Visita inesperada
por Christopher Shaw
La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el de lo ordinario.
Versículo: Lucas 5:1-25
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5:1 Un día estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y la gente lo apretujaba para escuchar el mensaje de Dios. 5:2 Entonces vio dos barcas que los pescadores habían dejado en la playa mientras lavaban las redes. 5:3 Subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó, y enseñaba a la gente desde la barca.5:4 Cuando acabó de hablar, le dijo a Simón: __Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar.5:5 Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada le contestó Simón . Pero como tú me lo mandas, echaré las redes.5:6 Así lo hicieron, y recogieron una cantidad tan grande de peces que las redes se les rompían. 5:7 Entonces llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran. Ellos se acercaron y llenaron tanto las dos barcas que comenzaron a hundirse.5:8 Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: __¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!5:9 Es que él y todos sus compañeros estaban asombrados ante la pesca que habían hecho, 5:10 como también lo estaban *Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. __No temas; desde ahora serás pescador de hombres le dijo Jesús a Simón.5:11 Así que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, siguieron a Jesús. 5:12 En otra ocasión, cuando Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre cubierto de *lepra. Al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y le suplicó: __Señor, si quieres, puedes *limpiarme.5:13 Jesús extendió la mano y tocó al hombre. __Sí quiero le dijo . ¡Queda limpio! Y al instante se le quitó la lepra.5:14 No se lo digas a nadie le ordenó Jesús ; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu *purificación lo que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio.5:15 Sin embargo, la fama de Jesús se extendía cada vez más, de modo que acudían a él multitudes para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. 5:16 Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar. 5:17 Un día, mientras enseñaba, estaban sentados allí algunos *fariseos y *maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y también de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para sanar a los enfermos. 5:18 Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús, 5:19 pero no pudieron a causa de la multitud. Así que subieron a la azotea y, separando las tejas, lo bajaron en la camilla hasta ponerlo en medio de la gente, frente a Jesús.5:20 Al ver la fe de ellos, Jesús dijo: __Amigo, tus pecados quedan perdonados.5:21 Los fariseos y los maestros de la ley comenzaron a pensar: «¿Quién es éste que dice *blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»5:22 Pero Jesús supo lo que estaban pensando y les dijo: __¿Por qué razonan así? 5:23 ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados quedan perdonados , o Levántate y anda ? 5:24 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados se dirigió entonces al paralítico : A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.5:25 Al instante se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que había estado acostado, y se fue a su casa alabando a Dios.
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Sin duda la aparición del ángel de Jehová a Zacarías nos entusiasma mucho más que el testimonio sobre él y su esposa, que señala que eran intachables delante de Dios. «Ser intachable» es poseer un carácter aplaudido por todos, pero, como el camino para alcanzarlo es demasiado lento y trabajoso, no nos sentimos impulsados a recorrerlo. Influenciados por una cultura adicta a la adrenalina, y deseosos de sobrevivir, nos sentimos en la necesidad de sustentar nuestra devoción con dramáticas experiencias espirituales. Queremos «sentir» que él nos ha tocado, que se ha movido en medio de nosotros o que hemos sido testigos de algún espectacular milagro. Para los que creen que de esto se trata la vida espiritual, recibir la visita de un ángel significaría, sin duda, «tocar el cielo con las manos».
El discípulo sabio convertirá en propia la oración del salmista: «Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas…
La experiencia de Zacarías, sin embargo, nos deja al menos tres importantes advertencias. En primer lugar, ocurrió «mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios». Precisamente el contexto es lo que nos produce tantas dificultades, pues el «mientras» nos aburre. No obstante, ser fieles en la tarea que se nos ha confiado es una condición indispensable para acceder a proyectos mayores. En ocasiones esta fidelidad debe ser probada, como en el caso de Elizabeth y Zacarías, a lo largo de toda una vida. No está en nosotros acceder o no a proyectos mayores, sino que es una decisión exclusiva de Aquel en cuyas manos está nuestra vida.
Una segunda advertencia la encontramos en la reacción de Zacarías: «se turbó, y el temor se apoderó de él». La aparición del ángel no resultó en una experiencia agradable, tal como la imaginamos si nos ocurriera algo similar a nosotros. De hecho, un recorrido por las Escrituras revelará que esta reacción de temor es común a todas las personas que recibieron una visita celestial. Cada una de ellas sintió profundo miedo ante algo que cae radicalmente fuera del ámbito de nuestra existencia cotidiana. La verdad es que no poseemos capacidad para movernos con naturalidad dentro de este plano, porque la fragilidad de nuestra condición humana no puede soportar más que la más tenue manifestación de lo Alto.
Esto nos lleva a una tercera advertencia: No hallamos ningún indicio de que Zacarías haya tenido otra experiencia como esta a lo largo de su vida. Al observar los 2.000 años de historia del pueblo de Dios que están registrados en la Biblia encontraremos que esta clase de visitaciones son sumamente escasas. Creo que la razón es clara: La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el de lo ordinario. El Señor sabe bien que esta clase de experiencias fácilmente pueden convertirse en una distracción. Por esto, el discípulo sabio convertirá en propia la oración del salmista: «Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma» (131.1-2).
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