Nuestra lucha
por Arturo Mathews
«En una era de vanidades y juguetes» y de pensamiento subjetivo prevaleciente en un clima utilitario, luchar en el sentido espiritual no se menciona en la lista de actividades de muchas iglesias. ¿Será que esta actitud está provocando que le cedamos terreno al enemigo?
«Y luchó con él un varón» (Génesis 32:24).
Nuestra lucha con el enemigo nunca podrá esperar la victoria a no ser que este Hombre haya luchado con nosotros primero, que haya asestado un golpe a todo lo que impida Su control, y nos haya reducido a una sumisión total.
Es bastante seguro que en la guerra espiritual no se logra nada en actividades que no nos colocan en contacto y confrontación cercana con el enemigo Porque donde se desafía la autoridad del diablo, donde se comienza una obra que debilitará su señorío en los corazones de los hombres y les librará de la esclavitud en que nacieron, allí no se puede evitar por mucho tiempo el enfrentamiento, y nos encontramos confrontados en un encuentro mano a mano con las fuerzas del enemigo.
DEL INFORME DE LA MISIÓN AL INTERIOR DE LA CHINA, 1930.
Nuestra tarea, como cualquier otra, es aprender por la práctica constante; y nuestra experiencia debemos adquirirla en la guerra y no en los desfiles militares. Sir Juan Moore.
«Porque no tenemos lucha ». Habiendo leído las primeras cuatro palabras de los comentarios del apóstol Pablo sobre la naturaleza del conflicto cristiano, estoy tentado a detenerme y decir, ¡cuán cierto! «En una era de vanidades y juguetes» y de pensamiento subjetivo prevaleciente en un clima utilitario, luchar en el sentido espiritual no se menciona en la lista de actividades de muchas iglesias.
Pedimos, cantamos alabanzas y tenemos cenas de confraternidad, pero la clase de lucha, a la cual se refiere Pablo, generalmente no se incluye.
Sin embargo, habiendo dicho esto, me apresuro a corregirme. Sí, luchamos pero es la lucha de Jacob. Cuando Dios lucha con nosotros para quebrantar el espíritu de auto-suficiencia que impera en nuestros corazones y para transformarnos en sus Israeles, nosotros luchamos contra sus esfuerzos.
Pero cuando Pablo escribe acerca de la lucha del cristiano, está tratando de hacer énfasis por contraste entre las rebeliones y persecuciones provocadas en el reino natural por títeres humanos dominados y dirigidos por los poderes del mal y la oscuridad, y el conflicto sobrenatural con las huestes de espíritus malignos. En Segunda Corintios 1.8, él se refiere a situaciones literales de carne y sangre que identifica como «nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia». Es posible que se refiera a la secuencia de eventos que se relata en Hechos 19. Me gusta pensar que las cosas que Pablo llama «nuestra tribulación» le ayudaron a aprender el secreto de lo que enseña como «nuestra lucha». El ejercicio y trabajo de la guerra se aprende luchando, en las mismas situaciones de combate, no con las teorías expuestas o ejercicios en los campos de adiestramiento. Debemos estar alertas contra actividades que no conducen a una lucha con el enemigo. En todo lugar donde fue Pablo, sus actividades agitaron al enemigo y le hicieron entrar en acción como un león rugiente. En Efeso, Pablo fue acosado por tribulaciones que le hicieron desesperar de la vida misma, entonces estuvo muy ansioso porque sus amigos de allí tuvieran la perspectiva correcta y una comprensión clara de la relación entre «nuestra tribulación» y «nuestra lucha». Los cristianos de Efeso fácilmente podrían haber visto la guerra sólo como una amenaza del gremio sanguinario de los plateros bajo Demetrio. O, podrían haber pensado de la tribulación como un conflicto entre el cristiano y la cultura local. Para corregir estas ideas muy naturales, Pablo saca sus pensamientos de las causas humanas y les presenta las verdaderas causas de la tribulación. «Lucha contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes». Los ataques que son físicos y nos vienen por nuestras circunstancias son sólo los síntomas de la hostilidad muy real de los gobernadores del mundo de las tinieblas bajo la potestad del príncipe de los poderes del aire. Nuestro primer llamado es a resistir a estos enemigos invisibles. Pero, ¿cómo podrán meros seres humanos luchar y repeler fuerzas sobrenaturales invisibles e intangibles en las regiones celestes? Pablo se empeña en dar una respuesta completa y total.
El clímax que el apóstol presenta en su Epístola a los Efesios podría alarmarnos y hacernos salir de nuestra complacencia si siguiéramos la práctica común de los lectores de la ficción. A ellos les gusta mirar con anticipación al final de la historia para ver cómo termina. En lo que concierne a Pablo, todo lo interesante pasa al principio de su Epístola. Pero esto no esa razón para que nosotros tratemos el fin como si fuera un anticlímax o desengaño y procedamos a olvidarlo. Por el contrario, la riqueza de verdades almacenadas está escrita específicamente para prepararnos para el gran punto culminante en el capítulo seis, donde nuestro enfrentamiento con los poderes sobrenaturales bajo Satanás se nos presenta como una conclusión lógica. De esto se trata: Nuestra lucha no comienza en nuestros corazones, ella tiene como su fundamento la poderosa victoria que Jesucristo obtuvo en la cruz sobre Satanás, y luego todo lo que Dios hizo con Él como resultado directo de esa victoria y también con nosotros cuando Dios lo concedió a Él para ser «Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia», su Cuerpo. La exaltación de la Cabeza «sobre todo principado, y autoridad y poder y señorío ».
En vez de separarle de Su Cuerpo en la tierra, nos ha colocado en él como coherederos en todo lo que Dios ha hecho con él, para que «estemos sentados con él, en los lugares celestiales» (Efesios 1:21). Así que cuando Pablo dice: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza» (Efesios 6:10), su dedo apunta hacia las verdades fundamentales que él ha desarrollado antes. Satanás es un enemigo derrotado, con una cabeza aplastada. Ya no le queda poder, ni tiene a su disposición los medios para alcanzar y destronar al Vencedor del Calvario, ahora sentado a la diestra del Padre. Esta es una verdad con la cual debemos seguir fortaleciéndonos constantemente. Y hay otra: Todas las cosas que hizo Dios por la Cabeza, las hizo también por el Cuerpo. Esto significa que nuestra posición está en los lugares celestiales con nuestra Cabeza, nuestra fortaleza en el Señor se consigue cuando consideramos por fe lo que Dios nos ha dicho que Él efectivamente ha hecho. «El verdadero orden de la fe», dice el Dr. Stuart Holden, «no es que tenemos que vivir una vida terrenal con una vista del cielo, sino que somos llamados a una vida celestial con una vista de la tierra». ¡Oh, que todos los creyentes pudieran darse cuenta, materializar y apropiarse continuamente para sí mismos, por la fe, la gloria de los hechos objetivos que Dios nos ha dejado en su Palabra, para ser fortalecidos por ellos, desarrollando fuerza espiritual para poder cumplir su magno y alto llamamiento! Aunque nuestros pies anden sobre la tierra, nuestra posición es que nuestra vida está «escondida con Cristo en Dios». Así que entramos a la batalla no desde la perspectiva de nuestras circunstancias en la tierra, sino desde nuestra posición en lo alto con y en Cristo. Esta posición no es un temible Monte Everest que se nos exige escalar por nuestras propias fuerzas, Dios nos ha colocado ya encima con nuestra Cabeza inexpugnable, para que, en virtud de esta ubicación, su voluntad se lleve a efecto aquí en la tierra como en el cielo por Sus creyentes. A nosotros no nos corresponde luchar para alcanzar la victoria, porque «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Nuestra lucha es desde la victoria; y desde esta ubicación de ventaja, fortalecidos con el poder de Cristo, y completamente cubiertos con toda la armadura de Dios, los poderes del mal son repelidos cuando los resistimos.
A medida que Pablo desarrolla el concepto de conflicto contra «los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efesios 6.12), las palabras de conflicto que él recalca son «resistir» y «estar firmes». Nuestra armadura de defensa garantiza seguridad total cuando se coloca con oración porque, en esencia, el cinto, la coraza, el yelmo, el calzado y el escudo son Jesucristo, en él estamos completos. El énfasis reiterado sobre «resistir» y «estar firmes» y, en las epístolas de Santiago y Pedro sobre «resistir», sugiere que el peligro del cristiano y el punto de ventaja del diablo se encuentra en que el creyente ceda su posición e intente atacar algún problema desde la posición humana de carne y hueso. Para conseguir que el cristiano actúe de esta forma, el diablo sopla hasta agitar un tempestad en el lago o un alboroto de las fieras en Efeso y en esta forma estimula al pánico para que actuemos según el apuro o predicamento en que nos encontremos sin tomarnos el tiempo de asirnos de los hechos objetivos de las promesas de Dios. El diablo es un artista del pánico y se vale efectivamente de nuestra cohibición y timidez en situaciones de emergencia. J. O. Fraser lo relata así:
«Cada vez que su espíritu se hunde y desfallece en las pruebas que le llegan, usted pierde su dominio sobre los poderes de las tinieblas. Por ejemplo, se coloca debajo de las pruebas en vez de permanecer por sobre ellas en Dios. Cada vez que toma el punto de vista de la tierra, usted se ubica bajo los poderes de las tinieblas. Su señorío sobre las pruebas depende de que su espíritu more por encima de ellas, y el lugar por encima de las pruebas significa conocer el punto de vista de Dios, los pensamientos de Dios, el plan de Dios, los caminos de Dios, morando con Cristo en Dios».
«Nacidos para la batalla». Capítulo 3.
Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen III, número 5. Todos los derechos reservados