Biblia

Desde el anonimato

Desde el anonimato

por Desarrollo Cristiano

Si Dios irrumpe en la vida de alguien, será con la persona que está ocupada en ser fiel en el lugar donde ha sido ubicada.

Versículo: Lucas 1:5-25

1:5 En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías. Su esposa Elisabet también era descendiente de Aarón. 1:6 Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. 1:7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril; y los dos eran de edad avanzada.1:8 Un día en que Zacarías, por haber llegado el turno de su grupo, oficiaba como sacerdote delante de Dios, 1:9 le tocó en suerte, según la costumbre del sacerdocio, entrar en el *santuario del Señor para quemar incienso. 1:10 Cuando llegó la hora de ofrecer el incienso, la multitud reunida afuera estaba orando. 1:11 En esto un ángel del Señor se le apareció a Zacarías a la derecha del altar del incienso. 1:12 Al verlo, Zacarías se asustó, y el temor se apoderó de él. 1:13 El ángel le dijo: __No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. 1:14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, 1:15 porque él será un gran hombre delante del Señor. Jamás tomará vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde su nacimiento. 1:16 Hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios. 1:17 Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor.1:18 ¿Cómo podré estar seguro de esto?  preguntó Zacarías al ángel . Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada.1:19 Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios  le contestó el ángel . He sido enviado para hablar contigo y darte estas buenas *noticias. 1:20 Pero como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda.1:21 Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías y les extrañaba que se demorara tanto en el santuario. 1:22 Cuando por fin salió, no podía hablarles, así que se dieron cuenta de que allí había tenido una visión. Se podía comunicar sólo por señas, pues seguía mudo.1:23 Cuando terminaron los días de su servicio, regresó a su casa. 1:24 Poco después, su esposa Elisabet quedó encinta y se mantuvo recluida por cinco meses. 1:25 «Esto  decía ella es obra del Señor, que ahora ha mostrado su bondad al quitarme la verg»uenza que yo tenía ante los demás.»

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El relato de la historia del nacimiento de Jesús comienza con dos personas completamente desconocidas para nosotros, Zacarías y Elizabet. Ellos, aunque aún no lo saben, han sido escogidos para ser los padres del que irá delante del prometido. Su participación en los eventos que acompañan la llegada del Mesías se limita a unos pocos versículos en el Evangelio según San Lucas. Lo que ocurrió con ellos después del nacimiento de Juan está tan escondido de nosotros como los años que transcurrieron antes de su fugaz aparición en las Escrituras. 

Estos dos, sin embargo, son los más fieles representantes de la enorme multitud de personas que conforman «el pueblo de Dios». Son personas cuyos nombres no resultaban conocidos a más que un pequeño puñado de individuos. Los hechos de sus vidas no están registrados en ningún compendio de las grandes figuras de la historia de la humanidad. Probablemente no hayan participado de tan dramáticos eventos como lo fueron la confrontación de Goliat, la derrota de los 400 profetas de Baal o el paso por el horno de fuego de Nabuconodozor. Desde una perspectiva terrenal se les podría describir como insignificantes, figuras relegadas al olvido.

Si Dios irrumpe en la vida de alguien, será con la persona que está ocupada en ser fiel en el lugar donde ha sido ubicada.

La perspectiva del Reino sobre el asunto, sin embargo, es otra. Mide nuestro paso por la tierra con una vara enteramente diferente a la que usan los hombres. Encuentra, entre aquellos que el mundo descarta, algunos de los más preciosos tesoros espirituales. De Elizabet y Zacarías, por ejemplo, afirma que «ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor» (v. 6). 

La frase, más que un comentario sobre un evento, es el resumen de un estilo de vida de profunda devoción y fidelidad al Señor. Estos dos son poseedores de esa cualidad a la que son tan esquivos los ministros de este tiempo, la integridad. Los años no han logrado mellar su compromiso de vivir en santidad, ocupados en prestar el servicio al que han sido llamados. Mientras se concentran en vivir esa vida de fidelidad, el Señor los ha escogido para algo más grande de lo que ellos jamás pudieron haberse imaginado. Quisiera que tome nota, sin embargo, de que ellos no han hecho absolutamente nada para ser elegidos. No se han postulado para un puesto, ni le han sugerido al Señor que ellos están para proyectos «más importantes». 

Su actitud expone un importante principio, que se reitera una y otra vez en la Palabra: Si Dios irrumpe en la vida de alguien, será con la persona que está ocupada en ser fiel en el lugar donde ha sido ubicada. Fuera de una vida de fidelidad a nuestro llamado, no existe en nosotros nada que pueda producir estas visitaciones. Por esto, no es necesario perder tanto tiempo buscando y clamando por esas manifestaciones que tanto obsesionan a la Iglesia en este tiempo. 

Muchas veces anhelamos una experiencia más dramática en nuestra vida espiritual, pero Dios se interesa y ve con sumo agrado la vida del hombre y la mujer que procuran mantener firme su compromiso a lo largo de las semanas, los años, y las décadas.

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