por Alberto Roldán
Los últimos tiempos y sus aconteceres han cautivado siempre la atención de la iglesia. La vehemencia de su tratamiento ha llevado no pocas veces a la división y el rencor permanente, no hay duda que estos deben ser analizados a la luz de la Palabra…
Parte I: El Premilenarismo Histórico
El Premilenarismo Histórico (PH) es la corriente teológica que sostiene que la Segunda Venida de Jesucristo ocurrirá antes del Milenio y lo describe como un remado de mil años de Jesucristo sobre la tierra. Se lo denomina «histórico» a efectos de distinguirlo del Premilenarismo Dispensacional (PD) y en razón de que su origen histórico se remontaría a los primeros siglos del Cristianismo, a través de los escritos de algunos Padres de la Iglesia.
El PH reconoce a Ireneo de Lión (cerca del 200 d.C.) como el primer autor que sistematizó las ideas premilenaristas. En efecto, uno de los exponentes contemporáneos del PH, George Eldon Ladd, indica: «Una de las más antiguas formas de esperanza escatológica la encontramos en Ireneo (c. 200 d.C.), cuyos escritos contienen la primera excelente y detallada interpretación de la esperanza cristiana. La segunda venida de Cristo no implicará la terminación inmediata de la existencia terrenal, será seguida de una Era final de historia humana, cuando el Reino de Cristo será manifestado en el mundo por un período de mil años antes de la consumación final» (Vendré otra vez, pág. 29).
Resulta difícil rastrear con exactitud el curso histórico del PH, no obstante, Luis Berkhof, luego de sintetizar las ideas que hacen a esta corriente de teología, menciona a autores que se identificaron con la misma, siendo, entre otros: Bengel, Alford, Ellicott, Zahn, Moorehead y Trench (Teología Sistemática, pág. 850). Contemporáneamente, han suscripto a estos postulados el ya citado Ladd y William Sanford La Sor, entre otros.
Varios aspectos que hacen al esquema del PH sólo pueden ser comprendidos en relación con otras corrientes escatológicas, en particular, el PD. Se distingue de éste a pesar de los estrechos vínculos entre ambos, particularmente (acaso en lo único) en lo referido al Milenio terrenal. Ladd lo pone así: «…están estrechamente emparentados pero no son términos sinónimos. El dispensacionalismo es una variante del Premilenarismo. Todo dispensacionalismo es premilenarista, pero muchos premilenaristas no son dispensacionalistas» (Vendré otra vez, pág. 29).
El PH interpreta literalmente los «mil años» referidos en Apocalipsis 20.1-6. En ese pasaje, (en rigor, el único que explícitamente habla de un milenio como período) se habla de dos resurrecciones, entre las que se intercalan los mil años del reinado de Cristo. En este punto coinciden ambos premileniarismos. Pero la divergencia está en el tipo de milenio, ya que mientras el dispensacionalismo lo concibe en términos judaicos, el PH lo visualiza simplemente como una extensión del actual reinado de Cristo sobre su Iglesia. Además, el PH no afirma, como lo hace el PD, que haya una futura restauración de las 12 tribus y mucho menos que durante el Milenio se reanuden los sacrificios del Antiguo Testamento.
Se sostiene que Jesús no vino a ofrecer a los judíos un reino terreno a modo de reinstauración del reino davídico, mientras el PD concibe al Reino que Jesús ofreció a Israel de nacional y terreno. Ladd, en Crucial Questions, (pág. 114) dice: «Nosotros no estamos en la obligación de interpretar la oferta del Reino por parte de Jesús a la luz de la comprensión judía acerca del mismo, así como tampoco tenemos la obligación de interpretar su mesiazgo a la luz de la interpretación judaica. Es el registro inspirado, no la teología judaica, lo que debe guiarnos».
Los argumentos del PH para sostener que el Reino que Jesús ofreció no era nacional y terreno, más o menos siguen las líneas siguientes: a) las parábolas del Reino (por ejemplo: Mt 13) implican un reino espiritual «en misterio», que debe interpretarse como la forma actual no consumada del Reino de Dios; b) que a partir de Juan 3, al Reino de Dios se ingresa por nuevo nacimiento, lo cual implica un reino actual y espiritual; c) que aunque nacionalmente Israel rechazó el mensaje del Mesías, un significativo grupo de israelitas sí lo aceptaron y es a partir de ellos que se integra este nuevo pueblo de Dios: la iglesia.
En otro orden de cosas, el PH interpreta el Reino de Dios no sólo como el ámbito en el cual Dios ejerce su soberanía, sino también como «.. .el activo poder salvador de Dios que ha venido al mundo en la persona y actividad de Cristo para redimir a los hombres del reino de Satanás» (George E. Ladd, Crucial Questions, pág. 89). Dicen los históricos que en la primera venida de Jesús el Reino de Dios se acercó a los hombres. A ese Reino se ingresa por nuevo nacimiento y bajo las condiciones de arrepentimiento y fe (Mr. 1.14-15; Jn. 3). EI Reino de Dios manifestado en Cristo ha dado pruebas más que evidentes de su presencia entre los hombres, tales como milagros, liberaciones, etc. (Mt. 10.1ss; 12.22-28). Inequívocamente, Jesús afirma que el reinado de Dios estaba actuando entre los hombres de su tiempo. (Lc. 17.20-21). El PH interpreta las parábolas del Reino, particularmente la de la semilla de mostaza, como indicativa del carácter originalmente insignificante del reino y su posterior desarrollo.
Desde esta postura se rechaza definitivamente la teoría de la posposición del Reino (El PD propone que Jesús ofreció el Reino a los judíos y que, al rechazarlo éstos, lo pospuso hasta el Milenio) y dice que ese Reino ha continuado y que esa afirmación puede probarse a la luz de pasajes tales como Mateo 24.14; 13.10 y Hechos 8.12;20.25:28.31.
Según el PH hay un único pueblo de Dios: la iglesia. La argumentación incluye:
La venida de Jesucristo estará precedida por ciertos eventos escatológicos. No hay inminencia. El PH no cree que la segunda venida de Cristo pueda ocurrir en cualquier momento o que sea algo inminente como enfatiza el PD. Ateniéndose a ciertos pasajes paulinos sobre el tema, considera que el retorno de Cristo será precedido de ciertos acontecimientos. En A Theology of the New Testament, y luego de señalar la actitud de expectativa que aparentemente caracterizaba a los tesalonicenses, Ladd señala: «Como resultado de ello, algunos creyentes en Tesalónica llegaron a estar trastornados y excitados y algunos pretendieron tener revelaciones de Dios o una especial palabra de Pablo indicando que el fin estaba sobre ellos y los eventos del Día del Señor realmente habían empezado (2 Ts. 2.1-1). Pablo corrige este erróneo punto de vista de la inminencia al decir que antes de que el fin comience, aparecerá un maligno gobernante, el hombre de ilegalidad, quien se arrogará por sí mismo toda autoridad, tanto secular como sagrada y demandará total sumisión a los hombres a su gobierno, incluyendo adoración (2 Ts. 2.3-4)» (pág. 559).
Los términos que eI Nuevo Testamento utiliza con referencia a la Segunda Venida de Cristo no implican diferencias sustanciales entre ellos sino que más bien señalan matices distintos para una misma realidad. Las tres palabras que describen el retomo del Señor son: Párusía, que significa «presencia» o «arribo» (Fu. 2.2; 1 Co. 16.17; 2 Co. 7.7; 2 Ts. 2.1; 2.8; 1 Ts. 2.19; 3.13; 4.15; 5.23), Apokálypsis, que significa «revelación», «descubrimiento», «debelación» e implica la revelación al mundo de la gloria de Cristo Señor (2 Ts. 1.7; 1 Co. 1.7; 1 P. 1.7,13), Epifaneia, que significa «aparición» y que indica la visibilidad del retomo (en 2 Ts. 2.8 Pablo une epifaneia y parousía al referirse al «resplandor de su venida»),
En lo que se refiere a los «días» que el Nuevo Testamento indica en los contextos escatológicos, el PH busca diferencias de significado. Según esta postura, tanto el «Día del Señor» (1 Ts. 5.2; 2 Ts. 2.2) como «día del Señor Jesús» (1 Co. 1.8), «día de Cristo Jesús» (Fil. 1.6) y «día de Cristo» (Fil. 1.10; 2.16) son diferentes formas para indicar el mismo evento.
La esperanza de los cristianos no sería un «rapto secreto» sino una manifestación visible y gloriosa de Cristo. En este sentido, el PH sostiene que no hay tal cosa como «rapto secreto», pretribulacional. El PD propone dos futuras venidas de Cristo: una para la Iglesia y otra para el mundo («rapto» y «revelación», respectivamente).
Apuntes Pastorales, Volumen VI – Número 1, todos los derechos reservados.