¿Tenemos confianza?
por Christopher Shaw
Se nos ha extendido una invitación que requiere de nosotros una respuesta osada
Versículo: Hebreos 10:19-21
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10:19 Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; 10:21 y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.
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La Nueva Versión Internacional emplea la frase «plena libertad» para indicar la condición que nos permite entrar al Lugar Santísimo. Percibimos el desafío que representa traducir del griego la palabra parresía cuando comparamos versiones. La NTV traduce «podemos entrar con valentía», mientras que la RVC opta por «plena confianza». Es que el término original posee una rica connotación. Incluye todos estos conceptos, libertad, apertura, confianza, valentía, e incluso osadía. La comparación de las versiones nos revela que el camino que ha abierto Jesús hacia el Lugar Santísimo es un camino plenamente accesible a quien quiera utilizarlo. No obstante, requiere de nosotros una actitud similar a la que Moisés esperó de Josué: «se fuerte y valiente». Por mucho tiempo pensé que esta valentía se refería a la capacidad de empuñar una espada y hacerle frente a los enemigos que debían ser expulsados de la Tierra Prometida. Me doy cuenta, sin embargo, que se refiere más al coraje que inevitablemente debe poseer cada hijo de Dios para obedecer las instrucciones del Señor. Cuando recorremos la Palabra observamos que sus instrucciones usualmente exigen que una persona haga algo que contradice abiertamente la lógica humana. Cuando la propuesta es muy descabellada (como en el caso de rodear la ciudad entonando cánticos, para que se cayeran los muros), la tentación a argumentar con el Señor es intensa. ¡Creemos que ha enloquecido! Olvidamos lo que afirma el profeta Isaías, que los caminos de Dios nos son nuestros caminos, ni sus pensamientos nuestros pensamientos. Nosotros tenemos, gracias al sacrificio de Cristo, libertad absoluta para acceder al Lugar donde reside el mismo Dios que hizo los cielos y la Tierra. No recorremos nosotros este camino para realizar el mismo sacrificio que antes hacían los sumos sacerdotes. Ese trabajo ya lo hizo Jesús por nosotros, una vez para siempre. Nuestra intención ahora es acercarnos al trono de gracia para procurar el socorro y la orientación que necesitamos para las circunstancias puntuales que estamos atravesando. Desconfiamos de que pueda ser genuino una invitación que llega sin condiciones.Retornemos, por un instante, a lo que asume el autor de Hebreos: que estamos armados de la confianza, la valentía y la libertad para entrar a este lugar. Debo decir, en mi experiencia personal y pastoral, que es aquí dónde la mayoría de los cristianos hacemos agua. Sencillamente no creemos que el ejercicio de recorrer este camino para entrar al Lugar Santísimo afecte de alguna manera nuestras vidas. Es decir, dudamos de la validez de la invitación. Nos encontramos atrapados en la perspectiva del hermano mayor en la parábola del hijo pródigo. Estamos acostumbrados a que nadie, en este mundo, regale algo a cambio de nada. Preferimos trabajar para demostrar que somos dignos de entrar. No obstante, el valiente que cree que tiene derecho a entrar, no se anda con rodeos. No está dispuesto a ceder ante la timidez. Se acerca con confianza. Cree que Dios responderá. Está convencido de que no existe mejor lugar para estar que en la presencia del que gobierna sobre todas las cosas.
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