Palabra que permanece
por Christopher Shaw
Aún en medio de la noche más oscura, la palabra del Señor permanece y cumple su función vital…
Versículo: Juan 19:39-40
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19:39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe. 19:40 Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas.
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No sabemos mucho acerca de este discípulo , salvo lo que narra este corto pasaje. No obstante, cabe señalar que Jesús tenía entre sus seguidores personas adineradas a quienes no les había dado las mismas instrucciones que al joven rico. Esa invitación a venderlo todo la extendió porque la situación así lo demandaba, pues las riquezas ocupaban demasiado espacio en el corazón de aquel joven.Era necesario que hicieran a un lado su congoja, para dejar que la palabra de vida volviera a encender en ellos la llama de la esperanza. José de Arimetea estaba en condiciones de darle una sepultura digna a Cristo, por lo que tomó la inusual decisión de pedirle a Pilato que le entregara el cuerpo. El gobernador decidió acceder probablemente porque se vio afectado por una mezcla de cansancio y culpa sobre su participación en la muerte de un inocente. El Evangelio de Juan agrega que José de Arimatea iba acompañado de Nicodemo, el cual había sostenido una secreta y dramática conversación con Cristo. Incluso muerto, Cristo persistía en exigir de aquellos que lo rodeaban una definición definitiva a favor o en contra de las Buenas Nuevas. Estos dos, pues, trayendo «un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras, tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según la costumbre judía de sepultar» Luego, disponiendo del sepulcro nuevo que José había adquirido, lo envolvieron en una sábana y lo introdujeron en la cueva, y, por último, cerraron la entrada con una gran piedra. Hasta aquí llegaron las atenciones de los seguidores de Cristo, los cuales, sin duda, desfallecían por las condiciones de la muerte del Mesías. «Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor, nos acordamos que aquel mentiroso, estando en vida, dijo: «Después de tres días resucitaré». Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos de noche, lo hurten y digan al pueblo: «Resucitó de entre los muertos». Y será el último engaño peor que el primero.» (Mt 27.62-67). Aun muerto Jesús, los fariseos se daban cuenta de que la influencia del Señor no podía ser frenada con tanta facilidad. Nuevamente tomaron medidas para contener el impacto de las acciones de Jesús sobre los que lo habían conocido, sin comprender que las operaciones espirituales no pueden ser combatidas con las armas de este mundo. La violencia y la represión nunca han tenido éxito en extinguir un movimiento. Más bien, le ofrecen a los seguidores un impulso adicional. Quedaba claro, de todos modos, que, aun estando Cristo ausente físicamente, les esperaba a sus seguidores un tiempo de represión. Jesús ya los había advertido al respecto y, además, su muerte no puso fin al odio de los religiosos. En estas horas de incertidumbre, sin embargo, sus discípulos no tenían otro recurso para recuperar la esperanza y el sentido en la vida sino las palabras que Cristo les había hablado. Era necesario que hicieran a un lado su congoja, para dejar que la palabra de vida volviera a encender en ellos la llama de la esperanza. Aún en medio de la noche más oscura, la palabra del Señor permanece y cumple su función vital en la vida de quienes la han escuchado.
Por: Christopher Shaw, Director General de Desarrollo Cristiano Internacional. Producido y editado para DesarrolloCristiano.com. Copyright ©2010 por Desarrollo Cristiano, todos los derechos reservados.