Mi amiga recién convertida
por Janice Thompson
Dios nos llama a ser mentores de nuevos cristianos. Cuando guiamos a alguien hasta Cristo, tenemos una obligación personal para caminar junto a ellos a medida que inician su nuevo viaje. El siguiente artículo es el testimonio de una mujer que le dijo al Señor que la «usará» cómo él quisiera. El Señor respondió en una forma muy sencilla: Keli, una mujer marcada por su pasado pero renovada en Cristo.
Esa persona a la que testificaste ya aceptó a Cristo y ahora ¿qué?
Su nombre era Keli y tenía un pasado. Todo lo que sabía de ella era que, en toda su vida, nunca había estado en una iglesia. Sin embargo, ahí estaba sentada a mi lado y entregándole su corazón al Señor. La había invitado a ir al culto, no porque sintiera una obligación, sino porque su hija había mostrado interés en los aspectos espirituales. Su pequeña hija era la mejor amiga de mi hija menor y estaba muy abierta a las cosas de Dios. Claro que Keli y yo éramos amigas, pero no del tipo que van juntas a la iglesia. Éramos más bien del tipo «nos vemos en el próximo partido de fútbol». Me emocioné cuando supe que su hija quería ir a la iglesia pero no estaba segura de cómo me sentiría con el hecho de que Keli también asistiera.
No era que tuviera sentimientos negativos al respecto. Tan solo era que realmente no lo había planeado. Y aun así, ahí estaba Keli respondiendo a la invitación del pastor para aceptar a Cristo y lo único que yo podía pensar era: «¿Qué hago ahora?».
Debo admitirlo, me sentí tentada a solamente «dejarla que se salvara» y después llevarla de vuelta a su casa y esperar que el resto saliera de la mejor manera. Seguramente Dios tenía algo o a alguien más en mente para caminar este sendero con Keli. Después de todo, yo tenía una familia muy grande que atender y ella era, bueno ella era todo un personaje. Sencillamente no había lugar en mi vida para este tipo de complicación.
Estaba equivocada. Mi obligación con Keli empezó en el momento en que la llevé a la iglesia y no terminaría hasta que nos separamos unos años después. En el momento en que conoció a Cristo, mi trabajo inició. No lo entendí en ese entonces, pero ahora sí y lo tomo como un privilegio.
Dios nos llama a ser mentores de nuevos cristianos. Cuando guiamos a alguien hasta Cristo, tenemos una obligación personal para caminar junto a ellos a medida que inician su nuevo viaje. Hay tantas cosas que ellos simplemente no conocen o todavía no entienden. Necesitan que alguien los guíe y les enseñe. En el caso de Keli, ella necesitaba sentirse segura de que su vida pasada había sido perdonada y limpiada por la sangre de Jesús. Necesitaba reconocer que debía empezar a resistir la tentación de volver a sus viejos caminos.
Mi esposo y yo empezamos nuestro viaje como mentores para asegurarnos de que Keli tuviera la oportunidad de estar en la iglesia tanto como pudiera. Sabíamos que la enseñanza que iba a recibir sería invaluable. Le presentamos varias personas que estaban firmes en el Señor, e hicimos todo lo que pudimos para hacerla sentir parte de la familia. Cuando estábamos fuera de la iglesia, le hablaba más acerca de mi fe y me di cuenta de que me estaba abriendo a ella. Keli fue muy receptiva ante todo lo que le estaba ocurriendo, pero todavía seguía luchando en su vida personal con algunas de las viejas tentaciones. Con el tiempo, la observé pasar de ser una bebé en la fe hasta empezar a caminar por su propia cuenta.
Keli y su hija se convirtieron en elementos permanentes en nuestro hogar. A pesar de que nuestras vidas han tomado rumbos diferentes, siempre estaré agradecida con el Señor por estar dispuesto a utilizar a alguien como yo para ayudar a un cristiano en su camino hacia Él. Esto me enseñó a estar preparada y dispuesta a ser utilizada una y otra vez en esta área.
Siempre había orado para que Dios me «utilizara», pero nunca pensé realmente mucho acerca de ello. Solo quería asegurarme de que estaba lista y dispuesta. Mi experiencia con Keli respondió la pregunta de «cómo». Él quería usarme para caminar al lado de un nuevo cristiano. Ahora la única pregunta que queda es: ¿A quién me enviará el Señor hoy?
A menudo recuerdo que debo confiar en que Dios sabe lo que está haciendo cuando envía a personas a mi camino. No me está pidiendo que transforme el agua en vino cambiarlos en algo que no son. Él simplemente quiere que camine con ellos en esa senda. Y ¿adivinen quién maduró un poco más en el proceso?
Este artículo se publicó por primera vez en Christian Reader magazine, usado con permiso. Título del original My Post-Evangelism Friendship Copyright © 2003 por el autor o por Christianity Today International/Christian Reader magazine.