Nosotros, nuestras iglesias y la vida espiritual
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por Enrique Zapata
Ser religioso es fácil, tal vez demasiado; pero ser espiritual es otra cosa. Aun más, los que se dicen y creen ser espirituales, generalmente son los más ciegos sobre la profundidad del asunto y quienes causan más problemas en cualquier congregación. Tanto para el pastor como para cualquier miembro de iglesia, ser auténtica y totalmente espiritual es utópico.
LA VIDA ESPIRITUAL
Mientras más uno crece en el Señor, más se gime con dolor por la lejanía de ser lo que debiéramos ser en Cristo Jesús. Y lo hacemos con el deseo de experimentar la redención completa y la venida del Señor. Pero mientras eso no llega, nos debemos a la gran tarea de ser más espirituales que ayer y desarrollar a las personas para que sean espirituales.
La pregunta es ¿cómo lograrlo? A través de la historia vemos cuan negligentes hemos sido en cuanto a la espiritualidad. Nos hemos ocupado en mantener una doctrina sana, desarrollar estructuras y realizar actividades como el evangelismo o la educación cristiana, pero hemos descuidado la vida espiritual, aun cuando todas esas cosas contribuyen a lograrla.
Sin vida espiritual las sanas doctrinas y las estructuras más apropiadas son huesos secos. Toda reforma doctrinal y estructural sin ella es inútil. La falta de vitalidad lleva a la religiosidad formal, para acabar en la apostasía. Si bien la vida espiritual necesita de una buena doctrina y es protegida por ella, no son sinónimos. La espiritualidad ha sido reducida en muchas iglesias a una espuma emocional, mientras que los líderes de otras se ocupan de mantener la doctrina, de las políticas institucionales y de sus respectivos ministerios, como si con eso alcanzara. Nos atrevemos incluso a tachar a algún otro por inútil, vacío y sin poder cuando no hay vida espiritual en sus cosas, estando nosotros confundidos por el activismo, los números o la paz orgánica de la grey.
La superficialidad es la experiencia diaria de muchos creyentes. La falta de preocupación por parte de muchos pastores y líderes con respecto a esto es mayor; la dan por sentado o menosprecian a quienes están preocupados por ella, y sin duda es por esto mismo que hemos sido tierra fértil para las teologías extrañas que circulan por allí sobre la espiritualidad. Los miembros en nuestras iglesias sienten un vacío, el cual es llenado por personas que lo hacen para sus propios fines. En su anhelo de espiritualidad, éstos están dispuestos a probar cualquier cosa que les ofrezca una apariencia de mayor santidad o experiencia.
La historia de la iglesia ha demostrado que la vitalidad espiritual es el eje de todo cambio significativo. Años atrás el famoso A.W. Boehm declaró enfáticamente lo siguiente: «La fe, según el concepto que está en boga, no es otra cosa que la adhesión a una determinada secta o denominación creada por los hombres; defensa entusiasta de doctrinas particulares, como fueron recibidas y aprobadas por el grupo. Los ingredientes de tal fe no son más que la educación, las costumbres, la tradición, la persuasión, las conversaciones y cosas por el estilo. El celo que la acompaña es el producto del amor propio y el razonamiento tergiversado, los dos grandes forjadores de las sectas y las teorías de grupos.
«El cristianismo verdadero, según su constitución intrínseca, es un principio activo, vivo, fuerte y vigoroso que tiene su asiento en lo más íntimo del alma, y que gobierna, según sus dictados, todas las acciones que proceden de ella: pero el cristianismo hoy en día, prácticamente no toca el corazón… El verdadero es creación de Dios, mientras que los defensores del falso no muestran otra cosa más allá de lo que son, y sus compromisos religiosos simplemente giran en tomo a la carne. No hay nada del Cielo en ello; nada de la gracia divina ni de la naturaleza del Altísimo.
«Otra característica del cristianismo verdadero, es el de estar ocupado en lo esencial y lo substancial de la religión, tal como lo son la gran obra de fe y del Nuevo Nacimiento, así como con el resto de las virtudes cristianas que lo acompañan… pero el cristiano falso se ocupa mayormente de la parte ceremoniosa, los ritos y de algunos puntos accesorios y circunstanciales. Con cada era, cada año, crea nuevos esquemas, nuevos modelos, nuevos proyectos de religión. La moldea según los tiempos y de acuerdo al humor de la época, como de los intereses de los hombres, lo que tiene gran influencia en asuntos de religión. Así va cobrando distintas formas, y de este modo, la sustancia misma del cristianismo es negligenciada, en medio de tantos programas que son encuadrados bajo la pretensión de apoyarla.
Hoy día vemos lo mismo; estamos preocupados por modelos que puedan producir mayor crecimiento o en encontrar un programa mágico que adaptemos para resolver nuestros problemas, en vez de estar preocupados por «las esencias y substancias. tenemos muchos odres nuevos (además de los viejos), pero poco vino.
Toda vitalidad espiritual requiere (y está basada) en una doctrina correcta, sirviéndose de estructuras apropiadas, una comprensión creciente de «la fe entregada una vez y para siempre a los santos y la suficiente de la persona y obra de Cristo. Sin ello caemos en engaños y falsos atajos. Lutero mostró cómo habían crecido las deformaciones en la Iglesia por la carencia de la doctrina de la justificación; otros lo han hecho con respecto a la santificación.
Al mismo tiempo necesitamos reconocer que es imposible crecer a la estatura plena de la madurez, aparte de la iglesia -una asamblea de creyente renacidos que ejercen sus dones dentro del marco de la verdad y del amor-. Dios obra en individuos, pero en general lo hace a través del Cuerpo de Cristo, y por lo tanto no hay plenitud completa en la individualidad del creyente. por esa razón es vital que existan reformas y que las estructuras de la iglesia tenga un desarrollo correcto y sano, de tal forma que el individuo dentro del Cuerpo pueda crecer.
EL CONCEPTO
¿Cómo definimos la espiritualidad? Es necesario poder describir el concepto; sin embargo, el único versículo que de alguna forma nos da una descripción es el que dice que «el espiritual juzga todas las cosas, y no es fácil de interpretarlo. Trataremos entonces de definirlo a través de conceptos bíblicos y de algunos estudiosos. En el conocido libro Equilibrio en la vida cristiana el Dr.Ryrie comenta que la espiritualidad tiene tres factores vitales: la regeneración, porque nadie puede ser espiritual sin nacer de nuevo; el Espíritu Santo, que está implicado prominentemente en la producción de espiritualidad y el tiempo, para obtener conocimiento y adquirir experiencia para juzgar todas las cosas». Esas palabra, madurez -dice Ryrie- parece poseer la clave del concepto de espiritualidad, porque la madurez cristiana es el crecimiento que el Espíritu Santo produce durante un periodo de tiempo… La espiritualidad es una relación adulta con el Espíritu Santo». Esta definición no es completa ya que faltan elementos vitales que después habremos de analizar.
Según Ryrie, la espiritualidad tiene tres evidencias: 1) En su carácter (conducta) el creyente espiritual imitará a Cristo. 2) En su conocimiento. El alimento sólido de la Palabra es para los cristianos maduros (He. 5.14). 3) En sus actitudes. El cristiano espiritual mostrará, al menos, dos actitudes básicas para toda la vida: el agradecimiento y el guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. La palabra herejía significa una elección voluntaria para sí mismo que da como resultado una división en partidos. Estas realidades deben ser evidentes especialmente en el hogar del creyente y en su comunión con otros cristianos.
Esta definición es bastante buena; sin embargo creo que necesitamos profundizar la más aun. Jonatán Edwards, aquel hombre tan profundamente usado en el primer gran avivamiento en Norteamérica (primera mitad del siglo XVIII), en su libro sobre las marcas que distinguen la obra del Espíritu Santo (Distinguishing Marks of a Work of the Spirit of God) comenta que la naturaleza humana caída es campo fértil para la religión carnal, la cual es impresionantemente «espiritual», aunque tenga su raíz en la carne. Tener experiencias altamente emocionales, hablar religiosamente, amar a otros, e inclusive, la «adoración», pueden ser practicas egocéntricas y auto motivadas. En cambio, la renovación producida por el Espíritu Santo está centrada en Dios, movida por Dios, basada en la adoración y la apreciación del valor de Dios y separada de todo interés personal. Esta obra producida por el Espíritu crea humildad en lugar de orgullo, espíritu de mansedumbre, apacibilidad, perdón y misericordia. Finalmente, resulta en obras de misericordia y justicia.
A la vez Edwards insistía que la proliferación de reuniones, la oración, el canto y las conversaciones religiosas no promueven ni sostienen la obra de espiritualidad, a menos que hayan obras de amor y de misericordia que «bajen al Dios de amor del cielo a la tierra».
Según Edwards hay cinco marcas vitales en la obra del Espíritu: la exaltación de Cristo, el ataque al reino de la oscuridad, la honra a las Escrituras, la promoción de la sana doctrina, el amor a Dios y a los hombres. El también comprendió que toda obra del Espíritu involucra un desplazamiento del mundo, de la carne y del diablo. Lógicamente, esto produce una gran agitación espiritual, dada por el choque de huestes.
Hay mucha preocupación hoy día por deshacer las obras del diablo y las injusticias en el mundo, pero muy poca por deshacer las obras de la carne (exceptuando las más inmorales). Con pena contemplamos cómo hemos «aprovechado» todo lo que podemos del mundo para «mejorar» nuestra «espiritualidad».
EL CAMBIO HACIA DIOS
Los grandes doctos de la Iglesia han insistido y enfatizado que la verdadera espiritualidad tiene que ver con un cambio en el centro mismo de la persona, donde la motivación es invertida desde la autorrealización, satisfacción y gratificación hacia el amar profundamente a la persona de Dios. Las personas se acercan a Dios para que El satisfaga sus necesidades: el miedo a la muerte, la enfermedad, la necesidad de ayuda en algún área, etcétera. Y El les ayuda en muchas ocasiones; sin embargo, su motivación de acercarse a Dios y de hacer cosas para Dios es egocéntrica. Es como lo que alguien bien ha dicho acerca del noviazgo: Cuando el joven se «intoxica» con el hecho de que alguien le ama, le escucha y le da importancia, ese joven está más enamorado con el amor mismo que con quien lo ama. Las depresiones sobrevenidas por un amor no correspondido provienen más de «lo que no alcanzo a tener» que de cualquier otra motivación. Se «ama» a la persona por lo que la persona hace y representa para él, y en el momento en que deja de recibir, comienza a desaparecer el «amor». O como ha dicho San Agustín: «Muchos claman al Señor para evitar pérdidas o adquirir riquezas, por la protección de sus amigos o la seguridad de sus casas, por la felicidad temporal o fama; sí, y hasta por la mera salud física, que es la única herencia del hombre pobre… ¡Ay!, es tan fácil querer cosas de Dios y no querer a Dios mismo; como si el regalo fuese preferible al dador!». O como dice en otro lugar: «El alma no encuentra reposo a no ser en aquello que ama. El descanso eterno le será dado sólo en el amor de Dios, que es en sí eterno». Es por esta razón que tantos de nuestros actuales «avivamientos» han resultado en tan poco cambio en el interior de los hombres.
Una mañana el Wall Street Journal salió con el siguiente titular: «Un avivamiento evangélico está extendiéndose por la nación, pero con poco efecto». El comentario agregaba que las personas buscaban autosatisfacerse, estando centradas en sí mismas. Y aunque el titular salió en un diario norteamericano, es típico de la «espiritualidad» que ha contagiado a nuestro segmento hispano. Muchos de los libros evangélicos populares centran toda su temática en el auto mejoramiento. Cómo puedo estar mejor, cómo puedo conseguir más, estar más feliz, ser más amado, poseer más bienes, más poder, etcétera; todo se reduce a la satisfacción de la carne, a través de medios «espirituales».
Necesitamos reconocer que la mayoría de las personas se acercan a Dios inicialmente por necesidad; por enfermedad, crisis familiar, necesidad financiera o para salvación eterna y Dios usa esas necesidades para que las personas lo conozcan, pero la salvación verdadera debe sacar al hombre de sí mismo, motivándolo a tener a Dios como epicentro. Tomar la cruz y negarse a sí mismo no es popular; requiere un conocimiento de la grandeza de Dios y de su amor que nos constriñe. Pocos serían los que hoy dirían como Pablo: «Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo…»
EL CONCEPTO PERDIDO
El mundo moderno -como era de esperar- no nos ha ayudado mucho en este sentido y hasta ha afectado la mentalidad cristiana poniendo presiones para modificar el concepto de vida espiritual en varios sentidos.
Años atrás los creyentes se consideraban peregrinos, reflejando esta actitud en lo que hacían y escribían (El progreso del peregrino, de Juan Bunyan). Hoy predomina el turismo; queremos establecemos bien aquí en la tierra y únicamente hacer turismo; conocer los puntos de interés religioso, (leer, visitar iglesias importantes, asistir a conferencias en lugares turísticos en el mar o las sierras, visitar Tierra Santa, Corea). Sin embargo, hay una gran diferencia en la mentalidad del turista y la del peregrino. Este último está desprendido de su mundo y busca un mundo mejor; el turista quiere vivir aquí y ahora el Reino de los Cielos, debido a que está desarrollando sus raíces en este mundo.
Mucho influye también que estamos en la era del «ya». El deseo de lo instantáneo nos ha alcanzado; queremos los resultados ahora mismo. Antes usábamos pegamentos que requerían 48 horas para fraguar. Después vinieron los cementos de 10 minutos, y ahora buscamos el anaeróbico Loctite que sólo requiere segundos. Es lo que G. Vidal califica como «La pasión de hoy por lo inmediato y casual». La Iglesia desea hoy lo rápido, lo instantáneo, lo que no requiere gran esfuerzo y tiempo. Eugenio Peterson ha expresado esto muy bien: Hay un gran mercado en nuestro mundo para la experiencia religiosa que se puede disfrutar hoy; hay poco entusiasmo para adquirir pacientemente la virtud cristiana y poca inclinación para comprometerse con un aprendizaje a largo plazo, que las generaciones cristianas anteriores llamaron santidad… Están impacientes por los resultados.
La espiritualidad que encontramos en las Escrituras no es una mera experiencia emocional o el trabajo de un día sino el producto de un caminar largo y profundo con y en el Señor. Requiere tanto la obra de Dios en nuestra vida como la cooperación y obediencia de nuestra parte. Es un camino largo de obediencia y crecimiento.
CONCEPTOS VITALES EN EL DESARRLLO DE LA ESPIRITUALIDAD
Por años he estudiado, observado y enseñado sobre la vida espiritual. He tratado también de caminarla cada día con mayor dedicación y ahínco, por lo que creo que hay varias áreas importantes en las que necesitamos concentramos si pretendemos crecer progresivamente hacia la madurez espiritual y ayudar a las personas a salir de la mediocre religiosidad para vivir espiritualmente.
El pecado
La primera es un concepto claro y completo acerca de nuestra naturaleza pecaminosa. ¿Qué significa el que seamos pecadores? ¿Denota que no hemos alcanzado la gloria de Dios? ¿O que nuestro corazón es engaño sobre todas las cosas?. Y en esto, ¿cuál es nuestra culpa delante de Dios? En los primeros tres capítulos de Romanos se nos traen conceptos claros que, cuando son bien enseñados, ayudan a las personas a decir. Soy pecador, no hay esperanza en mí. Estoy condenado.
Mientras un paciente no reconozca la seriedad de su enfermedad, no buscará un médico ni considerará seriamente las indicaciones en ese sentido. La mayoría de las personas están lejos de comprender su necesidad; sin embargo, cuando entienden la verdad, buscan un salvador. Jorge Whitefield, bajo la unción del Espíritu, hacía que la gente lloraba por sus pecados y egoísmos reconocieron las injusticias que habían cometido y la forma como habían defraudado a Dios y a sus familias. Literalmente, miles se convirtieron y fueron transformados mediante las predicaciones de este santo hombre. Sus predicaciones, como también las de Jonatán Edwards, combinaban una visión clara de la santidad, la justicia y el amor de Dios con el pecado del hombre. Esta combinación hacía que las personas desearan arrepentirse y se acercaran a Dios. No es que daban palos» a su auditorio sino que explicaban y mostraban la verdad gloriosa de la persona de Dios, describiendo al pecado de tal forma que las personas reconocían la misericordia de Dios al no borrarlas de la faz de la tierra. Los llamados «palos» que se velen escuchar sacuden las emociones, pero el lunes todo se retrotrae a la semana pasada, todo vuelve a ser igual. Estos hombres persuadían con poder del Espíritu acerca de lo ofensivo que resulta a Dios nuestro pecado. Eso es muy diferente a presentar a Dios como un tirano. Ellos presentaban al hombre como tirano, que pretendía «derechos» habiendo ensuciado vilmente su propia vida.
Muchos, como Schuller y otros, han diluido el concepto bíblico e histórico del pecado para agradar al hombre moderno, llevando a las personas tener más confianza en sí mismas en lugar de buscar al Salvador de pecadores, Juan Calvino dijo: «Nuestra pobreza nos conduce a una exposición más clara de la plenitud infinita de Dios… De este modo nuestra ignorancia, vanidad, pobreza, enfermedad, depravación, corrupción nos llevan a percibir y a reconocer que sólo en el Señor pueden ser halladas la verdadera sabiduría y fortaleza, la perfecta bondad y justicia … En realidad no podemos aspirar a El hasta que no hayamos comenzado a estar descontentos con nosotros mismos. Porque, … ¿a quién no le gusta estar satisfecho consigo mismo? ¿Dónde está el hombre satisfecho que no tenga conciencia de su verdadera situación?»,
La obra de Cristo
La segunda clave es la clarificación del concepto acerca de la obra completa y perfecta de Cristo. Cada año me asombro al descubrir que la gran mayoría de los estudiantes que vienen al seminario donde enseño no pueden explicar lo que significa la justificación. Algunos tal vez puedan explicar algo acerca de la redención o propiciación, pero la mayoría no tiene un concepto claro de toda la obra de Cristo. Hemos predicado a Cristo como Salvador, pero las personas no saben de qué han sido salvadas ni cuál es la salvación que han recibido.
La reforma del siglo XVI comenzó cuando Martín Lutero comprendió la justificación por la fe. Juan Wesley, al entender esta verdad fue cambiando de un predicador desanimado y temeroso a un poderoso evangelista. Fue la comprensión de estas verdades lo que cambió a los hombres que más impacto espiritual tuvieron en la cristiandad. ¡No podemos descuidarlas!, aunque parezca que el predicarlas y enseñarlas vaya a «espantar» a los nuevos. ¡Dios nos mandó a convencerlos de sus pecados y no a tenderles un camino de rosas! El libro de Romanos otra vez nos ayuda a saber y a enseñar estas grandes verdades. El Dr. Edwin Orr -quien es considerado el historiador más importante en lo que hace a avivamientos- comenta que casi todos los avivamientos genuinos han tenido en común el hecho de que sus líderes fueron tocados y transformados en sus vidas personales previamente por el estudio de esta carta.
La Trinidad
La tercer área que necesitamos dar más énfasis y proclamar es la persona del Trino Dios. Las doctrinas son importantes, porque son la expresión de la verdad, la expresión de cómo obra Dios; sin embargo, no son Dios ni lo pueden suplantar. Las personas necesitan una relación con Dios. Necesitan a Dios como Padre, a Jesucristo como Salvador y Señor y al Espíritu Santo como ayudador y consolador, como instructor y sellador. Lamentablemente es más fácil conocer y proclamar las doctrinas intelectualmente que conocer y hacer conocer personalmente a nuestro Dios santo y eterno.
En los últimos años he orado y estado buscando conocer a Cristo verdaderamente como El es, como también al Padre y al Espíritu Santo. Esto ha enriquecido mucho mi propia relación con Dios y mi amor por El. Y a la vez es en nuestro conocimiento personal de su Persona que podemos ayudar a otros a desarrollar una relación personal y profunda.
Es vital que las personas desarrollen una relación de fe con cada una de las personas de la Trinidad. La fe (dependencia) significa creer en cada persona de la Trinidad, apoyarse en ellas para cumplir los propósitos y planes de Dios para nuestras vidas. Y una fe que agrada a Dios es la que cada día intenta saber más de cada persona de la Trinidad.
También necesitamos enseñar a nuestra gente el rol de cada miembro de la Trinidad como también la forma de vivir en relación a El (por ej.: cómo andar en el Espíritu, cómo no entristecerlo, cómo incide la obra de Cristo en la cruz en mi vida, qué pretendía Dios con salvarme, etcétera). Como la doctrina de la Trinidad no se puede entender cabalmente, entonces es dejada de lado; no se insiste demasiado en ella. Y tratar de entenderla totalmente nos hará perder la cabeza, pero tratar de negarla nos hará perder el alma.
La santificación
¿Qué es lo que Dios ha hecho, hace y hará en nuestra santificación? Y al mismo tiempo, ¿qué es lo que yo necesito hacer?.
Hay mucha confusión sobre estos temas, lo cual ha ido en deterioro del Evangelio. ¡Cuánto sufrimiento innecesario se ha infringido en muchos que sinceramente buscaban ser santos! Y todo por no estudiar las Escrituras y no enseñar con claridad el rol de Dios y el del hombre en cuanto a la santificación.
Dos grandes peligros acechan a la santificación. Por un lado la tendencia de «poner todo en las manos de Dios» esperando que El haga y decida todo. Eso tiene la apariencia de espiritualidad; sin embargo, es un engaño que resulta en una pasividad enfermiza, abriendo la puerta para toda clase de engaños. Dios requiere fe expresada en obediencia. El ejemplo clásico es el del joven creyente que está por casarse con una persona incrédula y dice: «Yo le he pedido a Dios que me cambie si es su voluntad y no la ha sacado de mi vida». Dios le ordena no casarse con ella, por lo que es él quien debe tomar la decisión de romper su relación. ¿Qué espera, que Dios fomente su pereza?
En el idioma griego, aparte de los tiempos, hay tres voces en que los verbos pueden ser usados: activo (cuando el sujeto ejecuta o hace ejecutar), medio (cuando hay una acción recíproca entre el sujeto y el objeto) y pasivo (que es cuando el objeto es alcanzado por la acción). En todos los pasajes del Nuevo Testamento en que se habla de la relación del hombre con Dios y de la vida cristiana, el verbo siempre está en activo o medio, nunca en pasivo. En otras palabras, el hombre siempre necesita actuar o participar en la acción. Dios no hace robots ni marionetas.
El otro peligro es el de irse al otro extremo, el de las obras sin fe, lo que resulta en una vida frustrada y estéril, con mucho sacrificio y escasa vida abundante. Muchas personas, por desconocer la obra de Cristo y del Espíritu Santo, tratan inútilmente de agradar a Dios.
La disciplina personal
Las disciplinas espirituales -«hábitos de santidad»- son vitales para el proceso en que el Espíritu quiere «plantar» en nuestras vidas. Sin ellas es casi imposible que una persona pueda llegar a la profundidad espiritual, teniendo victoria sobre arraigados hábitos nefandos. Y no me refiero a las tradiciones o ritos, no hablo de «matar al Espíritu» con la letra o el ritualismo. Las disciplinas son medios para acercamos y crecer en la gracia del Señor, mientras que no sean usadas como ley. La obediencia es una disciplina y necesitamos aprenderla; no nace espontáneamente como quisiéramos. La perseverancia es otra disciplina, como lo son el esforzarse y ejercitarse en la valentía, el levantarse temprano para llegar a tiempo al trabajo, el amar a quien no se lo merece, el atender a nuestros hijos aunque sean las cuatro y media de la mañana. El libro de Foster, Alabanza a la disciplina es una buena ayuda para comenzar.
La complejidad del ser humano
Sexta, las personas son más que meras almas; son individuos con una parte intelectual, emocional, física, social. ¡Dios salva a las personas, no sólo a sus almas! ¡Dios salva a las personas, no sólo a sus almas! ¡Y Dios salva a las personas, no sólo a su cuerpos! Necesitamos ministrarlas en un sentido tal. Algunas iglesias enfatizan sólo la parte intelectual. Otras la parte física y aun otra lo emocional. La vitalidad espiritual tiene que ver con todas estas partes, con su desarrollo e integración. Una fe emocional, sin una base intelectual generalmente se desvirtúa, ocasionando desequilibrios y confusión. Una fe netamente intelectual carecerá de pasión y amor. Un físico sufrido de una gran oportunidad para desarrollar fortaleza y de pendencia en el Señor, pero hay muchas cosas que padece nuestra área física que influye directamente en nuestro estado conciente, y por ende en nuestro ánimo; y Dios quiere ocuparse de ello también. Necesitamos orar y trabajar para que el evangelio sea de impacto y obre en el ser total del individuo.
BATALLANDO PARA CONQUISTA
¿Seguiremos dejando de lado la tarea de desarrollar espiritualidad en nosotros y en nuestras congregaciones? Miles de creyentes en nuestro continente tienen una vida espiritual que se caracteriza por la actitud de «durar hasta que el Señor vuelva. Muchos pastores, en lugar de curar almas y trabajar para ofrecer una esposa pura, madura y desarrollada al Señor, se limitan a mantener su iglesia». Están batallando para durar, no para conquistar.
¿Comenzaremos a trabajar esforzadamente para hacer nuestra parte en lo que Eugenio Peterson llama «la reforma pastoral del siglo XX? La victoria espiritual es otorgada por el Señor a los fieles, a los obedientes. Y esas victorias, cuando se suceden unas a otras, adelantan el progreso de los peregrinos en su santidad, favorecen el mayor conocimiento del Señor y fortalecen la fe.
¡Avancemos en la tarea de conquistar la madurez para nuestros corazones y para nuestras iglesias! Para que el Señor pueda tener una esposa más desarrollada, más templada, más victoriosa,… y más espiritual. ¡Adelante!
Apuntes Pastorales, Volumen VII número 6