El abuso en las familias y sus diferentes maneras de prevenirlos

por Randy Christian

BEATRIZ Y SU MARIDO David habían estado batallando por varios años en su relación. Finalmente Beatriz fue a ver al pastor.



-No sé cómo empezar- tartamudeó. -Las cosas están yendo mal entre David y yo. Nuestro matrimonio está en descenso desde hace ya largo tiempo.



-¿Cómo describiría su relación, ahora?- preguntó el ministro.



-Cuando David perdió su trabajo comenzamos a discutir. Al principio él vociferaba mucho, pero luego comenzó a pegarme. No puedo soportarlo más. Además me preocupan los niños.



Esteban, el pastor, quedó confuso. David era uno de los ancianos y líder de un grupo de estudio bíblico. Era respetado por los otros hombres en la congregación, sin embargo Beatriz estaba contando ahora una historia diferente a la que todo el mundo imaginaba.



-Cuando consiguió un nuevo trabajo- prosiguió ella -pensé que las cosas iban a cambiar. Pero no fue así, sino que empeoraron. Es así que ahora, cada vez que se enoja por cualquier cosa, me pega. Yo no quería que nadie se enterara. Después de cada golpiza yo me quedaba en casa, sin salir hasta que desaparecían las marcas. Otras veces inventaba explicaciones. Pero estoy cansada de esto, y ¡estoy asustada! Es más, al principio no me golpeaba cuando los chicos estaban presentes, pero ahora no le importa. Tengo miedo de que uno de estos días me mate. Nosotros no creemos en el divorcio, pero estoy pensando en ir a un abogado. No sé qué otra cosa puedo hacer. ¿Podría usted hablar con David?



Está demostrado largamente que suman muchos miles las personas abusadas y golpeadas en nuestro amado y sufrido continente. Y así como crece el abuso en las familias, cada vez más sus miembros buscan ayuda, algunos como víctimas, otros como victimarios. Como pastor, consejero y capellán de policía que he sido, me he encontrado con muchas familias que han sido devastadas por el abuso. En esas situaciones, después de muchos aciertos y errores, he llegado a apreciar un número de cosas que pueden ayudar a quienes deben ministrar de una manera más efectiva a esas personas tan heridas.



DIVERSAS FORMAS DE ABUSO


Molestar sexualmente a alguien, negarle amor a un niño, golpear a un pequeño con un palo son distintas formas obvias de abuso. Amenazar con golpear o golpear a una esposa es también abusivo. Hay otros hechos de abuso que son muy sutiles como para reconocerlos como tales a simple vista, sin embargo también son violaciones de la persona ajena.



Como pastor, Jaime ha predicado sobre la responsabilidad de los padres en criar a sus hijos y los ha animado a imponer una firme disciplina. Pero cuando un adolescente de 14 años asustado vino a verlo, Jaime no supo qué hacer. Juan, el adolescente, era un chico como todos pero había estado en problemas en el pasado y había irrumpido en diferentes reuniones de jóvenes en la iglesia.



-Anoche- comenzó -llegué a casa a medianoche, una hora más tarde de lo que debía llegar. Papá estaba realmente enojado, así que traté de irme silenciosamente a mi cuarto; pero no me dejó. Finalmente tomó su cinturón y comenzó a pegarme. Estuvo pegándome y poniéndose cada vez más furioso. Cuando paró, dándome una bofetada en la cara, me dijo: «¡Mejor aprende hoy lo que te digo!». Tengo miedo de volver a casa, pastor.



Jaime sabía que no tenía todos los detalles, pero sentía que tal vez el padre de Juan estaba en lo correcto en corregir la conducta de su hijo. Presumió que probablemente fue una lección sobre obediencia que se había ido un poco de las manos del padre, pero nada más. Fue por eso que vaciló en cuanto a intervenir. Al mismo tiempo, el miedo que Juan mostraba sobre su propia seguridad lo intranquilizaba.



ES NECESARIO ANALIZAR


Una generación atrás, este tipo de disciplina era más común; hoy muchos creen que es abusiva. En cada caso, la historia me inquieta de tres maneras:



Primero, me he vuelto muy sensitivo a los efectos de ciertos tipos de violencia. Eso me ha llevado a ampliar la definición de abuso. Si mis abuelos lo hicieron de cierta manera, no significa que hoy sea lo correcto. Nuestra generación entiende mejor que otras la naturaleza destructiva de la violencia explosiva.



Segundo, debo analizar todo desde las distintas perspectivas. Porque yo desapruebe cierta conducta o disciplina no significa que sea abusiva; debo respetar el derecho familiar de elegir sus modelos de disciplina y formas de resolver conflictos. Asimismo, porque yo apruebe ciertos tipos de conductas o disciplina no quiere decir que no son abusivas. Aun si yo hubiera estado de acuerdo con la forma de disciplina del padre de Juan, lo cual no era así, el terror de este me hubiera hecho detenerme.



Tercero, no puedo articular una definición precisa de abuso sin saber qué es. Hay muchísimos casos en los cuales el abuso es claro y destructivo, como el caso de Beatriz. Pero no hay respuestas fáciles, y como algunas situaciones no son claras, aquellos que ministramos seguramente enfrentaremos gente involucrada en casos de abuso.



Como pastores, no debemos esperar que nos lleguen las Beatrices o Juanes para sorprendernos con sus historias. Si somos sensibles, podremos observar claves que nos indiquen señales de abuso -o un potencial de abuso- a medida que la historia nos es contada. Naturalmente una sola señal no puede decirnos «esta familia es abusiva». Sin embargo, si notamos una combinación de características, o «tensiones», debemos transformarnos en vigilantes.



Gustavo era un padre de 32 años, divorciado y a cargo de sus tres hijos. Las finanzas lo abrumaron: no sólo tenía que criar a sus hijos sino que debía pagar una cuota alimenticia a su ex esposa. Detestaba su trabajo, pero por falta de educación no podía buscar algo mejor. Su relación con Dios se había resentido y desde el divorcio había desaparecido de la iglesia.



Su autoestima estaba saboteada, encontrando que cada vez le era más difícil dominar su temperamento. Fue así que, con varios factores combinados, lo llevaron a situaciones aptas para ejercer violencia con sus hijos.



Las investigaciones han mostrado que ciertos factores propenden este tipo de efecto. Pueden ser clasificados en tres amplias categorías: tensión antes, falta de recursos y percepciones. En el recuadro de abajo (Recuadro uno) encontramos las características con las que se las asocia a cada una, (aunque, naturalmente, algunas características se adecuan a múltiples categorías).



¿Vio ya el recuadro? Muy bien, cada familia experimenta tensiones como estas en diferentes momentos. La presencia de estos factores no indican automáticamente que hay abuso en ese momento, pero a mayor cantidad de factores que experimente la familia, la gran tentación es de actuar en forma abusiva.



DIFERENTES NIVELES DE PREVENCIÓN


Jesús nos enseñó a orar: «No nos metas en tentación». Para mí esto significa que nosotros podemos ayudar a las personas a escapar de todas las tentaciones, entre ellas, la del abuso.



Hay diferentes estrategias para prevenirlo, y estas dependen de las necesidades de las personas. Por ejemplo, consideremos los miembros de un estudio bíblico:



– Julio y María están recién casados, disfrutando aún de la luna de miel.



– Héctor, un viudo de treinta años, que perdió a su esposa por cáncer, está criando a sus dos hijos y se encuentra solo.



– Miguel y Carina, una pareja en los treinta y casados hace cinco. Hace dos años que comenzaron a pelearse. Sus reyertas crecieron acaloradamente y una vez hasta se necesitó la intervención de los vecinos.



Cada uno de los integrantes de este grupo tiene necesidades que, si se satisfacen, pueden disminuir sensiblemente el potencial de abuso. Sin embargo, los diferentes niveles de necesidad requieren diferentes formas de acercamiento.



– Julio y María gozan, al presente, de una relativa felicidad. Ellos necesitan un primer nivel de prevención, que les ayudará a prevenir serios problemas que aparecerán cuando emerja la tensión. Sin heridas que sanar, la focalización es sobre un positivo enriquecimiento de la pareja. Aquí no debemos trabajar para solucionar problemas.



– Por su parte, Héctor necesita un segundo nivel de prevención. Si bien aún no está tentado de abusar, sin embargo necesita suplir sus necesidades. De lo contrario puede llegar a hacerlo. Héctor necesita ayuda en cómo luchar con su presente tensión.



-Como Miguel y Carina están con el problema de abuso, necesitan el tercer nivel de prevención. No sólo necesitan que sus heridas se sanen sino que también se los ayude a que no haya recurrencia en el abuso.



Consideraremos algunos métodos de prevención de cada nivel. El recuadro más pequeño (Recuadro dos) condene una lista de ellos, agrupados según el nivel.



NOSOTROS PODEMOS HACER MUCHO


El abuso es un problema complejo, en verdad. Sin embargo no sobrepasa los dones existentes en la iglesia local. Si bien las iglesias no pueden practicar todo (pocas están calificadas como para hacer una terapia completa, por ejemplo) he descubierto que se pueden hacer una cantidad de cosas que ayudan muchísimo en el proceso.



Primer nivel de prevención


El método más efectivo en este nivel es la enseñanza. Y las iglesias que tienen fuertes ministerios en prevención de abuso localizan la enseñanza en tres áreas:



– Concientización del abuso. No necesita ser un programa extenso o exhaustivo. Muchas iglesias encontraron que con sólo un par de presentaciones da suficiente posibilidad de mejorar la concientización de la gente sobre el problema. Esta presentación generalmente describe los factores más relevantes que llevan al abuso, así como la forma de prevenirlo o cómo se puede resistir a la tentación de abusar.



-Actitudes cristianas. Naturalmente, el enseñar con eficacia sobre el perdón, la paz, la compasión, la clemencia y el amor es un largo y saludable camino hacia la prevención del abuso.



– Acciones cristianas. Aún algunos cristianos son tentados a abusar de sus amados por no saber cómo responder de formas adecuadas en situaciones tensionantes. Es así que muchas iglesias pueden enseñar a sus miembros sobre cómo relacionarse: técnicas de la comunicación, resolución de conflictos, solución de problemas, manejo de las tensiones. Y lo pueden hacer de diferentes maneras: sesiones de consejería prematrimonial o de preparación a futuros padres, retiros, seminarios, charlas, etcétera. Por ejemplo, una clase para futuros padres se localizó sobre la ansiedad de los expectantes padres y cómo podían responder a esa presión.



La falta de recursos no puede ser impedimento para los esfuerzos de una iglesia. Una pequeña iglesia que no puede ofrecer un programa formal de enseñanza puede hacer lo siguiente: cuando el pastor o los ancianos toman nota de la necesidad de la congregación, el pastor puede contactar a un miembro maduro de la iglesia, quién puede invitar a la familia necesitada a cenar. En la mayoría de los casos, la familia en necesidad desea hablar del problema con algún miembro interesado de la iglesia. Además, estas familias con problemas desean escuchar la guía ofrecida con gracia.



Un joven padre describió su frustración a una pareja mayor que lo había invitado junto con su familia a cenar. Cada noche -contaba él- cuando regresaba al hogar después de un día muy atareado, era recibido en la puerta por una letanía con el listado de la mala conducta de su hija. El matrimonio mayor sugirió a la joven esposa que le diera a su cónyuge un período de treinta minutos de gracia, para que él pueda descansar de su día antes de ser «torpedeado» por los problemas de la casa.



Segundo y tercer nivel de prevención



Ambos niveles de prevención asumen que la tentación -y, tal vez, la práctica del abuso- ya está presente (por supuesto, no tanto como en el tercer nivel). Y existen dos poderosas herramientas para la prevención en el segundo y tercer nivel:



El primero es el pulpito. Cuando hablo del abuso desde el pulpito, abro la puerta para que la gente discuta el problema y explore las formas de prevenirlo. La simple mención del tema desde el pulpito le muestra a la gente que el abuso es un problema que la iglesia necesita encarar seriamente. Además, les muestra que ya no es tan privado como algunos intentan mantenerlo.



Cierta vez prediqué sobre Efesios 5 y 6, un pasaje bíblico que se relaciona directamente con el abuso. ¡Y el abuso no era el tema del sermón! Sin embargo, para mi sorpresa, durante el transcurso de esa semana recibí seis llamadas de miembros que estaban luchando con la tentación de abusar.



Una madre describió su tentación de golpear a su pequeño hijo cuando lloraba. Una adolescente comentó que su noviecito había comenzado a golpearla, aduciendo que Dios quería que él la «disciplinara» cuando ella haría algo mal. Un hombre de mediana edad me contó que su esposa se había vuelto verbal y emocionalmente abusiva cuando discutían. Y así otros casos.



Todos ellos necesitaban ayuda, pero habían tenido miedo de admitirlo hasta que lo mencioné desde el pulpito. Mi sermón abrió la puerta para ellos, invitándolos a hablar sobre sus propios problemas con el abuso.



Otros pastores usan el pulpito para limitar el «permiso» de abusar. Hacen un llamado al arrepentimiento a todos aquellos que abusan de sus amados. Definiendo públicamente como malo al abuso y no simplemente como un error, o una falta, o alto grado de celosía.



El otro método poderoso para el segundo y tercer nivel es el dar consuelo. Pablo escribe sobre consolar a aquellos que están en aflicción, y lo hace usando «el consuelo que vosotros mismos habéis recibido de Dios». La palabra griega para «consuelo» (parakaleo) significa: «estar al lado». Este tipo de ministerio puede tomar diferentes formas:


  • Proveer para las necesidades básicas de la familia. Jorge nunca había enfrentado una tensión tan fuerte como cuando quedó sin trabajo y estaba incapacitado para proveer a su familia de lo necesario. Antes de que pudiera responder positivamente a la tensión, estaba penosamente tentado de golpear a otros. Afortunadamente, la iglesia fue sensible al problema y se compro metió a suplir las necesidades básicas de la familia hasta que él consiguiera otro trabajo.
  • Reforzar la dignidad de las personas. Gina era una reciente divorciada que estaba terriblemente consciente de sus pecados y creía que se encontraba entre los peores seres humanos de la tierra. Sin embargo, llevaba la carga de criar a sus tres hijos. Tenía miedo de asistir a su iglesia porque pensaba que sería condenada. Quedó sorprendida cuando cierto día una mujer miembro de su iglesia se acercó a ella en su trabajo y le dijo: «Gina, sé que estás muy herida, pero quiero que sepas que creo que eres una persona especial y que estoy aquí para cuando quieras conversar».Gina había hablado brevemente con su pastor sobre su dolor, pero pensó que nadie más lo entendería. Cuando encontró a alguien que deseaba escucharla decidió correr el riesgo. Comenzó a hablar sobre su ruptura matrimonial, los problemas con sus chicos y su sentido de responsabilidad por todo lo ocurrido. Luego esperó, pensando ser condenada. En cambio, se encontró siendo abrazada.
  • Estando a disposición durante la crisis. Un joven esposo me llamó a las 23:30. Apenas levanté el tubo del teléfono escuché que alguien gritaba: «¡Pastor, si no viene ya mismo a ayudarme, creo que la mato!» Yo estaba al tanto de su situación y le había dicho que me llamara en cualquier momento en que se diera cuenta que estaba perdiendo el control. Le hablé durante quince minutos, lo calmé y me ofrecí para ir a su casa. El así lo quiso. Cuando llegué, ambos esposos estaban dispuestos a hablar del problema en forma positiva. No lo resolvimos esa noche, pero tampoco hubo golpiza.
  • Proveyendo grupos de apoyo. Muchas iglesias han organizado grupos de apoyo para familias bajo tensión. Estos grupos no tienen la etiqueta de «grupos para prevenir el abuso», como tampoco se necesita un liderazgo profesional para eso. Por ejemplo, cierta iglesia formó un grupo para ayudar a familias con un solo padre. Esto dio la oportunidad a estos padres de hablar sobre los problemas que pasaban para criar a sus hijos. También les ayudó a estar cerca del que por la fuerte tensión estaba tentado de golpear.
  • Proveyendo terapia. Muchas familias que han tenido problemas de abuso necesitan cierto tipo de sanidad emocional. En muchos casos, esto significa que necesitan terapia familiar (en el método del tercer nivel). Sin embargo muchas iglesias carecen de expertos para ofrecer terapias, y buscan fuera terapistas calificados y confiables a quienes puedan derivar estos casos. Tal vez en otra iglesia se pueda


  • LAS IGLESIAS DEBEN HACER LA DIFERENCIA


    El abuso familiar (y cualquier problema que lo cause) puede ser prevenido cuando las iglesias toman el problema seriamente, cuando comprenden sus múltiples dimensiones, y cuando usan una variedad de tácticas para detener el problema antes que se desate la crisis.



    Patricia y Leonardo, una joven pareja con pocos amigos y poco dinero, se encontraban desahuciados. Leonardo había perdido recientemente su pequeño trabajo, y por su pasada historia de alcohólico le era difícil la posibilidad de un posible nuevo empleo. Una tarde, muy frustrada, Patricia golpeó a su pequeña hija de cinco años en la cara. La siguiente mañana, un vecino notó un gran hematoma debajo del ojo de la niña y le preguntó qué le había pasado. Cuando la niña dijo: «Mi mamá me pegó», el vecino llamó a la policía. Como resultado, una asistente social de la municipalidad comenzó a investigar a la familia.



    Después de escuchar los problemas de Patricia y Leonardo, los líderes de una pequeña iglesia comenzaron un esfuerzo de un largo año para restaurar a la familia. Una ama de casa – la diaconisa- ofreció su hombro para que Patricia pudiera llorar. También comenzó a ayudarla en ciertas cosas de las tareas del hogar. Otra madre se ofreció para cuidar a los cuatro niños una vez por semana, de esa manera Patricia pudo comenzar a tener tiempo para sí misma. Un miembro de la iglesia que era obrero de la construcción habló con su capataz y le consiguieron trabajo a Leonardo. La pareja también fue invitada a participar de un grupo de estudio bíblico que, sistemáticamente, hacía estudios sobre temas familiares.



    Al finalizar el año, la asistente social municipal emitió un informe diciendo que Leonardo y Patricia podían tener la custodia incondicional de los niños. Ella indicó en su informe que la pareja había elevado el nivel de sus habilidades como padres por encima de lo esperado y que el riesgo de posible abuso era muy bajo en ese hogar.



    Ella, en su informe, mencionó todo el trabajo que la iglesia había realizado para llegar a este punto.