Temor que cuenta
por Christopher Shaw
Las palabras de Cristo contienen una invitación a no perder de vista la verdadera dimensión de la vida.
Versículo: Mateo 11:1
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11:1 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en otros pueblos.
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Sin duda el cuadro que Cristo describe, de familias divididas contra sí mismas por causa del reino, era uno que intimidaría a los discípulos. Se les estaba informando que en esta tierra no habría ámbito donde las relaciones con otros estaban a salvo de los conflictos; aun de los más íntimos podían esperar ataques feroces. Por esta razón Cristo dijo: «Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse.» El temor traería consigo un estado de inseguridad que pondría en riesgo la eficacia de la misión a la que se les enviaba. No obstante, Cristo les aseguró que vendría un día en que los planes perversos de los hombres, incluso los llevados a cabo en secreto, serían expuestos a la luz de Dios. Esto les señalaba claramente que estaban sirviendo a uno que va a escribir el último capítulo en la historia de la humanidad. Este es también el mensaje implícito en la misteriosa y compleja revelación de Apocalipsis. El libro no contiene una invitación al análisis minucioso del texto; más bien permite un vistazo del último tramo en la trayectoria de la humanidad; en él, la palabra final claramente la tiene el Creador de los cielos y la tierra.Los discípulos no podían escapar de este compromiso sagrado de ser testigos del Altísimo. A la misma vez, Jesús señalaba a sus discípulos que el destino final de todo lo aprendido por los discípulos era público. «Lo que os digo en tinieblas, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas». Puede existir un tiempo en el cual es necesario una preparación secreta, como fue el caso de los tres amigos íntimos de Jesús, Pedro, Jacobo y Juan. Así también ocurrió con la vida de José, Moisés, David, y Juan el Bautista, cuyas años formativos transcurrieron en lugares solitarios y olvidados. No obstante, el llamado ineludible de todo discípulo del Señor es, eventualmente, salir a proclamar las misericordias de Dios en los lugares donde transcurre la vida del pueblo. Aún atemorizados, los discípulos no podían escapar de este compromiso sagrado de ser testigos del Altísimo. Es una deformación de los proyectos de Dios el creer que la vida espiritual consiste en simplemente asegurar el bienestar y la salvación propia. Las palabras de Cristo contienen una invitación a no perder de vista la verdadera dimensión de la vida. Por más reales que puedan ser las persecuciones por parte de los seres queridos, los destinos eternos de las personas no los deciden ellas, sino el mismo Señor. Por esto, los animó a temer al que «puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno». Podremos sufrir daños y perjuicios temporales en el camino con Cristo, pero nada, ni nadie en esta tierra podrá ejercer autoridad sobre nuestra vida, aun cuando seamos muertos por causa de Cristo. El poder sobre la vida está en manos de Dios, y solamente a él debemos temer. Lo demás ¡es solamente el rugido de un león sin dientes!
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