Biblia

Disciplina en la iglesia: cuando el amor piensa en el futuro

Disciplina en la iglesia: cuando el amor piensa en el futuro

por Samuel O. Libert

Hace poco tiempo la iglesia autorizó a los pastores a aplicar directamente sanciones disciplinarias en algunos casos excepcionales y muy confidenciales, sin la necesidad de pasar por la asamblea. Esta medida, decidida por toda la asamblea de la iglesia, ya comenzó a rendir sus frutos, evitando complicaciones enfermizas en situaciones muy particulares.

Habiendo comprobado un detalle práctico y, a la vez, lleno de amor, en la actitud de la iglesia Bautista de Arroyito (en la ciudad de Rosario, Argentina), Apuntes Pastorales pidió a su pastor que compartiera ese pequeño gran detalle con los lectores.

En nuestra iglesia las sanciones disciplinarias son un sinónimo de terapia intensiva. No pretendemos ‘expulsar al enfermo ni queremos privarlo de la indispensable asistencia. Todas nuestras acciones tienen como objetivo su restauración. Comenzamos tratándolo discretamente, sin mucha publicidad ni escándalo. Cualquier medida que adoptemos será considerada previamente con la mayor reserva en nuestro grupo de pastores. Después, como tenemos acordado por el tipo de gobierno que practicamos (congregacional), la iglesia recibirá, en asamblea, una información resumida, sin detalles morbosos, explicando de manera concisa las razones de la medida a tomarse. En la mayoría de los casos la asamblea aprobará la recomendación pastoral por unanimidad y sin debate alguno. Ocasionalmente, alguien podrá hacer un bravísimo comentario.

Pero lo más importante -o, mejor dicho, ‘lo de más cuidado- es que al resolverse la sanción disciplinaria el nombre del hermano amonestado no se incluye en las actas. ¿Por qué no asentamos allí su nombre? Porque pensamos que no debemos registrar en nuestro libro lo que Dios un día borrará del suyo sí -como esperamos-habrá para este hermano una restauración.

Una vez decidida la disciplina, continuamos por este camino: 1°) recomendamos a la iglesia demostrar el mayor afecto hacia el hermano caído, evitando todo chisme o comentario negativo que empeore su condición; 2°) salvo rotunda oposición del hermano caído, procuramos entrevistarlo cordialmente y guiarlo hacia un reencuentro feliz con el Señor y con la iglesia; 3°) aceptamos cariñosamente la presencia del hermano caído en todos nuestros cultos, sin marcarlo con un dedo acusador; 4°) siempre amonestamos severamente a los que tratan de obstaculizar el proceso de restauración del hermano caído; y 5°) enfatizamos continuamente esta exhortación bíblica: «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado» (Calatas 6:1).

¿Cuáles son los beneficios de este procedimiento? Muchos. Entre ellos: 1°) las generaciones venideras -incluyendo los descendientes de esos hermanos- no recibirán penosas informaciones sobre las caídas de cristianos ya restaurados; 2°) los propios hermanos restaurados no se verán permanentemente avergonzados por un registro indeleble de sus propias faltas en los libros de la iglesia, aunque tales pecados ya hayan sido perdonados, borrados y olvidados por Dios; 3°) la sanción aplicada ejerce un efecto saludable, evitando toda clase de resentimientos. La experiencia de caminar de esta forma nos ha llenado de verdaderas y profundas bendiciones espirituales; hemos seguido el camino bíblico y el Señor nos ha acompañado.

Hace poco tiempo la iglesia autorizó a los pastores a aplicar directamente sanciones disciplinarias en algunos casos excepcionales y muy confidenciales, sin la necesidad de pasar por la asamblea. Esta medida, decidida por toda la asamblea de la iglesia, ya comenzó a rendir sus frutos, evitando complicaciones enfermizas en situaciones muy particulares.

Apuntes Pastorales, Volumen VIII – número 2