Biblia

El que quiere celeste, que le cueste

El que quiere celeste, que le cueste

por Henry Brandt

Casi todas las personas que llegan a mi consultorio han procurado obtener las mayores ventajas en esta vida, pero algo o alguien se interpuso en su camino. Su felicidad y su sentido de pudor y autoestima se han hecho añicos. Si el respecto en sí mismo y la autoestimación permanecen intactos, en ese caso la pérdida de la felicidad es atribuida al comportamiento del ofensor o a las circunstancias que han actuado desventajosamente.

El juego de las ventajas-desventajasVeamos una lista de las ventajas que procuramos obtener y las desventajas que tratamos de eliminar.



Ventajas: educación, riqueza, autoridad, elevada posición, belleza, fama, popularidad salud, matrimonio, soltería, plan jubilatorio



Desventajas: falta de educación, pobreza, falta de autoridad, fealdad, desconocido, impopularidad, enfermedad, soltería, matrimonio, sin plan jubilatorio.

Quienes me consultan me dicen que las ventajas (o la superación de las desventajas) no llevan a la felicidad, gozo, paz ni a ningún sentido de auto estimación y respecto de uno mismo.

Observamos las vidas de mujeres y hombres famosos y populares que terminan miserablemente. Lo mismo cabe decir de los que gozan de espléndida salud, de los educadores, de los ricos, de los poderosos. Es un mundo frustrante. Fallas mecánicas, gente desagradable, errores sociales, niños ruidosos, desavenencias, una deficiente planificación nos enfurece, a pesar de las ventajas.

Años atrás, el jefe del Departamento de Relaciones Familiares de una universidad, respetado a nivel nacional, se disparó en la cabeza. Era educador pero desdichado.



Automóviles separadosUna pareja que vino a consultarme lo hizo en automóviles separados porque les resultaba insoportable viajar en el mismo vehículo. Uno de ellos vino en un Cadillac y el otro en un Mercedes Benz. Vivían en una casa decorada y pintada por un decorador profesional. Su fortuna era ilimitada, pero no podían comprar la amistad.

Otro de mis clientes ejercía autoridad sobre miles de empleados. Era un hombre poderoso, pero no podía desalojar la tensión y la amargura que albergaba en su cuerpo.



El juego produce perdedoresA esta altura los lectores seguramente habrán captado cuál es nuestra tesis. Sin duda alguna, todos prefieren ser educados, ricos, poderosos y contentos, y no ignorantes, pobres, importantes, y contentos.

Nada tenemos contra las ventajas. Pero debe quedar bien claro que las ventajas no son más que eso, es decir, ventajas. Ellas, en sí mismas, no producen contentamiento, gozo, paz, un sentido de auto estimación y respecto por uno mismo. Si jugamos el juego de las ventajas-desventajas, siempre saldremos perdedores.

¡Curiosa afirmación! si las ventajas no producen estas cualidades interiores ¿Entonces qué las produce?

¿Cómo podemos ser cristianos y al mismo tiempo felices? ¿Cómo podemos ser famosos y felices? ¿Ricos y en paz con nosotros mismos? ¿Solteros y contentos? ¿Casados y felices? ¿Pobres y al mismo tiempo entusiastas respecto a la vida? ¿No ser hermosos y no obstante; tener una buena autoimagen?



Hay una soluciónLas próximas páginas pueden resultar un poco áridas, pero nos guiarán para encontrar la clave a la felicidad. Jesús nos da esa clave en la respuesta que le dio a un intérprete de la ley que le formuló una pregunta:

Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22.36-39).



Tres pasos que conducen a la felicidadA mi me resulta una respuesta sorpresiva. Por lo tanto, la clave para la felicidad se reduce a lo siguiente:


  • Amar a Dios
  • Amar al prójimo
  • Amarse a sí mismo.

En idioma moderno, Jesús nos dice que una buena auto imagen se basa en el respeto por uno mismo, en amar al prójimo y en amar a Dios. Al esbozar esta idea a mis clientes quedan sin saber qué decir. ¿Acaso el contentamiento y la felicidad no entrañan hacer suficiente dinero, lograr una educación esmerada, alcanzar popularidad, ser entendido por los demás, contraer matrimonio con un cónyuge comprensivo y decente, tener hijos obedientes y excelentes amigos?

Nuestra respuesta depende de si creemos o no que Jesús sabía lo que decía. En lo que a mí respecta, si Jesús lo dijo, no me hace falta una encuesta u otro recurso técnico para verificar sus afirmaciones.

Al igual que mis clientes, la respuesta de mis lectores no cambiará aunque yo afirme de mi parte que he visto a miles de vidas cambiadas que verifican las afirmaciones de Cristo.

La única manera posible de evaluar su consejo es dar un paso de fe y que cada uno lo compruebe por sí mismo. Hay que creer en la palabra de Jesús y averiguar, cada uno por su parte, la verdad de lo que dice. Si obramos así, dediquemos un año, o dos, o mejor aún cinco años, para averiguarlo.



Primer paso: amar a DiosEn el supuesto caso de que escojamos dar un paso de fe, para comprometernos en una acción, pase lo que pase, procedamos al primer paso. Dijo Jesús: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.» (Mt 22.37). ¿Qué quiere decir esto? Significa que nos comprometemos a prendernos de Jesús. Nos consagramos a ello de todo nuestro ser.

CÓMO AMAR A DIOS¿Cómo sabemos que amamos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, y con toda nuestra alma y con toda nuestra mente? Uno de los discípulos de Jesús le formuló justamente esa pregunta, y Jesús le respondió: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama.» (Jn 14.21).

No resulta fácil conocer sus mandamientos. Están contenidos en un libro grande y voluminoso, llamado Biblia. Familiarizarnos con sus mandamientos supone largas horas de estudio y aplicación. A primera vista no parece muy interesante escudriñar en ese libro. ¿Vale realmente la pena? ¿Por qué hemos de tomar en serio a Jesús y a sus mandamientos? Dejemos que Jesús hable por sí mismo. Les dijo a sus discípulos: «Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz.» (Jn 16.33) «…para que… vuestro gozo sea cumplido (Jn 15.11)… para guardaros sin caída » (Jud 24).

David, rey de Israel, uno de los grandes sabios que en el mundo han habido, nos brinda el siguiente consejo: «Bienaventurado el varón… que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche» (Sal 1.1-2). Estas son magníficas promesas.

UN PASO DE FECon toda seguridad algunos de mis lectores han hecho la tentativa de leer la Biblia, para descubrir que al final de cuentas no es más que un libro muerto, aburrido, carente de significación y discutible.

Muchos de los pasos que damos son discutibles e inciertos Escribo estas palabras a bordo de un avión, sobrevolando el Estado de Colorado, en los Estados Unidos de América. Que lleguemos o no a Chicago es discutible. ¿Llegaré al hotel donde he dispuesto ir, sin sufrir un accidente automovilístico, bajo el supuesto de que aterricemos sin novedad en el aeropuerto? Es un hecho discutible. ¿Es seguro el banco en el cual opero? Es discutible.

Cualquiera de estas cosas es discutible. Todas ellas se prestan a la duda. No actuamos sobre la base de nuestras dudas. Actuamos sobre las bases de nuestra fe. Pronto sabré si mi fe en este avión estuvo bien depositada. (Lo estuvo.)

Podemos iniciar nuestro intento de amar a Dios y guardar sus mandamientos, con muchas dudas. Aceptémoslas y demos un paso de fe. Pronto descubriremos si nuestras dudas estaban bien fundamentadas o mal fundamentadas. Tenemos la más absoluta certeza de que todo paso de fe será recompensado. Pero debemos empezar depositando nuestra fe en las afirmaciones de Dios.

PRECAUCIONHay un paso preliminar que debemos dar si queremos que los mandamientos de Dios dirijan nuestra vida: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1Co 2.14).

«El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios» (Jn 8.47).

¿Qué significa todo esto? Es como decir que el cálculo carece de significado para el lector a menos que sea un iniciado en las matemáticas.

De la misma manera, la Biblia es un libro muerto para nosotros, a menos que el Espíritu de Dios more en nuestro interior. Se dice de Jesús: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.» (Ap 3.20).

«A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Jn 1.12).

Aceptado, estas afirmaciones son discutibles y sujetas a dudas. Como un acto de fe, abramos la puerta y él vendrá a nosotros y nos dará el poder para transformarnos en hijos de Dios.

Entonces, y solamente entonces, descubriremos la verdad de las palabras de Jesús cuando dijo: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.. .y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Jn 14.21).

Entonces sus mandamientos cobrarán vida y descubriremos si verdaderamente es cierto que nos brindan paz, gozo, estabilidad y bendiciones.



Segundo paso: amar al prójimoDijo Jesús: «El segundo es semejante (al primero): Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mí 22.39). ¡Extraña afirmación! ¿Cómo puede ser igual guardar sus mandamientos que amar a la gente? No lo entiendo. Tampoco entiendo que el agua puede ser nieve, hielo o vapor. O que la electricidad puede calentar, enfriar y producir luz.

No es preciso que lo entienda. Me conformo con utilizarla. Jesús dijo: «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Jn 15.12-13).

El apóstol Pablo dijo: «Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gá 5.14).

No demanda mucha reflexión entender que el amor vence al odio. Ambas pasiones se manifiestan en nuestro interior. Nadie ignora cuan horrible es el sentimiento de odio.

Si Jesús nos ordena amar y Pablo nos dice que en esto se cumplen todos los mandamientos ¿no debiéramos tomarlo en serio?



Tercer paso: amarse a sí mismoPasamos ahora al tercer paso. Lo escueto del tratamiento del segundo paso no significa que carece de importancia, pero he descubierto que la forma más sencilla de lograr que la gente empiece a guardar los mandamientos de Dios es hacer que actúen sobre sí mismos: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22.39).

Es otra manera de decir que debo mejorar mis actitudes y mis reacciones hacia todas las personas que se cruzan en mi camino. Debo estar satisfecho de mi comportamiento para con ellas.

Más importante aún, debo poseer un sentimiento siempre creciente de respecto por mi mismo. Necesito quererme. Imaginémonos vivir día tras día despreciándonos a nosotros mismos.

He pasado toda mi vida escuchando los relatos de personas que no se quieren a sí mismas. Los detalles de estos relatos varían notoriamente, pero poco a poco he descubierto que muchos temas se repiten, cuando escucho a la gente que me habla de la pobre opinión que tienen de sí mismas, que las lleva a la ansiedad y a la desdicha, y a tener problemas con los demás.



Cinco maneras de lograr la auto estimaciónEstos temas recurrentes caen en cinco categorías y se presentan habitualmente en el siguiente orden:

  • Comportamiento
  • Conversación
  • Reacciones
  • Pensamientos
  • Metas
  • A modo de Inventario.Comportamiento. Pensemos en las cosas que hicimos esta semana. Parte de nuestro comportamiento fue loable, abnegado, muy por encima de lo que nos exigió el deber. Pero por otro lado, otra parte de nuestro comportamiento no fue loable sino egoísta, renuente, muy por debajo de lo que pudo ser.

    Palabras. Meditemos en algunas de las palabras que utilizamos, palabras de alabanza y de seguridad. Pronunciamos palabras útiles, constructivas, palabras de apoyo. Pero también pudo haber murmuraciones, quejas, refunfuños, palabras feas, hasta mentiras.

    Reacciones. Lo que hacemos es observable y lo que decimos puede ser escuchado. Pero la forma en que reaccionamos ante lo que se dice y se hace no es fácilmente observable ni audible. Esta es la parte invisible y privada de nuestro mundo interior. A veces gozamos en nuestro interior de una sensación de amor, gozo, paz, bondad, ternura y aprecio. Otras veces alimentamos odio, amargura, ira, rebelión y envidia.

    Pensamientos. La mente es otra parte invisible y privada de nuestra personalidad. Nadie puede observar nuestros pensamientos. Podemos elaborar pensamientos edificantes, positivos, constructivos y corteses.Por otro lado, nuestra mente puede estar llena de pensamientos negativos, destructivos, descorteses, aun cuando nuestro aspecto sea angelical.

    Metas. Finalmente tenemos nuestras metas, nuestros propósitos en la vida, nuestros objetivos. Podemos tener metas positivas, constructivas o metas negativas y destructivas. Todos tenemos metas. A veces nuestra meta es no tener metas. O no revelarlas.

    Necesitamos un punto de referencia preciso. Amarnos a nosotros mismos comienza por nuestra autoestimación, con una buena autoimagen. Y el primer paso para alcanzar un sano respeto por uno mismo es situarnos en las cinco áreas: COMPORTAMIENTO, CONVERSACIÓN, REACCIONES, PENSAMIENTOS Y METAS. Y para situarnos necesitamos un punto de referencia, un espejo, algo que refleje y nos diga dónde estamos en este preciso instante.

    Dos hombres salieron del pozo de una mina. Uno de ellos tenía la cara sucia. La cara del otro estaba limpia. El hombre de la cara limpia miró a su compañero, arribó a la conclusión de que su propia cara estaba sucia y se fue a lavar. El hombre de la cara sucia no se lavó. Luego de ver el rostro limpio de su amigo decidió que no tenía necesidad de lavarse. Se usaron mutuamente como puntos de referencia. Los dos obtuvieron una errónea información. Necesitamos un punto de referencia, un espejo, una guía del viajero, que sea invariablemente preciso.

    Yo he usado esa guía del viajero, y en veinticinco años de actuar como consejero, jamás pude comprobar que sus principios fueran incorrectos. Esa guía del viajero es la Biblia.

    No basta con mirarse en el espejo. No es suficiente pararse frente al espejo y ver qué cosas están mal. Necesitamos adoptar con calma acciones correctivas. Santiago 1.23-25 nos dice: «Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.»

    ¿Cómo expresarlo con mayor claridad? Sin acción nuestra información no es utilizada ventajosamente para nosotros. Debemos poner manos a la obra. Nadie formula compromisos vitalicios.

    Un compromiso requiere una primera decisión y luego renovar dicha decisión tantas veces como sea necesario. El día que obtenemos un préstamo bancario nos comprometemos a devolverlo. Y cada vez que llega la fecha de vencimiento tenemos que cumplir con dicho compromiso.



    Como ir a la universidad.¿Recordamos el día que tomamos la decisión inicial de cursar la universidad? Bien. Pero de habernos detenido allí, jamás la habríamos cursado. Cada vez que tuvimos que rendir una prueba fue preciso renovar nuestra decisión y rendir la prueba. Y todos los días tuvimos que decidir si estudiábamos o no. Es decir, reafirmábamos nuestras decisión inicial.

    Y cuando tuvimos que realizar tareas de investigación, nuevamente nos vimos obligados a reafirmar nuestro compromiso. Y para cursar todo el ciclo universitario tuvimos que renovar nuestra decisión inicial probablemente una decena de veces por día. O no nos hubiéramos graduado.



    ¿Lo queremos con todo el alma?Si alguien quiere hacer algo con toda el alma, lo hace. Conocí a un muchacho que no quería ir a la iglesia con firme obstinación. No importaba cuando hacían y decían sus padres y sus amigos, se había hecho la firme determinación de no asistir a la iglesia. Estaba dispuesto a enfrentar la desaprobación y la presión ejercida sobre él por familiares y amigos para mantenerse firme en su decisión. Era un problema de voluntad. ¡No quería ir a la iglesia!

    Por otra parte, he conocido adolescentes que eran el cuadro opuesto. Sin estímulo alguno del hogar, a veces con oposición de su familia; sin embargo, no se los podía sacar a la iglesia.

    Asistían al culto el domingo en la mañana, por la tarde a la reunión de jóvenes y luego se quedaban para el servicio nocturno.Y todos los miércoles por la noche ahí estaban para la reunión de oración. Nadie los estimulaba; ni sus familias ni sus compañeros. Eran infaltables. Siempre se las arreglaban para asistir a la iglesia.

    Todo aquel que se propone rechazar lo que le enseñaron en la infancia, así lo hará, indiferente a las presiones que se le hagan al contrario. Ya hemos observado que las personas que han rechazado su primitivo adiestramiento, también pueden modificar su actual comportamiento. Hemos conocido a personas conscientes de su mal comportamiento que lo justifican por causa de su pasado, pero luego abandonan su mala práctica a pesar de su pasado.

    También hemos visto a jóvenes que en solamente un año de universidad modifican totalmente su comportamiento y luego retoman su anterior comportamiento tan abruptamente como lo abandonaron. Depende de nuestra decisión el que leamos o no leamos literatura pornográfica. De la misma manera, si nos hacemos la firme determinación de estudiar la Biblia y vivir de acuerdo a sus preceptos, nadie nos lo puede impedir.

    Pero, recordemos una vez más, un compromiso hecho hoy tendrá que ser renovado una y otra vez, a medida que las diversas oportunidades nos tientan a diversificar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo.



    ¿A qué nos comprometemos?El punto cardinal que nos lleva a una existencia de gozo, de paz y de vida abundante, es amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Dijo Jesús: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama…» (Jn 14.21).

    Depende de nosotros que decidamos conocer y guardar los mandamientos de Dios. Pero debemos renovar esa decisión muchas veces al día. A lo largo del camino muchas tentaciones procurarán apartarnos de nuestra decisión original. La Biblia contiene una tranquilizadora promesa: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Co 10.12,13).

    Tomado del libro Quiero la felicidad, ¡Ahora mismo!, ©Editorial Vida 1980 Usado con permisoTemas de la Vida Cristiana, Volumen V-3