La actualidad evangélica latina y los próximos años

por Desarrollo Cristiano

Mesa redonda: Una entrevista múltiple a cinco líderes continentales y el trabajo de los próximos años en labores relacionadas a la iglesia evangélica en América Latina.


¿Cuáles han sido los adelantos de la iglesia latinoamericana en los años 80?



F.A. En nuestro país. Chile, los evangélicos hemos tenido que tratar con asuntos que, si no eran tabú, poco les fallaba para serlo: las cuestiones sociopolíticas. Todavía política es mala palabra dentro de muchas congregaciones. Nuestra formación cívica es bastante pobre, deficiente. Pero forzadamente nos hemos debido confrontar con la necesidad, la obligación de tratar el tema; ya no podemos seguir evitándolo.



¿Cómo tener presencia, cómo abrir la Biblia y de allí tener una respuesta en este ámbito sociopolítico? A mí me parece que en América Latina es un asunto con el que la iglesia ha tenido que vérselas y ha afectado su discurso, su mensaje. Es uno de los cambios de los 80.



G.V. Con muy pocas excepciones, esta es la realidad de todo el continente. En Centroamérica, por ejemplo, con toda esa experiencia de años y años, éste es un trauma que la iglesia confronta. También creo que el colapso de la economía latinoamericana en esta última década, que había crecido por el petróleo en los 70, nos arruinó mucho, afectando definitivamente a la vida de la iglesia y a su función.



R.P. En mi país hemos tenido dos grandes logros. En primer lugar se ha dado un diálogo entre el sector pentecostal y el de iglesias históricas y conservadoras. En el país tenemos un buen porcentaje evangélico, pero hemos estado demasiado dividios. Sin embargo, ha comenzado un diálogo que presagia un futuro halagüeño, positivo.



Por otro hemos logrado hacernos sentir en las estructuras de gobierno. En Puerto Rico, la iglesia evangélica es reconocida, no hay ningún evento gubernamental en que no nos inviten a participar, a opinar, a expresarnos, inclusive con fuerzas decisiva. Somos una fuerza decisiva e influyente. El tamaño de la comunidad evangélica es muy influyente. Los políticos buscan cantidades.



¿Han tenido oportunidad de hacer oír su voz en hechos concretos?



R.P. Sí, definitivamente. Hemos logrado que en Puerto Rico se detenga la pornografía. El canal de TV Playbol tuvo que irse por la protesta colectiva que los protestantes realizamos.



Estamos haciendo presión sobre la televisión en este momento, logrando que algunos programas muy negativos que importaron, por ejemplo, de Argentina, desaparecieran.



C.H. Desde el punto de vista de Centroamérica, donde me encuentro trabajando, hemos visto que el crecimiento de la comunidad evangélica ha sido tanto que su imagen ha cambiado. Ahora es más positiva, con el agregado de estar en busca del bienestar y la justicia social. Se puede hablar de la politización del evangélico sin dejar de anunciar el Reino de los cielos y mostrando, por medio de hechos, un estilo de vida de lo que es, en realidad, una comunidad de fe. En las décadas de los ’50 y ‘60los evangélicos estaban escondidos en sus iglesias, pero luego salieron a la calle en una forma distinta.


¿Fueron los ’80, entonces, la década en que volvimos a ser “populares”?



F.A. En el caso nuestro, la iglesia chilena echó raíces en las masas. Es un movimiento que alcanzó a los estragos bajos de la sociedad y luego ganó un cierto reconocimiento de la sociedad chilena, aunque sin involucrarse. Por ejemplo, sucede que alguna señora de buena posición social escuchada de su empleada doméstica que tiene problemas porque su marido es un borracho. Esa señora, con toda libertad, le va a sugerir que lleve a su esposo a alguna iglesia evangélica, donde la gente cambia, donde la gente es diferente. Una buena opinión acerca del evangelio o de ser evangélico, «pero para otra clase de gente».



La iglesia ha ganado visibilidad y reconocimiento por parte de las autoridades también, pero por una especie de «ajedrez político». Las estructuras gubernamentales ven con interés a un grupo bien organizado y cohesivo. Si bien es innegable el gran crecimiento, tengo la impresión de que, en alguna medida, las estadísticas se han inflado en algunos de nuestros países, a consecuencia de varios intereses. Ante esos números, los políticos, que como decías tú, ven cantidades, de repente ven que aquí, más que una comunidad, hay votantes. En ese sentido la iglesia ha alcanzado cierto reconocimiento.



EL PROTAGONISMO POLÍTICO


¿Hay en sus países líderes cristianos en estructuras políticas claves, ya sean ministros, secretarios de gobierno, etc.?



F.A. En Chile todavía es incompatible la membresía de la iglesia con la militancia política. En Chile tú no llegas a una posición de autoridad a no ser por la vía política. Eso explica porqué no hay creyentes en posiciones claves.



R.J. En Puerto Rico tenemos cuatro secretarios de gobierno que son de nuestras iglesias. No son pastores pero sí creyentes.



C.U. También en Centroamérica hay diputados, jueces, etcétera. En el caso de Guatemala, un evangélico llegó a ser presidente del país (Efraín Ríos Montt, que asumió por golpe de estado, saliendo de la misma forma). Es difícil para un evangélico participar como un candidato en un puesto político.



G.V. Sí, todavía existe esta acritud de parte de la iglesia, inclusive un gran porcentaje tiene la convicción de que la iglesia debe ser apolítica y, por lo tanto, los líderes, los pastores, en ningún momento estimulan la participación.



R.G. Yo sólo quería agregar un párrafo. Hablamos mucho de la participación política y del compromiso político y tenemos responsabilidad para con esta área también. Que quede bien claro que los cambios nunca vendrán a través de hombres. Las estructuras políticas, en las manos de hombres, siempre serán imperfectas. Sólo habrá un cambio político cuando haya personas realmente transformadas por el poder de Jesucristo. Muchos políticos evangélicos, cuando son electos, hacen lo mismo que hace el mundo. Si el político no es integralmente dependiente de Jesucristo, nada va a cambiar. Muchos políticos fueron electos por el pueblo de Dios pero no defendieron su testimonio como debían. Entonces para mí ninguna estructura puede cambiar la pobreza o la política. Sólo el poder de Jesucristo, a través de individuos realmente comprometidos, podrá traer cambios que solucionen bien los problemas de nuestros semejantes.



LA MARCA DE LAUSANA Y DE SU PACTO


F.A. Hay otro hecho que a mí me parece que ha marcado el rumbo en la iglesia de América Latina en estos últimos años. Creo que Galo Vázquez está en mejor situación de hablar de esto que yo, ya que por mucho tiempo recorrió el continente imbuido en ese espíritu de Lausana, como ejecutivo de CONELA, porque fue allí que por primera vez los latinoamericanos sacamos la voz como para tener una expresión propia. El Pacto de Lausana fue realmente una bandera alrededor de la cual comenzamos a agrupamos. El pacto comienza a hablarnos de la responsabilidad social de los cristianos y formulando con mucha más claridad la presentación del evangelio. A mí me parece que en la América Latina fue muy significativo para la década del ’80 el Pacto de Lausana.



G.V. Me parece que uno de los cambios que se dieron en América Latina en la década de los 80 fue precisamente la necesidad de la expresión de unidad, y unidad en principios bíblicos históricos. De ahí la formación de una entidad que, si bien no representa en su totalidad a la iglesia evangélica, sí representa la vasta mayoría de la iglesia que es bíblica, cristocéntrica y evangelística, como lo es CONELA. En ese forum se han tratado asuntos muy importantes, siempre basados en el pacto de Lausana.



¿En qué otras áreas piensan que la iglesia ha madurado?



F.A. Bueno, a mí me parece que el movimiento de renovación hizo pensar a la iglesia. Un movimiento que fue muy cuestionado, que provocó dolor, pero que también hizo repensar muchas cosas; en adoración y alabanza, la iglesia en la América Launa creció. Tuvo dolores de parto pero creció. Nos vimos en la necesidad de entrar en un diálogo, a veces no fácil, pero creo que le debemos eso al movimiento de renovación.



G.V. Está también la nueva perspectiva de la iglesia Latinoamericana en cuanto a la misión mundial. Fue algo muy relevante en la década de los 80. Se desafió a la iglesia latinoamericana, a través de COMIBAM, a reconocer que debemos pasar de una región que recibe misioneros a una región que recluta, capacita, que apoya y envía misioneros. Ese comienzo y crecimiento de misiones mundiales desde América Latina hacia el mundo fue muy importante.



MIRANDO HACIA ADELANTE


¿Cuáles son los grandes desafíos y problemas que ustedes ven delante nuestro en todo el continente?



R.P. Creo que el primero es profundizar la unidad del cuerpo. En segundo lugar, mayor, compromiso y conciencia de nuestra participación en la comunidad general; la pobreza es cada día mayor y el evangelio tiene que incidir en la gente. También considero que debemos seguir desarrollando una conciencia de obra misionera desde una perspectiva latinoamericana. Y por último, mejorar la capacitación de nuestra gente.



G.V. Analizando nuestra América Latina, quisiera mencionar siete áreas de desafío. La primera es la realidad de la complejidad urbana. El mundo se está transformando en un mundo urbano, con la migración de los campesinos a las grandes ciudades, porque no pueden mantener la tierra ni depender de ella para las necesidades contemporáneas de los suyos. Debemos considerar la complejidad urbana y la revisión de estrategias para poder alcanzar el mundo urbano.



Segundo, la movilización de los jóvenes. Somos un continente con muchos jóvenes y en la mayoría de los países no hay un programa comprensivo que los motive y comprometo con la misión de la iglesia.



Tercero, la transición económica. ¿Cómo vamos a sobrevivir a esta tremenda crisis que nos está empobreciendo más y más? Siempre fuimos pobres, pero ahora lo somos más.



Luego, la función profética de la iglesia. El papel profético en medio de todo esto. Luis Palau dice que plantar una iglesia es hacer patria y que entrenar y motivar líderes, en realidad, es como formar una nación. Y ahí está el desafío. En poder cumplir una función profética.



Otro desafío es la definición de la identidad cristiana. ¿Que es un cristiano? En un continente que se considera así, ¿a quien se lo califica como tal? ¿Cuál es la verdadera iglesia cristiana?



En sexto lugar tenemos la brecha generacional, la distancia entre los líderes que ya están pasando y la nueva generación. Hay una gran barrera que debemos encarar para asegurar el futuro de la iglesia.



Por último las misiones mundiales. Necesitamos un proceso pragmático para el involucramiento de la iglesia para alcanzar a los perdidos. Y mucho me temo que si no estamos cometiendo los mismos errores de los misioneros que vinieron a nosotros, estamos incurriendo en peores. No estamos capacitando a nuestra gente como deberíamos y motivamos para que vayan, pero no hay programas de entrenamiento y se están transformando en “misioneros periféricos”, asilados, no comprometidos con una iglesia local, con una agencia.



F.A. A mí me parece, a propósito de lo que tú dices, Galo, que la palabra clave es capacitación. Y no sólo en el área de misiones. A mí todavía me crea cierto conflicto el involucramiento de la iglesia en lo contingente, en lo político, en lo social. La pregunta es: ¿estamos preparados? Porque no es simplemente que con buena voluntad y con mucho palabrerío como debemos ingresar a un campo especializado como, por ejemplo, el de la política. Tenemos que preparamos. ¿dónde están nuestros políticos cristianos? Hay un gran debate político en América Latina y uno no oye a cristianos reflexionando desde la perspectiva bíblico teológica sobre ese asunto.



C.H. Y también necesitamos modelos. Buenos modelos. No como un presidente que llega al poder por un golpe de estado, sino uno elegido, que tiene credibilidad, historia, poder político desde la raíz.



F.A. Mira, tú planteas un problema para el cual nosotros no tuvimos respuesta en mi país. Los misioneros nos enseñaron que el cristiano tiene que someterse a la autoridad legítimamente constituida, porque toda autoridad proviene de Dios. Entonces no sabíamos cuál era la actitud del cristiano frente a los gobiernos de facto. ¿Es voluntad de Dios o no? ¿Es algo que escapó a la voluntad de Dios? ¿Qué pasa cuando un gobierno se gesta legítimamente y luego se hace ilegítimo en el ejercicio del poder? Nos quedamos sin Biblia; no tuvimos respuesta.



C.H. En este punto viene entonces la necesidad de politizar a los evangélicos en el buen sentido de la palabra, de hacerlos participar en procesos políticos. Somos ciudadanos del Reino de Dios y debemos involucramos en los asuntos del Reino mientras estemos aquí. Los misioneros que llegaron de Europa y Estados Unidos enseñaron a la gente a no participar en la política mientras que sus propios países ellos sí lo hacían.



LA EDUCACIÓN


R.G. Me gustaría presentar una postura un tanto diferente. Por más de veinte años he sido profesor universitario, y siento que lo falta en todos los aspectos de América Latina es una continuidad. Ningún proyecto se realiza en un año. Así como nuestras iglesias en el pasado sufrieron porque no había buenos profesores para clases de Escuela Dominical, ni había líderes entrenados, así también esa misma situación se refleja en todo el pueblo. En este sentido, nosotros realmente precisamos educar a nuestro pueblo. Establecer escuelas y más escuelas para acabar con el analfabetismo, dando condiciones para que las personas puedan tener un patrón de vida mejor. La pobreza es un círculo vicioso, por lo que necesitamos quebrar este círculo en algún punto. Nosotros, como creyentes, estamos en condiciones de entrar en esta área. Hablamos mucho de la obra social y olvidamos que el punto de partida es la educación, formar a la gente.



Esto obviamente se refleja en la iglesia también. Es necesario que tengamos iglesias con líderes entrenados, capacitados. Puedo ver esto en mi propia vida. Mis padres perdieron todo en la guerra. Llegamos al Brasil sin nada y tuvimos que trabajar muy duro. Mi padre siempre dijo: Lo que nuestros hijos recibirán es una buena educación. Entonces después podrán enfrentar la realidad». Y siento que muchos en América Latina ni siquiera tienen la posibilidad de tener una buena educación. Entonces esa es la primera contribución que debemos hacer para nuestro pueblo: Escuelas cristianas con buenos profesores. Entrenar y cambiar la educación, la mentalidad. Creo que esa es la forma de interrumpir el ciclo de pobreza y el empobrecimiento cada vez mayor.



Mi visión para América Latina, el desafió que veo, es invertir en la infancia y la juventud, tanto en la iglesia como en el área secular. Hablo como un profesor que ve al magisterio como un ministerio. También soy pastor, pero quiero dar ese énfasis en cuanto a la educación de los jóvenes, que representan el 50% de la población de América Latina. Es muy, muy importante. Cuantas más escuelas cristianas evangélicas tengamos, más fácil nos será salir adelante, sino el círculo vicioso continuara.



LA RELACIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA


R.P. En Puerto Rico tenemos otro problema. Ha comenzado una confrontación entre el pueblo evangélico y la iglesia católica. Somos un 50% de evangélicos y se está gestando una confrontación violenta que podría llevamos a una guerra religiosa. Y tenemos que pensar muy en serio cuál va a ser nuestra relación con la iglesia católica. Si vamos a tener una actitud de confrontación, o si vamos a crear puentes de comunicación que den mejor testimonio.



Por mi parte, creo que hay debemos extender puentes. Hay muchas doctrinas y visiones teológicas que no compartimos pero ellos están allí y, de alguna forma, son hermanos en la fe.



F.A. Me parece que esto de la relación con la iglesia católica es importante porque es uno de los parámetros que sirve a la identificación de ubicación de la iglesia evangélica de la parte que yo vengo, el Cono Sur. Y esto tiene que ver directamente con uno de los desafíos que planteaba Galo Vázquez: ¿qué es ser cristiano?, la identidad. Nosotros seguimos encontrándonos con una actitud antagónica de parte de la iglesia católica hacia los movimientos protestantes. Por ejemplo, una y otra vez en las distintas repúblicas de la América del Sur, los obispos emiten declaraciones metiéndonos a todos en el mismo saco con las sectas. Para la jerarquía católica latinoamericana las iglesias evangélicas son sectas y nos meten junto con los cultos orientales, con el Haré Krishna, los Umbanda, etcétera. Te cuento el ejemplo de mi país: Chile fue uno de los primeros países de América Latina que separó a la iglesia del estado, en 1925. Se sacó de la constitución la declaración de que la religión oficial del estado chileno es la católica, apostólica y romana. Eso, desde la constitución del 25, no existe. Sin embargo, de hecho, la iglesia católica sigue actuando como iglesia oficial. Y tenemos capellanes en las fuerzas armadas y tenemos presencia en la educación y hay actos públicos en que está presente la iglesia, etcétera. Hay una actitud, no sé si llamarla totalitaria o excluyente, frente a la cual me parece que, sin antagonismo, sin hostilidad, tenemos que ponemos firmes. No tenemos que dejamos seducir. Es decir, somos evangélicos, cristianos evangélicos.



Yo no acepto que se diga: «Bueno Pancho, son más las cosas que nos unen que las que nos separan». Mientras la iglesia católica no se sujete a la autoridad única y suprema de la Biblia, aunque esa fuera la única diferencia, es determinante. Cuando continúan poniendo el énfasis en el culto mariano en la América del Sur (a pesar de que dicen que buscan el acercamiento) reforzado por estas visitas del Papa, en cuyos discursos siempre hay un párrafo especial para fortalecer el culto mariano, el hecho de que ignoremos estas diferencias me suena como traición a la fe que se nos ha dado a los santos. Creo que debe haber respeto: eso es lo mínimo.



G.V. Creo que somos diferentes, que tenemos que afirmar esa posición y que debemos tener en claro nuestra identidad. Sin embargo, no debemos caer en el error de ellos, como lo es la confrontación y el ataque. Personalmente, no creo en una cooperación misionera, ni entrar unidos a programas. Quizás en algunas cosas podríamos colaborar, pero habría que definirlas.



F.A. ¿Tú sabes que el obispo de aquí, en Manila, el obispo Zim, ocupa un cargo importante en las Sociedades Bíblicas Unidas? Estuvimos en el Concilio de Sociedad Bíblica en Budapest, Hungría, en septiembre del año 1988. Este caballero allí se mostró muy ecuménico, muy interesado en el trabajo y en la cooperación, ocupando un cargo importante y presidiendo el concilio. Sin embargo, aquí lanzó una carta en contra de este encuentro. Billy Graham había programado un acto público y no lo pudo realizar. Y eso se suspendió antes de que se dijera que Billy no venía por presión de la iglesia católica. No creo que debamos ser tan ingenuos. Me parece que es bueno que la gente del primer mundo vea esta realidad; lo malo es que lo silencia.



R.G. Lo que me he dado cuenta es que el primer mundo quiere tratar a los cristianos católicos como a los cristianos luteranos, metodistas, presbiterianos, bautistas. Cristianos nominales, sólo de nombre. El cristianismo protestante europeo tiene tantos cristiano sólo de nombre en su seno, que ellos se preguntan: “¿Por qué vamos a separar sólo a los católicos?”. El mismo problema que nosotros tenemos con los católicos, ellos lo tiene con los luteranos, los reformados, anglicanos, etcétera. Hoy día Europa habla de reevangelizar su propio continente. Gracias a Dios. Nunca se había hablado ante de ello. Lausana pactó eso en Stuttgart el año pasado, y uno de los firmantes fue el Obispo de la Iglesia Luterana, pero claro está, este hombre es creyente, realmente dedicado a una vida nueva. Pero no todos son así.



F.A. Sí, entiendo eso, pero creo que ven el árbol en lugar de ver el bosque. Los problemas y la frialdad que ve en los protestantes les hacen minimizar las grandes diferencias doctrinales con los católicos, las que alcanzan a la esencia misma del evangelio. Entendemos que el error de los unos es tan grande como el de los otros, pero nuestra situación en diferente.




Apuntes Pastorales, Volumen VII – número 5