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El entendimiento con los otros miembros de la junta pastoral

El entendimiento con los otros miembros de la junta pastoral

por Carlos Swindoll

A menudo los líderes chocan porque enfrentan las situaciones desde perspectivas diferentes.

Hace algunos años estaba jugando al tenis con otro pastor en partido muy parejo. De repente, como animado por una fuerte inyección de adrenalina, mi contrincante me superó. Sus saques se tomaron más fuertes, sus reveses impecables, su acierto en los tiros bajos al fondo, fulminantes.

Yo sabía que él jugaba bien, ¡pero no tanto como ahora! Rotundamente vencido y empapado de sudor, lo tomé de los hombros y le dije: «Y bien. Hércules, ¿qué te dieron? ¿Cómo lo lograste?»

«Mira, Carlos», me dijo sonriendo ampliamente, «en realidad, jugué mejor que nunca. Ocurrió que comencé a pensar en la reunión que tuvimos anoche con el cuerpo de ancianos y diáconos. Mientras más pensaba, más me enojaba y con cada baquetazo le daba en la cara a uno de los diáconos. Es notable cómo una reunión de comisión mejora mi juego». Y nos fuimos hacia las duchas riéndonos.

He pensado acerca de esto decenas de veces desde entonces; pero más lo recordé cuando su iglesia sufrió una dolorosa división que dejó al cuerpo pastoral destrozado y a él y su familia amargamente desilusionados.

No quisiera que se me interprete mal, pero pienso que es bueno descargar tensiones en un partido de paleta o en un encuentro de fútbol; quién sabe cuántos pastores podrían mantener su equilibrio mental practicándolo. No digo que lo hagamos pensando en los líderes que nos secundan, pero una razonable descarga disminuiría, tal vez, el que compita a veces tan ferozmente.

La necesidad de una mejor relación entre los pastores y el cuerpo de ancianos y diáconos es bien evidente y, en algunos casos, muy aguda. A menudo es tema de conversación entre pastores. Por otra parte, frecuentemente los ancianos me suelen consultar acerca de los problemas de relación que tienen con sus ministros.

«¿Cómo podemos hacerle preguntas delicadas sin dejar una impresión errónea?», me preguntan. «¿Por qué es tan escurridizo y está siempre a la defensiva?»

Este estado de cosas me recuerda la descripción que dio el entonces Secretario de Estado Dean Rusk, sobre las tratativas referentes al desarme de las superpotencias: «Negociamos ojo contra ojo, mirada contra mirada, y ambos teníamos miedo de pestañar primero». Lamentablemente eso no sólo ocurre en la política secular.

POSIBLES CONFLICTOS

Los conflictos entre un pastor y su cuerpo de ancianos y diáconos no se limita a sólo una o dos áreas de tensión. Mencionaremos algunas de las varias zonas de posible fricción:

Falta de claridad en definir metas.

El pastor puede pensar: «Explico las metas que tiene la iglesia y a menudo reviso los medios para lograrlas pero la junta, aparentemente, no tiene interés».

Créase o no, es posible que uno de esos ancianos de esa misma junta esté pensando: «Cómo quisiera que el pastor nos diga qué es lo que queremos lograr como iglesia. No termino de entenderlo».

Las malas relaciones producen ceguera y sordera. Las palabras que salen de la boca de una persona quizá nunca penetren en los oídos del otro, o lo que es peor aún, pueden ser malinterpretadas.

Capacitación y discipulado.

A menudo los pastores dicen: «Cómo quisiera que el grupo de ancianos y diáconos tomaran las cartas en el liderazgo, pero parece que no desean recibir capacitación, especialmente la que yo les puedo dar». Pero, quizá, algunos de esos ancianos y diáconos respondan en silencio de esta manera: «Nuestro pastor dice que nos involucremos más en el liderazgo, pero eso es imposible, él no es eficiente, es súper eficiente. ¿Cómo voy a poder ayudarlo a él?»

Estilo tradicional versus contemporáneo.

El pastor joven muchas veces desea que la iglesia enfrente las necesidades actuales con términos de actualidad. Con vigor insiste sobre la actualización en la música, el estilo de culto, la terminología del pulpito, la vestimenta, los programas juveniles, y otras cosas que siempre han sido «intocables».

La Comisión, que todavía no confía en su liderazgo y teme a lo desconocido, se resiste. «Nuestro pastor debe dedicarse sencillamente a predicar la Palabra, visitar a los enfermos, casar y sepultar y todas las otras actividades «normales». De otro modo, si insisten en tantas innovaciones se nos irán los miembros más antiguos e históricos».

El deseo de conocerse mutuamente.

Quizá el pastor piense: «Comprendo que nuestra relación sería más productiva si en verdad pudiera llegar a conocer a los miembros de la Comisión, pero por alguna razón no lo logro».

Algún laico, posiblemente, piense: «Daría cualquier cosa por conocer mejor a mi pastor pero, ¿quién soy yo para robarle tiempo de otras cosas? Está siempre tan ocupado y con tantos otros que necesitan de su ayuda… Además, si llegara a conocerme mejor es posible que no me respetaría tanto».

Podría dar muchísimos más ejemplos como éstos.

LA RAÍZ DEL PROBLEMA

A menudo los líderes chocan porque enfrentan las situaciones desde perspectivas diferentes.

Los pastores poseen una perspectiva teológica o bíblica, un método de solucionar problemas que quizá aprendieron en el seminario. Los miembros de la Comisión resuelven los problemas más pragmáticamente, con algún método bien probado que utilizan en sus negocios. Es el idealismo que choca con el realismo. Uno piensa que los otros se olvidan de los principios. Estos, a su vez, tienen la impresión de que el pastor no sabe lo que ocurre todos los días. Muchas veces ambos tienen razón.

Los pastores viven en la cultura de la iglesia. Luchan, piensan, oran y hablan acerca de los problemas desde un punto de vista ideal, pero ¿y los miembros de la Comisión? Ellos viven y trabajan en el mundo «real» y luchan con los problemas de la iglesia en sus horas libres. En las reuniones de Comisión el pastor se encuentra sobre terreno familiar mientras que el laico está en tierra extraña.

Los pastores están identificados con sus ministerios de tal modo que sus egos suelen llegar a estar entretejidos con las discusiones de temas difíciles. Los miembros de la Comisión a menudo son más objetivos y menos sensibles en cuanto a asuntos de iglesia. Es muy fácil que los pastores se sientan atacados personalmente (especialmente si se sienten inseguros) cuando los miembros de la Comisión están decididos a solucionar el problema (especialmente si son insensibles).

LO QUE SE NECESITA

Jesús se dedicó en profundidad a esos hombres. Según Marcos 3.14, «Estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar». Antes de salir a predicar, los discípulos debían pasar algún tiempo con El. Si entiendo bien esas palabras, tenían que llegar a conocerse bien. Viajaron juntos, pasaron noches enteras juntos, comieron y descansaron juntos y así, juntos, afrontaron problemas, evaluaron sus vidas y su misión.

Roberto Coleman, en Plan Supremo de Evangelización, resume muy bien esta idea:

«A menudo los tomaba consigo a algún lugar montañoso de la región donde apenas si era conocido… El tiempo que Jesús dedicó a estos pocos discípulos fue tanto más en comparación con el que dedicó a otros, que no puede sino considerarse como estrategia premeditada. De hecho, pasó más tiempo con sus discípulos que con todos los demás juntos».

PROBLEMAS QUE HAY QUE SUPERAR

Al escribir esto, casi puedo ver cómo frunces el ceño. Hay dos problemas que nos hacen dudar de la posibilidad de lograr lo que hemos estado diciendo.

• Problema 1: «Es difícil». Mi respuesta es: «¡Sí que lo es!». Quisiera poder decir que lo he logrado, pero no es así ni tampoco lo han logrado muchos otros.

La disposición de ser cándidos, accesibles y confidenciales es rara. Está más en boga el aislamiento, especialmente en los pastores. Estudios sicológicos revelan que tendemos a ser más estudiosos e introvertidos que el líder promedio. Quizá atraigamos algunos laicos que tengan personalidades similares a las nuestras, pero una habitación llena de introvertidos no es la materia prima más adecuada para formar un grupo bien interrelacionado, dinámico y pujante.

Toma mucho tiempo y energía hacerse amigo de ocho, nueve o diez personas. Pedro Drucker dice que no podemos esperar lograr nada en una reunión que dure menos de cuarenta y cinco minutos. Una reunión intensa de esa duración agota la creatividad que la mayoría de los predicadores preferirían utilizar en la preparación de sus sermones y la mayoría de los laicos en algún negocio.

La tarea se complica aún más por cosas tales como preferencias personales («Me siento más cómodo con Pedro que con Juan») y cambios en los cargos («Justo cuando comenzaba a conocer a Mario terminó su mandato» o «se mudó a otra ciudad»).

• Problema 2: «Es arriesgado». Ambos bandos deben estar dispuestos a ser rechazados o a que se les demuestre, en ocasiones, que están equivocados. Hay riesgos en eso.

Una encuesta realizada por una revista especializada demostró que, en general, los laicos consideran que los pastores son más deficientes en el área de hacer amistades de lo que estos mismos piensan. Es doloroso admitir tales fallas.

Otro obstáculo es el pedestal en que, naturalmente, son colocados los pastores, por más que procuremos denodadamente evitar posiciones tan peligrosas y antibíblicas. En la misma encuesta que recién mencioné, 14% de los pastores indicaron que su vida espiritual era «excelente», según los líderes laicos la vida espiritual era «excelente» en el 46% de sus pastores.

Debemos procurar cordialidad, amistad y cierto grado de intimidad, obviando los títulos y formalismos.

ALGUNAS SUGERENCIAS PRACTICAS

¿Cómo pueden los pastores y sus comisiones cultivar mejores relaciones interpersonales?

1. Programando pasar tiempo juntos entre una reunión oficial y otra, ya sea de a dos o con un pequeño grupo. Pueden reunirse en la casa del pastor o la de algún miembro de la Comisión para tomar café (con sus esposas) o para almorzar juntos. A veces la reunión puede ser puramente social. He notado que debo planificar estas actividades con bastante anticipación, sino es difícil concretarlos.

2. Organizando retiros de dos días sólo para la comisión pastoral. Una de las mejores decisiones que tomamos hace algunos años en nuestra iglesia fue la de tenerlos unas dos veces al año. Estos retiros brindan la oportunidad de conocemos más íntimamente, además de evaluar nuestro ministerio. Compartir la habitación, aunque sea por una noche, ayuda para derribar las barreras que a menudo hay entre algunos. Siempre regresamos más unidos y en mejor armonía. Es indispensable que todos los miembros asistan.

3. Traduciendo actitudes en acciones. Amas a tu esposa, pero ayuda mucho si se lo dices. Disfrutas de tus hijos, sin duda, pero un afectuoso abrazo comunica tu actitud. Los pastores y los miembros de la Comisión necesitan expresarse mutuamente cuánto agradecen el tiempo, la energía y su dedicación a la obra.

Los mensajes escritos también son apreciados. Un sincero y firme saludo con la mano y una mirada directa a los ojos siempre son de aliento. Un llamado telefónico es otra manera de traducir nuestras actitudes en acciones.

4. Apoyando a cada miembro de tu equipo. Todos tenemos enemigos, más que suficientes. Cada uno lucha lo suficiente con pensamientos auto-despreciativos. Seamos leales en nuestro apoyo mutuo, especialmente en ausencia del otro. Logra que él, socialmente, tenga en ti un punto de apoyo y confianza, y no otro flanco del cual estar pendiente.

Si hay áreas donde hay desacuerdo (y las habrá), considerémoslas cara a cara, con cortesía y en confidencia. Pastores, no utilicemos el pulpito como un martillo para poner fin a las discusiones. Miembros de Comisión, sellemos nuestros labios cuando puedan dañar un ministerio, por una lengua descontrolada.

Y cuando estés impulsado a atropellar, practica algún deporte enérgico, y nadie necesita saber por qué, repentinamente, comienzas a jugar mejor.

Apuntes Pastorales

Volumen V Número 1