Biblia

Una voz amiga

Una voz amiga

por Christopher Shaw

Cuando el compromiso de otros con Cristo los impulsa a animarnos por el camino somos verdaderamente afortunados

Versículo: Hebreos 3:13

3:13 Más bien, mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado.

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El autor de Hebreos nos presenta ahora uno de los elementos fundamentales para evitar este proceso de endurecimiento que conduce a que nos desviemos, en nuestros corazones, del camino señalado. Se trata de una de las más notables pérdidas en la Iglesia de nuestros tiempos, la voz de otra persona que hable la verdad a nuestra vida. La versión moderna de la vida espiritual nos ha convencido de que una persona, sentada sola en una habitación, con su Biblia y el hábito de orar, logra echar mano de la vida abundante que Cristo ofrece para los suyos. Nuestras conversaciones con Dios son casi todas en singular: «Bendice mi vida Señor». «Ayúdame con este problema, Señor». «Guíame a un mejor trabajo». Es que, en estos tiempos en los que la religión gira en torno a la realización propia, nosotros nos hemos convertido en nuestra principal preocupación. Abrigamos grandes deseos de experimentar la plena bendición de Dios, pero no nos quita mucho sueño el que no la vivan las personas en nuestro círculo de influencia. La vida espiritual se vive en plenitud cuando somos parte de una comunidad de fe Los autores Nuevo Testamento, siguiendo la iniciativa de Cristo de formar discípulos en grupo, escribieron a sus lectores en plural. Las exhortaciones y las promesas que comunicaron las dirigieron a muchos. Salvo en los casos puntuales de Filemón, Timoteo y Tito, las cartas se escribieron a grupos de creyentes que compartían la fe en una misma ciudad: Galacia, Éfeso o Tesalónica. Se esperaba que la carta fuera compartida en grupo y que todos se comprometieran a ayudarse, los unos a los otros, a crecer hacia la plenitud de la vida que Jesús ofrece a los suyos. En este espíritu llega la exhortación que hoy ocupa nuestra reflexión: «exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»». La frase cada día es de particular interés, pues de inmediato elimina la posibilidad de que esta actividad se restrinja solo a las reuniones formales que organice el grupo. Más bien, traslada la exhortación al ámbito de las actividades de nuestro quehacer cotidiano. Allí experimentamos las luchas más intensas por mantenernos fieles a la Palabra. Y en ese contexto resultará especialmente oportuna la Palabra de ánimo de aquel que ve que asoma un espíritu de incredulidad en mi corazón. ¡Qué bendición contar con hermanos y hermanas que nos acompañan en nuestro peregrinaje! Y constituye aún mayor fortuna cuando algunos de ellos se animan a hablarnos la Palabra en el momento que más la precisamos. Con esta clase de gente vale la pena cultivar una relación. Y si disfrutamos del beneficio de su tierna y oportuna corrección, también deberíamos nosotros animarnos a ser esa clase de personas para ellos. Así debería funcionar el cuerpo de Cristo.  

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