por Enrique Zapata
A través de un poderoso microscopio pude ver un corte de una célula cerebral aumentada cientos de veces. Aun así, sólo pude contemplar una ínfima parte de esta maravilla. ¡Qué tremenda complejidad! Según me iba explicando el amigo que me había invitado a dicho «espectáculo» -un investigador científico- allí millones de circuitos retienen la información o la comunican. Se trata de una creación que el mundo científico ni siquiera ha comenzado a entender, me explicó este amigo. De doce a catorce millones de células interconectadas; cada una con 10.000 células vecinas con las que constantemente intercambia información. No hay ninguna computadora en el mundo que tenga la misma cantidad de conexiones. Se podría asemejar a 1.000 centrales telefónicas, cada una de ellas con capacidad para atender la Ciudad de México …¡completa!
La comunicación en una sola mente humana es mayor que la de todas las emisoras de radio y televisión en el mundo juntas. ¡Pensar que hay algunos que pretenden ser tan sabios diciendo que solamente hemos evolucionado, que todo esto viene de la nada!
¡Y pensar que algunos cristianos menosprecian la mente que Dios nos ha dado! ¡La mente» don sin igual de Dios, es capaz de hacer grandes obras que reflejan al Creador, También es capaz de pervertir y distorsionar las cosas, malogrando lo creado No hay duda de que la mente, siendo tan maravillosa, es un blanco del enemigo e instrumento de la naturaleza pecaminosa en cada persona. Por causa de estos males muchos cristianos han menospreciado el rol vital que debe jugar la mente en nuestra vida espiritual y en la iglesia. Dios no la dio para el diablo, ni para ser mal usada, o dejada de lado. La dio para su gloria.
Ayer, un estudiante, discípulo de una de las grandes mentes evangélicas de América latina, comentó que este hombre comunica a una altura que la mayoría de sus estudiantes no logran entender. Es un hombre que entiende las corrientes filosóficas y políticas que tanto impacto tienen en nuestras naciones. Tendría que servir de «puente» o «intérprete» para ayudar a la iglesia; sin embargo, frecuentemente lo olvida. Muchos, al ver casos así, terminan diciendo que «la educación arruina a un hombre». Sin duda que hay casos pero, ¿son estos más frecuentes que la ignorancia que ha arrumado a tantas multitudes? Nunca debemos olvidar que la verdad nos hace libres. La ignorancia, en cambio, nos ata, porque provee campo para el diablo. «La ignorancia es la primera condición esencial en la decepción causada por los espíritus».
Las multitudes en nuestra América latina, según un artículo que leí recientemente, están más abiertas a los mensajes que apelan a las emociones, donde no hay que usar la razón. Algunas de las iglesias más numerosas son concurridas por este tipo de gente, la que desea que otros piensen por ellos. Las multitudes prefieren lo emocional, lo experimental, donde no tienen que pensar y donde la vida (el ambiente, el show, la música) los controla. Prefieren una «fe sencilla», una santidad mágica e instantánea en las que sólo tienen que «creer».
Algunos hombres de Dios ganan a estas personas y las ayudan a aprender a ser completamente humanas, usando su mente, alma y espíritu para servir al Señor. Lamentablemente hay otros que aprovechan esta tendencia de pereza espiritual para tener grandes cantidades de discípulos. Mantienen una «espiritualidad» que deshumaniza, protegiendo a su pueblo de crecer. «Curaron la herida de la hija de mi pueblo con liviandad».
Una de las herramientas mejores para el diablo es la mente pasiva, controlada y receptiva, que no busca discernir y entender cómo realmente obra Dios. Pablo Freiré -con quien no comparto sus lineamientos políticos- señala que la mayoría de las personas son sólo objetos y no sujetos. La persona sujeto tiene la capacidad de analizar situaciones y tomar decisiones para integrarse a la realidad o para cambiarla (transformar). En cambio, la persona objeto sólo se adapta a la situación. En otras palabras» no son personas que toman decisiones para ellos mismos basadas en una comprensión adecuada de la vida. Necesitan aprender a pensar -discernir- para entender las influencias que los están controlando. Muchas personas viven de mitos o con un entendimiento místico de la vida, sin entender las causantes de las situaciones. B resultado es que otros los usan o los manipulan sin que se den cuenta.
Necesitamos cristianos que dejen de ser manipulados o usados, que dejen los mitos y magia para volverse a una conciencia acertada de quién es Dios y cómo El obra. La ignorancia de los principios de la Palabra de Dios que existe en la Iglesia es como una puerta abierta para muchos males.
En el libro La mente cristiana, el autor dice que muchas personas oran y adoran como cristianos; sin embargo, no piensan como cristianos. Blamires, el autor, dice que para la mayoría hay un grado de flaqueza y de impotencia inigualado en la historia cristiana. Pregunte a cualquier librero cristiano acerca de lo que vende en verdadera cantidad: la «espuma» (biografías espectaculares, tarjetas, casetos, etiquetas, sourvenirs, etcétera). Ni siquiera leche espiritual, en muchos casos. Los libros que tienen contenido casi ni se tocan. Muchos dicen que no tienen tiempo; sin embargo» tienen tiempo para mirar la televisión, lo que lleva «basura del mundo» directamente a la mente. Algunos estudios han demostrado que los creyentes miran los mismos programas que la gente del mundo. ¡Con razón que no piensan en forma muy diferente!
Salgamos de esta decadencia y con humildad usemos nuestras mentes y fuerzas para conocer a Dios y su verdad. «Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová». | jAdelante?
Apuntes PastoralesVolumen VIII Número 6