por Juan Cionca
Todos sienten haber fracasado cuando una familia se retira de la iglesia. Uno dijo: «A veces he podido decir: «Y bueno, uno no puede ganarlos a todos»; pero cuando estoy solo, mi mente vuelve a pensar en ellos. Procuro adivinar los motivos que los impulsaron a irse. Yo sé que no puedo ministrar a todos, pero duele mucho cuando alguien se retira».
COMO SOBREVIVIR DESPUÉS DE OÍR ESAS PALABRAS
Cuando Félix, colega y amigo, llegó a casa con su esposa para cenar, era evidente que traía un problema. Más tarde, cuando estábamos tomando el café y mientras las esposas terminaban de acomodar las cosas, me compartió su preocupación: «Hoy, uno de mis líderes claves me dijo que se va de la iglesia. No es que se muda a otra ciudad; sencillamente se retira de la iglesia.
Mientras él hablaba, volvieron a mí el enojo y el dolor que había sufrido por experiencias similares en el pastorado. Quería ayudarlo pero, aparte de compartir su desaliento, ¿qué podía hacer?
Después de esa noche, decidí consultar a una docena de colegas y preguntarles cómo manejaban ellos la perturbación emocional que se sufre cuando algún miembro se retira de la iglesia.
UN COMÚN DENOMINADOR
Todos sienten haber fracasado cuando una familia se retira de la iglesia. Uno dijo: «A veces he podido decir: «Y bueno, uno no puede ganarlos a todos»; pero cuando estoy solo, mi mente vuelve a pensar en ellos. Procuro adivinar los motivos que los impulsaron a irse. Yo sé que no puedo ministrar a todos, pero duele mucho cuando alguien se retira».
Otro observó: «No importa cuántas explicaciones me den para asegurarme que yo no soy la causa, lo mismo siento el dolor personalmente. Es típico que los pastores acepten la responsabilidad global por el ministerio en la iglesia. Aunque la disconformidad sea con la clase de adultos, el ministerio juvenil o la música, el pastor siempre siente la herida.
«Generalmente las razones se reducen a muy pocas», apuntó un colega. «No se sienten cómodos o no están de acuerdo con alguna doctrina. Muchos quieren otro estilo de programa o no tienen amigos en la congregación. En la mayoría de los casos dicen que «no están recibiendo alimento».»
Debido a que. a menudo, la iglesia refleja la personalidad del pastor y su filosofía de ministerio, cuando un miembro anuncia: «Me voy de la iglesia», los pastores lo interpretan como: «¡Lo estoy rechazando a usted!»
LO QUE CONTRIBUYE AL DOLOR
Varios factores afectan la intensidad con que el pastor sentirá la pérdida:
El factor personalidad.En manuales sicológicos tales como el Análisis de Temperamento de Taylor-Johnson u otros similares, la personalidad de los pastores se intenta medir en escalas entre a) sensibilidad versus indiferencia, b) subjetividad versos objetividad, y c) orientación relacional versus orientación de tarea. Esto significa que hay personalidades muy sensibles y otras que no (a). Hay diferencias en las formas en que las personas analizan determinada situación (b); por ejemplo, no todos toman las críticas de la misma forma, algunos se detienen más en el contenido de la crítica y otros en informa en que ha sido hecha. Por otro lado, algunos pastores conciben su ministerio en donde la relación con la gente es lo más importante, otros, en cambio, ponen mayor énfasis en la tarea encomendada (c). Cuanto más sensible, subjetiva o relacional sea la personalidad, tanto más intensa será la herida.
El factor sorpresa.A veces no nos causa sorpresa cuando alguien se retira. Algunos miembros hacen conocer su desacuerdo con tiempo y estamos sicológicamente preparados para su retiro. Pero cuando una pareja de aparece y oímos rumores de que están asistiendo a otra iglesia, nos afecta mucho más. El factor sorpresa, de hecho, tuvo un impacto sobre mi amigo Félix. Federico, el miembro que se retiraba de su iglesia, se encontraba enseñando en la clase de adultos, en la Escuela Dominical. Se estaba preparando para coordinar el programa de estudios bíblicos en los hogares. El domingo anterior Federico le había ayudado a Félix con el coro. Luego, el lunes por la mañana, le informó que él y su familia dejaban la iglesia. Cuanto mayor la sorpresa, más grande será la sacudida.
El factor inversión.El pastor Remigio dedicó mucho tiempo y energía a los Juárez, y Juana Juárez asumía cada vez más responsabilidad en la iglesia; al tiempo comenzó a tener problemas en su matrimonio. Durante dieciocho meses la iglesia se dedicó a esta familia, apoyó al matrimonio, cuidó de los hijos, oró por ellos. Al final, sin embargo. Juana decidió dejar a su familia y también a la iglesia. La teología personal de Remigio estaba en peligro. El compromiso activo del matrimonio parecía que afirmaba su filosofía de ministerio, según la cual todos debían tener la oportunidad de usar sus dones en la iglesia. «Cuando vi cómo maduraba, pensé que ella justificaba mi filosofía», recuerda Remigio. Cuanto más invertimos en un miembro, tanto más duele cuando se va.
El factor estadística.Los miembros que se retiran dañan las estadísticas. Guste o no, estamos influenciados por el juego de estadísticas, al menos emocionalmente. Según ellas, un pastor exitoso es aquel cuya iglesia está creciendo. Un pastor que ha «edificado» su iglesia es más atractivo que el ministro de una iglesia que va decayendo en números. Nadie conoce esto mejor que el pastor de una iglesia chica. Recuerdo lo que sentí cuando la numerosa familia Pérez se mudó a otra ciudad por razones de trabajo; la pequeña iglesia que yo pastoreaba perdió un buen porcentaje de su Escuela Dominical. Si eso ocurre no por traslado de trabajo sino por algún problema o disidencia, el dolor es mucho mayor. Otra parte de las estadísticas son los ingresos. Una iglesia que cubre o sobrepasa todos sus gastos parece más exitosa que una iglesia que tiene problemas económicos. Cuando una familia que aportar regular y significativamente se retira de la iglesia, la pérdida se siente también en lo económico. En una iglesia pequeña, ese diezmo puede representar un porcentaje sustancial del presupuesto; la disminución puede hacer que algunos se cuestionen el liderazgo del pastor.
El factor prestigio.Durante mi anterior pastorado, una pérdida en particular me hirió profundamente. Néstor y Alicia habían sido miembros por años. Por más de una década él había servido como diácono y líder de adoración. Era el presidente de la comisión que me invitó a mí a la iglesia; tenían muy buen prestigio. Dieciséis meses después que asumí el pastorado, Néstor me compartió que él y Alicia iban a retirarse de la iglesia. Eran personas muy amables; no hicieron batahola. Los respetaba mucho y comprendí muy bien sus razones, pero era uno de los pilares de la iglesia, un líder evangélico bien conocido en la zona y miembro del directorio de mi seminario. Aunque sabemos bien que no podemos rascar a todos donde les pica, por cierto que nos gustaría hacerlo con personas como Néstor y Alicia. Perderlos nos afecta profundamente.
El factor efecto secundario.Estoy convencido de que el ingrediente más importante para el crecimiento de la iglesia es la actitud y la estima de la congregación. Cuando una persona se retira de la iglesia para asistir a otra, asesta un golpe a la autoestima de la iglesia. Cuando más de una familia se va, los demás comienzan a pensar: ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué nos pasa? Es precisamente por eso que los pastores sienten la pérdida doblemente.
MANEJANDO LO INEVITABLE
Inevitablemente algunas ovejas se irán a otra parte, así que ¿cómo podemos manejar los sentimientos de herida, pérdida y fracaso que acompañan tales migraciones? Al reflexionar sobre esto llegué a varias conclusiones:
Admite que algunas personas se irán.Ya has oído la expresión: «Ojos que no ven, corazón que no siente». ¡No es así! Los hombres de cuarenta años deben aprender a anticipar la cierta intranquilidad acerca de sus carreras profesionales, así como los matrimonios mayores deben prever el síndrome del «nido vacío», cuando los hijos se van. Del mismo modo, los pastores deben anticipar el hecho de perder miembros por estar disconformes. Un pastor lo expresó así: «Yo procuro tomar ánimo recordando que ha ocurrido antes y que seguirá ocurriendo. Algunos se van, pero no por eso se acaba el mundo. Todos los pastores del país lo han sufrido».
Alaba a Dios por la diversidad.No todas las personas son iguales. Es por eso que Coca Cola y Seven Up siguen trabajando. Las personas no dejan de lado sus preferencias cuando asisten a la iglesia. Aprecian diferentes estilos de adoración, programas, énfasis y compromiso. Esas preferencias no necesariamente eran malas. «Así como algunos pastores no serían de mi agrado si yo fuese miembro de sus iglesias, reconozco que yo tampoco sería del agrado de todos», afirmó uno de los ministros encuestados. Otro ministro señaló: «Hay diferentes dones y estilos de ministerio, y en ese momento algún individuo puede necesitar otra cosa». El Señor está edificando su iglesia universal y el retiro de alguien de mi congregación particular puede, en realidad, ser una bendición. Un pastor observó sabiamente: «Es posible que el Señor quiera trasladar a ciertas personas. Quizá más adelante verá que, por su gracia. El lo protegió de problemas más serios. A veces es mejor para usted y para el bienestar general de la iglesia cuando algunos se retiran.
Analiza el problema que está detrás de la queja.En cierta oportunidad debí resolver una disputa referente a nombrar o no a una mujer como maestra de la clase de adultos de la Escuela Dominical. Anteriormente esta mujer había enseñado allí, pero por dos años había sido dejada de lado hasta que los ancianos «estudiaran el asunto. Después de dos sesiones larguísimas la comisión llegó a la conclusión de que sí podía enseñar. Aunque la comisión apoyó decididamente la decisión, ante mi sorpresa, la mujer y su familia se fueron de la iglesia poco tiempo después. Pude entonces ver que la discusión sobre la enseñanza había sido un asunto secundario. Lo que ella en realidad quería era que yo dijese: «Sí, comprendo que ha sido herida y que la trataron injustamente. En primera instancia buscaba amor y afirmación de su valor o capacidad. Sólo en segundo lugar deseaba una resolución sobre su nombramiento como maestra. Con decisión había yo atacado el problema superficial, sin comunicarle mi preocupación personal por ella. Algo parecido pasaba con quienes se retiraban. ¡Qué bien me hubiera venido en ese momento el consejo de cierto pastor! El decía: «Procuro ir más allá de mis sentimientos y enfocar mi atención sobre las heridas de la persona que se retira».
Analiza las críticas.Después que se hayan ido no podemos olvidamos de ellos. Un pastor dijo:»Cuando alguien se ha retirado me siento culpable: «¿He probado todo lo que está a mi alcance? ¿Actué con justicia? ¿Me brindé lo suficiente a ellos?». Esos retiros nos dejan perplejos y con dudas. Otro afirmó: «Quizás hice algo que no estaba bien. Quizás falte en algo en mi ministerio personal o el de la iglesia, de modo que procuro evaluar honestamente lo que se está diciendo, para ver si es verdad.» Si bien no podemos retener a miembros disconformes, la pérdida de ellos puede señalar fallas en nosotros que, si se corrigen, nos ayudarán con otras personas en el futuro.
Procesa tus sentimientos con otra persona.Una de las preguntas que hice a mis colegas fue: «¿Qué se hace luego de que una familia se ha retirado?» Muchos coincidieron en responder: «Compártelo con un amigo». «Procuro compartir mi carga con otro pastor que pueda comprender», aconsejó otro. «Las personas que no están en el ministerio a menudo no comprenden lo que se siente cuando un miembro se retira, así que yo me reúno con pastores que lo han experimentado y comprenden las mismas circunstancias». El pastor de una iglesia grande señaló que él lo compartía con los de su equipo pastoral. «Comparamos la información que tenemos. Quizá yo desconozca toda la historia. Aunque persista el rechazo, es más llevadero si uno lo puede charlar con otros». Otro dijo que lo comparte con un miembro clave: «Me siento bien compartiéndolo con él; quizá no tenga la respuesta, pero el solo hecho de poder hablar del tema con él me ayuda». Ya sea que lo compartamos con la esposa, un miembro de la comisión o del equipo de trabajo, o un pastor amigo, tener a alguien que nos pueda escuchar con amor parece ayudar a sanar la herida sufrida cuando alguien se retira.
DEJANDO LA PUERTA ABIERTA
Me resulta conflictivo acercarme a los que se han retirado por no estar conformes con mi ministerio. Sin embargo, algunos pastores lo hacen. Un colega amigo entrevista a los que se retiraron, considerando que la información obtenida de ellos puede beneficiara la iglesia; además, el grupo de trabajo de esa iglesia siente que todos los que se retiran deben recibir una «correcta sepultura». Este pastor dice: «Quiero que se vayan sintiendo que pueden regresar si lo desean. Siempre procuro tener entrevistas personales, cara a cara».
Lo que a veces resulta difícil es entrevistar a personas que gustosamente dejaríamos ir. «Un hombre se retiró porque consideraba que podía enseñar mejor que algunos de nuestros maestros», recuerda un amigo. «Lo invité a almorzar y escuché sus quejas. Cuando se dio cuenta que yo no estaba procurando hacerlo volver a la iglesia sino sólo dejar que comparta su preocupación, se enojó.
En otra situación, pusimos a trabajar a una pareja antes de tiempo. Venían de una iglesia en otra ciudad y al poco tiempo le dimos tareas de enseñanza. Un par de meses después decidieron dejar la iglesia. Los llamé enseguida y procuré reconstruir nuestros puentes. No regresaron, pero nos separamos como buenos amigos».
Cualesquiera sea la técnica utilizada, quiero que los detalles de una situación en particular sean los que determinen mi respuesta. Un par de veces me he encontrado con las personas para hablar acerca de su decisión de retirarse. También he llamado por teléfono a miembros que habían comenzado a asistir a otra iglesia. En otras dos ocasiones les escribí una carta cordial indicando que comprendía su retiro y les deseaba lo mejor.
En cada una de las circunstancias sentí que era importante hacer tres cosas:
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Primero, quería pedirles perdón por si había algo en mi proceder o en el ministerio de nuestra iglesia que les había ofendido. Si había alguna barrera de mi parte quería quitarla.
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En segundo lugar, quería reafirmar nuestra filosofía del ministerio de la iglesia. No quería que pensaran que la dirección de nuestra iglesia necesariamente cambiaría porque ellos no estaban conformes con ella.
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En tercer lugar, quería dejar la puerta abierta de par en par para su retomo. Si con el pasar del tiempo llegaban a ver que los bancos en la otra cuadra no eran más cómodos, esperaba que se sentirían con libertad de regresar. Mi relación con las seis familias que dejaron nuestra iglesia siguió siendo cordial y más tarde una volvió a la comunión con nosotros.
Después de investigar para este artículo he resultado alentado. No es que la realidad de la herida de mis amigos me alentó, sino que me estimuló el hecho de que éramos un grupo de ministros que experimentamos las mismas preocupaciones y nos fortalecíamos mutuamente. Mañana regreso a la iglesia donde soy pastor interino. Desde que se fue el pastor anterior, algunos miembros se han alejado y toda la congregación está herida. La herida es profunda. Lo percibo.
Sin embargo, podemos aprender de nuestras heridas y crecer por medio de nuestro dolor. También podremos ser los mensajeros de Dios para otros colegas, cuando ellos oigan estas palabras: «Pastor, me retiro de la iglesia».
Apuntes Pastorales. Volumen VI Número 1. Todos los derechos reservados.