El Pacto de Laudana

por Apuntes Pastorales

El documento clave en la evangelización del mundo.

En julio de 1974 poco menos de 3.000 participantes provenientes de todas partes del mundo (además de 1.000 observadores) se reunieron en la ciudad de Lausana, situada frente al Lago de Ginebra, Suiza, en lo que se denominó el Congreso Internacional sobre la Evangelización Mundial.

Fue, para ese entonces, el congreso cristiano más representativo de todos los tiempos.

Allí se redactó y suscribió el Pacto de Lausana para la Evangelización Mundial, que fuera calificado como el documento cristiano más importante del siglo y uno de los claves en la historia de la iglesia. He aquí ese documento:

Nosotros, miembros de la Iglesia de Jesucristo, procedentes de más de 150 naciones y participantes del Congreso Internacional de Evangelización Mundial en Lausana, alabamos a Dios por su gran salvación y nos regocijamos en la comunión que nos ha dado consigo mismo y unos con otros. Estamos profundamente conmovidos por lo que Dios está haciendo en nuestros días, movidos a penitencia por nuestras fallas y desafiados por la inconclusa tarea de evangelización. Creemos que el Evangelio es la buena noticia de Dios para el mundo entero, y estamos decididos por su gracia a obedecer el mandato de Cristo de proclamar esa buena noticia a toda la humanidad y de hacer discípulos a todas las naciones. Deseamos, por tanto afirmar nuestra fe y nuestra resolución y hacer público nuestro pacto.

1. El propósito de Dios

Afirmamos nuestra fe en el único y eterno Dios, Creador y Señor del mundo. Padre, Hijo y Espíritu Santo, que gobierna todas las cosas según el propósito de su voluntad. El ha estado llamando del mundo un pueblo para sí, y enviando a su pueblo de nuevo al mundo como siervos y testigos suyos, para la extensión de su Reino, para la edificación del cuerpo de Cristo y para la gloria de su nombre. Confesamos con vergüenza que a menudo hemos negado nuestro llamamiento y fallado en nuestra misión, conformándonos al mundo o retirándonos de él. Sin embargo nos regocijamos de que, aunque llevado en vasos de barro, el Evangelio sigue siendo un precioso tesoro. Deseamos consagramos de nuevo a la tarea de dar a conocer ese tesoro en el poder del Espíritu Santo.

2. La autoridad y el poder de la Biblia

Afirmamos la divina inspiración, veracidad y autoridad de las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento, en su totalidad, como la única Palabra de Dios escrita, sin error en todo lo que afirma, y como la única norma infalible de fe y conducta. También afirmamos el poder que tiene la Palabra de Dios para llevar a cabo su propósito de salvación. El mensaje de la Biblia se dirige a toda la humanidad, porque la revelación de Dios en Cristo y en las Escrituras es inalterable. Por medio de ella el Espíritu Santo sigue hablando hoy. El ilumina la mente del pueblo de Dios en toda cultura para que perciba su verdad directamente por sus propios ojos, y así despliega ante la iglesia entera cada vez más de la multiforme sabiduría de Dios.

3. La singularidad y la universalidad de Cristo

Afirmamos que hay sólo un Salvador y sólo un Evangelio, si bien hay una amplia diversidad de enfoques evangelísticos. Reconocemos que todos los hombres tienen algún conocimiento de Dios por medio de su revelación general en la naturaleza. Pero negamos que ese conocimiento pueda salvar, porque los hombres suprimen la verdad con su injusticia. Rechazamos también como un insulto a Cristo y al Evangelio toda clase de sincretismo y diálogo que sugiera que Cristo habla igualmente por medio de todas las religiones e ideologías. Jesucristo, que es el único Dios-hombre, que se entregó a sí mismo como único rescate por los pecadores, es el único mediador entre Dios y el hombre. No hay otro nombre por el que podamos salvamos. Todos los hombres perecen a causa del pecado, pero Dios ama a todos los hombres y no quiere que ninguno perezca sino que todos se arrepientan. Pero los que rechazan a Cristo repudian el gozo de la salvación y se condenan a sí mismos a la eterna separación de Dios. Proclamar a Jesús como «el Salvador del mundo» no es afirmar que todos los hombres, de cualquier forma, se salvan automáticamente y mucho menos afirmar que todas las religiones ofrecen la salvación de Cristo. Más bien es proclamar el amor de Dios por un mundo de pecadores e invitar a todos los hombres a responder a El como Salvador y Señor en ese compromiso personal y de corazón que es el arrepentimiento y la fe. Jesucristo ha sido exaltado por sobre todo otro nombre; anhelamos el día en que ante El se doble toda rodilla y toda lengua lo confiese como Señor.

4. La naturaleza de la evangelización

Evangelizar es difundir la buena noticia de que Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos según las Escrituras, y que como Señor reinante ofrece ahora el perdón de los pecados y el don liberador del Espíritu a todos los que se arrepienten y creen. Nuestra presencia cristiana en el mundo es indispensable para la evangelización, y también lo es el diálogo que se encamina a escuchar con sensibilidad para poder comprender. Pero la evangelización misma es la proclamación del Cristo histórico y bíblico como Salvador y Señor, con miras a persuadir a las personas a que lleguen a él personalmente y así se reconcilien con Dios. Al hacer la invitación del Evangelio no tenemos libertad de ocultar el costo del discipulado. Jesús todavía llama a los que quieren seguirlo a que se nieguen a sí mismos, a que tomen su cruz, y a que se identifiquen con su nueva comunidad. Los resultados de la evangelización incluyen la obediencia a Cristo, la incorporación a su iglesia, y el servicio responsable en el mundo.

5. La responsabilidad social de los cristianos

Afamamos que Dios es a la vez el Creador y el Juez de todos los hombres. Por eso debemos compartir su interés por la justicia y la reconciliación en toda la sociedad humana, y su interés por la liberación de los hombres de toda clase de opresión. Puesto que la humanidad está hecha a imagen de Dios, toda persona, no importa cuál sea su raza, religión, color, cultura, clase social, sexo o edad, tiene una dignidad intrínseca a causa de la cual debe ser respetada y servida, no explotada. Aquí también expresamos penitencia tanto por nuestra negligencia como por haber considerado a veces que la evangelización y la preocupación social se excluyen mutuamente. Si bien la reconciliación can el hombre no es reconciliación con Dios, ni la acción social es evangelización, ni la liberación política es salvación, afirmamos, sin embargo, que tanto la evangelización como el involucramiento sociopolítico forman parte de nuestro deber cristiano. Porque ambos son expresiones necesarias de nuestras doctrinas sobre Dios y sobre el hombre, sobre nuestro amor al prójimo y sobre nuestra obediencia a Jesucristo. El mensaje de salvación implica también un mensaje de juicio sobre toda forma de alienación, opresión y discriminación, y no debemos tener miedo de denunciar el mal y la injusticia, dondequiera que existan.

Cuando las personas reciben a Cristo nacen de nuevo a su Reino, y deben procurar no sólo mostrar sino también expandir su rectitud en medio de un mundo injusto. La salvación que afirmamos tener debería estar transformándonos en la totalidad de nuestras responsabilidades personales y sociales. La fe sin obras está muerta.

6. La iglesia y la evangelización

Afirmamos que, así como el Padre envió a Cristo, éste envía al mundo a su pueblo redimido, y que esto exige una penetración igualmente profunda y costosa en el mundo. Necesitamos romper el muro de nuestros guetos eclesiásticos y pernear la sociedad no cristiana. En la misión de servicio sacrificial que tiene la iglesia, la evangelización ocupa el primer lugar. La evangelización mundial exige que la iglesia entera lleve el evangelio entero al mundo entero. La iglesia está en el centro mismo del plan cósmico de Dios y es el medio que El ha designado para la difusión del Evangelio. Pero una iglesia que predica la Cruz debe estar ella misma marcada por la Cruz. Se convierte en piedra de tropiezo para la evangelización en Dios, amor genuino por las personas, o escrupulosa honradez en todas las cosas, entre ellas la promoción y las finanzas. La iglesia es la comunidad del pueblo de Dios y no una institución, y no debe identificarse con ninguna cultura, sistema social o político, o ideología humana en particular.

7. La cooperación en la evangelización

Afirmamos que el propósito de Dios es que la iglesia esté visiblemente unida a la verdad. La evangelización también nos llama a la unidad, porque nuestra unidad fortalece nuestro testimonio, así como nuestra desunión socava nuestro Evangelio de reconciliación. Reconocemos, sin embargo, que la unidad organizativa puede asumir muchas formas y que no necesariamente favorece la evangelización. Pero los que compartimos la misma fe bíblica debemos estar íntimamente unidos en la comunión, el trabajo y el testimonio. Confesamos que a veces nuestro testimonio se ha visto desfigurado por un individualismo pecaminoso y por una innecesaria duplicación. Nos comprometemos a buscar una unidad más profunda en la verdad, en el culto, en la santidad y en la misión. Vemos como apremiante el desarrollo de la cooperación regional y funcional para llevar adelante la misión de la iglesia, para el planeamiento estratégico, para el estímulo mutuo y para compartir recursos y experiencias.

8. Las iglesias en coparticipación evangelística

Nos gozamos de que haya amanecido una nueva era misionera. Rápidamente va desapareciendo el papel dominante de las misiones occidentales. Dios está suscitando de entre las iglesias más jóvenes un grande y nuevo recurso para la evangelización mundial, y está demostrando así que la responsabilidad de evangelizar pertenece al cuerpo entero de Cristo. Por lo tanto, todas las iglesias deberían preguntar a Dios y a sí mismas qué deberían hacer tanto para alcanzar su propio país como para enviar misioneros a otras partes del mundo. La reevaluación de nuestra responsabilidad y papel misionero debe ser continua. Así se desarrollará una creciente coparticipación de iglesias, y se mostrará más claramente el carácter universal de la iglesia de Cristo. También damos gracias a Dios por las agencias que trabajan en la traducción bíblica, la educación teológica, los medios de comunicación social, las publicaciones cristianas, la evangelización, las misiones, la renovación eclesial y otros campos especializados. También esas agencias deben comprometerse a un constante auto examen para evaluar su eficacia como parte de la misión de la iglesia.

9. La urgencia de la tarea evangelística

Todavía quedan por evangelizar más de 2.700 millones de personas, es decir, más de dos tercios de la humanidad. Nos avergüenza que tal cantidad de personas haya sido pasada por alto; ésa es una reprensión permanente para nosotros y para la iglesia entera. Actualmente, sin embargo, hay en muchas partes del mundo una receptividad sin precedentes al Señor Jesucristo. Estamos convencidos de que éste es el momento para que las iglesias y las agencias para eclesiásticas oren con empeño por la salvación de los que no han sido alcanzados, y emprendan nuevos esfuerzos para lograr la evangelización mundial. A veces puede resultar necesaria una reducción de misioneros extranjeros y de dinero de un país evangelizado para facilitar que una iglesia nacional crezca en confianza en sí misma, y para liberar recursos para regiones no evangelizadas. Debe haber un flujo más libre que nunca de misioneros de y hacia los seis continentes, en un espíritu de humilde servicio. La meta debe ser, por todos los medios disponibles y en el plazo más corto posible, que toda persona tenga la oportunidad de escuchar, comprender y recibir la buena noticia. No podemos tener la esperanza de alcanzar esa meta sin sacrificio. A todos nos agravia la pobreza de millones de personas, y nos molestan las injusticias que la causan. Quienes vivimos en circunstancias holgadas aceptamos nuestro deber de desarrollar un estilo de vida sencillo a fin de contribuir más generosamente tanto a la ayuda material como a la evangelización.

10. La evangelización y la cultura

El desarrollo de estrategias para la evangelización mundial exige métodos pioneros que sean imaginativos. Bajo la dirección de Dios, el resultado será el surgimiento de iglesias profundamente arraigadas en Cristo e últimamente relacionadas con su cultura.

La cultura debe ser siempre puesta a prueba y juzgada por la Escritura. Puesto que el hombre es criatura de Dios, parte de su cultura es rica en belleza y en bondad. Y puesto que ha caído, toda su cultura está manchada por el pecado y parte de ella es diabólica. El evangelio no presupone la superioridad de ninguna cultura sobre otra, pero evalúa a todas conforme a sus propios criterios de verdad y de rectitud, e insiste en los absolutos morales en toda cultura. Con demasiada frecuencia las misiones han exportado juntamente con el Evangelio una cultura ajena, y a veces las iglesias han estado atadas a la cultura en vez de estarlo a la Escritura.

Los evangelizadores de Cristo deben procurar humildemente vaciarse de sí mismos de todo, excepto de su autenticidad personal, a fin de convertirse en siervos de tos demás, y las iglesias deben procurar transformar y enriquecer la cultura, todo para la gloria de Dios.

11. Educación y liderazgo

Confesamos que a veces hemos buscado el crecimiento de la iglesia a expensas de su profundidad, y hemos divorciado la evangelización de la alimentación cristiana. También reconocemos que algunas de nuestras misiones han tardado demasiado en preparar y estimular a líderes nacionales para que asuman las responsabilidades que les corresponden. Pero estamos comprometidos con los principios autóctonos y anhelamos que cada iglesia tenga líderes nacionales que manifiesten un estilo cristiano de liderazgo, no en ánimo de dominación sino de servicio.

Reconocemos que hay gran necesidad de mejorar la educación teológica, especialmente para los líderes eclesiásticos. En toda nación y cultura debería haber un programa eficaz de entrenamiento en doctrina, discipulado, evangelización, formación y servicio para pastores y laicos. Esos programas de entrenamiento no deberían basarse en ninguna metodología estereotipada, sino que deberían desarrollarse mediante iniciativas locales creativas conforme a las normas bíblicas.

12. El conflicto espiritual

Creemos que estamos enfrascados en un constante combate espiritual contra los principados y potestades del mal, que están tratando de derrotar a la iglesia y de frustrar su tarea de evangelización mundial. Estamos conscientes de nuestra necesidad de equipamos con la armadura de Dios para librar esta batalla con las amias espirituales de la verdad y la oración. Porque detectamos la actividad de nuestro enemigo, no sólo en las falsas ideologías fuera de la iglesia, sino también dentro de ella, en falsos evangelios que tergiversan las Escrituras y colocan al hombre en el puesto de Dios. Necesitamos a la vez vigilancia y discernimiento para salvaguardar el Evangelio bíblico. Reconocemos que nosotros mismos no somos inmunes a la mundanalidad de pensamiento de acción, es decir, a una rendición al secularismo. Por ejemplo, aunque los estudios cuidadosos del crecimiento de la iglesia, tanto numérico como espiritual, son correctos y valiosos, a veces los hemos soslayado. En otras ocasiones, deseosos de garantizar una respuesta al Evangelio, hemos acomodado nuestro mensaje, hemos manipulado a nuestros oyentes mediante técnica de presión y nos hemos preocupado indebidamente por las estadísticas o incluso hemos sido deshonestos al usarlas. Todo esto es mundano. La iglesia debe estar en el mundo; el mundo no debe estar en la iglesia.

13. Libertad y persecución

Es un deber asignado por Dios a todo gobierno el asegurar condiciones de paz, justicia y libertad en medio de las cuales la iglesia pueda obedecer a Dios, servir a Cristo el Señor y predicar el Evangelio sin interferencia alguna. Por lo tanto, oramos por los dirigentes de las naciones y apelamos a ellos para que garanticen la libertad de pensamiento y de conciencia, y la libertad de practicar y propagar la religión de conformidad con la voluntad de Dios, tal como se ha estipulado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. También expresamos nuestra honda preocupación por todos los que han sido injustamente apresados y especialmente por los hermanos nuestros que están sufriendo por su testimonio del Señor Jesús. Prometemos orar y trabajar por su libertad. Al mismo tiempo rehusamos intimidamos por la suerte que han corrido. Dios mediante, también nosotros procuraremos mantenemos firmes contra la injusticia y permanecer fieles al Evangelio, cualquiera que sea el costo. No olvidamos las advertencias de Jesús de que la persecución es inevitable.

14. El poder del Espíritu Santo

Creemos en el poder del Espíritu Santo. El Padre envió su Espíritu para que diera testimonio de su Hijo; sin su testimonio, el nuestro es inútil. La convicción de pecado, la fe en Cristo, el nuevo nacimiento y el crecimiento cristiano son todos obra suya. Aun más, el Espíritu Santo es un espíritu misionero; de modo que la evangelización debería emanar espontáneamente de una iglesia llena del Espíritu. Una iglesia que no sea misionera se está contradiciendo a sí misma y está apagando el Espíritu. La evangelización mundial será una posibilidad realista sólo cuando el Espíritu renueve a la iglesia en verdad y sabiduría, en fe, en santidad, en amor y en poder. Por lo tanto hacemos un llamado atoaos los cristianos para que oren por una visitación así del soberano Espíritu de Dios, para que todo su fruto se manifieste en todo su pueblo y para que todos sus dones enriquezcan al cuerpo de Cristo. Sólo entonces podrá la iglesia entera convertirse en un instrumento apto en sus manos, para que toda la Tierra escuche su voz.

15. El regreso de Cristo

Creemos que Jesucristo regresará de manera personal y visible, en poder y gloria, para consumar su salvación y su juicio. Esta promesa de su venida es un estímulo más para nuestra obra de evangelización, porque recordamos sus palabras de que el Evangelio debe ser predicado primero a todas las naciones. Creemos que el período intermedio entre la ascensión de Cristo y su regreso debe llenarse con la misión del pueblo de Dios, el cual no tiene libertad de detenerse antes del Fin. También recordamos su advertencia de que surgirían falsos Mesías y falsos profetas como precursores del Anticristo final. Por lo tanto rechazamos la noción de que el hombre podrá alguna vez construir una utopía sobre la tierra como un sueño arrogante y autosuficiente. Nuestra confianza como cristianos es que Dios llevará a la perfección su Reino, y aguardamos con ansiosa espera ese día, y el nuevo cielo y la nueva tierra en que morará la justicia y donde Dios reinará por siempre. Entretanto, nos consagramos de nuevo al servicio de Cristo y de los hombres en gozosa sumisión a su autoridad sobre nuestra vida.

Conclusión

Por tanto, a la luz de nuestra fe y nuestra resolución, asumimos con Dios y unos con otros, un pacto solemne de orar, planear y trabajar juntos para la evangelización del mundo entero. Hacemos a otros el llamado de que se nos unan. ¡Qué Dios, por su gracia y para su gloria, nos ayude a ser fieles a este nuestro pacto! ¡Amén! ¡Aleluya!

Apuntes PastoralesVolumen VI – Número 5