Biblia

La guerra

La guerra

por Enrique Zapata

La guerra, como pocas otras cosas, revela la naturaleza profunda del pecado del hombre. Así también, la guerra espiritual revela la naturaleza maldita del diablo. Millones de personas en el mundo entero siguieron paso a paso la guerra en el Medio Oriente con dolor y horror. Muchos modificaron sus planes por ese conflicto. ¿Y cuántos de nosotros debemos modificar nuestros planes a la luz del conflicto eterno espiritual? La agudeza de este conflicto nos llama a considerarlo con seriedad.

Sin embargo, y para muchos, la guerra espiritual es sólo una moda evangélica. Los cristianos también tienen sus modas: el tema del momento, el «secreto» para el éxito o «la causa» de todas nuestras dificultades. Las modas evangélicas generalmente tienen una gran atracción porque hablan a un área de la vida que casi siempre ha sido descuidada.

La persona sabia espiritualmente descubre esa verdad descuidada y la integra a las otras verdades de la vida cristiana. El insensato hace de toda novedad el eje de la vida o la agranda al punto de obscurecer otras verdades. Hay un solo secreto, un solo eje en la vida espiritual: ¡Cristo en nosotros! Los que no han descubierto este secreto son sacudidos y llevados por todo viento o moda de doctrina.

Son hombres astutos los que, con «artimañas engañosas de error», desarrollan las modas para tomarse en «héroes» y llevar discípulos tras ellos. Son altamente creativos en el desarrollo de sus doctrinas bíblicas; andan en la vanguardia, «en la onda», son descendencia de la tribu de los supraespirituales (por encima de lo espiritual) con quienes San Pablo tuvo tantas dificultades. Y el resultado es trágico, ya que el producto, generalmente, tiene un padre: el de mentiras y engaños.

Es una guerra sucia, donde nuestro enemigo está condenado y limitado, por lo que usa del engaño, la maldad y la astucia y su torcido poder. Sin embargo, nosotros hemos sido llamados a batallar con altura usando instrumentos de justicia. Más de un buen soldado de entre nosotros ha caído en el fragor de la batalla cuando fue atacado por la mentira, el engaño y la maldad, por responder a los crueles ataques con ira y desenfreno. El diablo busca destruir a los santos y su astucia no se limita a la tentación de los pecados groseros.

¿Qué es un buen soldado? «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado». En la metáfora debemos observar, primeramente, que se trata de un llamado a sufrir; muchas de las enseñanzas populares están centradas en la forma en cómo uno puede escapar del sufrimiento. Qué astuto es el enemigo al hacemos pensar que la batalla consiste en salvamos del sufrimiento como algo que un cristiano espiritual no debe experimentar. El buen soldado de Jesucristo no busca escapar al sufrimiento sino cumplir la misión aun en medio de él. Tanto en la vida de Jesús como en la de Pablo vemos cuan necesario fue sufrir para cumplir el plan de Dios (por supuesto, todos conocemos casos de hermanos que pretenden sufrir penalidades por Cristo cuando realmente están sufriéndolas por su terquedad). En el sufrimiento. y aun en la muerte, suelen manifestarse el poder y la gloria de Dios.

Muchos actúan como oficiales y no como soldados (y habría que agregar que unos cuantos pretenden ser generales). Sin embargo, el texto nos reconoce como soldados. Los mismos pretenden tener gran autoridad espiritual, e incluso dan órdenes al diablo. Parece ser que no han leído el libro de Judas, específicamente los versículos 9 y 10: «Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero estos blasfeman de cuantas cosas no conocen…».

¿Cuál es, entonces, nuestro armamento? Otros han escrito sobre Efesios 6; sólo quiero que observemos juntos algunos detalles. Primero, el armamento es mayormente defensivo, permitiendo que estemos firmes contra las asechanzas del diablo. El peligro más grande para el creyente son las «asechanzas» -planes cuidadosa y engañosamente desarrollados. Es para esto, más que para cualquier otra cosa, que necesitamos usar el armamento espiritual. Los engaños del orgullo espiritual, la ambición religiosa, las visiones proféticas falsas, los impulsos e iluminaciones exageradas son sólo algunos de los engaños en los cuales aun los grandes pueden caer. Hay una gran necesidad de aprender a discernir las mañas del enemigo.

La lucha verdadera según este capítulo es estar firme en medio de las asechanzas del diablo. La autoridad del diablo sobre nosotros es limitada por Dios mismo (Job 1.2). Sin embargo, si él consigue engañamos y hacernos desconfiar o desobedecer a Dios, nos tiene enredados. Puede llegar a decimos: «En un buen siervo; tienes que defender a muerte la interpretación de la segunda» venida de Cristo; aun si esta produce una ruptura en la iglesia». A otro lo puede enredaren muchas actividades para que descuide su relación con Dios o animarlo a que se dedique completamente a la oración, al ayuno y a las vigilias, al punto de arruinar su salud emocional y física, descuidando a su familia. Tal vez uno de los más comunes males de nuestro días sea el confundir la «entrega total» con el dejar la mente y el cuerpo pasivos; esto último es lo contrario a la condición requerida por el Espíritu Santo y es la oportunidad para las influencias demoníacas. Debemos discernir los espíritus y usar la mente para discernir si las pasiones son de Dios o no; hay que obedecer la Palabra de Dios. El diablo es astuto sí, muy astuto, pero en Cristo v con su Palabra somos más que vencedores.

En el texto, sólo la «espada del Espíritu que es la palabra de Dios» es el arma ofensiva. Aun la oración y la súplica en el Espíritu son «para los santos» y sus siervos. Recordemos que la oración es primeramente para la comunión con Dios, lo que resulta en alabanza e intercesión. Esta última es vital y poderosa, pero necesita basarse en la comunión, ¡Qué triste es ver a algunos agonizando constantemente en la batalla de la oración y perdiendo el gozo de la comunión con Dios! Gocémonos en nuestro Dios y batallemos la batalla. ¡Adelante!

Apuntes PastoralesVolumen VIII Número 5