Biblia

Testigos naturales

Testigos naturales

por Christopher Shaw

Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas.

Versículo: Lucas 2:8-21

2:8 En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. 2:9 Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. 2:10 Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas *noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. 2:11 Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es *Cristo el Señor. 2:12 Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»2:13 De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían:2:14 «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad.» 2:15 Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer.»2:16 Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. 2:17 Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él, 2:18 y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. 2:19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. 2:20 Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho. 2:21 Cuando se cumplieron los ocho días y fueron a circuncidarlo, lo llamaron Jesús, nombre que el ángel le había puesto antes de que fuera concebido.

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Los pastores, conmovidos por la visitación celestial que habían recibido, salieron «a toda prisa» para verificar la palabra que les había hablado el mensajero celestial. Dejando las ovejas fueron a Belén y encontraron al niño, envuelto en pañales, tal como se les había anunciado. «Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores» (vv. 17 y 18).Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas. Qué interesante la reacción de los pastores al llegar al pesebre, ¿verdad? ¡Los eventos extraordinarios de la noche no se prestaban para que guardaran silencio! Comenzaron a contar a todos los que estaban con ellos lo que habían vivido en el campo, y la gente quedaba maravillada del relato que compartían. Resulta provechoso tomar nota deque los pastores ya no seguían siendo los mismos hombres que habían sido cuando comenzó aquella noche. La formacióne poseían era precaria, y probablemente sus inclinaciones espirituales eran bastante escasas. Nadie los había capacitado para la tarea de divulgar las buenas nuevas que habían escuchado, ni los habían instruido en el método indicado para capturar la atención de la gente antes de dar su mensaje. No organizaron una reunión, ni buscaron a otros con más conocimiento para que se encargaran de divulgar la noticia. Con el entusiasmo lógico de quienes habían sido testigos de una increíble visión, simplemente comenzaron a hablar de lo que habían vivido. No les faltaba pasión ni fervor, porque aún conservaban el asombro de haber sido visitados por el Señor. La respuesta de los pastores es la forma en que comienza todo movimiento misionero impulsado por el Señor. Los principales protagonistas en esta empresa comparten las buenas nuevas en forma completamente natural y espontánea. No necesitan que nadie los presione para «salir» a compartir con otros, ni tampoco requieren charlas motivadoras para emprender la tarea evangelizadora. La realizan porque existe en ellos un estado de ebullición que no los deja tranquilos, exigiendo la atención de todos los que estén dispuestos a escuchar. De esta forma se extiende el reino. No debería existir la necesidad de armar en las iglesias reuniones especialmente para evangelizar a otros. Más bien, los miembros del Cuerpo, poseídos de una pasión y un entusiasmo inusual, deben buscar hablar a cuantos se les crucen por el camino de los hechos asombrosos de Dios en la vida de ellos. En este detalle encontramos el elemento clave del impacto evangelizador de una vida sobre otra: aquellos que comparten las buenas nuevas están experimentando a diario, en sus vidas personales, una aventura apasionante con el Señor. Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas. Cuando intentamos suplir este testimonio con argumentos intelectuales que defienden la existencia de Dios, nuestra eficacia como evangelistas decae en forma dramática. Compartir a Cristo con otros es un llamado a vivirlo intensamente en nuestras propias vidas. Para pensar: ¿Cómo termina este sector según el relato de Lucas? ¿Qué observa en la respuesta de María? ¿Cómo regresaron los pastores?

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