Biblia

Un regalo precioso

Un regalo precioso

por Diana González

¿Qué es lo que nos brinda la oportunidad de desplazarnos en el tiempo y en el espacio? ¿Qué es aquello que nos permite describir algo nunca visto ni experimentado? ¿Qué nos da la posibilidad de expresar lo que pensamos, sentimos, anhelamos o queremos?

Por supuesto y sin lugar a dudas, el lenguaje. ¡Qué regalo tan maravilloso nos ha dado el Señor! Sin él, nuestra existencia sería imposible. Centrémonos ahora exclusivamente en el aspecto lingüístico, dejando de lado los componentes gestuales, etcétera, y observemos algunas de las características que lo hacen único.


En primer lugar, es absolutamente económico desde cualquier punto que se lo mire. Si prestamos atención a una palabra, veremos que está formada por un número finito de unidades más pequeñas que se combinan entre sí. En el lenguaje escrito, se trata de las letras. Pensemos en que apenas veintinueve de ellas forman el alfabeto español. Sin embargo, ¿cuántas palabras podemos hallar en un diccionario? Unos cuantos miles.


Por otra parte, cada palabra puede combinarse con otras para formar una oración, y la cantidad de oraciones que podemos elaborar a lo largo de nuestra vida es incontable. Además, por si fuera poco, cada palabra puede tener más de un significado. Así encontramos: «llama» (de fuego), «llama» (del verbo llamar) y «llama» (el animal de la familia de los camélidos); «solapa» (del traje), «solapa» (del libro), y todo el conjunto de términos que vengan a su mente en este momento. ¿No es maravilloso que requerimos solamente de veintinueve elementos para tener posibilidades prácticamente infinitas, y que necesitamos aprender un número inferior de palabras al de los objetos a los que podemos hacer referencia con ellas?


En segundo lugar, cualquier persona que resulta expuesta al lenguaje puede adquirirlo, no importa su sexo ni condición social. En pocos años un niño puede llegar a sostener una conversación, utilizando incluso expresiones que sus padres no le han enseñado intencionalmente. Dado que el repertorio lingüístico es muy amplio, cada individuo puede escoger su forma particular de expresarse, al igual que cada grupo social, cada región o cada país. Por esta razón existen diferentes variedades individuales, sociales, regionales y nacionales. Aún cuando en toda Hispanoamérica se habla español, cada nación tiene particularidades lingüísticas que la diferencian de su vecino y, a su vez, en cada región se encuentra una manera de pronunciación propia o un léxico distintivo. ¿No es increíble que esta tremenda riqueza parte de una base de veintinueve letras o de un número casi equivalente de sonidos?


En tercer lugar, el lenguaje está íntimamente arraigado en una cultura y se relaciona estrechamente con ésta. Si bien existen categorías universales, como el tiempo y el espacio, cada lengua tiene diferentes maneras de expresarlas. Por ejemplo, en español utilizamos los tiempos verbales para identificar un hecho que ya ocurrió, que está ocurriendo o que va a ocurrir, y reforzamos estos conceptos con adverbios o complementos temporales como ayer, mañana, en este momento, etcétera. Sin embargo, hay culturas en donde la noción de tiempo no está marcada en el verbo, sino que se expresa sólo a través de complementos, por ejemplo; u otras en las que en cada verbo debe marcarse el aspecto, es decir, si la acción aún dura o si ya concluyó. También en la noción de espacio existen diferencias.


En español diferenciamos entre éste, ese y aquel, o aquí y allí; incluso hay verbos como llevar y traer, cuyo uso depende de la localización del lugar al que se refieren y dónde está situado el hablante. Existen idiomas en los cuales esta diferenciación es mucho más estricta y se evidencia en una mayor cantidad de verbos o, incluso, en otras categorías.


En lo que respecta al léxico, podemos observar, por ejemplo, que éste refleja las actividades básicas de cada cultura. Un pueblo agricultor tiene muchas más palabras para definir tipos de suelo, variedades de cultivos, tonalidades de los mismos, que un pueblo pescador. Sin embargo, este último diferenciará entre diferentes tipos de olas, colores del mar, peces, estrellas, etcétera. Lo mismo sucede entre el léxico de un pueblo de la llanura o de la montaña, del trópico o del polo norte. Esto sin mencionar festividades, rituales, y todo tipo de actividades sociales relacionadas con esa cultura en particular. Ni qué decir de las nuevas acuñaciones que se hacen necesarias debido a los cambios tecnológicos y en el sistema de vida.


Qué notable que un pequeño número de letras o sonidos nos permitan expresar conceptos tan especializados, y no solamente eso, sino que permitan tantas combinaciones como sean necesarias para adaptarse a toda clase de cambios. Esa capacidad demostrada a través de los siglos sigue vigente aún hoy y acompañará al lenguaje de las generaciones futuras. Lo admirable es que a pesar de los cambios continuos, se mantiene el equilibrio. La ausencia de un elemento se compensa con la presencia de otro, la debilitación de uno trae como consecuencia el refuerzo de otro, o bien su desaparición definitiva en el caso de que deje de ser relevante.


Por eso, podemos afirmar con certeza que el lenguaje es un sistema equilibrado, flexible, económico, ordenado, y mucho más. Sin embargo, lo fundamental es destacar que se trata de un regalo precioso de Dios para la humanidad. Cuanto más lo conocemos, más interrogantes nos despierta, y más digno es de nuestra admiración.

Apuntes Pastorales Volumen XVII, número 1. Todos los derechos reservados.