Así lo hizo
por Christopher Shaw
Es incomparable la belleza de una vida que es genuinamente espiritual y humana a la vez.
Versículo: Mateo 1:18-25
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1:18 El nacimiento de Jesús, el *Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. 1:19 Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a verg»uenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto.1:20 Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. 1:21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»1:22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: 1:23 «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).1:24 Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. 1:25 Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.
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El relato de la visita celestial a José termina con una breve conclusión: «cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer; y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús».El impacto se evalúa a partir del momento en que comenzamos a caminar en esa verdad, pues solamente la obediencia desata la bendición. En cuántos relatos bíblicos falta este sencillo comentario sobre el personaje de la historia: e hizo según el Señor le había mandado. ¡En toda situación este pequeño comentario sería la conclusión perfecta para nuestras más emocionantes experiencias en el Señor! No debemos pasar por alto esta frase porque debería ser el desenlace de cada ocasión en que Dios habla a nuestros corazones. La Palabra se nos entrega precisamente para este propósito: generar en nosotros una acción concreta basada en las instrucciones recibidas. «Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios», declara el autor de Deuteronomio, «mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley» (29.29). De hecho, este es el mensaje reiterado del libro que Moisés dejó como legado a un pueblo que, una, y otra vez, desatendió las instrucciones recibidas de lo Alto. El verdadero impacto de la Palabra de Dios no se mide por el grado de emoción que sentimos al oírla, ni por las lágrimas que se nos caen cuando él nos habla, aunque sus palabras pueden afectar profundamente nuestras emociones. El impacto se evalúa a partir del momento en que comenzamos a caminar en esa verdad, pues solamente la obediencia desata la bendición de Dios sobre nuestras vidas. A aquella generación del desierto dijo Moisés: «Estos, pues, son los mandamientos, los estatutos y los juicios que el SEÑOR vuestro Dios me ha mandado que os enseñe, para que los pongáis por obra en la tierra que vais a poseer, para que temas al SEÑOR tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno, tú y tus hijos y tus nietos, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Escucha, pues, oh Israel, y cuida de hacerlo, para que te vaya bien y te multipliques en gran manera, en una tierra que mana leche y miel, tal como el SEÑOR, el Dios de tus padres, te ha prometido» (Deut 6.1–3). Sin duda José tuvo que hacer a un lado los sentimientos que invadían su corazón, y cerrar sus oídos a las insistentes preguntas que atormentaban su mente. En última instancia la obediencia depende de una decisión, y cuando despertó procedió según las indicaciones que había recibido. Mateo añade el detalle de que conservó a María virgen hasta que nació Jesús. Entiendo por esto que después del nacimiento sostuvo con ella la relación normal de todo matrimonio, y así debe ser. No necesitamos otorgarle a ella atributos adicionales. Es incomparable la belleza de una vida que es genuinamente espiritual y humana a la vez. En esto, José y María proveerían para el niño Jesús un ejemplo de devoción, que dejaría una inconfundible huella sobre su corazón.
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