La utilidad y validez de las reglas parlamentarias
por Alfonso de los Reyes V.
Nada mejor de que una iglesia, ya sea a escala local, distrital o nacional, sepa imprimir el sello de su voluntad a todo. H.F. Kerfoot dice: «Se llama reglas parlamentarias al sistema de normas por las cuales una asamblea deliberativa se gobierna». Otro erudito en la materia comenta: «Las reglas parlamentarias son la defensa de los miembros de una asamblea deliberativa».
Hay quienes piensan que las reglas parlamentarias son originadas en el paganismo y que sólo los políticos las deben usar. ¿Es tal cosa cierto?
Los que trabajamos unidos por los lazos cristianos, y muy particularmente ministeriales, no debemos desconocer, aunque sea en lo más elemental, las reglas parlamentarias. Tengo mis respectos para ellas por su vital importancia.
Así como necesitamos del conocimiento de la homilética para predicar mejores sermones y la pedagogía para exponer mejores lecciones, también debemos saber y aplicar las reglas parlamentarías para conducir más justamente un debate. Ellas nos servirán para alcanzar el respecto de los demás y saber cuándo corregir nuestra actitud si es que en alguna ocasión violamos el derecho, de los demás -¡y aun el nuestro!
Resultaría dramático que un hombre que desconoce las normas de tránsito entrara a una ciudad manejando un automóvil. Aun más sería si se le concediera la Jefatura de Tránsito a una persona que ignorara todos los procedimientos. ¡Piense el caos, las consecuencias…! Sin embargo, muchas personas que ignoran lo más elemental de las reglas parlamentarias tratan de hacer uso de la palabra o dirigir una asamblea. A estos los termina sorprendiendo cualquier miembro de la asamblea marcándole un ¡Alto! con la moción de orden. Se suele invocar tal moción sin tener razón, o se apela a las mociones de privilegio o mociones previas sin que en realidad le asista tal derecho o sea correcto el uso de tales recursos.
¿Se ha encontrado en tales situaciones? Hay quienes piensan que las reglas parlamentarias son originadas en el paganismo y que sólo los políticos las deben usar. Sobre este concepto erróneo- quiero decir dos cosas: Primero, nacieron en la protestante Inglaterra. Segundo, si estos hombres que suponemos políticos nos han dado un reglamento para regir una asamblea, nos demuestra el valor e importancia del mismo ya que ellos lo usan para hacer las cosas correctamente. Someterse a las reglas parlamentarias es hacer las cosas en orden.
Dije antes que las reglas parlamentarias pueden ser paralelas a la homilética o la pedagogía, sabiendo de antemano que dichos términos no se encuentran en la Biblia. No obstante, las Escrituras contienen ejemplos muy marcados de las mismas. Aunque la Biblia no es prontuario o manual de reglas parlamentarias, si menciona el uso de reglas en forma clara y precisa. vemos tres ejemplos contenidos en el libro de los Hechos donde se establece el uso de reglas para llevar a cabo una reunión.
LA IGLESIA EN JERUSALEN- En Hechos6.1-7 se nos cuenta que los apóstoles convocaron a la multitud (2). Note las palabras «convocaron» y «multitud». Nosotros cometemos el error de «invitar» para sesiones de negocios porque el uso de la palabra «convocar» sabe a política. Los apóstoles convocaron.
Luego hallamos que era un grupo de gente descrito como «multitud», lo que revela que era una iglesia congregacional en sus negocios.
En el versículo 5 hay dos palabras clásicas del parlamentarismo: «Propuesta» y «eligieron» -propuesta o presentación de resoluciones, y elección de votar o decidir. Una democracia en acción: proponer, elegir.
LA IGLESIA EN ANTTOQUIA- Hechos 15.2 nos pone las siguientes palabras: «discusión» y «contienda». No fue un simple intercambio de ideas, sino un debate abierto y claro. Al final, se manifiesta la decisión de la asamblea: se dispuso que Pablo y Bernabé… En otras palabras, la decisión final fue respetada.
Cabe la pregunta: ¿Era norma del «Apóstol de los gentiles» enseñar a los nuevos creyentes estas cuestiones? El constituía ancianos en las iglesias, y sin lugar a dudas una de las primeras cosas que les enseñaba era cómo gobernar. Y para saber gobernar bien, hay que conocer el derecho propio, así como el de los gobernados.
EL CONCILIO DE JERUSALEN- Hechos 15.4-29. Al llegar Pablo y Bernabé a Jerusalén fueron recibidos por los apóstoles, los ancianos y la iglesia. Ante este grupo iban a informar lo que Dios había hecho con ellos (4). Oído este informe, se levantó la parte conservadora y tradicionalista del judaísmo, dando a conocer su antagonismo.
Se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer el asunto. ¿Cuál fue el orden del procedimiento?
3.1 Después de mucha discusión. No se nos informa quiénes eran los líderes de las diferentes ideas ni cuáles fueron las ponencias o alegatos. A las personas que se escandalizan ante los debates -a veces acalorados- en nuestras reuniones deliberativas, les aconsejamos reflexionar sobre este pasaje y en estas palabras: «mucha discusión» (7).
3.2 Pedro endosa o secunda la propuesta de la expansión por Pablo y Bernabé, relatando la manera en cómo Dios lo llevó a predicar el Evangelio a los gentiles, argumentando que no deberán poner carga sobre los nuevos convertidos.
3.3 Son oídos Pablo y Bernabé. Esto suena a ratificación de lo antes informado.
3.4 Jacobo, guiado por el Espíritu Santo, hace un resumen sobre el relato de Pedro, trayendo a colación la profecía del Antiguo Testamento (13-18). Con esto hace una proposición-resolución que contiene los siguientes puntos:
1) Que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios (19).
2) Que se escriba en una carta con tal resolución, diciendo que se aparten de la contaminación de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. La culminación de este proceso fue: «Entonces pareció bien a los apóstoles y ancianos con toda la iglesia elegir entre ellos…».
Como dato final -para quienes se resisten a creer en reglamentos, constituciones o minutas escritas-, deben saber que la Biblia dice que «ellos escribieron» (23-24).
Estaban seguros de que, aunque sus debates eran fuertes, el Espíritu Santo los dirigía y, entre ambos, hacían los acuerdos e informaban. Ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros. Sus decisiones eran multilaterales: Primero, el Espíritu Santo, segunda la participación apostólica, y tercero, la iglesia en general.
La iglesia del Siglo Primero, debatió con énfasis sobre su credo y disciplina. Las decisiones no eran de un papa ni de un reducido número selecto. Eran por asamblea plenaria. Con el correr de los siglos la iglesia se «empalizó»; se entronizó un papa, y fue entonces cuando los errores gruesos comenzaron a infiltrarse poniendo en manos de una sola persona las decisiones llamadas «infalibles», olvidando que «en la multitud de los consejeros, hay seguridad» (Pr. 11.14).
Nada mejor de que una iglesia, ya sea a escala local, distrital o nacional, sepa imprimir el sello de su voluntad a todo. H.F. Kerfoot dice: «Se llama reglas parlamentarias al sistema de normas por las cuales una asamblea deliberativa se gobierna». Otro erudito en la materia comenta: «Las reglas parlamentarias son la defensa de los miembros de una asamblea deliberativa».
Aunque esto de reglas parlamentarias es competencia original de los diplomados en leyes, nosotros que nos movemos como colectividad en la que participamos oyendo opinar y opinando, tenemos la imperiosa necesidad de estudiar, de hablar, y hasta de escribir sobre esta delicada y respetuosa materia.
Un último consejo. Consígase un ejemplar de reglas parlamentarias. En cualquier librería secular -y en muchas cristianas- podrá obtener uno a un costo razonable.
Apuntes Pastorales. Volumen VIII Número 3