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Avivamiento: imitación o realidad

Avivamiento: imitación o realidad

por Gisela Yohannan

Como en un museo de cera, en una iglesia, cada detalle de un avivamiento puede ser perfectamente recreado; lo único que falta es la verdadera vida. Es importante que aprendamos a discernir entre lo genuino y lo falso en nuestra vida y ministerio.

Tuve la oportunidad de visitar un museo de cera con cientos de figuras recreadas al tamaño original. Había presidentes famosos, líderes mundiales, generales, pioneros, criminales, artistas, cantantes, científicos, astronautas y campeones deportivos. Todos hechos de cera y perfectos en sus detalles, color de cabello y vestimenta. Muchos, incluso, con movimientos mecánicos que les permitían girar la cabeza y mirarlo a uno, o realizar alguna tarea con sus manos. Parecían tan reales que uno inconscientemente daba un paso hacia atrás al momento de «conocerlos». Se recrearon así, escenas históricas, una batalla, un debate, un asesinato, la firma de un tratado…


En muchas de estas escenas con solo presionar un botón se podía agregar movimiento. Se oían voces y efectos especiales que hacían que todo pareciera aun más «real». Mientras yo me encontraba allí, pasaron otros visitantes oprimiendo los mismos botones para crear (o recrear) movimientos y voces. Después de observar al general levantar su brazo y proferir el mismo mandato veinte veces, la escena perdió un poco de naturalidad. Aunque cada detalle estaba perfectamente recreado, lo que faltaba era vida real. La vida real es fresca, espontánea, nueva, variada y creativa.


En muchas iglesias, confraternidades y grupos que he visitado, me he sentido similar a como me sentí en el museo de cera, aunque no siempre en la primera visita, por supuesto.


A menudo, la primera impresión del canto, los aplausos, los testimonios, la adoración, el llamado al altar, el ejercicio de los dones, etc., parecían tan reales como los de un verdadero avivamiento o verdadera acción del Espíritu Santo. Pero lentamente, luego de unas pocas visitas, me daba cuenta de que mucho de esto era creado y recreado igual que al presionar un botón ¿Eran acaso «tradiciones santas» o «efectos especiales» que debían estar allí a toda costa? Como en el museo, cada detalle de un avivamiento es perfectamente recreado; lo único que falta es la verdadera vida.



¿Por qué recreamos nuestra historia espiritual?



Como en el museo, queremos preservar un momento importante, volver a vivir una experiencia o recobrar una gloria perdida. Consideremos algunos posibles ejemplos:

  • Hace dos años en cierta iglesia hubo varias profecías genuinas de parte del Señor que se cumplieron. Ahora los creyentes quieren preservar la reputación de su iglesia como una iglesia que profetiza.
  • Un hermano tuvo un encuentro especial con el Señor durante una reunión de oración. La presencia y el poder de Dios fueron muy reales, y este momento cambió su vida. Ahora, cuando este creyente viene a la iglesia, su mayor deseo es revivir esta experiencia.
  • Hace 20 años, en una aldea hubo gran persecución, seguida de un avivamiento genuino. Muchas personas fueron salvas y ocurrieron milagros. Hubo mucho gozo y temor de Dios entre los creyentes. Quienes lo experimentaron desean que vuelva a ocurrir.


  • ¿Cómo recreamos?


    Notemos los pasos en el proceso de recrear un evento espiritual. En primer lugar, miramos los eventos pasados y notamos los «síntomas» que los acompañaron. Por ejemplo:

  • Llorar amargamente – debido a un arrepentimiento genuino.
  • Gritar o vitorear – de gozo, al comprender el perdón de Dios.
  • Abrazarse unos a otros – cuando el poder de Dios inundó todo nuestro ser y realmente amamos a nuestros hermanos en Cristo.
  • Levantar las manos – en verdadera entrega y adoración.
  • Arrodillarse o postrarse – reconociendo la majestad del Rey de reyes.
  • Bailar y saltar – al ver un milagro.
  • Cantar, aplaudir y batir el tambor durante horas – al no poder reprimir la alabanza que llenaba nuestros corazones.
  • Las reuniones de oración espontánea en la iglesia – añorábamos estar en la presencia de Dios; el gozo más grande era estar allí.

  • Aunque los acontecimientos ya pasaron, continuamos manifestando los síntomas como si los hechos estuvieran aconteciendo también ahora. El recuerdo está aún fresco, y las personas están contentas de alabar a Dios usando toda la expresividad posible.


    Han pasado los años y se han agregado nuevas personas a la iglesia. Ellos nunca presenciaron el avivamiento de años atrás. Tampoco atravesaron ningún sufrimiento como los creyentes de antes. Sin embargo, les enseñamos los síntomas de un avivamiento que nunca experimentaron. Les enseñamos a dar grandes voces, a danzar, a tocar los tambores durante horas, y demás. No sólo les enseñamos a «recrear» estas cosas cada vez que vienen, sino que también los educamos a que sin esto, como cristianos les falta el elemento principal.



    Se nos pide recordar, no recrear



    Muchos versículos bíblicos nos instan a recordar experiencias pasadas que hayamos tenido con Dios, palabras dichas por Jesús, ejemplos dados por los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, en la Biblia nunca leemos que debemos recrear un acontecimiento. Los recuerdos del poder de Dios, su fidelidad, protección y amor, siempre fortalecen nuestra fe. Cuando meditamos en el pasado, nos preparamos para confiar en el Señor en las luchas que vendrán.


    Por otra parte, el recrear siempre debilita nuestra fe, pues no está respaldado por la realidad. Sólo podemos fingir hasta que nuestra sensibilidad espiritual se torna insensible. Además, recrear nos hace hipócritas. Fingimos una experiencia espiritual que en realidad no experimentamos.



    Discernimiento



    Dios quiere que sepamos discernir lo que es real de lo falso en cada área de nuestra vida. Sin embargo, a menudo es difícil distinguir entre lo espiritual y las motivaciones de la carne en un ambiente de avivamiento, de expresiones de adoración, y de ejercitación de dones espirituales. Mucho de esto está entremezclado: el recuerdo, la realidad y la recreación a menudo están «cocinados en la misma olla».



    ¿Cómo podemos discernir entre lo verdadero y lo falso?


    El Espíritu Santo viene o cae sobre las personas. Todos los relatos bíblicos de creyentes que han sido llenos del Espíritu o que recibieron poder, tanto la primera vez como en otras sucesivas, están descritos por palabras tales como:


    • «…el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso…» (Hch. 10.44)
    • «…de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio… y fueron todos llenos del Espíritu Santo» (Hch. 2.2-4)
    • «…dijo Dios, derramaré de mi Espíritu…» (Hch. 2.17)
    • «…se derramase el don del Espíritu Santo…» (Hch. 10.45)
    • «…el Espíritu Santo cayó sobre ellos…» (Hch. 11.15)
    • «…y fueron todos llenos del Espíritu Santo…» (Hch. 2.4)
    • «…cuando hubieron orado el lugar en que estaban congregados tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo…» (Hch. 4.31)

    La Biblia nunca declara que los creyentes sacudieran el lugar, ni que produjeran un ruido como un vendaval para causar el derramamiento del Espíritu Santo. Tampoco hay ningún relato de que hayan sido llenos de poder por causa de la fuerza de repeticiones o saltos, danzas, gritos, batido de instrumentos, etc.


    Como contrapartida, siempre leemos de manifestaciones tales como «vino del cielo», «fue sacudido» y «Yo derramaré». Estas palabras demuestran claramente que todo lo que tuvo lugar no fue un acto humano sino de Dios. Su origen era de arriba y era una dádiva total. Lo único que hicieron estos discípulos fue confiar en que Dios les daría lo que les había prometido. Ellos simplemente oraban, dejando que el Señor lo hiciera como y cuando Él deseara. Ellos simplemente estaban listos para recibir.


    Hoy en día no debemos tratar de apartarnos de la línea de conducta de la Biblia. No podemos «hacer» que algo caiga del cielo sobre nosotros. Solamente podemos pedirlo, y recibirlo cuando viene. Nunca trate de desear tener un sustituto barato del Espíritu Santo, un sustituto elaborado por hombres. Dios ya ha prometido que nos dará lo que es verdadero. Es mejor no tener nada a tener una imitación que no hará nada por nuestro caminar en la tierra ni por el reino de Dios que debemos construir.


    Las señales continúan. Con las señales ocurre lo mismo que con el ser lleno de poder del Espíritu Santo. No se producen forzándolas por medio de estimulación o de «voces ungidas». Jesús dice: «Y estas señales seguirán a los que creyeren…» (Mr. 16:17). No se nos ordena correr detrás de ellas. Ellas nos seguirán… mientras caminemos por fe.



    Una práctica pagana



    Considere las religiones paganas en el mundo de hoy. ¿De qué manera adoran a sus dioses? ¿No es mediante un sinfín de oraciones, peregrinajes y emociones alborotadas por el sonido de tambores y danzas hasta que algunos caen en un trance? ¿No se escuchan continuas oraciones y cantos repetitivos acompañados por monótonos sonidos de tambores? Todo está calculado para lograr cierto resultado.


    ¿Es realmente necesario adoptar tales prácticas para servir a nuestro Dios?


    ¡Dios no es un títere que funciona cuando tiramos de las cuerdas! No lo podemos forzar a que nos satisfaga en determinadas maneras mientras fingimos adorarlo. Recuerde que, como Creador, Dios tiene el derecho de efectuar las reglas y establecer las condiciones. Es egoísta e inmaduro de nuestra parte intentar traer los tiempos pasados nuevamente por la fuerza.



    Él es Señor


    El brazo de Dios no es corto, Él no ha envejecido, y tampoco es débil como para no poder hacer algo nuevo y poderoso. Recuerde, Él es Creador de todo. Él puede dar vida nueva al ser, tocar nuestras vidas otra vez, enviar un avivamiento enteramente nuevo. De Él depende que éste sea calmo o ruidoso, gozoso o lloroso. No hay necesidad de que nosotros le ayudemos recreando una espiritualidad artificial. Esto sólo impediría su obra y produciría una cosecha en la carne.



    Déle una oportunidad a Dios

    Muchas veces estamos tan ocupados recreando sucesos pasados, que el Señor debe permanecer quieto a nuestro lado, sin darnos algo nuevo o tocarnos de una manera nueva y viva.



    ¿Debemos pretender que estamos «muertos»?



    ¿Debemos simplemente sentarnos en la iglesia y no hacer nada? No, nuestro Salvador y Señor es digno de nuestra alabanza. Debemos alabarle con todo el corazón y exaltar su nombre. Nunca pensemos que el cantar con gozo, aplaudir, levantar nuestras manos o utilizar instrumentos no está bien para alabar al Señor.


    Pero existe una enorme diferencia entre eso y el crear una «atmósfera de Espíritu Santo» incitando a la gente. Las emociones provocadas no equivalen a corazones tocados por el Espíritu Santo. No nos engañemos ni engañemos a las personas que nos han sido encomendadas. El canto y la alabanza deben glorificar al Señor y al mismo tiempo prepararnos para tener un encuentro nuevo y vivo con «Él».



    Evalúe su vida y ministerio

    Una vez que hallamos comprendido la verdad, viene la parte más dolorosa de la obediencia a Dios: la evaluación honesta de nuestra vida a la luz de lo que hemos recibido de su Palabra.


    A usted que es pastor, maestro de escuela dominical, anciano o maestro de la Biblia me gustaría pedirle humildemente que por un momento medite en la alabanza que tiene a su cargo en el culto, clase o grupo que lidera. Cuando usted es el líder, maestro o evangelista visitante, por regla general, ¿qué hace?


    • ¿Estimula a las personas a recrear sucesos pasados?
    • ¿Emociona a las personas hasta un nivel de agitación?
    • ¿Permite que los tambores suenen cada vez más fuerte, batiendo cada vez más rápidamente hasta que manipulan en los latidos, la respiración y los movimientos de las personas? Si usted es culpable de esto, entonces la clase de «Espíritu Santo» que usted creó no es más que poder humano. Por lo tanto, este «espíritu» se mueve de acuerdo al volumen de su voz y del tambor. Esto es contrario a la Biblia, que declara: «El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Jn. 3.8).

    El Espíritu Santo no está controlado por nosotros ni por nuestro esfuerzo de hacerlo operar de acuerdo al «manual de instrucciones» de nuestro grupo o denominación.


    Le ruego que me entienda. No es mi deseo desmerecerlo a usted ni a su iglesia. Pero mi corazón se aflige y se preocupa cuando veo al pueblo de Dios sufriendo por falta de realidad en sus vidas. El Señor desea lo mejor para su pueblo: poder genuino, alabanza genuina y experiencia genuina de su presencia. ¿Deberán acaso las tradiciones, la falta de comprensión y de enseñanza impedir que los creyentes lleguen a ser todo lo que Dios desea que sean?


    Mientras escribo, yo también tengo la responsabilidad de evaluar mi vida, mi caminar, mi alabanza y mi experiencia. Algunas de las cosas que he compartido con usted son el resultado de haber caminado por una «jungla» de enseñanzas, prácticas, opiniones, creencias, cosas que he observado, y además de mis propias esperanzas y deseos de recreación.


    Recuerdo que cuando era joven me sentí confundida por causa de tantas enseñanzas conflictivas y prácticas de distintos grupos. Durante ese tiempo reconocí que las dos cosas que más me ayudaron fueron:


    • Estudiar la Palabra de Dios para descubrir lo que exactamente enseña sobre el tema. Luego, juzgar mis deseos y experiencias por medio de la Biblia.
    • Compararla con la realidad. Una vez que usted realmente ha encontrado al Señor, no lo olvida jamás. Su presencia deja tal marca en el corazón que ninguna otra cosa puede llenarlo. Usted puede reconocer qué proviene del «esfuerzo propio». Lo importante no es la forma externa de cómo usted encontró al Señor sino la profundidad de la realidad del Señor.


    Tenga la valentía de cambiar

    Quizá usted nunca se ha percatado de cómo ha encaminado al pueblo de Dios en esta dirección. Quizá usted simplemente adoptó la tradición sin cuestionarla. ¿Qué va a hacer ahora, después de haberlo evaluado más de cerca? Es difícil. Si usted está en una posición de liderazgo, es responsable por las ovejas que están a su cuidado.


    Si reconoce que a su iglesia o grupo le falta veracidad y sin embargo no piensa cambiar, le pregunto: ¿Es tan poco el amor que siente por el Señor que permite que haya tal imitación en la iglesia, el cuerpo del Señor a quien ama?


    Ármese de valentía para cambiar. Al principio no será fácil debe haber una enseñanza clara, sabiduría, oración, corrección con amor, y sobre todo, mucha paciencia. Lo más importante es su propio ejemplo. Mire su vida y llegue a ser un «instructor viviente». Luego, es necesario enseñarle a su esposa, a su familia y a sus iguales. Si ellos no lo siguen, sus esfuerzos se debilitarán y probablemente fracasará.


    Recuerde también que cada persona expresa gozo, tristeza, alabanza y amor de maneras distintas. Dios nos creó a todos «originales», únicos. Él no espera ni ordena que le expresemos nuestro amor todos de la misma manera y con la misma intensidad. Creo que Él se goza en la gran variedad de hijos que tiene. Nos ha dado la libertad para celebrar, alabar, adorar y amarlo, pero desea que lo hagamos con todo nuestro corazón y basados en la realidad de su presencia.


    Una vez que los suyos y su iglesia gusten la diferencia, lo amarán y agradecerán por haberlos guiado de la «recreación e imitación» a conocerle verdaderamente a Él.

    Guisela Yohannan es autora de varios libros. Junto con su esposo, el Dr. K. P. Yohannan sirven al Señor en la India.

    Tomado de Gospel for Asia, Kerula, India. Usado con permiso. Apuntes Pastorales, Volumen XIV, número 3