un corazón que desconozca absolutamente el deseo sexual, sino que en realidad se refieren a un corazón purificado, a un corazón que se ha hecho claro y transparente ante Dios, más orientado a Dios que al deseo egocéntrico; un corazón que ha hecho suyo el «deseo» de Dios.



B. Cometer adulterio en el corazón.


1. Podemos cometer adulterio en nuestros corazones o mentes. En verdad (28), cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.



2. Son relaciones sexuales ilegítimas en el matrimonio. Fuera del matrimonio, practicado por personas solteras o casadas.



3. El adulterio se refiere a todo tipo de inmoralidad. Jesús hace hincapié en que todas y cada una de las prácticas sexuales que son inmorales de hecho, lo son también en mirada y pensamientos.



4. Jesús no está prohibiendo mirar a una mujer, sino a mirarla con codicia. Todos sabemos la diferencia entre mirar y codiciar.



Es muy importante captar la equivalencia de mirar a una mujer para codiciarla y adulterar con ella en el corazón. Es la relación entre los ojos y el corazón la que lleva a Jesús, a instruir sobre la pureza sexual. El argumento es este: si mirar para codiciar es adulterar en el corazón, en otras palabras, si el adulterio del corazón es el resultado del adulterio de los ojos (estimulándose los ojos del corazón con los ojos de la carne), entonces, hay que tratar el problema desde los ojos. (Job 31.1,7,9 y 2 Pd 2.14)



¿Cómo corregir el problema?



III. ¿Cómo remediar la codicia? (Mt. 5.29-30)


A. Rechazo de la prácticas pecaminosas. (5.29)


1. Dominio de los sentidos


Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti… Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, échala de ti… Este fue evidentemente un dicho favorito de Jesús. (Mt 18.8,9) Donde de la tentación sexual pasa a las tentaciones de pecar.



El mandamiento parece un poco alarmante, cortar un ojo que ofende, cortar una mano o un pie que ofende. Algunos cristianos lo tomaron «al pie de la letra» y se han mutilado.



2. Control de Cristo


Jesús no se refiere tanto a una automutilación física, sino a una autonegación moral despiadada. El sendero de la santidad, que enseñó, no es mutilación sino «tomar la cruz», es decir rechazar las prácticas pecaminosas con tal resolución que morimos a ella o las hacemos morir.



3. El placer no es más importante que el Señor


El pastor Dietrich Bonhoeffer dijo: «El ojo es menos que Cristo y la mano es menos que Cristo. Si el ojo y la mano sirven al placer e impiden a todo el cuerpo la pureza del seguimiento, es preferible renunciar a ellos a renunciar a Jesús… Jesús no nos prohibe mirar, pero orienta sus miradas hacia él y sabe que la mirada sigue siendo pura aunque se dirija a la mujer. De ese modo, no impone sobre ellos [los discípulos] el yugo insoportable de la ley, sino que les ayuda misericordiosamente con el evangelio.» (El precio de la gracia, Ed. Sígueme, 1968, pág. 135-136)



B. Compórtate como debes. (Mt. 5.30)


Lo que Jesús está diciendo es: si tu ojos te hacen caer, ¡no mires.! compórtate como si realmente te hubieras sacado los ojos. Además, si tu mano o pie te son ocasión de caer, porque la tentación te llega por medio de tus manos (cosas que haces) o tus pies (lugares que visitas), entonces, córtalos. Es decir, ¡no lo hagas! ¡No vayas! Compórtate como si re hubieras realmente cortado las manos y los pies, y los hubieras tirado, y ahora estuvieras lisiado y por eso no pudieras hacer las cosas o visitar los lugares que anteriormente te eran ocasión de caer.



C. El problema de la imaginación


La imaginación es un regalo de Dios. El problema se da cuando la utilizamos para maquinar pensamientos lujuriosos.


1. Por medio de la búsqueda de materiales que inciten a la pornografía.


Hace muchos años, en hotel de Atlantic City, una ciudad de los Estados Unidos, hubo una convención de pastores. Según la gerencia de ese hotel, nunca en la historia de ese dicho lugar, se habían pedido tantas películas pornográficas. (Sin comentarios.)



Los actos vergonzosos son precedidos por fantasías vergonzosas, y el incendio de la imaginación por la indisciplina de los ojos. Cuando los hombres usan su imaginación, empiezan a tener problemas al abrirse las puertas de la pasión por medio de sus ojos. De manera similar, cuando los hombres y mujeres han aprendido el dominio propio sexual de hecho, es debido a que primero lo han aprendido en los ojos, tanto de la carne como de la fantasía. Por ejemplo, el vestir de las jóvenes. Una cosa es ponerse atractiva y otra ponerse deliberadamente seductoras. Las jóvenes saben cuál es la diferencia; también lo sabemos los hombres.



Si tenemos problema de dominio propio en el terreno sexual, y no obstante nuestros pies nos llevan a películas porno y literatura, y nuestros ojos se regalan con las imágenes que ellas nos ofrecen, no sólo estamos pecando sino verdaderamente invitando al desastre.



2. Jesús recomienda. (Mt. 5.30)


Lo que tenemos toda la libertad de decir es solamente lo siguiente (porque esto es lo que Jesús dijo); si tu ojo te es ocasión de caer, no mires; si tu pie te es ocasión de caer, no vayas; y si tu mano te es ocasión de caer, no lo hagas. El señor Jesús no exigió a todos sus discípulos (metafóricamente hablando) que se cegaran o mutilaran, sino solo a aquellos cuyos ojos, manos y pies les eran ocasión de caer. Son ellos los que tienen que tomar las medidas necesarias; otros pueden ser capaces de retener ambos ojos, ambas manos, y ambos pies con impunidad. Por supuesto, hasta ellos pueden necesitar abstenerse de ciertas libertades por interés amante en aquellos con conciencias más débiles o voluntades más débiles. (Tomado de El Sermón del Monte, John Stott, Ed. Certeza, pág. 102)



Conclusión


1. Causa mucho dolor al ver un matrimonio donde el esposo ya no encuentra deseable a la esposa porque está totalmente encaprichado con otra mujer. Aunque lo niegue, su cónyuge percibe de muchas formas que algo anda muy mal. Ya no vive para ella y para sus hijos, como antes, está mucho afuera y lo oculta con razones que no son sino disparates evidentes. Aunque la esposa quizá no conozca todo lo que está sucediendo en la «sala de juntas» del corazón de su esposo, sabe lo suficiente para darse cuenta que hay otra mujer en su vida. Prestemos ayuda.


2. Como pueblo de Dios debemos ayudar a sobrellevar a las personas que sufren esas cargas.


3. En ocasiones, no creemos que algún líder cristiano pueda caer. Tristemente sucede y va a seguir sucediendo porque se confía más en las propias fuerzas que en el Señor. Ya lo dijo Pablo: «Por eso, que nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en pecar.» (1 Cor. 10.12, BLS)


4. Ayudemos a nuestros niños y niñas a ser conscientes del efecto benéfico y el efecto destructor de los buenos y los malos pensamientos, respectivamente; con lo cual se consigue activar una verdadera higiene de la fantasía y del pensamiento.


5. Como cristianos y cristianas no debemos satisfacer los deseos de la carne. (Ro. 13.14) Si estamos luchando solos contra los dominios de la carne, no lo vamos a lograr, necesitamos la ayuda de Dios. (Tit. 2.14)