En el principio
por Christopher Shaw
El hombre es, el que responde a la iniciativa divina, un actor secundario en una historia que es mucho más grande que él.
Versículo: Juan 1:1-14
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1:1 En el principio ya existía el *Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.1:2 Él estaba con Dios en el principio.1:3 Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir.1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de la *humanidad.1:5 Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla. 1:6 Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió 1:7 como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que por medio de él todos creyeran. 1:8 Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. 1:9 Esa luz verdadera, la que alumbra a todo *ser humano, venía a este mundo. 1:10 El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. 1:11 Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. 1:12 Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. 1:13 Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos *naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.1:14 Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo *unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
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La declaración del apóstol ofrece una réplica del relato de Génesis, cuyos orígenes también se encuentran más allá de la historia particular del planeta que habitamos nosotros: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este «principio» al que ambos autores se refieren escapa a los parámetros que nosotros utilizamos para medir el paso del tiempo, pues está escondido en la misma eternidad.
Juan no pretende entrar en el misterio de esta frase. Simplemente afirma que el Verbo existía desde siempre, porque el Verbo es Dios mismo. Su declaración nos ayuda a asumir, desde el mismo principio, la postura correcta en nuestra relación con el Señor. Él es el origen de todas las cosas, incluso de nuestra propia historia personal. Una y otra vez, a medida que caminemos con él en esta serie, vamos a retornar a esta verdad. Cada escena que presenciaremos nos conducirá indefectiblemente a la persona de Dios. El hombre es, y por siempre será, el que responde a la iniciativa divina, un actor secundario en una historia que es mucho más grande y profunda que el relato de nuestro fugaz paso por este planeta.
Él es el origen de todas las cosas, incluso de nuestra propia historia personal.
La declaración del discípulo amado también sirve para enmarcar el peregrinaje terrenal del Mesías en lo eterno. Su presencia en este escenario, aunque limitada a tan pequeño lapso de tiempo, como el que representan escasos treinta y tres años de vida, está incluida en un proyecto que nace en el mismo corazón de Dios y que, por esta razón, necesariamente está contenida en la eternidad.
Qué bueno resulta, entonces, poder comenzar esta aventura en actitud de adoración, maravillados frente al hecho de que se nos ha concedido el contacto con el Eterno. Podemos exclamar, junto a Moisés: «Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas?» (Deuteronomio 3.24).
Sostener esta postura a lo largo del año será uno de los factores que más favorecerá nuestra entrada en las profundidades de la persona de Cristo. No nos aproximaremos a él como quienes lo buscan para analizarlo, explicarlo y desmenuzarlo. Más bien, nos acercaremos para simplemente saborear el irresistible encanto de su persona.
«Señor, tú eres la encarnación de todos nuestros anhelos, la manifestación de nuestros más osados sueños. Al acercarnos a tu persona no hacemos más que responder a tu iniciativa. Venimos con el corazón abierto y la voluntad dispuesta a dejar que tú nos conduzcas a donde tú quieras. Produce en nosotros las experiencias que tú deseas. No te pedimos que nos expliques lo que haces, sino que nos mantengas cerca de ti. Estar contigo, Señor, es todo el bien que anhelamos».
Tomado de Dios en Sandalias, por Christopher Shaw. ©Copyright 2005-2010, Desarrollo Cristiano Internacioal. Todos los derechos reservados.