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El corazón dolido de Dios

El corazón dolido de Dios

por Miguel Angel de Marco

La temperatura general de nuestra querida Latinoamérica ha subido nuevamente unas cuantas líneas en el termómetro, y no me refiero precisamente a los guarismos meteorológicos.

Los pasados 20 años vieron a nuestro continente convertirse en un hervidero, como en los años 60. Tanto trabajo para lograr el sistema democrático en el territorio se diluye por la impericia de algunos, la intolerancia de otros y los impulsivos que nunca faltan.
Establecer el equilibrio, la concordia. la paz, la justicia y la convivencia requiere de esfuerzo, tolerancia, sabiduría y mucho tiempo de trabajo sacrificado. Y en un abrir y cerrar de ojos, lo que tanto trabajo cuesta conseguir para el bien común, se termina porque unos pocos deciden ejercer la violencia armada. Más allá del debate entre la violencia de arriba y la violencia de abajo-, la reconciliación y la convivencia cuestan trabajo, mucho trabajo.
La iglesia latinoamericana también está atravesando situaciones críticas en las que no siempre hay verdadera conciencia de lo que se pone en juego.
Después de una larga y trabajosa labor de la iglesia y del Espíritu Santo, en la última década la "unidad en la diversidad" experimentó un notable enriquecimiento, un desarrollo hacia la convivencia y el compañerismo, en cuanto que apreciamos a pentecostales e histéricos, carismáticos y conservadores, compartir momentos fraternales y crecer en la comunión (y aún llegando a trabajar en varios eventos de reflexión, capacitación y evangelismo en forma conjunta) sin que esto significara un avance hacia el tan temido ecumenismo. ¡S! Sucedió que todos aquellos que compartimos un mismo Señor, una misma fe, que creemos en una misma Palabra de Dios y en una misma misión aprendimos a amarnos más y mejor, a tolerarnos mutuamente reconociendo la obra de Dios en los unos y en los otros. Comenzamos a desarrollar "afecto fraternal", como dirían Pedro y Padro, incluso amándonos frente a un enemigo común, frente a un adversario hostil. Y esa es una gran muestra de la obra y el poder de Dios, que aunque estemos tan diversificados y pertenezcamos a distintas entidades denominacionales, sin tener ninguna "jefatura" terrenal única que nos obligue, asimismo podemos amamos y mantener fraternad, recociéndonos como partes de un mismo cuerpo. ¡Cientos de santos varones oraron para que esto ocurriera y hoy nosotros lo vivimos!
Y no hablo de hacer una sola denominación (eso nos traería más problemas, y a los tres días estaríamos dividiéndonos de nuevo), sino de lo que Dios quiere hacer para que entre todos los suyos haya concordia y lealtad, amor y honra, obedeciendo al deseo de su corazón divino de que se amos uno en medio de este mundo impío y perverso. Que aunque tengamos diferencias nos honremos los unos a los otros.
El Diablo está deseando que desconozcamos eso y volvamos a dar lugar al orgullo espiritual, ocasionando un nuevo dolor en el corazón de Dios, y el crecimiento de la "unidad en la diversidad" está nuevamente en peligro. No diré a qué hechos me refiero, porque ahondaría más el problema; los problemas son varios y en distintos puntos geográficos.
¿Soy leal y amoroso? ¿Soy vínculo de amor entre mis hermanos? ¿No estoy agotando la paciencia de los pacientes, con mis actitudes? ¿Estoy honrando a mi hermano? Porque la Palabra dice "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Fil. 2.3y4).

©Copyright 2009, Apuntes Pastorales, Volumen VII – número 2.