Los lentes bifocales espirituales del ministerio a la niñez
por Sam Doherty
Las personas que trabajan con niños necesitan ver las necesidades actuales de los niños y recordar que están formando a los futuros padres y madres, maestros y maestras, misioneros y misioneras. El siguiente artículo nos enseñan cómo importantes hombres como Moisés y Josué siempre tuvieron en mente a las futuras generaciones.
Primer artículo de la serie: En nuestras manos
¡Todo obrero entre niños requiere lentes bifocales espirituales! Se interesa y está involucrado tanto en el presente como el futuro.
Necesita ver a los niños tal como son con sus necesidades y posibilidades en el presente.
Necesita ver a los niños tal como serán algún día. Los niños de hoy son los padres, policías, políticos y predicadores del futuro.
El trabajo entre niños es por lo tanto una inversión doble. Invertimos en las vidas de niños tales como son, e invertimos en lo que serán en el futuro.
A un niño le preguntaron: «¿Qué piensas ser cuando seas grande?»
Él contestó: «Quizá un misionero; quizá un gángster».
«¿Qué quieres decir?», preguntó su interlocutor.
«Bueno», dijo el niño, «todo depende de quién me atrape primero».
Es cierta la afirmación que el futuro está en manos de los niños. Es igualmente verdad que los niños están en nuestras manos. Por lo tanto el futuro está en nuestras manos, y debemos preguntarnos: «¿Qué estamos haciendo con él?»
Juan Wesley, el gran predicador del siglo XVIII, y fundador del metodismo, escribió: «A menos que podamos encargarnos de la nueva generación, el actual avivamiento de religión tan sólo durará la edad de un hombre».
Nosotros, como él, debemos pensar en el futuro, no sólo en el presente.
Moisés y la generación futura
Moisés dejó esto muy en claro al pueblo de Israel en el libro de Deuteronomio. Mientras se preparaban para entrar a la Tierra Prometida, por lo menos en cuatro ocasiones Moisés enfatizó que su futuro en esa tierra dependía de su actitud hacia sus niños y el trato que les dieran.
Les ordenó: «Enséñenselas a sus hijos» (Deuteronomio 11:19) y a la vez les señaló el resultado de la obediencia a ese mandato: «Así ustedes y sus descendientes prolongarán su vida sobre la tierra» (Deuteronomio 11:21).
También les mandó: «Incúlcaselas continuamente a tus hijos» (Deuteronomio 6:7). Pero había introducido este mandato con una explicación de lo que sucedería si lo obedecían: «Así te irá bien y serás un pueblo numeroso en la tierra donde abundan la leche y la miel, tal como te lo prometió el SEÑOR y Dios de tus padres» (Deuteronomio 6:3). Este mismo énfasis se puede ver en Deuteronomio 4:9,10 y en Deuteronomio 31:12,13.
Moisés y Josué, y la generación futura
Moisés también tenía en mente a la «generación futura» cuando, a raíz del mandato de Dios, instituyó la Pascua. Uno de los principales propósitos de la Pascua era el de ser una ayuda visual para enseñar a las generaciones futuras acerca del poder de Dios. «Y cuando sus hijos les pregunten: «¿Qué significa para ustedes esta ceremonia?», les responderán: «Este sacrificio es la Pascua del SEÑOR…»» (Exodo 12:2627).
Josué siguió su ejemplo al erigir las doce piedras del río Jordán como recuerdo de lo que Dios había hecho allí: «Servirán como señal entre ustedes. En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: «¿Por qué están estas piedras aquí?» Ustedes les responderán: «El día en que el arca del pacto del SEÑOR cruzó el Jordán, las aguas del río se dividieron frente a ella…»» (Josué 4:6,7).
Estos fueron hombres que comprendieron que el futuro de la nación estaba en manos de los niños, y querían prepararse para aquel día.
El salmista y la generación futura
El salmista también compartió esta preocupación por la «generación futura» al escribir el Salmo 78. Prometió en el versículo 4 que no escondería de los niños la Palabra de Dios: «Hablaremos a la generación venidera del poder del SEÑOR, de sus proezas y de las maravillas que ha realizado». Su propósito era «para que los conocieran las generaciones venideras… Así ellos pondrían su confianza en Dios» (vs 6 y 7). Luego subraya su deseo y su oración por los niños, y por «la generación venidera», que ellos «así no serían como sus antepasados: generación obstinada y rebelde, gente de corazón fluctuante, cuyo espíritu no se mantuvo fiel a Dios» (vs 8).
Él estaba convencido de que si no alcanzaba ya a la generación futura, volverían a ser como la generación actual y se repetiría el mismo ciclo vez tras vez.
Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 2729