por Miguel Angel de Marco
Hace dos meses, los evangélicos argentinos fuimos sorprendidos por la portada de una publicación colega, la que se refería a un proyecto de ley en el Congreso de la Nación Argentina. Por medio de ese proyecto, los legisladores reclamaban atribuciones especiales para investigar a las «sectas», iglesias evangélicas incluidas.
La reacción vino desde varios sectores de la iglesia, ya que la noticia que publicó el periódico El Puente tuvo amplia difusión nacional. Algunos dijeron: «Que vengan a investigar. Quien hace bien su trabajo no tiene nada que esconder». Otros dijeron: «Hay que publicar una declaración diciendo que no somos sectas sino iglesia de Jesucristo». Algunos otros se expresaron poniendo el punto un poco más atrás, diciendo que el derecho constitucional a la libertad de cultos todavía no está del todo consumado en la práctica y que debemos trabajar para que. democráticamente, todos podamos creer lo que queramos. «Si se habla de libertad de culto», decían, «no debe haber este tipo de discriminación».
El asunto es que la iglesia salió a defenderse; algunos escribieron notas, otros dieron charlas, muchos hablaron el tema en sus iglesias. Pero. para mí, sucedió que el enemigo nos encontró descansando. Usted me dirá que es una reacción porque la iglesia se mueve evangelizando. Puede ser, pero creo que hay otra cosa.
Si bien podemos decir que es una reacción del enemigo, me inclino a pensar que es más una acción, usando un flanco débil. Es que debemos defendemos porque no hemos atacado lo suficiente. Debemos aclarar «que no somos como los otros», porque no denunciamos a los otros a su tiempo como deberíamos haberlo hecho. Por supuesto que hemos hablado en nuestras iglesias sobre las sectas, sus errores y mentiras, pero al pueblo de la Nación, poco o nada le hemos dicho sobre esto.
No propongo el que salgamos a denunciar para terminar peleándonos con todo el mundo, pero si decimos que amamos a nuestra Patria, que queremos ser buenos ciudadanos, etcétera, etcétera, pues también debemos ser profetas que señalamos los peligros a nuestros pueblos. Hay muchas sectas que son nocivas, no sólo espiritualmente, sino también material, física y sociológicamente, y creo que como profetas debemos señalarlo. En los considerándoos de ese mencionado proyecto de investigación, hay cosas muy importantes, tales como saber qué sucede realmente en aquellos lugares religiosos medio tenebrosos y con reputación dudosa. Hay denuncias y comentarios de que diferentes sectas promueven la promiscuidad, el libertinaje ético, la desobediencia de los menores a sus padres, el sacrificio grotesco de animales y algunos hasta de personas. ¿No es, acaso, apología del crimen el que un sacerdote de macumba venda sus servicios para provocar «males» a los enemigos de sus clientes? Yo celebro que las autoridades de nuestros países velen por nuestras sociedades y quieran investigar un montón de cosas.
Por supuesto que me preocupa el que haya algún elemento legal que permita y ampare el atropello de algunos funcionarios gubernamentales sobre las iglesias, pero si les digo que no tienen que hacer nada, si mi palabra es que «la libertad de cualquier culto debe ser respetada», pues, entonces, más sospechoso voy a parecerles a ellos. «Si hay denuncias, que se recurra a la justicia; para eso está el Código Penal de cada país», responden algunos. Pero usted y yo sabemos cómo funciona la justicia y su Código Penal, sabemos que, como decimos en mi país, «hecha la ley, hecha también la trampa». No siempre es posible desenmascarar a estos grupos perniciosos y si nos oponemos al control sobre los grupos religiosos que sí son dañinos a la sociedad, de hecho ya estamos apoyándolos.
Entiendo muy bien que estemos preocupados porque muchos analizan mal y colocan en una misma «bolsa» a evangélicos, testigos de Jehová, espiritistas, etc. Yo mismo tengo mis preocupaciones por eso y creo que debemos actuar preventivamente. La caracterización que han realizado muchos periodistas seculares es inadmisible en aquellos que deben analizar antes de informar. Sé que algunos no lo hacen de negligentes o ignorantes sino que son tendenciosos, pero el subjetivismo no se combate con otro subjetivismo de signo contrario.
Debemos ser más creativos y precisos en la defensa de la libertad de practicar nuestra fe. Posiblemente lo que propongo no suene del todo bien a los demócratas puristas, pero si bien quiero practicar mi culto a Dios libremente, no lo quiero hacer al costo de amparar, en mi reclamo, al Demonio y a sus huestes. Adoremos al Señor y respetemos al prójimo, pero no amparemos al maligno.
Apuntes PastoralesVolumen VI Número 3