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La noche de la familia cristiana

La noche de la familia cristiana

por Graciela Merril

¿Qué tan importante es tener un tiempo devocional familiar? ¿Es posible tenerlo? Y si es así ¿cómo? Graciela Merril comparte con nosotros las experiencias de su familia en esta actividad y prácticos consejos para empezar a tener vivencias verdaderamente cristianas como familia.

MAS QUE UN MERO TRABAJO

 

 

Por la gracia de Dios, tenemos una linda familia. Nosotros dos nacimos en hogares de pastores y, sin lugar a dudas, esto tal vez determinó nuestros sueños de un futuro en el ministerio. Cuando comenzamos nuestro matrimonio, lo hicimos asumiendo que serviríamos en un pastorado, pero pronto Daniel fue invitado a trabajar en publicaciones cristianas y allí hemos estado durante veinte años.

A través de todos estos años hemos tenido una gran preocupación –al igual que el resto de los pastores y sus esposas– y es que no queremos que nuestros hijos adopten el concepto de que tanto el ministerio, el cristianismo y Dios son todos "el trabajo de Papá". Cuando los padres trabajan tiempo completo y obtienen su sostenimiento en actividades espirituales, es fácil que los hijos mantengan lo espiritual a distancia. Es algo que "ellos" hacen para tener un sueldo.

Es por esto que creemos firmemente que los hijos deben escucharnos hablar –y desarrollar actitudes– sobre nuestra fe en casa, lejos del "trabajo religioso", afuera de los "edificios religiosos". Y digo "nuestra fe" porque no me refiero meramente a las actividades, los asuntos, noticias y política de la iglesia. Nuestras conversaciones espirituales en casa deben ir más allá de quién ha sido nombrado presidente del consejo, o quién predicará el próximo domingo. Nuestras "palabras espirituales" deben ser más profundas que los meros engranajes, palancas y poleas que mueven la vida de la iglesia.

 

PERO…¿CÓMO?

 

Cuando nació nuestro primer hijo, en 1972, no pensábamos mucho en lo que acabo de escribir. Las mellizas (las cuales se anunciaron como tales con sólo diez días de anticipación a su llegada) nacieron en 1975, y en aquellos años, estábamos tan ocupados cambiando pañales y vistiendo niños que apenas podíamos pensar en su desarrollo espiritual. Naturalmente les leíamos cuentos de Jesús antes de apagar la luz y orábamos por ellos. Poníamos durante el día algunas canciones y música cristiana, pero no teníamos ni la energía ni la sabiduría para pensar en un plan de largo plazo. Habría tiempo más adelante.

Un día Natán, el mayor, comenzó el jardín de infantes y se hizo amigo de Félix, quien vivía a la vuelta de la esquina. La familia de Félix profesaba el mormonismo. Nos dimos cuenta de esto cuando llamé a su casa para invitarlo a jugar un lunes a la tarde. La Sra. Umaña me contestó amablemente:

–¡Qué pena!… Félix está ocupado después de la escuela los lunes. Es nuestra tarde en familia. Los niños van al lugar de reuniones para jugar y luego pasamos la tarde juntos en familia. ¿Podría ser otro día?

Eso fue como un cachetazo. Aunque no estuviéramos de acuerdo con su doctrina, debíamos felicitarlos por la práctica. Ya era hora de levantarnos y andar; de poner nuestras acciones a la par de nuestras convicciones.

Invitamos a los Umaña cierta noche a tomar un café con queque (pastel, en algunos países). Lo hicimos con el objeto de preguntarles acerca de sus actividades de los lunes. Fue allí que nos encontramos con dos modernos padres de ciudad, quienes hablaban con entusiasmo sobre los juegos, comidas, proyectos y enseñanzas que disfrutaban con sus hijos cada siete días. Después que se fueron, comenzamos a trazar nuestro plan.

Faltaban pocas semanas para la Navidad, lo cual vendría a darnos el empuje necesario. Cada jueves nos reuníamos alrededor de una corona de ramas con las 4 velas prendidas (según una tradición anglosajona) y hablábamos y cantábamos acerca de la venida de Jesús a la tierra. Natán, que tenía 5 años, y María y Rosita con sus dos años y medio, estaban hipnotizados por la luz titilante de las velas y la nueva experiencia de tener tiempo especial ¡y entre nosotros! Entonces le dimos un nombre: la noche en familia. Tan lindas fueron esas semanas que en enero, una vez pasada la Navidad, no quisimos parar.

 

HAY TANTO POR LO CUAL NO HACEMOS

 

Desde aquel diciembre han pasado ya varios años. Desde entonces, la noche en familia ha sido parte de nuestras vidas durante mucho tiempo debido a las siguientes razones:

 

Creemos que las familias modernas están separadas durante la mayor parte de la semana, cada persona con sus propias actividades. Los integrantes del grupo familiar necesitan estar juntos por lo menos durante unas horas intensas cada semana para mantener la unidad.

Creemos que el niño no debe recibir su alimento espiritual solamente a través de la iglesia. No basta con las predicaciones que hace el pastor –o su papᖠdesde el púlpito, las maestras de escuela dominical y los líderes de campamento.

Creemos que los niños merecen tener un tiempo ininterrumpido de atención intensa.

Creemos que las verdades cristianas no necesariamente deben ser aburridas. Pueden ser vivas y efectivas. Y se pueden mezclar con otras formas de compartir en familia –no deben ser presentadas de manera formal.

Creemos que la familia es del tamaño ideal para la enseñanza efectiva. El equilibrio adulto-niño es el ideal para cualquier educador. ¿Qué maestro de escuela dominical no preferiría esta situación a la de veinte niños nuevos cada año?

Creemos que la brecha entre dos generaciones se puede achicar si nos importa realmente y si estamos dispuestos a dar una mano. Como la mayoría de los padres, miramos los rostros frescos de nuestros pequeños hijos y rogamos desesperadamente que podamos seguir siendo amigos durante las tormentas de la adolescencia. Aun puedo escuchar las palabras de mi suegro, diciendo: "Muchos maestros de la iglesia han prometido que si les damos a nuestros hijos este tiempo cada semana mientras crecen, no los perderemos en la adolescencia. Con el culto familiar habremos construido una "reserva de confianza" que nos bastará para atravesar por esos difíciles años que esperan para todo padre".

 

No estoy asegurando que nuestro tiempo semanal de estar juntos es el único método posible para cumplir con nuestro llamado a ser padres cristianos. Simplemente estoy diciendo que es una manera saludable y útil de unir acciones con convicciones en un marco moderno; un ejemplo para probar.

 

EL CONTENIDO

 

En nuestra casa hemos reservado el martes como nuestra tarde especial, desde después de la cena hasta la hora de acostarse. Esto ha requerido que reorganicemos algunos de nuestros hábitos adultos. Requirió que, entre otras cosas, Papá no acepte nada fuera de casa.

Los ingredientes de cada "noche en familia" varían, y los siguientes puntos presentan opciones posibles.

 

Alimento. La noche comienza con una buena comida, y esto significa "buena según los niños". Tal vez haya hamburguesas en lugar de arroz con porotos o pizza en lugar de guisado. Esta no es la mejor noche para convencerlos de los valores alimenticios de los espárragos.

Sin embargo, la mejor comida puede ser frustrante para un niño si la conversación no lo toma a él en cuenta. De modo que decidimos que la conversación de los martes de la noche se centraría en los niños exclusivamente. Nada de asuntos del ministerio. Nada de discusiones financieras. Sí hablaríamos de asuntos del colegio, de básquetbol, chistes, adivinanzas, amigos, bicicletas, perros y muñecas.

 

Juegos. ¿Existe acaso algún niño que no disfrute jugar con sus padres? Los juegos son parábolas de la vida. Nos enseñan de una manera visible a competir, concentrarnos, mantenernos a la par, no darnos por vencidos, ganar y perder; todas estas son lecciones vitales para el mundo real. Además es una gran oportunidad –como pocas en la vida– de competir sanamente en amor, y ayudarlos a ganar y perder en buen espíritu fraternal.

 

Excursiones. Demasiadas familias piensan que salir a pasear con sus hijos es un lujo de mucho dinero, como ir al parque de diversiones, lo cual muchos no pueden pagar más que una vez al año. Mientras tanto, se pierden la diversión de ir a la heladería, al parque a escuchar a una banda de música, ir a los juegos de la plaza, a una biblioteca municipal o un paseo al río. La gran mayoría de los adultos piensan que los museos son aburridos, pero si el adulto se detiene a reflexionar, encontrará que hay en ellos muchas cosas que son interesantísimas para disfrutarlas entre padres e hijos.

Una de nuestras excursiones a la pizzería también nos dio alimento para pensar. En nuestra ciudad hay un lugar que hace las mejores pizzas de la región, pero tienen una gran contra: tardan mucho en traer el pedido a la mesa. Fue así que decidimos aprovechar la espera interminable para nuestra pizza como un tiempo de enseñanza. Trajimos una tarjeta en blanco para cada uno, repartimos lápices y les hicimos escribir un nuevo versículo para recordar: "Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres" Col. 3.23 (VP).

Luego mi esposo dijo:

–Observemos a esa camarera y veamos qué clase de trabajadora es. Estúdienla, vean si realmente quiere darnos lo que deseamos y necesitamos. ¿Qué actitud muestra? ¿Se muestra interesada o aburrida? ¿Creen que está poniendo todo su empeño en su trabajo?

Como era de esperar, los niños no le quitaron la mirada de encima hasta que trajo las pizzas. Luego siguieron comentando:

–Fue amable, ya que también trajo servilletas.

–¿Cuántas mesas debe atender?

Algunas realidades sobre el trabajo también se aprendieron.

–¡Debe estar de pie todo el tiempo!

–¡Y sin embargo está de buen humor!

–¿Les parece que es cristiana?

La camarera no se dio cuenta de que estaba siendo observada minuciosamente. Sin embargo, su trabajo fue un excelente ejemplo para tres futuros empleados y aun para sus padres. Si hubiera servido mal, la enseñanza hubiera sido la misma, ya que ellos hubieran sufrido las consecuencias de un mal servicio.

Ya terminada la comida los niños no sólo tenían bien aprendido el versículo, listo para recitarlo, sino que también lo habían analizado en una forma práctica.

 

· Tiempo de enseñanza. En algún momento durante el tiempo en familia juntos tomamos unos cuantos minutos y nos sentamos en un círculo en el piso. Los niños lo llaman el "tiempo del círculo". Allí tenemos una enseñanza espiritual. En esta área también se pueden hacer muchas actividades, desde cuentos, una dramatización corta, una pantomima o hasta un estudio bíblico profundo para niños mayores.

Es importante que estos minutos no sean dirigidos exclusivamente por un padre. Los niños deben ver que la fe es real, tanto para Mamá como para Papá.

Los mejores momentos han sido cuando hemos aprovechado alguna vivencia de los niños. Un ejemplo fue cuando una persona había puesto una bomba en el centro de una ciudad en Centroamérica, matando varias personas, incluyendo a niños. Hablamos de por qué había personas así en el mundo y por qué había personas que querían repetir esta tragedia. ¿Acaso no debemos confiar en las personas? Leímos el Salmo 14, que explica sobre cómo nuestro mundo ha sido arruinado y no debemos sorprendernos. Luego leímos el Salmo 15 y repasamos cómo Dios quiere que vivamos aun en una sociedad pervertida. Finalmente surgió la pregunta difícil: "¿Podríamos detenernos y orar por el asesino?". Ninguno de nosotros sentía deseos de hacerlo, pero luego de una pausa, bajamos nuestros rostros y oramos.

 

Aplicación de nuestra fe llegando a otros. En familia hemos cocinado masitas y las hemos llevado a un vecino que se le había quebrado el brazo. También hemos ido a cantar a hogares de ancianos, tarjetas para personas en hospitales y cualquier cosa que muestre de una manera práctica a nuestros hijos cómo ayudar a los necesitados.

 

Oración. Es importante que la oración sea natural, conversacional y no demasiado larga para que los niños la disfruten y no le huyan. En algunas ocasiones nos ha ayudado tener una lista de motivos para organizarnos y nos hemos regocijado al ir tachando cada pedido por las contestaciones recibidas.

 

Manualidades y proyectos. Hemos hecho desde un álbum de fotos hasta un juego casero. Muchas veces se puede juntar una manualidad con una enseñanza o como una forma de llegar a otros para reforzar.

 

Música. Se puede aprovechar la habilidad de cada miembro para tocar un instrumento sin que se avergüencen. Se puede cantar tanto en casa como en el camino. Mezclamos intencionalmente canciones espirituales con seculares, y "religiosas" con "divertidas".

 

Siempre que la comida no haya sido suculenta, un tazón de pochoclo (palomitas de maíz) o un poco de queque casero nos ayuda a terminar la noche contentos y bien dispuestos. Sigue siendo válido el dicho de que se llega al corazón de un niño a través del estómago.

 

UN TIEMPO RESERVADO

 

En todo esto han habido dos reglas principales que nos han servido bien:

 

Cualquier cosa que hagamos lo haremos juntos: los cinco. Estamos bastante separados durante la semana y este es un momento de juntarnos. Sólo haremos aquellas cosas que entretienen a toda la familia. Por ejemplo, a los padres les gustaría pasear por un centro de compras. Los niños, sin embargo, se aburrirían en los negocios que no tienen juguetes. En un tiempo, el juego favorito de Natán era las Damas (Chekers). Pero era demasiado complicado para las mellizas. De modo que ambas actividades estaban prohibidas en las noches en familia.

No toleraremos distracciones. Estar juntos es más importante que las noticias, el correo o hasta el teléfono. De modo que el televisor está apagado (a menos que haya un programa que todos disfrutamos), y el teléfono no se contesta. Si alguien llega a casa en esa hora, le explicamos de manera que lo entienda razonablemente. Nuestros amigos ahora saben y nos llaman más tarde. Mientras tanto, es hermoso ver el sentimiento de orgullo y satisfacción en nuestros hijos cuando se dan cuenta de que los consideramos más importantes que un teléfono que suena o alguien que toca a la puerta. Aun los platos sucios deben esperar. Estas horas pertenecen exclusivamente al Señor y a cada uno de nuestra familia.

 

UNA ACTITUD DE PADRES RESPONSABLES

 

Wayne Rickerson dice: "Los niños –aun los adolescentes– necesitan y dan valor al tiempo en familia. Sin embargo, los niños no organizan para tener la familia junta. Es nuestra responsabilidad como padres asegurarnos de tener una vida cristiana equilibrada en familia, una vida que incluya un tiempo regular de estar juntos".

Una noche en familia no es algo sin importancia. Los padres deben creer realmente que es lo suficientemente importante cómo para sentarse juntos 24 horas antes y preguntarse: "¿Qué haremos esta semana? ¿Qué les gustaría? ¿Qué quiere el Señor que les enseñemos en este tiempo?"

Este esencial planeamiento funciona mejor, por supuesto, si los padres aprovechan libros, revistas o hasta una carpeta con recortes, a fin de encender su pensamiento e imaginación. A medida que pasa el tiempo, los niños comienzan a agregar sus propias ideas.

 

FUERTE COMPROMISO DE AGENDA

 

¿Hay acaso semanas en que uno está tan atareado que no se puede tener un tiempo en familia? A veces así lo creemos. Pero escuchemos las palabras de Rickerson: "Cada familia tiene su propio grupo de circunstancias imposibles que no nos permiten tener suficiente tiempo en familia. Sin embargo, un hecho irrefutable de la vida es que hacemos las cosas que creemos son las más importantes!"

Todos estamos ocupados. Pero eso no nos frena de ir al trabajo a tiempo, o de hacer las compras cada semana, o de pagar las cuentas cada mes. Algunas cosas tienen dispuesto un tiempo regular y las hacemos sin cuestionamientos, simplemente porque hemos decidido que se deben hacer.

En cierto país se estaba debatiendo el tema de la enseñanza religiosa en las escuelas. Un legislador cristiano, en medio de un debate agitado con sus pares sobre ese tema, debió retirarse para dar una charla en una iglesia. Al pararse frente a la congregación, les contó a los hermanos acerca de lo que estaba ocurriendo en el congreso. Entonces preguntó cuántos de los presentes estaban a favor de la oración en las aulas. Muchas manos se elevaron:

–Déjenme hacerles otra pregunta–, dijo el diputado, –¿Cuántos de ustedes han orado en voz alta con sus hijos en casa esta semana?

Pocas manos se elevaron, y en cambio fueron muchos los rostros que buscaron el piso.

No tenemos derecho de pedir que maestros en las escuelas estatales –o privadas–, hagan lo que nosotros no hacemos. Los niños que viven bajo nuestro techo deben saber que el cristianismo es más que una fuente de trabajo. Es la vida misma.

 

© 1985, Partnership. Usado con permiso.

 

Los temas de Apuntes Pastorales. Volumen 1, número 3. Todos los derechos reservados