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Que la pugna cese

Que la pugna cese

La batalla interna del salmista en contra del afán de la debilidad personal, que se registra en el Salmo 46 terminó en tregua. Él tomó una decisión crítica que necesitó toda la fe que él podía ejercer. Decidió cederle la batalla a Dios.

La batalla no es nuestra
Los últimos cuatro versículos de esta canción (vv. 8-11) son monumentales. Léalos una vez más:
Vengan y vean los hechos del Señor,
quien ha causado desolaciones en la tierra.
Hasta los confines de la tierra hace cesar las guerras;
quiebra el arco, rompe la lanza
y quema los carros en el fuego.
“Esten quietos y reconozcan que yo soy Dios.
Exaltado he de ser entre las naciones;
exaltado seré en la tierra”.
El Señor de los Ejércitos está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.

Selah

Una vez más, el escenario cambia. Los muros de la ciudad ya no están sitiados, y ahora es el momento cuando el compositor le da un vistazo al campo de batalla. Él nos invita a ver los recuerdos mudos de una guerra, un terreno lleno de escombros y restos humanos. Las carrozas destruidas, quemadas y oxidadas. Polvo y desechos cubren los arcos rotos y las lanzas partidas. La guerra misma ha sido diseminada. La canción describe un escenario similar al de la Segunda Guerra Mundial. Las playas de Normandía; las ciudades de Berlín e Hiroshima, las islas de Iwo Jima, Guadalcanal y Okinawa. Tanques oxidados,  botes hundidos, refugios de concreto. Un silencio llena el lugar. Es como si Dios hubiese dicho: «¡Ya basta! Cuando Dios actúa, lo hace completamente.

En este momento (v. 10), el escritor habla por Dios quien dice:

“Esten quietos y reconozcan que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra”.

El mandato, «estén quietos», viene de un verbo imperativo hebreo que significa descansar o detenerse. La mayoría de las personas leen este versículo utilizando un tono suave, como si fuera una invitación serena a disfrutar la comunión con Dios. Pero en realidad es una reprensión. Algunos eruditos dicen que esa frase va  dirigida a aquellas naciones que atacan al pueblo del pacto de Dios.

Otros dicen que Dios está reprendiendo a los hebreos por su falta de confianza en él. Ambas cosas son sumamente probables. El compositor muestra al Señor como un padre molesto que detiene un pleito entre hermanos. Aunque él está enojado con las naciones que están peleando contra su pueblo, también está igualmente enojado con la violencia de su pueblo, que ha preferido volverse a las armas en vez de tener confiar plenamente en Dios. Hay una sugerencia sutil de que estos intentos agresivos de defenderse sólo están empeorando las cosas en vez de mejorarlas.

¿Esto le suena familiar? ¿Vive usted en pánico? ¿Tiene usted una actitud fastidiosa? ¿Sus intentos de autoprotección le causan más daño que bien? ¿Sabe usted que Dios quiere que usted descanse? Hebreos 4: 9 nos promete: «Por tanto, queda todavía un reposo sabático para el pueblo de Dios». Cuando usted se da cuenta de su debilidad personal, Dios quiere que usted reaccione «cediéndole a él la lucha» y permitiéndole que él termine con ese afán frenético y perpetuo de querer resolver las dificultades por sí mismo.

¿Significa esto que no vamos a hacer nada? Por supuesto que no. Significa que entramos primero en el descanso que Él ha provisto para nosotros (Hebreos 4: 11) y luego enfrentamos la situación sin pánico. Si Él quiere que participemos en la lucha, Él aclarará nuestras mentes y quitará cualquier duda acerca de lo que debemos hacer. Nuestra responsabilidad entonces es entrar deliberadamente en su santuario invisible para descansar y confiar en él completamente, sabiendo que nos dará la seguridad y la provisión. Esa es nuestra mejor preparación para la batalla: llenarnos y rodearnos de su descanso sabático. Es asombroso cómo eso detiene el afán de la debilidad personal.

En última instancia, es Dios el que nos da la victoria en cada una de nuestras debilidades. Él puede encargarse de todo lo que necesitamos. Luchar por nosotros mismos no se compara con la fortaleza de Dios. ¡Selah!

Afirmando el alma
Tome una hoja de papel o mejor aún, un diario y haga una lista de sus problemas más persistentes, aquellas situaciones que usted no puede resolver. Haga la lista tan larga como lo desee. Lea el primer problema de la lista en voz alta. Luego lea en voz alta el Salmo 46. Entrégueselo a Dios. Él se encargará. Mañana, haga lo mismo con el siguiente problema. Y así con los demás también. Hágalo tantas veces cómo sea necesario.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.