En el museo de la fe: Mártires
por Christopher Shaw
En algunos la visión de fe era tan fuerte que prefirieron morir que darle la espalda
Versículo: Hebreos 11:35-38
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11:35 Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. 11:36 Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. 11:37 Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. 11:38 ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas.
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Vivir por fe es una declaración de lealtad hacia Dios que inevitablemente significará oposición de parte de los que están comprometidos con el sistema caído en el que vivimos. Jesús advirtió a los Doce: »Si el mundo los odia, recuerden que a mí me odió primero. Si pertenecieran al mundo, el mundo los amaría como a uno de los suyos, pero ustedes ya no forman parte del mundo. Yo los elegí para que salieran del mundo, por eso el mundo los odia. ¿Recuerdan lo que les dije? “El esclavo no es superior a su amo”. Ya que me persiguieron a mí, también a ustedes los perseguirán» (Jn 15.18-20 – NTV). El museo de la fe también contiene una lista de quienes sufrieron persecución por causa de su compromiso con el Señor. En realidad, todos los héroes y las heroínas sufrieron en mayor o menor grado. Algunos, sin embargo, acabaron pagando con su vida el testimonio de fidelidad que habían asumido. El autor escoge enumerar solamente algunas de las consecuencias: muertos a golpes, apedreados, aserrados por la mitad o asesinados a filo de espada. Otros, sin perder la vida, fueron objetos de burla, y padecieron azotes, cadenas y cárceles. Muchos anduvieron errantes de aquí para allá, pasando necesidad y siendo maltratados. En la Iglesia hemos intentado disimular el precio que tiene seguir a Cristo Este es el lado del compromiso con Dios que en la Iglesia nos hemos esforzado por esconder. En el afán de atraer personas al camino de la gracia resaltamos los beneficios y escondemos el sufrimiento que despierta seguir a Jesús. Nuestra estrategia, sin embargo, no ha producido mayor crecimiento. Al contrario, cuando la gente comienza a sufrir por causa del Evangelio, se resienten porque tienen la sensación de que alguien les hizo trampa, de que le «vendieron un cuento». Tristemente, debemos admitir que están en lo correcto. La manera en que les compartimos las Buenas Nuevas fue deshonesto. Cuando comparamos nuestro estilo con el de Jesús notamos que él continuamente advertía a las multitudes que lo seguían que ser discípulo tenía un precio. Cada vez que lo hacía algunos decidían que no estaban dispuestos a pagar ese precio y lo abandonaban. Ninguno de los que quedaban podían argumentar que entraron al Reino engañados, porque Jesús fue muy claro a la hora de exponer el costo de ser amigo del Cristo. Su llamado giraba entorno de una cruda imagen: tomar la cruz, con la disposición de morir por él. El autor de Hebreos no mira a estos héroes como perdedores. Al contrario. Declara que el «mundo no merecía gente así». Eran demasiado buenos para un sistema tan perverso. La afirmación es un reflejo no solamente de la grandeza espiritual de ellos, sino también de la forma en que Dios los mira. Su paso por la tierra puede haber sido atribulado, pero su recompensa será proporcional al nivel de fidelidad con que vivieron. Todos ellos consideraron que era un verdadero privilegio sufrir para tener participación en el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.
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