Biblia

El gran anatema

El gran anatema

por Enrique Zapata

Es muy fácil, cuando presentamos el mensaje, hacer una «adaptación» en pro de su contextualización. o algún «arreglito» al mensaje esencial. Pablo repite: «Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema».

He escuchado en muchas ocasiones advertir con el versículo del epígrafe. Muchas veces se lo ha usado -y abusado- para acusar y atacar a quienes predican «un evangelio diferente», aunque a veces sólo sean variaciones de poca importancia o de interpretaciones tan delicadas como lo es el texto en Ezequiel. Sin embargo, la seriedad del versículo debe llevamos a todos a evaluar profundamente si predicamos el Evangelio verdadero.

Es muy fácil, cuando presentamos el mensaje, hacer una «adaptación» en pro de su contextualización. o algún «arreglito» al mensaje esencial. Pablo repite: «Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema» (v. 9).

Como evangélico que soy, me ha alarmado bastante el hecho de cuan pocos son los alumnos que llegan a mis cursos pudiendo definir concisamente al Evangelio – ¡y eso que vienen de todas las denominaciones! Muchos de ellos pueden decir que han aceptado a Cristo como su Salvador, pero de una clase de 40, tal vez sólo 2 pueden explicar el significado de la justificación u otros conceptos básicos como ese. ¿Cómo puede ser que no tengan arraigados los conceptos básicos del evangelio?

El Evangelio… «es poder de Dios para salvación…» (Ro. 1.16). ¡Qué gloriosa verdad! Y el centro de su mensaje es la salvación realizada por Dios en Cristo Jesús. La fuerza y el poder radican en que todo lo que el hombre necesita para ser salvo ya ha sido hecho perfectamente en la obra realizada en la cruz y la posterior resurrección.

Las tangentes y los desvíos de esta gloriosa verdad son innumerables, por lo que constantemente necesitamos tomar cuidado de no ser seducidos por ellos y llevados en otra dirección.

Una iglesia, de un buen colega -con unos 1.600 miembros- se está desbandando. Fue desarrollada por un gran predicador de la Palabra, un hombre usado por Dios. En el último año, el referido colega y su esposa se han ido por la tangente de la sicología y la consejería. Todo pasa ahora por allí. Aunque estoy bien convencido del importante valor de la consejería -enseño esa materia en el seminario-, sin embargo, no es el centro del Evangelio. Al volcarse a la sicología, supuestamente para llenar las necesidades más profundas del hombre, han dejado de lado lo que realmente es más profundo y que sólo puede ser llenado a través del evangelio de la gracia y obra de Dios en Jesucristo. Su iglesia ha perdido más de 400 miembros en este año.

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar a uno de los grandes líderes del movimiento carismático internacional. Este comentaba que los estudios realizados muestran que la mayoría de las personas en el movimiento carismático tienen una permanencia promedio de menos de tres años; luego dejan el movimiento. Como son muchas las personas que constantemente ingresan, las deserciones pasan desapercibidas. Hay crecimiento, pero sin permanencia. Este hermano enfatizaba que el problema está en el mensaje que se predica. ¡Tantas veces, en nuestras predicaciones, hemos presentado a un Cristo que satisface las necesidades y deseos humanos, en lugar de presentar a un Cristo que quiere salvarnos de nuestra naturaleza pecaminosa, que es la raíz de nuestros problemas!

Otra tangente es la fascinación con el «poder» para lograr prodigios y milagros, pero poca fascinación con la obra realizada por Cristo, que es poderosa para salvarnos de nuestro pecado. Es interesante notar que en Hebreos (2.1-4) el énfasis está en el mensaje de salvación. Las señales y prodigios son «el comprobante» con que Dios atestigua la validez de su mensaje; no están para suplantarlo.

También en los evangelios, los «milagros» son señales (Juan 20.30) para mostrar, declarar y afirman que Jesús es el Ungido, el único Salvador. Ellos apuntan a un Salvador que es poderoso para salvar eternamente. El énfasis está en la salvación. El poder real de Cristo es en lo que El es y ha hecho perfectamente para la salvación: «para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn, 20.31). Tal vez, por eso mismo, Jesús en muchas ocasiones, no realizó milagros y aun se resistía hacerlo cuando lo distraían de sus propósitos.

Los liberales han descubierto dolorosamente, con el paso del tiempo, que han perdido a sus congregada por no predicar el Evangelio verdadero (aunque sigan sin querer entenderlo así). A través del mundo, las denominaciones que han abandonado la centralidad de la obra de Cristo y la autoridad de la Palabra de Dios han encontrado que ellos han sido abandonados por la gente. A la misma vez, la historia muestra que quienes realmente predican el Evangelio –aunque no es «popular»- terminan siendo los que tienen fruto que crece y permanece.

Tal vez aquí esté la diferencia básica entre los avivamientos de nuestros días y los grandes avivamientos de los días antiguos. Hemos atraído a multitudes con nuestro show y con cierta manipulación, logrando muchas «decisiones». Sin embargo, del fruto que permanece hay poco, y poco cambio en la sociedad. En los grandes avivamientos del pasado hubo poco show y mucha predicación sobre la gloriosa persona de Cristo, así como de la profundidad del pecado personal del hombre. La gente gemía y lloraba porque eran convencidos por el poder del Espíritu de sus propios pecados. La gloria de esos avivamientos residía en que la gente era salvada y «perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.» ¡Adelante!

Apuntes Pastorales. Volumen VIII – Número 2